Escuchar música cristiana | El verdadero significado de las palabras de Dios no se ha entendido nunca

Los humanos no saben cómo disfrutar de

las bendiciones que les ha dado Dios,

porque no saben distinguir entre el dolor y la bendición.

Y así, no son verdaderos en su búsqueda de Dios.

Escuchar música cristiana | El verdadero significado de las palabras de Dios no se ha entendido nunca

I

Los humanos no saben cómo disfrutar de

las bendiciones que les ha dado Dios,

porque no saben distinguir entre el dolor y la bendición.

Y así, no son verdaderos en su búsqueda de Dios.

Si el mañana no existiera,

¿quién de vosotros, de pie ante Dios,

sería casto y puro como la nieve,

como el jade sin una sola mácula?

¿Crees que puede ser cambiado tu amor a Dios por un banquete,

o cambiado por ropas elegantes

o un alto cargo bien pagado?

¿Puedes cambiarlo por el amor de otro

o abandonarlo debido a las pruebas?

La tribulación no hará que te quejes de Sus disposiciones, ¿verdad?

II

Ningún hombre ha entendido realmente

la espada que está en la boca de Dios.

Sólo conocen el significado superficial,

no pueden entender lo que de verdad significa.

Si los humanos realmente viesen

el verdadero filo de la espada de Dios,

se irían corriendo como ratas,

se esconderían de nuevo en sus agujeros.

Demasiado ciegos para ver la verdad

y la fuerza de las palabras de Dios,

cuánto se juzga su corrupción

o se revela su naturaleza.

Sus ideas mal concebidas de las palabras de Dios

hacen que la mayoría se sientan abúlicos.

De “Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos”

Escucha Canciones cristianas evangelicas, disfruta de los bailes de que el pueblo elegido de Dios alaba a Él. ¡Ojalá te hagan buena compañía durante el día y te hagan avivar tu espíritu!

No importa qué dificultades o confusión tenga usted en su fe o vida, no dude en ponerse en contacto con nosotros.

El verdadero significado de las palabras de Dios no se ha entendido nunca (2)

Alabanza de adoración | La trascendencia y la grandeza del Todopoderoso

Todo lo que hay en el mundo cambia rápido con los pensamientos del Todopoderoso, bajo Su mirada.

Las cosas de las que la humanidad no ha oído hablar

pueden llegar de súbito,

pero lo que el hombre siempre tuvo

se le puede escapar sin darse cuenta.

Alabanza de adoración | La trascendencia y la grandeza del Todopoderoso

I

Todo lo que hay en el mundo cambia rápido con los pensamientos del Todopoderoso, bajo Su mirada.

Las cosas de las que la humanidad no ha oído hablar

pueden llegar de súbito,

pero lo que el hombre siempre tuvo

se le puede escapar sin darse cuenta.

Nadie puede seguir los pasos del Todopoderoso

ni sentir la trascendencia y la grandeza de Su vida.

Su trascendencia es cómo Él percibe

las cosas que los humanos no pueden sentir, sentir.

El hombre rechaza a Dios, sin embargo Él lo salva.

Esto demuestra la grandeza de Dios.

II

Él conoce el significado de la vida y la muerte,

conoce las reglas de la vida para la humanidad.

Él es la razón de la vida del hombre,

el Redentor que le permite revivir.

Él aflige al corazón que es feliz

y anima al corazón afligido.

Esto es todo por la obra de Dios.

Esto es todo por el plan de Dios,

todo por la obra de Dios.

Esto es todo por el plan de Dios.

Nadie puede seguir los pasos del Todopoderoso

ni sentir la trascendencia y la grandeza de Su vida.

Su trascendencia es cómo Él percibe

las cosas que los humanos no pueden sentir, sentir.

El hombre rechaza a Dios, sin embargo Él lo salva.

Esto demuestra la grandeza de Dios.

Esto demuestra la grandeza de Dios.

De «Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos»

Escucha Canciones cristianas evangelicas, disfruta de los bailes de que el pueblo elegido de Dios alaba a Él. ¡Ojalá te hagan buena compañía durante el día y te hagan avivar tu espíritu!

No importa qué dificultades o confusión tenga usted en su fe o vida, no dude en ponerse en contacto con nosotros.

La trascendencia y la grandeza del Todopoderoso

Música cristiana 2020 | ¿Tienes una relación normal con Dios?

Si quieres ser perfeccionado

y tomar el buen camino,

tu corazón debe vivir con Dios,

no sigas alocado a Satanás.

No dejes que Satanás pueda obrar.

Música cristiana 2020 | ¿Tienes una relación normal con Dios?

I

Si quieres ser perfeccionado

y tomar el buen camino,

tu corazón debe vivir con Dios,

no sigas alocado a Satanás.

No dejes que Satanás pueda obrar.

No dejes que te use.

Entrégate a Dios por completo,

deja que Dios reine por completo.

Evalúa lo que haces, piensas y dices,

e intenta entender tu estado real,

toma el camino de la obra del Espíritu

y así tu relación con Dios será normal.

II

¿Acaso quieres que Satanás te use

para convertirte en su sirviente?

¿Acaso tu fe es para que Dios te perfeccione

o para ser un contraste en Su obra?

¿Acaso deseas que Dios te obtenga

para vivir una vida plena?

¿O sólo deseas vivir una vida vacía y sin valor?

Evalúa lo que haces, piensas y dices,

e intenta entender tu estado real,

toma el camino de la obra del Espíritu

y así tu relación con Dios será normal.

III

¿Acaso quieres que Dios te use

o que te explote Satanás?

¿Llenarte de las palabras y verdades de Dios

o del pecado y de Satanás?

Comprende que, en tu vida, lo que haces y dices

puede hacer que tu relación con Dios

se convierta en anormal.

Rectifica y ve por el buen camino.

Evalúa lo que haces, piensas y dices,

e intenta entender tu estado real,

toma el camino de la obra del Espíritu

y así tu relación con Dios será normal.

IV

Al sopesar si tus vínculos

con Dios son buenos y firmes,

rectifica tus intenciones,

conoce la esencia del hombre.

Para que puedas conocerte,

empieza a vivir de verdad.

Te abandonarás de verdad

y te entregarás a Dios.

Cuando compartas con Dios un vínculo normal,

encontrarás formas de ser perfeccionado,

formas en las que obra el Espíritu Santo.

Verás las artimañas de Satanás.

Así es como uno es perfeccionado.

Evalúa lo que haces, piensas y dices,

e intenta entender tu estado real,

toma el camino de la obra del Espíritu

y así tu relación con Dios será normal.

De “Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos”

Recomendación: Alabanzas cristianas de adoración

¿Cómo establecemos la relación normal con Dios en el fin de los últimos días? Y ¿cómo hemos de vigilar y preparar para recibir el regreso del Señor Jesús? Le invitamos a explorar y comunicarse con nosotros por WhastApp, déjanos adorar a Dios juntos y recibir el regreso del Señor Jesús.    

Han llegado los desastres: ¿sabes qué es el arrepentimiento verdadero?

las palabras de Dios: “Los cambios únicamente de conducta son insostenibles. Si no hay una alteración en el carácter de la vida de las personas, tarde o temprano su lado malvado se pondrá de manifiesto……

¿sabes qué es el arrepentimiento verdadero

Han llegado los desastres: ¿sabes qué es el arrepentimiento verdadero?

Por Xiaoyu, EE. UU.

En 2020, el virus COVID-19 se ha propagado por el mundo y lo ha sumido en el pánico. También ha sido impactante el gran número de langostas que han proliferado en África. Con la llegada de la epidemia y la hambruna, cada vez más creyentes en el Señor han comenzado a intuir que se acerca el día de la venida del Señor y que el reino de Dios está a punto de llegar. El Señor Jesús dijo en una ocasión: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:17). Esto es lo que el Señor nos pide a cada uno de nosotros. Solo si nos arrepentimos de verdad seremos protegidos por Dios y llevados al reino celestial antes de la gran tribulación. Entonces, ¿qué es el arrepentimiento verdadero y cómo podemos alcanzarlo? ¿Representa la buena conducta un arrepentimiento verdadero? Ante la alusión al arrepentimiento, muchos creyentes en el Señor dirán: «Ahora que creemos en el Señor no juramos ni peleamos, somos tolerantes y pacientes con los demás, oramos y nos confesamos ante el Señor con frecuencia, trabajamos y nos esforzamos por Él y ni siquiera negamos Su nombre cuando nos encarcelan. Esta buena conducta demuestra que nos hemos arrepentido de verdad. Cuando el Señor regrese, entraremos en el reino celestial con Él». Cuando empezamos a creer en el Señor, dejamos de lado nuestros malos hábitos; nos volvimos humildes y tolerantes, ayudamos a los demás y fuimos capaces de renunciar a cosas y de esforzamos por difundir el evangelio y dar testimonio del Señor. Claro que hubo cambios en nuestra conducta, pero es innegable que no nos hemos librado de las cadenas del pecado y que todavía vivimos a menudo en pecado, incapaces de escapar. Por ejemplo, cuando alguien nos dice algo hiriente que no atenta contra nuestros intereses primarios, tal vez seamos capaces de aguantarnos sin llamarle la atención por ello. Pero cuando alguien dice algo que daña nuestro prestigio y estatus y nos avergüenza, aunque no lo critiquemos, dentro de nosotros hay resentimiento y prejuicios hacia esa persona, e incluso puede que pensemos en vengarnos. En muchos asuntos, aunque parezca que no cometemos grandes maldades, nuestro corazón suele traslucir malos pensamientos. A veces, tal vez seamos capaces de aguantarnos y controlarnos durante un tiempo, pero en cuanto nos vemos superados, seguimos siendo susceptibles de hacer el mal. Si esas cosas se revelan y se manifiestan en nosotros sin que aún hayamos escapado de las cadenas del pecado, ¿puede decirse que nos hemos arrepentido de verdad? Leamos un pasaje de las palabras de Dios: “Los cambios únicamente de conducta son insostenibles. Si no hay una alteración en el carácter de la vida de las personas, tarde o temprano su lado malvado se pondrá de manifiesto. Como la fuente de los cambios en su conducta es el fervor, acompañado de un poco de obra realizada por el Espíritu Santo en ese momento, resulta extremadamente fácil para ellas el volverse fervientes o mostrar bondad durante un tiempo. Como afirman los incrédulos: ‘Hacer una buena obra es fácil, lo difícil es llevar toda una vida de buenas obras’. Las personas son incapaces de hacer buenas obras durante toda su vida. La vida dirige su conducta; tal como es su vida, así es su conducta, y sólo aquello que se revela de forma natural representa la vida y la naturaleza de una persona. Las cosas falsas no pueden perdurar. Cuando Dios obra para salvar al hombre no lo hace para adornarlo con una buena conducta; la finalidad de la obra de Dios consiste en cambiar el carácter de las personas, en hacerlas nacer de nuevo como nuevas personas. […] Comportarse bien no es lo mismo que obedecerlo, y mucho menos equivale a ser compatible con Cristo. Los cambios de conducta se basan en la doctrina y nacen del fervor; no se basan en el verdadero conocimiento de Dios ni en la verdad, y menos aún se apoyan en la dirección del Espíritu Santo. Aunque hay ocasiones en las que el Espíritu Santo dirige algo de lo que las personas hacen, esto no es la expresión de la vida; mucho menos es lo mismo que conocer a Dios. Por muy buena que sea la conducta de una persona, no demuestra que esta obedezca a Dios ni que ponga en práctica la verdad. Los cambios en la conducta son una ilusión momentánea, la manifestación del celo, pero no son la expresión de la vida” (‘La diferencia entre los cambios externos y los cambios en el carácter’ en “Registros de las pláticas de Cristo”). Las palabras de Dios nos muestran que, aunque nuestra conducta mejorara cuando empezamos a creer en Dios, esto no significa que se haya producido una transformación de nuestro carácter de vida. La mayor parte de las buenas conductas son consecuencia del fervor, conductas nacidas de la doctrina y las normas, o bien prácticas resultantes de ser movidos por el Espíritu Santo. No provienen de que entendamos la verdad ni de que tengamos conocimiento de Dios, y no son prácticas que surjan de forma natural de nuestro deseo de satisfacer y amar a Dios. Satanás lleva corrompiéndonos miles de años y estamos llenos de toda clase de actitudes satánicas corruptas: arrogancia, engreimiento, egoísmo, bajeza, alevosía y astucia. Si estas actitudes quedan irresueltas, entonces, aunque tal vez seamos capaces de cumplir ciertas normas y parezcamos devotos por fuera, esto no dura mucho y, cuando nos encontramos con algo desagradable, no podemos evitar pecar… Por ejemplo, controlados por nuestra naturaleza satánica, arrogante y engreída, siempre intentamos que los demás nos encumbren y, cuando no hacen lo que decimos, nos enfurecemos y nos ponemos a regañarlos. Dirigidos por nuestra naturaleza egoísta, todo lo hacemos teniendo en cuenta nuestros intereses; cuando todo va bien en casa, estamos dispuestos a renunciar a cosas y a esforzarnos por Dios y podemos soportar cualquier dificultad. No obstante, cuando llega una desgracia, culpamos a Dios por no protegernos. Puede que hasta empecemos a lamentar aquello a lo que hemos renunciado y barajemos traicionar a Dios. A veces observamos en los hermanos y hermanas de la iglesia actos que infringen claramente las enseñanzas de Dios, incluso perjudiciales para los intereses de la iglesia, y deberíamos decirles algo. Sin embargo, influenciados por filosofías de vida satánicas como “Callarse los errores de los buenos amigos hace la amistad larga y buena” y “Cuantos menos problemas, mejor”, callamos, pues preferimos sacrificar los intereses de la iglesia para mantener nuestra relación con ellos. La lista es interminable. Esto indica que, si quedan irresueltas nuestras actitudes corruptas, no podemos practicar la verdad ni obedecer a Dios y es posible que incluso nos opongamos a Él. Tomemos el ejemplo de los fariseos de hace dos mil años. De cara al exterior no parecían hacer el mal. Viajaban por todas partes difundiendo el evangelio, solían explicar las Escrituras al pueblo y le enseñaban a obedecer la ley. Su conducta era mayormente buena, pero cuando el Señor Jesús apareció para iniciar Su obra, como parecía tan normal y corriente por fuera, no lo llamaban Mesías y todo lo que representaba discrepaba de sus nociones, quedó al descubierto su carácter satánico, arrogante y engreído. Condenaron y blasfemaron flagrantemente contra el Señor Jesús, no tuvieron en cuenta si Su mensaje era la verdad, lo rechazaron por más señales y milagros que obrara y acabaron conspirando con las autoridades romanas para crucificarlo. Lo anterior demuestra que, aunque tal vez se produzcan cambios en nuestra conducta externa, si no se transforma nuestro carácter interno de vida, continuaremos gobernados por nuestras corruptas actitudes satánicas y seremos susceptibles de pecar y oponernos a Dios en cualquier momento. Alguien así tampoco se ha arrepentido de verdad y, fundamentalmente, no es apto para entrar en el reino de los cielos. Tal como dice la Biblia: “Todo el que comete pecado es esclavo del pecado; y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí permanece para siempre” (Juan 8:34-35). ¿Qué es el arrepentimiento verdadero? Entonces, ¿qué es el arrepentimiento verdadero? Está escrito en la Biblia: “Bienaventurados los que lavan sus vestiduras para tener derecho al árbol de la vida y para entrar por las puertas a la ciudad” (Apocalipsis 22:14). “Seréis, pues, santos porque yo soy santo” (Levítico 11:45). Dios es santo. Desprecia los pecados del hombre, por lo que los indicadores del arrepentimiento verdadero son la purificación y transformación de las diversas actitudes satánicas de las personas —arrogancia, engreimiento, egoísmo, bajeza, alevosía y astucia—, que aquellas practiquen las palabras de Dios sea cual sea su entorno, que ya no pequen ni se opongan a Dios, sino que lo obedezcan y veneren sinceramente, y que Él las haya conquistado por completo. Esas son las únicas personas verdaderamente arrepentidas. Por qué no hemos alcanzado el arrepentimiento verdadero en nuestra fe en el Señor Quizá algunos pregunten: «¿Por qué hemos aceptado la redención del Señor y el perdón de nuestros pecados, y sin embargo somos incapaces de alcanzar el arrepentimiento verdadero?». Principalmente porque, en la Era de la Gracia, el Señor Jesús realizó la obra de redención, que no era la de transformar el carácter corrupto de las personas. Leamos otro pasaje de las palabras de Dios: “Aunque Jesús hizo mucha obra entre los hombres, sólo completó la redención de toda la humanidad, se convirtió en la ofrenda por el pecado del hombre, pero no lo libró de su carácter corrupto. Salvar al hombre totalmente de la influencia de Satanás no sólo requirió a Jesús cargar con los pecados del hombre como la ofrenda por el pecado, sino también que Dios realizara una obra mayor para librar completamente al hombre de su carácter, que ha sido corrompido por Satanás” (‘Prefacio’ en “La Palabra manifestada en carne”). Esto nos advierte que, en la Era de la Gracia, el Señor Jesús solo llevó a cabo la obra de redención de la humanidad, cuyo resultado fue que la gente confesara y se arrepintiera. Como parte de la obra de redención, el Señor Jesús habló del camino del arrepentimiento, enseñó a las personas a confesar sus pecados, a arrepentirse, a cargar la cruz y seguirlo. Del mismo modo, debían amar al prójimo como a sí mismos, ser humildes, pacientes y tolerantes, perdonar setenta veces siete, etc. Todas estas fueron exigencias al hombre en función de la estatura de las personas de aquel entonces; cuando pecaban, se presentaban ante el Señor Jesús a confesar sus pecados y arrepentirse, se les perdonaban los pecados y podían presentarse ante Dios a continuar adorándolo. Todo lo expresado por el Señor Jesús eran verdades que podía entender la gente de la época. Sin embargo, esto no implicó la transformación del carácter de las personas, por lo que, independientemente de cuánto leamos la Biblia, de cómo confesemos nuestros pecados y nos arrepintamos o de cómo nos conquistemos a nosotros mismos, seguimos siendo incapaces de librarnos del pecado y alcanzar el arrepentimiento verdadero. Cómo alcanzar el arrepentimiento verdadero Entonces, ¿cómo podemos alcanzar el arrepentimiento verdadero? El Señor Jesús profetizó: “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis soportar. Pero cuando Él, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y os hará saber lo que habrá de venir” (Juan 16:12-13). “El que me rechaza y no recibe mis palabras, tiene quien lo juzgue; la palabra que he hablado, esa lo juzgará en el día final” (Juan 12:48). “Santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad” (Juan 17:17). Estas palabras nos muestran que, al ser tan poca la estatura de la gente de aquella época, en la Era de la Gracia el Señor Jesús no expresó demasiadas verdades ni nos dio una manera de corregir nuestra naturaleza satánica. Por eso, el Señor sí profetizó que regresaría, expresaría verdades cada vez más elevadas y realizaría la obra de juicio y purificación del hombre, para que con ello podamos liberarnos completamente de las cadenas del pecado, purificarnos y transformarnos, y la única forma de alcanzar el arrepentimiento verdadero consiste en aceptar la obra de juicio y purificación cuando regrese el Señor. En la actualidad, el Señor Jesús ha regresado: es Dios Todopoderoso encarnado. Sobre la base de la obra de redención del Señor Jesús, Dios Todopoderoso ha llevado a cabo la obra del juicio, que comienza por la casa de Dios, ha expresado todas las verdades necesarias para la salvación de la humanidad y ha venido a juzgar, purificar y perfeccionar a quienes acepten Su salvación de los últimos días. Dios Todopoderoso dice: “En los últimos días Cristo usa una variedad de verdades para enseñar al hombre, para exponer la esencia del hombre y para analizar minuciosamente sus palabras y acciones. Estas palabras comprenden verdades diversas tal como: el deber del hombre, cómo el hombre debe obedecer a Dios, cómo debe ser leal a Dios, cómo debe vivir una humanidad normal, así como también la sabiduría y el carácter de Dios, y así sucesivamente. Todas estas palabras son dirigidas a la esencia del hombre y a su carácter corrupto. En particular, las palabras que exponen cómo el hombre desdeña a Dios con relación a cómo el hombre es una personificación de Satanás y una fuerza enemiga contra Dios. Al emprender Su obra de juicio, Dios no deja simplemente en claro la naturaleza del hombre con sólo unas pocas palabras; la expone, la trata y la poda a largo plazo. Estos métodos de exposición, de trato y poda, no pueden ser sustituidos con palabras ordinarias, sino con la verdad que el hombre no posee en absoluto. Sólo los métodos de este tipo se consideran juicio; sólo a través de este tipo de juicio puede el hombre ser doblegado y completamente convencido de la sumisión a Dios y, además, obtener un conocimiento verdadero de Dios. Lo que la obra de juicio propicia es el entendimiento del hombre sobre el verdadero rostro de Dios y la verdad sobre su propia rebeldía. La obra de juicio le permite al hombre obtener mucho entendimiento de la voluntad de Dios, del propósito de la obra de Dios y de los misterios que le son incomprensibles. También le permite al hombre reconocer y conocer su esencia corrupta y las raíces de su corrupción, así como descubrir su fealdad. Estos efectos son todos propiciados por la obra de juicio, porque la esencia de esta obra es, en realidad, la obra de abrir la verdad, el camino y la vida de Dios a todos aquellos que tengan fe en Él” (‘Cristo hace la obra de juicio con la verdad’ en “La Palabra manifestada en carne”). Cuando Dios Todopoderoso expresa la verdad y lleva a cabo la obra de juicio y purificación del hombre en los últimos días, no solo nos refiere varias maneras de practicar el arrepentimiento, sino que expresa palabras de juicio y deja al descubierto nuestra naturaleza y esencia, desobedientes y opuestas a Dios, y la verdad de nuestra corrupción; nos otorga una serie de verdades, tales como la manera de ser honestos, de obedecer y amar a Dios, etc., con lo que nos da una senda de práctica para todo cuanto nos suceda. Al experimentar el juicio de las palabras de Dios, poco a poco logramos entender hasta qué punto nos ha corrompido Satanás y que nuestra naturaleza y esencia están llenas de actitudes satánicas de arrogancia y mojigatería, egoísmo y bajeza, alevosía y astucia. Cuando vivimos de acuerdo con estas cosas, no hay nada de humano en lo que vivimos, somos detestables para los demás y, asimismo, detestables y abominables para Dios. En medio de las palabras de juicio de Dios, vemos que somos viles y malvados, indignos de vivir en presencia de Dios, y es entonces cuando empezamos a detestar nuestros pecados y a desear arrepentirnos. Al mismo tiempo, llegamos a conocer el carácter justo de Dios, que no tolera ofensa, y aprendemos que, si no practicamos la verdad, sin duda Dios nos detestará y rechazará. Es en ese momento cuando nace en nosotros el temor de Dios, comenzamos a abandonar la carne y a practicar la verdad, vamos teniendo algo de la realidad de la obediencia a Dios y ya no nos rebelamos ni nos oponemos contra Él. Al experimentar el juicio y castigo de Dios, escapamos completamente del pecado, ya no estamos encadenados a nuestra naturaleza satánica y somos libres para practicar las palabras de Dios, obedecerlo y adorarlo. Es entonces cuando se puede decir que nos hemos arrepentido y transformado de verdad y solo en ese momento tenemos derecho a entrar en el reino celestial. Evidentemente, aceptar la obra de juicio de Dios de los últimos días es la única manera de alcanzar el arrepentimiento y la transformación verdaderos. Llegados a este punto, confío en que ya has empezado a ver cómo alcanzar el arrepentimiento verdadero; entonces, ¿qué deberíamos elegir ahora?

Scripture quotations taken from LBLA. Copyright by The Lockman Foundation.

Hoy en día, los desastres ocurren con frecuencia, el Señor ha venido en secreto,  ha formado un grupo de vencedores antes del desastre. Entonces, ¿cómo Dios perfecciona a los vencedores? La prédica cristiana escrita 2020 da la respuesta. Puede contactarnos a través de debajo enlace, y compartiremos con usted el camino de convertirse en un vencer.

 

La Iglesia de Dios Todopoderoso nació debido a la aparición y a la obra de Dios Todopoderoso

En la Era de la Gracia, el Señor Jesús prometió: “Voy a preparar un lugar para vosotros. Y si Yo voy a preparar un lugar para vosotros, también vendré después, y os recibiré para que donde Yo esté también estéis vosotros” (Juan 14:3).

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La Iglesia de Dios Todopoderoso nació debido a la aparición y a la obra de Dios Todopoderoso

“Porque el relámpago sale por el este y brilla aún en el oeste, así será la venida del Hijo del Hombre” (Mateo 24:27).

En la Era de la Gracia, el Señor Jesús prometió: “Voy a preparar un lugar para vosotros. Y si Yo voy a preparar un lugar para vosotros, también vendré después, y os recibiré para que donde Yo esté también estéis vosotros” (Juan 14:3). Él también profetizó: “Porque el relámpago sale por el este y brilla aún en el oeste, así será la venida del Hijo del Hombre” (Mateo 24:27). En los últimos días, como prometió y predijo Él mismo, Dios nuevamente se ha convertido en carne y ha descendido en el Este del mundo, China, para llevar a cabo la obra de juicio, de castigo, de conquista y de salvación mediante Su palabra, dicha obra se basa en la obra de redención del Señor Jesús. Esto cumple plenamente las profecías de la Biblia: “El juicio comience de la casa de Dios” y “El que puede oír, que oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”. La obra de Dios de los últimos días ha dado fin a la Era de la Gracia y ha iniciado la Era del Reino. Con la venida de la Era del Reino, Él ha expresado millones de palabras y ha empezado la obra de juicio del gran trono blanco en los últimos días. Justamente como lo que dice Dios Todopoderoso: “La obra de juicio es la propia obra de Dios, por lo que, naturalmente, debe ser hecha por Dios mismo; no puede ser hecha por el hombre en Su lugar. Puesto que el juicio es la conquista de la raza humana por medio de la verdad, es incuestionable que Dios todavía aparezca como la imagen encarnada para hacer esta obra entre los hombres. Es decir, en los últimos días Cristo usará la verdad para enseñar a los hombres alrededor de la tierra y hacer que todas las verdades sean conocidas por ellos. Esta es la obra de juicio de Dios”. Debido a la aparición y a las declaraciones de Cristo de los últimos días, cada vez más personas sedientas de la verdad y que la buscan, han sido conquistadas y purificadas por la Palabra de Dios Todopoderoso, han visto la aparición de Dios y el regreso del Redentor en el juicio y castigo de Dios,y han regresado ante Su trono en una corriente constante, por lo que la Iglesia de Dios Todopoderoso surgió. Como ha sido comprobado por hechos, la Iglesia de Dios Todopoderoso llegó a existir totalmente como resultado de la obra de Dios de los últimos días y no fue establecida por ningún hombre. La Iglesia de Dios Todopoderoso está compuesta por todos aquellos que verdaderamente aceptan la obra de los últimos días de Dios Todopoderoso y que son conquistados y salvados por la palabra de Dios. Fue completamente fundada por Dios Todopoderoso personalmente y Él personalmente la orienta y la pastorea. El pueblo escogido en la Iglesia de Dios Todopoderoso ora en nombre de Dios Todopoderoso, obedece Su obra y acepta todas las verdades expresadas por Él. Por lo tanto, es evidente que este pueblo elegido cree en Cristo, quien se encarna en los últimos días, el Dios práctico, quien es la personificación del Espíritu, en vez de creer en un hombre.

Capítulo 5 Las verdades acerca de la encarnación de Dios

El significado de la encarnación es que Dios aparece en la carne y Él viene a obrar en medio del hombre de Su creación bajo una imagen de carne. Por tanto, para que Dios se encarne, primero debe ser carne, una carne con una humanidad normal; esto, como mínimo, es el requisito previo más básico. De hecho, la implicación de la encarnación de Dios es que Él vive y obra en la carne; Dios se hace carne en Su misma esencia, se hace hombre.

¿Qué es la encarnación

1. ¿Qué es la encarnación? ¿Cuál es la esencia de la encarnación?

Las palabras relevantes de Dios:

El significado de la encarnación es que Dios aparece en la carne y Él viene a obrar en medio del hombre de Su creación bajo una imagen de carne. Por tanto, para que Dios se encarne, primero debe ser carne, una carne con una humanidad normal; esto, como mínimo, es el requisito previo más básico. De hecho, la implicación de la encarnación de Dios es que Él vive y obra en la carne; Dios se hace carne en Su misma esencia, se hace hombre. Su vida y Su obra encarnadas pueden dividirse en dos etapas. Primero es la vida que vive antes de desempeñar Su ministerio. Él vive en una familia humana ordinaria, en una humanidad totalmente normal, obedeciendo la moral y las leyes normales de la vida humana, con necesidades humanas normales (comida, vestido, refugio, descanso), debilidades humanas normales y emociones humanas normales. En otras palabras, durante esta primera etapa Él vive en una humanidad no divina y completamente normal, y se involucra en todas las actividades humanas normales. La segunda etapa es la vida que vive después de empezar a desarrollar Su ministerio. Sigue morando en la humanidad ordinaria con un caparazón humano normal, sin mostrar señal externa alguna de lo sobrenatural. No obstante, Él vive puramente por el bien de Su ministerio y durante este tiempo Su humanidad normal existe enteramente al servicio de la obra normal de Su divinidad; y es que, para entonces, Su humanidad normal ha madurado hasta el punto de ser capaz de desempeñar Su ministerio. Por tanto, la segunda etapa de Su vida consiste en llevar a cabo Su ministerio en Su humanidad normal; es una vida tanto de humanidad normal como de divinidad completa. La razón por la que durante la primera etapa de Su vida Él vive en una humanidad completamente ordinaria es que Su humanidad no equivale aún a la totalidad de la obra divina, todavía no está madura; sólo después de que Su humanidad madura y es capaz de cargar con Su ministerio, es cuando Él puede ponerse a realizarlo. Como Él, siendo carne, necesita crecer y madurar, la primera etapa de Su vida es la de una humanidad normal, mientras que en la segunda, al ser capaz Su humanidad de acometer Su obra y llevar a cabo Su ministerio, la vida que el Dios encarnado vive durante ese periodo es una tanto de humanidad como de divinidad completa. Si el Dios encarnado hubiera comenzado Su ministerio formal desde el momento de Su nacimiento, realizando señales sobrenaturales y maravillas, entonces Él no tendría una esencia corpórea. Por tanto, Su humanidad existe por el bien de Su esencia corpórea; no puede haber carne sin humanidad y una persona sin humanidad no es un ser humano. De esta forma, la humanidad de la carne de Dios es una propiedad intrínseca de la carne encarnada de Dios. Decir que “cuando Dios se hace carne es totalmente divino, no es en absoluto humano”, es una blasfemia, porque esta es una postura imposible de adoptar y que viola el principio de la encarnación. Incluso después de empezar a llevar a cabo Su ministerio, Su divinidad sigue habitando Su caparazón externo humano cuando Él realiza Su obra; sólo que en ese momento, Su humanidad tiene el único propósito de permitirle a Su divinidad desempeñar la obra en la carne normal. Así pues, el agente de la obra es la divinidad habitando en Su humanidad. Es Su divinidad, no Su humanidad, la que obra, pero es una divinidad escondida dentro de Su humanidad; Su divinidad completa, no Su humanidad, es la que, en esencia, lleva a cabo Su obra. Pero el actor de la obra es Su carne. Se podría decir que Él es un hombre, pero que también es Dios, porque Dios se convierte en un Dios que vive en la carne, con un caparazón y una esencia humanos, pero también con la esencia de Dios. Al ser un hombre con la esencia de Dios, Él está por encima de cualquiera de los humanos creados y de cualquier hombre que pueda desarrollar la obra de Dios. Por tanto, entre todos los que tienen un caparazón humano como el suyo, entre todos los que poseen humanidad, sólo Él es el Dios mismo encarnado, todos los demás son humanos creados. Aunque todos poseen humanidad, los humanos creados no tienen más que humanidad, mientras que Dios encarnado es diferente. En Su carne, no sólo tiene humanidad sino que, más importante aún, también tiene divinidad. Su humanidad puede verse en la apariencia externa de Su carne y en Su vida cotidiana, pero Su divinidad es difícil de percibir. Como Su divinidad se expresa únicamente cuando Él tiene humanidad y no es tan sobrenatural como las personas lo imaginan, verla es extremadamente difícil para las personas. Incluso hoy es muy difícil que la gente pueda comprender la verdadera esencia del Dios encarnado. De hecho, incluso después de haber hablado tanto sobre ello, supongo que sigue siendo un misterio para la mayoría de vosotros. Este asunto es muy simple: como Dios se hace carne, Su esencia es una combinación de humanidad y divinidad. Esta combinación se llama Dios mismo, Dios mismo en la tierra.

Extracto de ‘La esencia de la carne habitada por Dios’ en “La Palabra manifestada en carne

La vida que Jesús vivió en la tierra fue una vida normal de la carne. Él vivió en la humanidad normal de Su carne. Su autoridad —para llevar a cabo Su obra y hablar Su palabra, o para sanar a los enfermos y echar fuera a los demonios, para hacer tales cosas extraordinarias— no se manifestó, en mayor parte, hasta que Él comenzó Su ministerio. Su vida antes de los veintinueve años de edad, antes de llevar a cabo Su ministerio, fue prueba suficiente de que Él era sólo una carne normal. Por ello, y porque aún no había comenzado a realizar Su ministerio, las personas no vieron nada divino en Él, no vieron más que a un ser humano normal, a un hombre ordinario, igual que en ese momento algunos creyeron que Él era el hijo de José. Las personas creían que Él era el hijo de un hombre corriente, no tenían forma de decir que Él era la carne encarnada de Dios; incluso cuando, en el transcurso de la realización de Su ministerio Él obró muchos milagros, la mayoría de las personas seguía diciendo que Él era el hijo de José, porque Él era el Cristo con el caparazón corporal de una humanidad normal. Su humanidad normal y Su obra existieron con el fin de cumplir el significado de la primera encarnación, demostrando que Dios había venido enteramente en la carne, que se había hecho un hombre totalmente ordinario. Que tuviera una humanidad normal antes de empezar Su obra fue una prueba de que Él era una carne ordinaria; y que obrase después, también demostró que Él era una carne ordinaria, porque Él llevó a cabo señales y maravillas, sanó a los enfermos y echó fuera a los demonios estando en la carne con una humanidad normal. La razón por la que Él podía obrar milagros era porque Su carne tenía la autoridad de Dios, era la carne de la que estaba vestido el Espíritu de Dios. Él poseía esta autoridad por el Espíritu de Dios, lo que no significaba que Él no fuese carne. Sanar a los enfermos y echar fuera a los demonios era la obra que Él debía realizar en Su ministerio, una expresión de Su divinidad escondida dentro de Su humanidad, e independientemente de las señales que mostrara o de cómo demostrara Su autoridad, seguía viviendo en una humanidad normal y seguía siendo una carne normal. Hasta el momento en que resucitó después de morir en la cruz, Él habitó dentro de una carne normal. Conceder gracia, sanar a los enfermos y expulsar a los demonios era parte de Su ministerio, todo era parte de la obra que Él llevó a cabo en Su carne normal. Antes de ir a la cruz, Él nunca se separó de Su carne humana normal, independientemente de lo que estuviera haciendo. Él era Dios mismo llevando a cabo la obra propia de Dios, pero como Él era Su carne encarnada, comía alimentos y vestía ropa, tenía necesidades humanas normales, una razón y una mente humanas normales. Todo esto era prueba de que Él era un hombre normal, que a su vez demostraba que la carne encarnada de Dios era una carne con una humanidad normal y no sobrenatural. Su obra consistía en completar la obra de la primera encarnación de Dios y en cumplir con el ministerio de la misma. El significado de la encarnación es que un hombre ordinario y normal lleve a cabo la obra de Dios mismo; es decir, que Dios lleva a cabo Su obra divina en la humanidad y vence de este modo a Satanás. La encarnación significa que el Espíritu de Dios se hace carne, es decir, que Dios se hace carne; la obra que Él realiza en la carne es la obra del Espíritu, la cual se materializa en la carne y es expresada por la carne. Nadie, excepto la carne de Dios, puede cumplir con el ministerio del Dios encarnado; es decir, que sólo la carne encarnada de Dios, esta humanidad normal —y nadie más— puede expresar la obra divina.

Extracto de ‘La esencia de la carne habitada por Dios’ en “La Palabra manifestada en carne”

La humanidad de Dios encarnado existe para mantener la obra divina normal en la carne; Su pensamiento humano normal sustenta Su humanidad normal y todas Sus actividades corporales normales. Se podría decir que Su pensamiento humano normal existe con el fin de sustentar toda la obra de Dios en la carne. Si esta carne no poseyera una mente humana normal, entonces Dios no podría obrar en la carne y lo que Él debe hacer en la carne no se cumpliría jamás. Aunque el Dios encarnado posee una mente humana normal, Su obra no está adulterada por el pensamiento humano; Él emprende la obra en la humanidad con una mente normal, bajo la condición previa de que Él posee la humanidad con una mente propia, no por el ejercicio del pensamiento humano normal. No importa cuán elevados sean los pensamientos de Su carne, Su obra no lleva el sello de la lógica o del pensamiento. En otras palabras, Su obra no es concebida por la mente de Su carne, sino que es una expresión directa de la obra divina en Su humanidad. Toda Su obra es el ministerio que debe cumplir y nada de ella es concebida por Su cerebro. Por ejemplo, sanar a los enfermos, echar fuera a los demonios y la crucifixión no fueron productos de Su mente humana; ningún hombre con una mente humana podría haber logrado estas cosas. De igual forma, la obra de conquista actual es un ministerio que debe llevar a cabo el Dios encarnado, pero no es la obra de una voluntad humana, es la obra que Su divinidad debe llevar a cabo y que ningún humano carnal es capaz de realizar. Así pues, el Dios encarnado debe poseer una mente humana normal, debe poseer una humanidad normal, porque Él debe desempeñar Su obra en la humanidad con una mente normal. Esta es la esencia de la obra del Dios encarnado, la propia esencia del Dios encarnado.

Extracto de ‘La esencia de la carne habitada por Dios’ en “La Palabra manifestada en carne”

Antes de que Jesús llevara a cabo la obra, simplemente vivió en Su humanidad normal. Nadie podía darse cuenta de que Él fuera Dios, nadie descubrió que Él era el Dios encarnado; las personas sólo lo conocían como un hombre totalmente ordinario. Su humanidad normal, totalmente ordinaria, era una prueba de que Él era Dios encarnado en la carne y de que la Era de la Gracia fue la era de la obra del Dios encarnado y no la del Espíritu. Fue una prueba de que el Espíritu de Dios se materializara completamente en la carne, de que en la era de la encarnación de Dios Su carne llevaría a cabo toda la obra del Espíritu. El Cristo con humanidad normal es una carne en la que el Espíritu se materializa, que posee una humanidad normal, un sentido normal y un pensamiento humano. “Materializarse” significa que Dios se hace hombre, que el Espíritu se hace carne; dicho claramente, es cuando Dios mismo habita en la carne con una humanidad normal y expresa Su obra divina a través de ella. Esto es lo que significa materializarse o encarnarse.

Extracto de ‘La esencia de la carne habitada por Dios’ en “La Palabra manifestada en carne”

En el período de tiempo en que el Señor Jesús estuvo obrando, las personas podían ver que Dios tenía muchas expresiones humanas. Por ejemplo, podía danzar, asistir a bodas, conversar, hablar y discutir con las personas. Además de eso, el Señor Jesús también llevó a cabo mucha obra que representaba Su divinidad, y por supuesto toda esa obra era una expresión y una revelación del carácter de Dios. Durante este tiempo, cuando la divinidad de Dios se materializó en una carne ordinaria que las personas podían ver y tocar, ya no sentían que Él fuera y viniera repentinamente, que no pudieran acercarse a Él. Por el contrario, podían intentar comprender la voluntad de Dios o entender Su divinidad a través de todos los movimientos, las palabras, y la obra del Hijo del hombre quien, encarnado, expresaba la divinidad de Dios a través de Su humanidad y le transmitía Su voluntad a la humanidad. A través de la expresión de la voluntad y del carácter de Dios, también le reveló al Dios que no puede verse ni tocarse en la esfera espiritual. Lo que las personas vieron era Dios mismo, tangible y de carne y hueso. Así, el Hijo del hombre encarnado concretizó y humanizó cosas como la identidad, el estatus, la imagen, el carácter de Dios, y lo que Él tiene y es. Aunque Su aspecto externo tenía algunas limitaciones respecto a la imagen de Dios, Su esencia y lo que Él tiene y es, eran totalmente capaces de representar Su propia identidad y estatus; sencillamente existían algunas diferencias en la forma de expresión. Independientemente de que sea la humanidad del Hijo del hombre o de Su divinidad, no podemos negar que Él representaba la propia identidad y estatus de Dios. Sin embargo, durante este tiempo, Dios obró a través de la carne, habló desde esa perspectiva, y se presentó ante la humanidad con la identidad y el estatus del Hijo del hombre, y esto les proporcionó a las personas la oportunidad de encontrar y experimentar las palabras y la obra prácticas de Dios en medio de la humanidad. También les permitió tener una percepción de Su divinidad y de Su grandeza en medio de la humildad, así como obtener un entendimiento y una definición preliminares de la autenticidad y la realidad de Dios. Aunque la obra realizada por el Señor Jesús, Sus formas de obrar, y la perspectiva desde la que habló diferían de la persona real de Dios en la esfera espiritual, todo lo relativo a Él representaba realmente al Dios mismo que los humanos nunca habían visto antes; ¡esto es innegable! Es decir, no importa en qué forma aparezca Dios ni desde qué perspectiva hable, o en qué imagen se presente ante la humanidad, Dios no representa nada que no sea Él mismo. No puede representar a ningún ser humano; no puede representar a ningún humano corrupto. Dios es Dios mismo, y esto no se puede negar.

Extracto de ‘La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo III’ en “La Palabra manifestada en carne”

Aunque el aspecto del Dios encarnado sea exactamente igual al de un ser humano, Él aprende el conocimiento humano, habla el lenguaje humano y, en ocasiones, hasta expresa Sus ideas a través de los medios o las expresiones del hombre, Su modo de ver a los seres humanos y la esencia de las cosas es absolutamente distinto a como las personas corruptas ven estas mismas cosas. Su perspectiva y la altura en la que se halla es algo inalcanzable para una persona corrupta. Esto se debe a que Dios es la verdad, Su carne también posee la esencia de Dios, y Sus pensamientos así como lo que expresa Su humanidad también son la verdad. Para las personas corruptas, lo que Él expresa en la carne son provisiones de la verdad y de la vida, y no sólo es para una persona, sino para toda la humanidad. En el caso de cualquier persona corrupta, en su corazón solamente se hallan las pocas personas relacionadas con ella. Sólo hay aquel grupo de personas que ella aprecia y por las que se preocupa. Cuando el desastre está en el horizonte piensa primero en sus propios hijos, su cónyuge, o sus padres, y una persona más filantrópica pensaría como mucho en algún familiar o en un buen amigo; ¿piensa en alguien más? ¡Nunca! Porque los seres humanos son, después de todo, humanos, y sólo pueden ver algo desde la perspectiva y la altura de una persona. Sin embargo, Dios encarnado es totalmente diferente de una persona corrupta. Independientemente de lo corriente, normal y humilde que sea la carne del Dios encarnado, o de la cantidad de desprecio con que lo mire la gente, Sus pensamientos y Su actitud hacia la humanidad son cosas que ningún hombre podría poseer ni imitar. Él siempre observará a la humanidad desde la perspectiva de la divinidad, desde la altura de Su posición como Creador. Siempre la contemplará a través de la esencia y de la mentalidad de Dios. No puede verla en absoluto desde la altura de una persona normal ni desde la perspectiva de una corrupta. Cuando las personas miran a la humanidad, lo hacen con una visión humana, y usan cosas como el conocimiento, las normas y las teorías humanos como punto de referencia. Esto se halla dentro del ámbito de lo que las personas pueden ver con sus ojos, de lo que unos seres corruptos pueden lograr. Cuando Dios mira a la humanidad, lo hace con visión divina; usa como medida Su esencia y lo que Él tiene y es. Este ámbito incluye cosas que las personas no pueden ver, y en esto es en lo que Dios encarnado y los humanos corruptos son totalmente diferentes. Esta divergencia viene determinada por la esencia de los seres humanos que es distinta a la de Dios y que determina las identidades y las posiciones, así como la perspectiva y la altura desde la que ven las cosas.

Extracto de ‘La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo III’ en “La Palabra manifestada en carne”

La carne vestida por el Espíritu de Dios es la propia carne de Dios. El Espíritu de Dios es supremo; Él es todopoderoso, santo y justo. Así, de igual forma, Su carne también es suprema, todopoderosa, santa y justa. Carne como esa sólo es capaz de hacer lo que es justo y beneficioso para la humanidad, lo que es santo, glorioso y poderoso, y es incapaz de hacer cualquier cosa que viole la verdad o la moralidad y la justicia, mucho menos cualquier cosa que traicione al Espíritu de Dios. El Espíritu de Dios es santo y, por lo tanto, Su carne no es susceptible de corrupción por Satanás; Su carne es de una esencia diferente que la carne del hombre. Porque es el hombre, no Dios, el que es corrompido por Satanás; Satanás no podría corromper la carne de Dios.

Extracto de ‘Un problema muy serio: la traición (2)’ en “La Palabra manifestada en carne”

El Dios que se hizo carne se llama Cristo, y así el Cristo que les puede dar a las personas la verdad se llama Dios. No hay nada excesivo en esto porque Él posee la esencia de Dios, y posee el carácter de Dios, y posee la sabiduría en Su obra, que el hombre no puede alcanzar. Los que así mismos se llaman Cristo, pero que no pueden hacer la obra de Dios, son fraudes. Cristo no es sólo la manifestación de Dios en la tierra, sino también es la carne particular asumida por Dios a medida que cumple y completa Su obra entre los hombres. Esta carne no es una que cualquier hombre pueda reemplazar, sino una que pueda adecuadamente llevar la obra de Dios en la tierra y expresar el carácter de Dios y representar bien a Dios y proveer al hombre con la vida. Tarde o temprano, aquellos que suplantan a Cristo caerán porque, aunque afirman ser Cristo, no poseen nada de la esencia de Cristo. Y así digo que la autenticidad de Cristo, el hombre no la puede definir, sino que Dios mismo la contesta y la decide.

Extracto de ‘Sólo el Cristo de los últimos días le puede dar al hombre el camino de la vida eterna’ en “La Palabra manifestada en carne”

(Pasaje selecto de la Palabra de Dios)

La esencia de Cristo es la obediencia a la voluntad del Padre celestial

El Dios encarnado se llama Cristo y Cristo es la carne que se viste con el Espíritu de Dios. Esta carne es diferente a cualquier hombre que es de la carne. La diferencia es porque Cristo no es de carne y hueso, sino que es la personificación del Espíritu. Tiene tanto una humanidad normal como una divinidad completa. Su divinidad no la posee ningún hombre. Su humanidad normal sustenta todas Sus actividades normales en la carne mientras que Su divinidad lleva a cabo la obra de Dios mismo. Sea Su humanidad o Su divinidad, ambas se someten a la voluntad del Padre celestial. La esencia de Cristo es el Espíritu, es decir, la divinidad. Por lo tanto, Su esencia es la de Dios mismo; esta esencia no interrumpirá Su propia obra y Él no podría hacer nada que destruyera Su propia obra ni tampoco pronunciaría ninguna palabra que fuera en contra de Su propia voluntad. Por lo tanto, el Dios encarnado nunca haría alguna obra que interrumpiera Su propia gestión. Esto es lo que todos los hombres deben entender. La esencia de la obra del Espíritu Santo es salvar al hombre y es por el bien de la propia gestión de Dios. De manera similar, la obra de Cristo es salvar a los hombres, y lo es por causa de la voluntad de Dios. Dado que Dios se hace carne, Él realiza Su esencia dentro de Su carne de tal manera que Su carne es suficiente para emprender Su obra. Por lo tanto, toda la obra del Espíritu de Dios la reemplaza la obra de Cristo durante el tiempo de la encarnación, y en el corazón de toda la obra a través del tiempo de la encarnación está la obra de Cristo. No se puede mezclar con la obra de ninguna otra era. Y ya que Dios se hace carne, obra en la identidad de Su carne; ya que viene en la carne, entonces termina en la carne la obra que debía hacer. Ya sea el Espíritu de Dios o Cristo, ambos son Dios mismo y Él hace la obra que debe hacer y desempeña el ministerio que debe desempeñar.

La esencia de Dios en sí misma ejerce autoridad, pero es capaz de someterse por completo a la autoridad que proviene de Él. Sea la obra del Espíritu o la obra de la carne, ninguna entra en conflicto con la otra. El Espíritu de Dios es la autoridad sobre toda la creación. La carne, con la esencia de Dios, también posee autoridad, pero Dios en la carne puede hacer toda la obra que obedece la voluntad del Padre celestial. Esto no lo puede alcanzar o concebir ningún hombre. Dios mismo es la autoridad, pero Su carne puede someterse a Su autoridad. Este es el significado interno de las palabras: “Cristo obedece la voluntad de Dios Padre”. Dios es un Espíritu y puede hacer la obra de salvación, de la misma manera que lo puede hacer Dios hecho hombre. De cualquier manera, Dios mismo hace Su propia obra; Él no interrumpe ni interfiere, y, mucho menos, lleva a cabo una obra que sea mutuamente contradictoria, porque la esencia de la obra que hace el Espíritu y la carne son iguales. Sea el Espíritu o la carne, ambos obran para cumplir una voluntad y para gestionar la misma obra. Aunque el Espíritu y la carne tienen dos cualidades dispares, sus esencias son las mismas; ambas tienen la esencia de Dios mismo y la identidad de Dios mismo. Dios mismo no tiene elementos de desobediencia; Su esencia es buena. Él es la expresión de toda la belleza y bondad, así como de todo el amor. Incluso en la carne, Dios no hace nada que desobedezca a Dios Padre. Incluso a costa de sacrificar Su vida, estaría dispuesto de todo corazón y no elegiría de otra manera. Dios no tiene elementos de santurronería ni prepotencia, arrogancia o altivez; no tiene elementos de ruindad. Todo lo que desobedece a Dios proviene de Satanás; Satanás es el origen de toda maldad y fealdad. La razón por la que el hombre tiene cualidades parecidas a las de Satanás es porque Satanás ha corrompido al hombre y ha obrado en él. Satanás no ha corrompido a Cristo; por lo tanto, Él sólo tiene las características de Dios y ninguna de las de Satanás. No importa qué tan ardua sea la obra o débil la carne, Dios, mientras vive en la carne, nunca hará nada que interrumpa la obra de Dios mismo, y, mucho menos, abandonará la voluntad de Dios Padre en desobediencia. Preferiría sufrir dolores en la carne que ir contra la voluntad de Dios Padre; así como Jesús lo dijo en la oración, “Padre mío, si es posible, que pase de Mí esta copa; pero no sea como Yo quiero, sino como Tú quieras”. El hombre escogerá, pero Cristo no. Aunque tiene la identidad de Dios mismo, aún así busca la voluntad de Dios Padre y cumple lo que Dios Padre le confió, desde la perspectiva de la carne. Esto es algo inalcanzable para el hombre. Lo que proviene de Satanás no puede tener la esencia de Dios, sólo algo que desobedece y se resiste a Dios. No puede obedecer por completo a Dios, mucho menos obedecer de buen grado la voluntad de Dios. Todos los hombres excepto Cristo pueden hacer lo que resiste a Dios y ninguno puede emprender directamente la obra que Dios le confió; ninguno es capaz de ver la gestión de Dios como su propio deber que desempeñar. Someterse a la voluntad de Dios Padre es la esencia de Cristo; la desobediencia contra Dios es la característica de Satanás. Estas dos cualidades son incompatibles y cualquiera que tenga las cualidades de Satanás no se puede llamar Cristo. La razón de que el hombre no pueda hacer la obra de Dios en Su lugar es porque el hombre no tiene nada de la esencia de Dios. El hombre obra para Dios por el bien de sus intereses personales y de sus perspectivas futuras, pero Cristo obra para llevar a cabo la voluntad de Dios Padre.

La humanidad de Cristo está gobernada por Su divinidad. Aunque Él está en la carne, Su humanidad no es del todo parecida a la de un hombre de la carne. Él tiene Su propio carácter único y a este también lo gobierna Su divinidad. Su divinidad no tiene debilidades; la debilidad de Cristo se refiere a la de Su humanidad. Hasta cierto punto, esta debilidad constriñe Su divinidad, pero esos límites están dentro de un cierto radio de acción y tiempo y no son ilimitados. Cuando llega el tiempo de ejecutar la obra de Su divinidad, se hace independientemente de Su humanidad. La humanidad de Cristo la dirige por completo Su divinidad. Además de la vida normal de Su humanidad, Su divinidad influye en todas las demás acciones de Su humanidad, las afecta y las dirige. Aunque Cristo tiene una humanidad, no interrumpe la obra de Su divinidad. Esto es precisamente porque la humanidad de Cristo la dirige Su divinidad; aunque Su humanidad no es madura en Su conducta ante los demás, no afecta la obra normal de Su divinidad. Cuando digo que Su humanidad no se ha corrompido quiero decir que la humanidad de Cristo la puede dirigir directamente Su divinidad, y que Él posee un sentido más elevado que el del hombre común. Su humanidad es la más adecuada para ser dirigida por la divinidad en Su obra; Su humanidad es la más capaz de expresar la obra de la divinidad, así como también es la más capaz de someterse a tal obra. Mientras Dios obra en la carne, nunca pierde de vista el deber que un hombre en la carne debe cumplir; Él es capaz de adorar a Dios en el cielo con un corazón sincero. Tiene la esencia de Dios y Su identidad es la de Dios mismo. Es sólo que ha venido a la tierra y se ha vuelto un ser creado, con el caparazón exterior de un ser creado y que ahora posee una humanidad que no tenía antes; es capaz de adorar a Dios en el cielo. Este es el ser de Dios mismo y que el hombre no puede imitar. Su identidad es Dios mismo. Es desde la perspectiva de la carne que Él adora a Dios; por lo tanto, las palabras “Cristo adora a Dios en el cielo”, no están equivocadas. Lo que Él pide del hombre es precisamente Su propio ser; ya ha logrado todo lo que pide del hombre antes de que se lo demande. Nunca haría demandas a otros mientras Él mismo se desentiende de ellas, porque todo esto constituye Su ser. Independientemente de cómo lleve a cabo Su obra, no actuaría de una manera en la que desobedeciera a Dios. No importa qué pida Él del hombre, ninguna demanda excede lo que el hombre puede lograr. Todo lo que Él hace es hacer la voluntad de Dios y es en aras de Su gestión. La divinidad de Cristo está por encima de todos los hombres; por lo tanto, Él es la autoridad suprema de todos los seres creados. Esta autoridad es Su divinidad, es decir, el carácter y el ser de Dios mismo, que determina Su identidad. Por lo tanto, no importa qué tan normal sea Su humanidad, es innegable que tiene la identidad de Dios mismo; no importa desde qué punto de vista hable y la manera en la que Él obedezca la voluntad de Dios, no puede decirse que no sea Dios mismo. Los hombres necios e ignorantes muchas veces ven la humanidad normal de Cristo como un defecto. No importa cómo Él exprese y revele el ser de Su divinidad, el hombre es incapaz de reconocer que Él es Cristo. Y entre más demuestre Cristo Su obediencia y humildad, más a la ligera los necios consideran a Cristo. Incluso están los que adoptan hacia Él una actitud de exclusión y desprecio; sin embargo colocan sobre la mesa a esos “grandes hombres” de imágenes elevadas para adorarlos. La resistencia del hombre a Dios y su desobediencia a Él vienen del hecho de que la esencia del Dios encarnado se somete a la voluntad de Dios, y también de la humanidad normal de Cristo; aquí está el origen de la resistencia del hombre a Dios y la desobediencia a Él. Si Cristo no hubiera tenido la apariencia de Su humanidad y tampoco hubiera buscado la voluntad de Dios Padre desde la perspectiva de un ser creado, sino que hubiera poseído una superhumanidad, entonces probablemente no habría habido ninguna desobediencia por parte de ningún hombre. La razón por la que el hombre siempre está dispuesto a creer en un Dios invisible que está en el cielo es porque Dios en el cielo no tiene una humanidad y no tiene ni una sola cualidad de un ser creado. Así que el hombre siempre lo considera con la mayor estima, pero tiene una actitud de desprecio hacia Cristo.

Aunque Cristo en la tierra es capaz de obrar en nombre de Dios mismo, no viene con la intención de mostrarles a todos los hombres Su imagen en la carne. No viene para que todos los hombres lo vean; viene para permitirle al hombre que Su mano lo guíe, entrando así a la nueva era. La función de la carne de Cristo es para la obra de Dios mismo; es decir, para la obra de Dios en la carne y no para permitirle al hombre entender por completo la esencia de Su carne. No importa cómo Él obre, esto no excede lo que puede alcanzar la carne. No importa cómo obre, lo hace así en la carne con una humanidad normal y no le revela por completo al hombre el verdadero rostro de Dios. Además, Su obra en la carne nunca es tan sobrenatural o inestimable como la concibe el hombre. Aunque Cristo representa a Dios mismo en la carne y ejecuta en persona la obra que Dios mismo debe hacer, no niega la existencia de Dios en el cielo y tampoco proclama febrilmente Sus propias acciones. Más bien, humildemente permanece escondido dentro de Su carne. Excepto por Cristo, los que falsamente afirman ser Cristo no tienen Sus cualidades. Cuando se yuxtapone contra el carácter arrogante y que se exalta a sí mismo de esos falsos Cristos, se hace evidente qué clase de carne es verdaderamente Cristo. Entre más falsos son, más alardean esos falsos Cristos y más capaces son de obrar señales y maravillas para engañar a los hombres. Los falsos Cristos no tienen las cualidades de Dios; Cristo no está contaminado con ningún elemento que pertenezca a los falsos Cristos. Dios se hace carne sólo para completar la obra de la carne, y no simplemente para permitirles a todos los hombres verlo. Más bien, deja que Su obra afirme Su identidad y permite que lo que Él revela dé testimonio de Su esencia. Su esencia no es infundada; Su mano no se apoderó de Su identidad; esta la determinan Su obra y Su esencia. Aunque tiene la esencia de Dios mismo y es capaz de hacer la obra de Dios mismo, sigue siendo, después de todo, carne distinta al Espíritu. Él no es Dios con las cualidades del Espíritu; es Dios con el caparazón de la carne. Por lo tanto, no importa qué tan normal y qué tan débil sea, y de qué manera busque la voluntad de Dios Padre, Su divinidad es innegable. En el Dios encarnado existe no sólo una humanidad normal con sus debilidades; existe, aún más, lo maravilloso e insondable de Su divinidad, así como todas Sus acciones en la carne. Por esto, tanto la humanidad como la divinidad existen de una manera real y práctica dentro de Cristo. Esto no es en absoluto vano o sobrenatural. Él viene a la tierra con el objetivo primordial de llevar a cabo la obra; es imperativo que posea una humanidad normal para llevar a cabo la obra en la tierra; de otro modo, por grande que fuera el poder de Su divinidad, no se podría aprovechar su función original. Aunque Su humanidad es de gran importancia, no es Su esencia. Su esencia es la divinidad; por lo tanto, el momento en el que Él comienza a desempeñar Su ministerio en la tierra es el momento en el que comienza a expresar el ser de Su divinidad. Su humanidad es sólo para sustentar la vida normal de Su carne, de modo que Su divinidad pueda llevar a cabo la obra normalmente en la carne; es la divinidad la que dirige Su obra por completo. Cuando Él complete Su obra, habrá cumplido Su ministerio. Lo que el hombre debe conocer es la totalidad de Su obra, y es por medio de Su obra que le permite al hombre conocerlo. En el transcurso de Su obra, expresa plenamente el ser de Su divinidad, que no es un carácter contaminado por la humanidad, o un ser contaminado por el pensamiento y el comportamiento humanos. Cuando llegue el momento en que todo Su ministerio haya llegado a su fin, ya habrá expresado de una manera perfecta y plena el carácter que debió expresar. Ningún hombre instruye Su obra; la expresión de Su carácter también es bastante libre; la mente no la controla ni el pensamiento la procesa, sino que se revela de manera natural. Ningún hombre puede lograr esto. Incluso si el entorno es adverso o las condiciones no lo permiten, es capaz de expresar Su carácter en el momento apropiado. Alguien que es Cristo expresa el ser de Cristo, mientras que los que no lo son no tienen el carácter de Cristo. Por lo tanto, incluso si todos lo resisten o tienen nociones acerca de Él, ninguno puede negar sobre la base de las nociones del hombre que el carácter que Cristo expresa es el de Dios. Todos los que van tras Cristo con un corazón sincero, o buscan a Dios con intención, admitirán que Él es Cristo basándose en la expresión de Su divinidad. Nunca negarían a Cristo sobre la base de ningún aspecto de Él que no se conforme a las nociones del hombre. Aunque el hombre es muy necio, todos saben exactamente lo que es la voluntad del hombre y lo que emana de Dios. Es sólo que muchas personas intencionalmente se resisten a Cristo debido a sus propias intenciones. Si no fuera por esto, ni un solo hombre tendría razón para negar la existencia de Cristo, porque la divinidad que Cristo expresa realmente existe y Su obra la pueden ver todos a simple vista.

La obra y la expresión de Cristo determinan Su esencia. Es capaz de completar con un corazón sincero lo que se le ha confiado. Es capaz de adorar a Dios en el cielo con un corazón sincero, y con un corazón sincero buscar la voluntad de Dios Padre. Todo esto lo determina Su esencia. Y también Su esencia determina Su revelación natural; la razón por la que Su revelación natural se llama así es porque Su expresión no es una imitación o el resultado de la educación por el hombre o el resultado de muchos años de entrenamiento por el hombre. Él no la aprendió o se adornó con ella; más bien, es inherente a Él. El hombre puede negar Su obra, Su expresión, Su humanidad y toda la vida de Su humanidad normal, pero nadie puede negar que Él adora a Dios en el cielo con un corazón sincero; nadie puede negar que ha venido a cumplir la voluntad del Padre celestial, y nadie puede negar la sinceridad con la que busca a Dios Padre. Aunque Su imagen no sea agradable a los sentidos y Su discurso no posea un aire extraordinario y Su obra no destroce la tierra o sacuda el cielo, como el hombre lo imagina, Él es, en realidad, Cristo, aquel que cumple la voluntad del Padre celestial con un corazón sincero, que se somete por completo al Padre celestial y que es obediente hasta la muerte. Esto se debe a que Su esencia es la esencia de Cristo. Esta verdad es difícil de creer para el hombre, pero en realidad existe. Cuando el ministerio de Cristo se haya cumplido por completo, el hombre podrá ver a partir de Su obra que Su carácter y Su ser representan el carácter y el ser de Dios en el cielo. En ese momento, la suma de toda Su obra podrá afirmar que Él es en realidad el Verbo que se hizo carne, y no la carne semejante a la de un hombre de carne y hueso. Cada paso de la obra de Cristo en la tierra tiene su significado representativo, pero el hombre que experimenta la obra actual de cada paso no es capaz de comprender el significado de Su obra. Esto ocurre así sobre todo en lo que se refiere a los diferentes pasos de la obra que lleva a cabo el segundo Dios encarnado. La mayoría de los que sólo han escuchado o visto las palabras de Cristo pero que nunca lo han visto, no tienen noción de Su obra; a los que han visto a Cristo y escuchado Sus palabras, y que también han experimentado Su obra, se les hace difícil aceptar Su obra. ¿No es esto porque la apariencia y la humanidad normal de Cristo no son del gusto del hombre? Los que acepten Su obra después de que Cristo se haya ido no van a tener esas dificultades porque sólo aceptan Su obra y no entran en contacto con la humanidad normal de Cristo. El hombre es incapaz de desechar las nociones que tiene de Dios y en cambio lo escudriña intensamente; esto se debe al hecho de que el hombre sólo se enfoca en Su apariencia y no es capaz de reconocer Su esencia basándose en Su obra y en Sus palabras. Si el hombre cierra los ojos a la apariencia de Cristo o evita discutir la humanidad de Cristo y habla sólo de Su divinidad, cuya obra y palabras ningún hombre puede alcanzar, entonces las nociones del hombre disminuirán a la mitad, incluso al punto de que todas las dificultades del hombre se resuelven. Durante la obra del Dios encarnado, el hombre no puede soportarlo y está lleno de muchas nociones acerca de Él, y son comunes los casos de resistencia y desobediencia. El hombre no puede tolerar la existencia de Dios, mostrar indulgencia a la humildad y al ocultamiento de Cristo, o perdonar la esencia de Cristo que obedece al Padre celestial. Por lo tanto, no puede quedarse con el hombre por la eternidad después de que Él termina Su obra porque el hombre no está dispuesto a que viva junto a él. Si los hombres no le pueden mostrar indulgencia durante el curso de Su obra, entonces, ¿cómo podrían tolerar que Él viviera junto a ellos después de haber cumplido Su ministerio, viéndolos experimentar poco a poco Sus palabras? ¿No caerían muchos entonces por causa de Él? El hombre sólo le permite obrar en la tierra; este es el mayor grado de indulgencia del hombre. Si no fuera por Su obra, hace mucho que el hombre lo hubiera echado de la tierra, así que, ¿cuánto menos mostraría indulgencia una vez que se hubiera completado Su obra? Luego, ¿no le daría muerte el hombre y lo torturaría hasta la muerte? Si no lo llamaran Cristo, entonces posiblemente no podría obrar entre la humanidad; si no obrara con la identidad de Dios mismo y, en su lugar, obrara sólo como un hombre ordinario, entonces el hombre no toleraría ni una sola frase que Él pronunciara, mucho menos toleraría lo más mínimo de Su obra. Así que sólo puede llevar consigo esta identidad en Su obra. De esta manera, Su obra es más poderosa que si no lo hubiera hecho así; porque los hombres están dispuestos a obedecer el prestigio y una gran identidad. Si no llevaba la identidad de Dios mismo mientras obraba o aparecía como Dios mismo, entonces no hubiera tenido la oportunidad de hacer la obra en lo absoluto. A pesar del hecho de que Él tiene la esencia de Dios y el ser de Cristo, el hombre no cedería ni le permitiría ejecutar la obra con facilidad entre la humanidad. Él porta la identidad de Dios mismo en Su obra; aunque tal obra sea decenas de veces más poderosa que la que se haga sin esa identidad, el hombre todavía no es completamente obediente a Él porque el hombre sólo se somete a Su prestigio y no a Su esencia. Si es así, cuando quizá un día Cristo renuncie a Su cargo, ¿le permitiría el hombre permanecer vivo siquiera un día? Dios está dispuesto a vivir en la tierra con el hombre para que Él pueda ver los efectos que la obra de Su mano traerá en los años por venir. Sin embargo, el hombre no puede tolerar Su estancia ni siquiera por un día, de modo que Él no pueda sino desistir. Permitirle a Dios hacer entre los hombres la obra que debe hacer, y cumplir Su ministerio, es el mayor grado de indulgencia y gracia del hombre. Aunque los que Él ha conquistado personalmente le muestran tal gracia, sólo le permiten quedarse hasta que Su obra haya terminado y ni un momento después. Si esto es así, ¿qué pasa con los que Él no ha conquistado? ¿Que Él sea Cristo con el caparazón de un hombre ordinario no es la razón de que el hombre trate al Dios encarnado de esta forma? Si Él sólo tuviera la divinidad y no una humanidad normal, entonces, ¿no se resolverían las dificultades del hombre con mayor facilidad? El hombre a regañadientes reconoce Su divinidad y no muestra interés en Su caparazón de un hombre ordinario, a pesar del hecho de que Su esencia es exactamente la de Cristo que se somete a la voluntad del Padre celestial. Así pues, Él no tendría otra opción más que cancelar Su obra de estar entre los hombres para compartir con ellos tanto las alegrías como las tristezas, porque el hombre ya no podría tolerar Su existencia.

Extracto de “La Palabra manifestada en carne”

Música cristiana de adoracion| Cristo de los últimos días ha traído la Era del Reino»

Cuando Jesús llegó al mundo del hombre,
trajo consigo la Era de la Gracia,
y dio fin a la Era de la Ley.
Dios se volvió a hacer carne en los últimos días.
Trajo la Era del Reino,
y dio fin a la Era de la Gracia.

Música cristiana de adoracion | Cristo de los últimos días ha traído la Era del Reino

I
Cuando Jesús llegó al mundo del hombre,
trajo consigo la Era de la Gracia,
y dio fin a la Era de la Ley.
Dios se volvió a hacer carne en los últimos días.
Trajo la Era del Reino,
y dio fin a la Era de la Gracia.
Todos los que acepten la segunda encarnación de Dios
serán conducidos a la Era del Reino
y Su guía recibirán.
Todos los que se sometan a Su autoridad
cosecharán mayor verdad, y mayores bendiciones.
¡Oh, vivirán en la luz!
¡Ganarán el camino, la verdad y la vida!

II
Jesús obró junto al hombre para redimir a la humanidad,
inmolándose por los pecados del hombre.
Pero el carácter corrupto del hombre perdura.
Para salvar al hombre de la corrupta influencia de Satán,
no basta con la ofrenda redentora de Jesús.
Requiere una mayor obra de Dios
para liberar al hombre de su carácter corrompido por Satán.
Todos los que se sometan a Su autoridad
cosecharán mayor verdad, y mayores bendiciones.
¡Oh, vivirán en la luz!
¡Ganarán el camino, la verdad y la vida!

III
Después de perdonar al hombre por sus pecados,
Dios volvió a la carne para
guiar al hombre a una nueva era,
una era de castigo y juicio,
elevando al hombre a un plano superior.
Todos los que se sometan a Su autoridad
cosecharán mayor verdad, y mayores bendiciones.
¡Oh, vivirán en la luz!
¡Ganarán el camino, la verdad y la vida!
Todos los que se sometan a Su autoridad
cosecharán mayor verdad, y mayores bendiciones.
¡Oh, vivirán en la luz!
¡Ganarán el camino, la verdad y la vida!

De “La Palabra manifestada en carne

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En los últimos días Cristo usa una variedad de verdades para enseñar al hombre, para exponer la esencia del hombre y para analizar minuciosamente sus palabras y acciones. Estas palabras comprenden verdades diversas tal como: el deber del hombre, cómo el hombre debe obedecer a Dios, cómo debe ser leal a Dios, cómo debe vivir una humanidad normal, así como también la sabiduría y el carácter de Dios, y así sucesivamente. Todas estas palabras son dirigidas a la esencia del hombre y a su carácter corrupto. En particular, las palabras que exponen cómo el hombre desdeña a Dios con relación a cómo el hombre es una personificación de Satanás y una fuerza enemiga contra Dios. Al emprender Su obra de juicio, Dios no deja simplemente en claro la naturaleza del hombre con sólo unas pocas palabras; la expone, la trata y la poda a largo plazo. Estos métodos de exposición, de trato y poda, no pueden ser sustituidos con palabras ordinarias, sino con la verdad que el hombre no posee en absoluto. Sólo los métodos de este tipo se consideran juicio; sólo a través de este tipo de juicio puede el hombre ser doblegado y completamente convencido de la sumisión a Dios y, además, obtener un conocimiento verdadero de Dios. Lo que la obra de juicio propicia es el entendimiento del hombre sobre el verdadero rostro de Dios y la verdad sobre su propia rebeldía. La obra de juicio le permite al hombre obtener mucho entendimiento de la voluntad de Dios, del propósito de la obra de Dios y de los misterios que le son incomprensibles. También le permite al hombre reconocer y conocer su esencia corrupta y las raíces de su corrupción, así como descubrir su fealdad. Estos efectos son todos propiciados por la obra de juicio, porque la esencia de esta obra es, en realidad, la obra de abrir la verdad, el camino y la vida de Dios a todos aquellos que tengan fe en Él. Esta obra es la obra de juicio realizada por Dios. Si no consideras estas verdades como importantes, sino que constantemente piensas en evitarlas o en encontrar una nueva salida diferente a estas, entonces Yo digo que eres un grave pecador. Si tienes fe en Dios, pero no buscas la verdad ni la voluntad de Dios, ni amas el camino que te acerca a Dios, entonces Yo digo que eres alguien que está tratando de evadir el juicio y que eres un títere y un traidor que huye del gran trono blanco. Dios no perdonará a ninguno de los rebeldes que se escabulla debajo de Sus ojos. Estos hombres recibirán un castigo aún más severo. Aquellos que vengan delante de Dios para ser juzgados y que, además, hayan sido purificados, vivirán para siempre en el reino de Dios. Por supuesto, esto es algo que yace en el futuro.

De ‘Cristo hace la obra de juicio con la verdad’ en «La Palabra manifestada en carne»

La clave para entrar en el arca de los últimos días

El Señor Jesús predijo: «Porque como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Pues así como en aquellos días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dándose en matrimonio, hasta el día en que entró Noé en el arca, y no comprendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos; así será la venida del Hijo del Hombre» (Mateo 24:37-39).

La clave para entrar en el arca de los últimos días (2)

El Señor Jesús predijo: «Porque como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Pues así como en aquellos días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dándose en matrimonio, hasta el día en que entró Noé en el arca, y no comprendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos; así será la venida del Hijo del Hombre» (Mateo 24:37-39). Ahora estamos en el final de los últimos días, las profecías sobre la venida del Señor Jesús han cumplido una por una. Los desastres están ocurriendo en todo el mundo a un ritmo alarmante, tanto hambrunas como plagas, terremotos, guerras, incendios, huracanes, diluvios y así sucesivamente, están devorando la vida del hombre. Por ende, ¿cuál es la voluntad de Dios detrás de estos desastres?

Dios Todopoderoso dice: «Los últimos días han llegado y en los países alrededor del mundo reina la confusión, hay desorden político, por todos lados están apareciendo hambres, pestilencias, inundaciones y sequías, hay una catástrofe en el mundo del hombre y los cielos han hecho bajar el desastre. Estas son las señales de los últimos días».

«Echa un vistazo a la época del arca de Noé: la humanidad era profundamente corrupta, se había desviado de la bendición de Dios, Él ya no cuidaba más de ella, y había perdido Sus promesas. Vivía en las tinieblas, sin la luz de Dios. Así pues, los hombres se volvieron licenciosos por naturaleza, abandonados a sí mismos a una depravación horrible. Tales hombres ya no podían recibir la promesa de Dios; no eran dignos de ver el rostro de Dios, ni de oír Su voz, porque lo habían abandonado, habían dejado de lado todo lo que Él les había concedido, y se habían olvidado de las enseñanzas de Dios. Su corazón se apartaba más y más de Dios, y conforme lo hacía, se volvieron depravados más allá de toda razón y humanidad, y cada vez más malvados. Así pues, cada vez se acercaron más a la muerte, y cayeron bajo la ira y el castigo de Dios. Sólo Noé adoró a Dios y se apartó del mal, y por eso fue capaz de oír Su voz, y Sus instrucciones. Él construyó el arca siguiendo las instrucciones de la palabra de Dios, y reunió a toda forma de criaturas vivientes. Y de esta manera, una vez que todo se había preparado, Dios desató Su destrucción sobre el mundo. Sólo Noé y los siete miembros de su familia sobrevivieron a la destrucción, porque Noé adoró a Jehová y se apartó del mal».

De «La Palabra manifestada en carne«

De las palabras de Dios, podemos ver que la ocurrencia frecuente de varios desastres es la señal del regreso del Señor Jesús, también es Su advertencia para nosotros. Con que nos enfoquemos en escuchar la voz de Dios y busquemos y aceptemos la obra y la aparición de Dios en los últimos días, podremos entrar en el arca de los últimos días. Para conocer más, mira el vídeo cristiano: Los días de Noé han llegado

Scripture quotations taken from LBLA. Copyright by The Lockman Foundation.