Solo los perfeccionados pueden vivir una vida significativa

Vuestra carne, vuestros deseos extravagantes, vuestra codicia y vuestra lujuria están profundamente enraizados en vosotros. Estas cosas están controlando vuestros corazones de un modo tan constante, que sois incapaces de deshaceros del yugo de esos pensamientos feudales y degenerados.

De hecho, la obra que se está haciendo ahora es para hacer que las personas abandonen a Satanás, su antiguo antepasado. Todos los juicios por la palabra tienen como meta exponer el carácter corrupto de la humanidad y permitirle a las personas entender la esencia de la vida. Estos juicios repetidos atraviesan sus corazones. Cada juicio está relacionado de manera directa con su destino y tiene la intención de herir sus corazones para que puedan soltar todas esas cosas y de esa manera llegar a conocer la vida, conocer este mundo inmundo, conocer la sabiduría y omnipotencia de Dios y también conocer a la humanidad que Satanás ha corrompido. Cuanto más el hombre reciba este tipo de castigo y juicio, más se puede herir su corazón y más se puede despertar su espíritu. Despertar los espíritus de los extremadamente corruptos y más profundamente engañados es la meta de esta clase de juicio. El hombre no tiene espíritu, es decir, su espíritu murió hace mucho y no sabe que hay un cielo, no sabe que hay un Dios y ciertamente no sabe que está luchando en el abismo de la muerte: ¿cómo podría saber el hombre que está viviendo en este infierno malvado en la tierra? ¿Cómo podría saber que este cadáver podrido suyo, por la corrupción de Satanás, ha caído en el Hades de la muerte? ¿Cómo podría saber que todo en la tierra ya hace mucho que ha sido arruinado como para ser reparado por la humanidad? ¿Y cómo podría saber que el Creador ha venido a la tierra hoy y está buscando un grupo de personas corruptas a quien Él pueda salvar? Incluso después de que el hombre experimente cada refinamiento y juicio posibles, su conciencia insípida apenas si se conmueve y es virtualmente insensible. ¡Qué degenerada la humanidad! Aunque esta clase de juicio es como el cruel granizo que cae del cielo, este es el mayor beneficio para el hombre. Si no fuera porque se juzga a las personas de esta manera, no habría ningún resultado y sería absolutamente imposible salvarlas del abismo de la miseria. Si no fuera por esta obra, sería muy difícil que las personas salieran del Hades porque sus corazones murieron hace mucho y sus espíritus hace mucho que fueron pisoteados por Satanás. Salvaros a vosotros, que os habéis hundido en lo más hondo de las profundidades de la degeneración, requiere llamaros enérgicamente, juzgaros enérgicamente y solo entonces será posible despertar vuestros corazones congelados.

Vuestra carne, vuestros deseos extravagantes, vuestra codicia y vuestra lujuria están profundamente enraizados en vosotros. Estas cosas están controlando vuestros corazones de un modo tan constante, que sois incapaces de deshaceros del yugo de esos pensamientos feudales y degenerados. No anheláis cambiar vuestra situación presente ni queréis escapar de la influencia de la oscuridad. Esas cosas simplemente os atan. Aunque todos sabéis que la vida es muy dolorosa y el mundo de los hombres es muy oscuro, ni uno solo de vosotros tiene el coraje de cambiar su vida. Solo anheláis escapar de las realidades de esta vida, lograr la transcendencia del alma y vivir en un ambiente pacífico, feliz y parecido al cielo. No estáis dispuestos a soportar dificultades para cambiar vuestra vida actual; ni tampoco estáis dispuestos a buscar dentro de este juicio y castigo para la vida a la que debéis entrar. Más bien, soñáis con cosas absolutamente irrealistas acerca del hermoso mundo más allá de la carne. La vida que anheláis es una que se pueda obtener sin esfuerzo, sin sufrir ningún dolor. ¡Eso es absolutamente irrealista! Porque lo que vosotros esperáis no es vivir una vida significativa en la carne y obtener la verdad en el curso de una vida, es decir, vivir por la verdad y defender la justicia. Esto no es lo que consideraríais una vida radiante y resplandeciente. Creéis que esta no sería una vida glamorosa ni significativa. Ante vuestros ojos, vivir esa clase de vida ¡sería una injusticia! Aunque aceptáis este castigo hoy, lo que estáis buscando no es obtener la verdad o vivir la verdad en el presente, sino más bien, ser capaces de entrar a una vida feliz después, más allá de la carne. No estáis buscando la verdad, ni tampoco la defendéis y ciertamente no existís por la verdad. No estáis buscando la entrada hoy, sino que vuestros pensamientos están ocupados en el futuro y en lo que podáis ser algún día: observáis el cielo azul y derramáis lágrimas amargas, esperando ser llevados al cielo algún día. ¿No sabéis que vuestra manera de pensar ya está fuera de contacto con la realidad? Seguís pensando que el Salvador de infinita misericordia y compasión vendrá sin duda un día para llevarte con Él, a ti que has soportado dificultades y sufrimiento en este mundo, y que Él te vengará a ti, que has sido acosado y oprimido. ¿No estás lleno de pecado? ¿Eres el único que ha sufrido en este mundo? Por ti mismo has caído en el campo de acción de Satanás y has sufrido, ¿de veras Dios necesita vengarte todavía? Los que no son capaces de satisfacer las demandas de Dios, ¿no son todos enemigos de Dios? Los que no creen en el Dios encarnado, ¿no son el anticristo? ¿De qué valen tus buenas obras? ¿Pueden ocupar el lugar de un corazón que adora a Dios? No puedes recibir la bendición de Dios simplemente por realizar algunas buenas acciones. Y Dios no vengará los agravios en tu contra solo porque has sido acosado y oprimido. Los que creen en Dios, pero no conocen a Dios y realizan buenas acciones, ¿no son todos ellos también castigados? Tú solo crees en Dios, solo quieres que Dios repare y vengue los agravios en tu contra y quieres que Dios te dé tu día, un día en el que puedas finalmente alzar bien alto la cabeza. Pero te niegas a prestar atención a la verdad y no estás sediento de vivirla. Mucho menos eres capaz de escapar de esta vida difícil y vacía. En lugar de eso, mientras vives tu vida en la carne y tu vida de pecado, esperas que Dios resarza tus agravios y aparte la niebla de tu existencia. Pero ¿es esto posible? Si posees la verdad, puedes seguir a Dios. Si tienes el vivir, puedes ser manifestación de la palabra de Dios. Si tienes vida, puedes disfrutar la bendición de Dios. Los que poseen la verdad pueden gozar la bendición de Dios. Dios asegura compensación para los que lo aman sin reservas y soportan dificultades y sufrimientos, pero no para los que solo se aman a sí mismos y han caído presa de los engaños de Satanás. ¿Cómo puede haber bondad en los que no aman la verdad? ¿Cómo puede haber justicia en los que solo aman la carne? La justicia y la bondad, ¿no se refieren solo a la verdad? ¿No están reservadas para los que aman a Dios incondicionalmente? Los que no aman la verdad y no son sino cadáveres podridos, ¿acaso no albergan el mal todos ellos? Aquellos incapaces de vivir la verdad, ¿no son enemigos de la verdad? ¿Y qué hay de vosotros?

Si puedes escapar de estas influencias de la oscuridad y divorciarte de esas cosas impuras, si te vuelves santo, entonces poseerás la verdad. No es que tu naturaleza haya cambiado sino solo que eres capaz de poner la verdad en práctica y eres capaz de abandonar la carne. Esta es la cualidad que poseen los que han sido purificados. La meta principal de la obra de conquista es limpiar a la humanidad para que el hombre pueda poseer la verdad, ¡porque el hombre entiende muy poco de la verdad! Hacer la obra de conquista en estas personas tiene el más profundo significado. Todos habéis caído bajo la influencia de las tinieblas y habéis sido dañados profundamente. La meta de esta obra, entonces, es capacitaros para conocer la naturaleza humana y, así, vivir la verdad. Ser perfeccionados es algo que todos los seres creados deberían aceptar. Si la obra de esta etapa implicase solo perfeccionar personas, entonces podría hacerse en Gran Bretaña, Estados Unidos o Israel; podría hacérsele a las personas de cualquier nación. Pero la obra de conquista es selectiva. El primer paso de la obra de conquista es a corto plazo; además, se usará para humillar a Satanás y conquistar todo el universo. Esta es la obra preliminar de conquista. Se puede decir que cualquier criatura que cree en Dios puede ser perfeccionada porque ser perfeccionado es algo que alguien puede lograr solo después de un cambio a largo plazo. Pero ser conquistado es diferente. El espécimen y el modelo a ser conquistados deben ser los que estén más rezagados, los que vivan en las tinieblas más oscuras; deben ser los más envilecidos, los menos dispuestos a reconocer a Dios y los más desobedientes a Dios. Esta es exactamente la clase de persona que puede dar testimonio de haber sido conquistada. La meta principal de la obra de conquista es derrotar a Satanás, mientras que la meta principal de perfeccionar a las personas es ganarlas. Es para capacitar a la gente para que tenga testimonio después de haber sido conquistada que esta obra de conquista se ha llevado a cabo aquí, en personas como vosotros. El objetivo es tener personas que den testimonio después de haber sido conquistadas. Estas personas conquistadas serán usadas para lograr la meta de humillar a Satanás. Así que ¿cuál es el principal método de conquista? El castigo, el juicio, las maldiciones y la revelación, usando un carácter justo para conquistar a las personas para que estén completamente convencidas debido al carácter justo de Dios. Usar la realidad y la autoridad de la palabra para conquistar a las personas y convencerlas completamente: esto es lo que significa ser conquistado. Quienes han sido perfeccionados no solo son capaces de lograr la obediencia después de haber sido conquistados, sino que también son capaces de tener el conocimiento de la obra de juicio, cambiar su carácter y llegar a conocer a Dios. Experimentan el camino de amar a Dios y se llenan de la verdad. Aprenden a experimentar la obra de Dios, se vuelven capaces de sufrir por Él y tienen su propia voluntad. Los perfeccionados son aquellos que tienen un entendimiento real de la verdad gracias a que han experimentado la palabra de Dios. Los conquistados son aquellos que conocen la verdad pero no han aceptado el significado real de ella. Después de haber sido conquistados, obedecen, pero su obediencia es todo el resultado del juicio que recibieron. No tienen absolutamente ningún entendimiento del significado real de muchas verdades. Reconocen la verdad verbalmente pero no han entrado en ella; comprenden la verdad, pero no la han experimentado. La obra hecha sobre aquellos que están siendo perfeccionados incluye castigos y juicios, junto con la provisión de la vida. Una persona que valora entrar en la verdad es una persona a ser perfeccionada. La diferencia entre los que van a ser perfeccionados y los que van a ser conquistados radica en si entraron en la verdad. Los perfeccionados son los que comprenden la verdad, han entrado en la verdad y están viviendo la verdad; las personas que no pueden ser perfeccionadas son las que no comprenden la verdad y no entran en la verdad, es decir, aquellos que no están viviendo la verdad. Si tales personas son ahora capaces de obedecer completamente, entonces son conquistadas. Si los conquistados no buscan la verdad, si siguen, pero no viven la verdad, si perciben y escuchan la verdad pero no valoran vivir la verdad, no pueden ser perfeccionados. Las personas que van a ser perfeccionadas practican la verdad de acuerdo a los requisitos de Dios a lo largo del camino a la perfección. A través de esto, satisfacen la voluntad de Dios y son perfeccionados. Cualquiera que sigue hasta el final antes de que la obra de conquista concluya es un conquistado, pero no se puede decir que sea un perfeccionado. “Los perfeccionados” son los que, después de que la obra de conquista termina, son capaces de seguir la verdad y ser ganados por Dios. Son los que, después de que la obra de conquista termina, permanecen firmes en la tribulación y viven la verdad. Lo que distingue ser conquistado de ser perfeccionado son las diferencias en los pasos de la obra y las diferencias en el grado en el cual las personas entienden y entran en la verdad. Todos aquellos que no se han embarcado en el camino de la perfección, o sea aquellos que no poseen la verdad, en última instancia, serán eliminados. Solo aquellos que poseen la verdad y viven la verdad pueden ser ganados por Dios. Es decir, aquellos que viven a imagen de Pedro son los perfeccionados, mientras que todos los demás son los conquistados. La obra hecha en aquellos que están siendo conquistados consiste en colocar las maldiciones, el castigo y la exposición de la ira y lo que les llega es la justicia y las maldiciones. Obrar en tal persona es revelar sin ceremonias ni modales, revelar el carácter corrupto que hay dentro de ella de tal manera que la misma persona lo reconozca y esté completamente convencida. Una vez que el hombre se hace completamente obediente, la obra de conquista termina. Incluso si la mayoría de las personas siguen sin buscar entender la verdad, la obra de conquista habrá terminado.

Si vas a ser perfeccionado hay criterios que debes cumplir. Por medio de tu determinación, tu perseverancia y tu conciencia y a través de tu búsqueda, serás capaz de experimentar la vida y satisfacer la voluntad de Dios. Esta es tu entrada y estas son las cosas que se requieren en el camino de la perfección. La obra de perfección puede ser hecha en todas las personas. Cualquiera que busque a Dios puede ser perfeccionado y tiene la oportunidad y las cualificaciones para ser perfeccionado. No hay una regla estricta aquí. Que alguien pueda ser perfeccionado depende principalmente de lo que busque. Las personas que aman la verdad y son capaces de vivir la verdad pueden sin duda ser perfeccionadas. Las personas que no aman la verdad no son elogiadas por Dios; no poseen la vida que Dios requiere y no pueden ser perfeccionadas. La obra de perfección es solo en aras de ganar personas y no es una parte de la obra de luchar contra Satanás; la obra de conquista es solo en aras de luchar contra Satanás, lo que significa usar la conquista del hombre para derrotar a Satanás. La obra de conquista es la obra principal, la obra más nueva que jamás se haya hecho en todas las épocas. Se puede decir que la meta de esta etapa de la obra es principalmente conquistar a todas las personas para derrotar a Satanás. La obra de perfeccionar a las personas no es una obra nueva. La quintaesencia de la meta de toda la obra durante la obra de Dios en la carne es la conquista de las personas. Esto es como en la Era de la Gracia, cuando la obra principal era la redención de toda la humanidad por medio de la crucifixión. “Ganar personas” era adicional a la obra en la carne y fue llevada a cabo solo después de la crucifixión. Cuando Jesús vino y llevó a cabo Su obra, Su meta fue principalmente usar Su crucifixión para triunfar sobre la esclavitud a la muerte y al Hades, triunfar sobre la influencia de Satanás, es decir, derrotar a Satanás. Fue solo después de que Jesús fuera crucificado que Pedro se embarcó, paso a paso, en el camino de la perfección. Por supuesto que Pedro estaba entre los que siguieron a Jesús mientras Jesús obraba, pero no fue perfeccionado en ese momento. Más bien, fue después de que Jesús terminó Su obra que Pedro entendió gradualmente la verdad y entonces fue perfeccionado. Dios encarnado viene a la tierra solo para completar una etapa clave y crucial de la obra en un periodo corto de tiempo, no para vivir a largo plazo entre las personas en la tierra, con la intención de perfeccionarlas. Él no hace esa obra. Él no espera hasta ese momento en que el hombre está completamente perfeccionado para concluir Su obra. Esa no es la meta y el significado de Su encarnación. Él solo viene a hacer la obra a corto plazo de salvar a la humanidad, no para hacer la obra a largo plazo de perfeccionar a la humanidad. La obra de salvar a la humanidad es representativa, capaz de introducir una nueva era. Puede ser finalizada en un periodo corto de tiempo. Pero perfeccionar a la humanidad requiere llevar al hombre hasta un cierto nivel y es una obra que toma un largo tiempo. Es una obra que debe ser hecha por el Espíritu de Dios, pero está hecha sobre el fundamento de la verdad que se habló durante la obra en la carne. También se hace al Él educar a los apóstoles para que lleven a cabo la obra de pastoreo a largo plazo y lograr Su meta de perfeccionar a la humanidad. Dios encarnado no hace esta obra. Solo habla del modo de vida para que las personas entiendan y solo le da a la humanidad la verdad, más que acompañar constantemente al hombre en la práctica la verdad, porque eso no está incluido en Su ministerio. Por tanto, Él no va a estar acompañando al hombre hasta el día en que este entienda por completo la verdad y la obtenga por completo. Su obra en la carne concluye cuando el hombre formalmente emprende el camino correcto de la creencia en Dios, cuando el hombre emprende el camino correcto de ser perfeccionado. Esto es también así, por supuesto, cuando Él haya derrotado plenamente a Satanás y triunfado sobre el mundo. A Él no le preocupa si, en ese momento, el hombre habrá entrado finalmente en la verdad, ni le preocupa si su vida es grande o minúscula. Nada de eso es lo que Él en la carne debe estar gestionando; nada de eso está dentro del ministerio de Dios encarnado. Una vez que Él termine Su obra prevista, concluirá Su obra en la carne. Así que, la obra que Dios encarnado hace es solo la obra que el Espíritu de Dios no puede hacer de forma directa. Además, es la obra de salvación a corto plazo, no la obra que Él llevará a cabo en la tierra a largo plazo.

Elevar vuestro calibre no está dentro del reino de Mi obra. Os pido que hagáis esto solo porque vuestro calibre está muy bajo. En verdad, esto no es parte de la obra de perfección; más bien, es una obra extra que se está haciendo en vosotros. La obra que se está completando en vosotros el día de hoy responde a lo que necesitáis. Es personalizada y no es un camino que deba emprender cualquiera que esté siendo perfeccionado. Como vuestro calibre es más bajo que el de cualquiera que fue perfeccionado en el pasado, cuando esta obra se hace en vosotros hay demasiados obstáculos. Yo estoy entre vosotros haciendo esta obra extra porque los objetivos de la perfección son diferentes. Esencialmente, cuando Dios viene a la tierra, se queda dentro de Su propia área y lleva a cabo Su obra, sin molestarse por otros asuntos no relacionados. Él no se involucra en asuntos familiares ni participa en la vida de las personas. Es completamente indiferente a tales trivialidades; no son parte de Su ministerio. Pero vuestro calibre es tanto más bajo de lo que Yo exigí (en efecto, no hay ni punto de comparación) que esto plantea obstáculos extremos para la obra. Es más, esta obra debe hacerse en medio de la gente de esta tierra de China. Estáis tan poco educados que no tengo otra opción que hablar y pedir que os eduquéis. Os he dicho que esto es obra extra, pero también es algo que vosotros debéis obtener, algo que os ayudará a ser perfeccionados. De hecho, la educación, el conocimiento básico acerca de la conducta propia y el conocimiento básico acerca de la vida son todas cosas que deberíais poseer de manera natural; Yo no debería tener que hablaros acerca de estas cosas. Pero como no las tenéis, no tengo otra opción que llevar a cabo la obra de inculcar estas cosas en vosotros, después de que ya habéis nacido en este mundo. Incluso si albergáis muchas nociones acerca de Mí, todavía os exijo esto, todavía os exijo que aumentéis vuestro calibre. No es Mi intención venir y hacer esta obra, porque Mi obra solo es conquistaros, solo obtener vuestra completa convicción al juzgaros, señalando así el camino de vida al que debéis entrar. Dicho de otro modo, cuán educados estáis o si estáis bien informados acerca de la vida no tendría absolutamente nada que ver conmigo si no fuera por el hecho de que necesito conquistaros con Mi palabra. Todo esto se agrega para asegurar resultados en la obra de conquista y en aras de vuestra subsecuente perfección. No es parte de la obra de conquista. Debido a que sois de bajo calibre y sois flojos y negligentes, necios e inútiles, inexpresivos e idiotas, porque sois excesivamente anormales, os requiero que primero elevéis vuestro calibre. Todo el que quiera ser perfeccionado debe cumplir con ciertos criterios. Para ser perfeccionado, se debe tener una mente clara y sobria y se debe estar dispuesto a vivir una vida significativa. Si eres alguien que no está dispuesto a vivir una vida hueca, si eres alguien que persigue la verdad, alguien que es sincero en todo lo que hace y alguien con una humanidad excepcionalmente normal, entonces cumples con los requisitos para ser perfeccionado.

Esta obra que se hace entre vosotros se está llevando a cabo en vosotros de acuerdo a la obra que necesita ser hecha. Después de la conquista de estas personas, un grupo de personas será perfeccionado. Por lo tanto, mucha de la obra actual también es en preparación para la meta de perfeccionaros, porque hay muchas personas hambrientas por la verdad que pueden ser perfeccionadas. Si la obra de conquista se llevara a cabo en vosotros y después no se hiciera más obra, entonces ¿no se daría el caso de que algunos que anhelan la verdad no la obtendrían? La obra presente apunta a abrir un camino para perfeccionar a las personas más adelante. Aunque Mi obra sea solo la obra de conquista, el camino de vida del que hablo es, no obstante, una preparación para perfeccionar a las personas más adelante. La obra que viene después de la conquista se centra en perfeccionar a las personas y la conquista se hace para crear las bases para la obra de perfeccionamiento. El hombre puede ser perfeccionado solo después de ser conquistado. En este momento, la tarea principal es conquistar; más adelante, los que buscan y anhelan la verdad serán perfeccionados. Ser perfeccionado involucra los aspectos activos de la entrada de las personas: ¿Tienes un corazón que ama a Dios? ¿Cuál ha sido la profundidad de tu experiencia a medida que has recorrido este camino? ¿Qué tan puro es tu amor por Dios? ¿Qué tan exacta es tu práctica de la verdad? Para ser perfeccionado, uno debe tener un conocimiento básico de todos los aspectos de la humanidad. Este es un requisito básico. Todos los que no pueden ser perfeccionados después de ser conquistados se convierten en objetos de servicio y finalmente serán echados al lago de fuego y azufre y caerán en el pozo sin fondo porque tu carácter no ha cambiado y todavía le perteneces a Satanás. Si un hombre carece de las condiciones para la perfección, entonces no es útil, es un desperdicio, una herramienta, ¡algo que no puede soportar la prueba de fuego! ¿Qué tan grande es tu amor por Dios ahora mismo? ¿Qué tan grande es tu odio por ti mismo? ¿Qué tan profundamente conoces realmente a Satanás? ¿Habéis fortalecido vuestra determinación? Vuestra vida dentro de la humanidad ¿está bien regulada? ¿Ha cambiado vuestra vida? ¿Estáis viviendo una nueva vida? ¿Ha cambiado la perspectiva de vuestra vida? Si estas cosas no han cambiado, no puedes ser perfeccionado, incluso si no te retractas; más bien, solo has sido conquistado. Cuando sea el momento de probarte, te faltará la verdad, tu humanidad será anormal y serás una bestia de carga. Tu único logro sería haber sido conquistado; serías un mero objeto que Yo he conquistado. Al igual que un burro, una vez que ha experimentado el látigo del amo, se vuelve asustadizo y le da miedo portarse mal cada vez que ve al amo, tú serías simplemente un burro que ha sido conquistado. Si una persona carece de esos aspectos positivos y en cambio es pasiva y temerosa, tímida e indecisa en todo, incapaz de discernir cualquier cosa con claridad, incapaz de aceptar la verdad y todavía no tiene una senda para practicar y, más aún, no tiene un corazón que ame a Dios, si una persona no sabe cómo amar a Dios, cómo vivir una vida significativa ni cómo ser una persona real, ¿cómo puede tal persona dar testimonio de Dios? Esto demostraría que tu vida tiene poco valor y no eres sino un burro conquistado. Serías conquistado pero eso solo querría decir que has renunciado al gran dragón rojo y que te has negado a someterte a su campo de acción; querría decir que crees que hay un Dios, que quieres obedecer todos los planes de Dios y que no tienes queja alguna. Sin embargo, en cuanto a los aspectos positivos, ¿puedes vivir la palabra de Dios y manifestar a Dios? Si no tienes ninguno de estos aspectos, quiere decir que Dios no te ha ganado y no eres sino un burro conquistado. No hay nada deseable en ti y el Espíritu Santo no está obrando en ti. Tu humanidad es demasiado insuficiente, es imposible que Dios te use. Tienes que ser aprobado por Dios y ser cien veces mejor que las bestias incrédulas y que los muertos vivientes, solo aquellos que alcanzan este nivel están cualificados para ser perfeccionados. Sólo si alguien tiene humanidad y una conciencia es apto para que Dios lo use. Solo cuando hayáis sido perfeccionados podréis ser considerados humanos. Solo las personas perfeccionadas son las que viven una vida significativa. Solo tales personas pueden dar testimonio de Dios de una manera aún más rotunda.

De «La Palabra manifestada en carne«

Solo aquellos que conocen a Dios pueden dar testimonio de Él

Creer en Dios y conocerle es lo que el cielo dispone y la tierra acepta y, hoy, durante una era en la que el Dios encarnado está haciendo Su obra en persona, es un momento especialmente oportuno para conocer a Dios.

Creer en Dios y conocerle es lo que el cielo dispone y la tierra acepta y, hoy, durante una era en la que el Dios encarnado está haciendo Su obra en persona, es un momento especialmente oportuno para conocer a Dios. Satisfacerle es algo que se consigue sobre el fundamento de entender Su voluntad y, para ello, es necesario tener cierto conocimiento de Dios. Este conocimiento de Dios es la visión que quien cree en Dios debe tener; es la base de la creencia del hombre en Dios. Si faltara este conocimiento, la creencia en Dios del hombre sería imprecisa, en medio de una teoría vacía. Aunque este tipo de persona esté decidida a seguir a Dios, no conseguirá nada. Todos aquellos que no logran nada por este camino son los que serán eliminados; son aprovechadores. Cualquiera que sea el paso de la obra de Dios que experimentes, debería acompañarte una poderosa visión. De otro modo, te resultaría difícil aceptar cada paso de la nueva obra, porque la nueva obra de Dios excede la capacidad del hombre para imaginarla, y está fuera de los límites de su concepción. Por tanto, sin un pastor que cuide al hombre, sin un pastor que comparta enseñanzas sobre las visiones, el ser humano es incapaz de aceptar esta nueva obra. Si el hombre no puede recibir las visiones, no podrá recibir la nueva obra de Dios, y si no puede obedecerla, entonces será incapaz de entender Su voluntad y por tanto su conocimiento de Dios no servirá de nada. Antes de que el hombre obedezca las palabras de Dios, debe conocerlas, es decir, comprender Su voluntad; solo así podrá llevarse a cabo la palabra de Dios con precisión y según Su voluntad. Todo aquel que busca la verdad debe poseer esto, y también es el proceso que todo el que procura conocer a Dios debe experimentar. El proceso de conocer las palabras de Dios es el de conocerle a Él, y también el de conocer Su obra. Por tanto, conocer las visiones no solo alude a conocer la humanidad del Dios encarnado, sino que también incluye conocer las palabras y la obra de Dios. De Sus palabras, las personas llegan a entender Su voluntad y, a partir de la obra de Dios, a conocer Su carácter y lo que Él es. Creer en Dios es el primer paso para conocerle. El proceso de avanzar desde la creencia inicial en Dios hasta llegar a una más profunda es el proceso de conocerle y de experimentar Su obra. Si te limitas a creer en Él por creer, y no lo haces para conocerle, no habrá realidad en tu creencia, que no podrá llegar a ser pura; de esto no cabe la menor duda. Si, durante el proceso por el cual experimenta la obra de Dios, el hombre llega progresivamente a conocerle, su carácter irá cambiando de igual modo y su creencia será cada vez más verdadera. De este modo, cuando el hombre logra el éxito en su creencia en Dios, le habrá ganado por completo. La razón por la que Dios llegó a tales extremos como hacerse carne por segunda vez y llevar a cabo Su obra de forma personal, es para que el hombre fuera capaz de conocerle y de verle. Conocer a Dios[a] es el efecto final que debe lograrse al final de Su obra; es el requisito final de Dios para la humanidad. La razón por la que hace esto es por el bien de Su testimonio final y para que el hombre pueda finalmente volverse a Él por completo. El ser humano solo puede llegar a amar a Dios conociéndolo, y para amarle debe conocerle. Independientemente de cómo lo busque, o de lo que procure ganar, debe ser capaz de obtener el conocimiento de Dios. Solo así puede satisfacer Su corazón. Solo conociendo a Dios puede el hombre creer de verdad en Él, venerarlo y obedecerle de verdad. Los que no conocen a Dios no le obedecerán nunca ni lo venerarán de verdad. Conocer a Dios incluye conocer Su carácter, entender Su voluntad y saber lo que Él es. A pesar de ello, cualquiera sea el aspecto de Dios que uno llegue a conocer, cada uno de ellos requiere que el hombre pague un precio y exige la voluntad de obedecer, sin la cual nadie sería capaz de seguir hasta el final. La obra de Dios es demasiado incompatible con los conceptos humanos. El carácter de Dios y lo que Él es, son cosas demasiado difíciles de conocer para el hombre, y todo lo que Dios dice y hace le resulta incomprensible por demás al ser humano. Si el hombre desea seguir a Dios, pero no está dispuesto a obedecerlo, no conseguirá nada. Desde la creación del mundo hasta hoy, Dios ha realizado mucha obra que es incomprensible para el hombre y que le ha resultado difícil aceptar, y Dios ha dicho muchas cosas que hacen que los conceptos del hombre sean complicados de sanar, pero jamás ha detenido Su obra debido a las muchas dificultades que tiene el hombre. Por el contrario, ha seguido obrando y hablando; y aunque un gran número de «guerreros» han ido cayendo a los lados del camino, Él sigue realizando Su obra y sigue escogiendo a un grupo tras otro de personas que esté dispuesto a someterse a Su nueva obra. No se compadece de esos «héroes» caídos, sino que atesora a aquellos que aceptan Su nueva obra y Sus nuevas palabras. ¿Pero con qué fin obra de esta forma, paso a paso? ¿Por qué está siempre eliminando y escogiendo a personas? ¿Por qué emplea siempre un método así? El objetivo de Su obra es que el hombre le conozca y, así, poder ganarlo. El principio de Su obra es obrar en aquellos que son capaces de someterse a la obra que Él hace hoy, y no en los que obedecieron Su obra pasada y se oponen a la actual. Esta es exactamente la razón por la que ha eliminado a tantas personas.

Los efectos de la lección de conocer a Dios no pueden obtenerse en uno o dos días: el hombre tiene que acumular experiencias, soportar sufrimiento y lograr una obediencia verdadera. Lo primero es empezar desde la obra y las palabras de Dios. Debes entender lo que incluye conocer a Dios, cómo lograr el conocimiento de Él y cómo verle durante tus experiencias. Esto es lo que todos deben hacer cuando todavía tienen que conocer a Dios. Nadie puede comprender la obra y las palabras de Dios en un momento, y nadie logra el conocimiento de la totalidad de Dios en un tiempo breve. Lo que se requiere es el proceso necesario de la experiencia, sin el cual nadie sería capaz de conocer a Dios y seguirle con sinceridad. Cuanta más obra realiza Dios, más conoce el hombre de Él. Cuanto más en desacuerdo esté la obra de Dios con los conceptos humanos, más renovado y profundo será el conocimiento que el hombre tenga de Él. Si la obra de Dios tuviera que permanecer inmutable para siempre, el hombre no podría tener mucho conocimiento de Él. Desde la época de la creación hasta nuestros días, debéis conocer con claridad las visiones de lo que Dios hizo durante la Era de la Ley, durante la Era de la Gracia y lo que ahora está haciendo durante la Era del Reino. Debéis conocer la obra de Dios. Solo después de seguir a Jesús pudo Pedro conocer, poco a poco, gran parte de la obra que el Espíritu hizo en Jesús. Declaró: «Apoyarse en las experiencias del hombre no basta para conseguir un conocimiento pleno; tiene que haber muchas cosas nuevas en la obra de Dios que nos ayuden a conocerle». Al principio, Pedro creyó que Jesús fue enviado por Dios, como apóstol, y no le vio como el Cristo. En ese tiempo, cuando comenzó a seguirle, Jesús le preguntó: «Simón Barjona, ¿me seguirás?». Pedro le respondió: «Debo seguir a aquel que es enviado por el Padre celestial. Debo reconocer a aquel que el Espíritu Santo ha escogido. Te seguiré». Por sus palabras se puede ver que, sencillamente, Pedro no poseía conocimiento alguno de Jesús; había experimentado las palabras de Dios, había tratado consigo mismo, y había sufrido dificultades por Dios, pero no conocía Su obra. Tras un periodo de experiencia, Pedro vio en Jesús muchas de las obras de Dios, vio la hermosura de Dios y vio mucho del ser de Dios en Jesús. Así, también vio que las palabras de Jesús no podían ser palabras dichas por un hombre, y que la obra que Jesús hizo no podría haberla realizado un hombre. En las palabras y los hechos de Jesús, Pedro vio además gran parte de la sabiduría de Dios y mucha obra de naturaleza divina. Durante sus experiencias, no solamente llegó a conocerse a sí mismo, sino que también se centró en observar todas las acciones de Jesús, de las que descubrió muchas cosas nuevas, como por ejemplo, que había muchas expresiones del Dios práctico en la obra que Él hizo por medio de Jesús, y que las palabras y los actos de este, las formas en que pastoreó a las iglesias y la obra que realizó diferían de los de un hombre corriente. Así, Pedro aprendió de Jesús muchas lecciones que se suponía que debía de aprender y para cuando Jesús estaba a punto de ser clavado en la cruz, había obtenido algún conocimiento de Él, conocimiento que fue la base de su lealtad de por vida a Jesús, y de su crucifixión boca abajo, la que sufrió por amor al Señor. Aunque poseía ciertos conceptos y, al principio, no tenía un conocimiento claro de Jesús, esas cosas son inevitablemente parte del hombre corrupto. Cuando estaba a punto de partir, Jesús le dijo a Pedro que Su crucifixión era la obra que había venido a realizar. Era necesario que fuera abandonado por la era y que esta era antigua e impura lo crucificara. Él había venido a completar la obra de la redención; y una vez acabada esta obra, Su ministerio llegaría a su fin. Cuando Pedro oyó esto, la tristeza lo embargó y sintió aún más cercano a Jesús. Cuando fue crucificado, Pedro lloró amargamente en privado. Antes de esto, le había preguntado a Jesús: «¡Mi Señor! Dices que vas a ser crucificado. Después de que te vayas, ¿cuándo volveremos a verte?». ¿Acaso no hay adulteración en las palabras que pronunció? ¿No había nociones entremezcladas en ellas? En su corazón sabía que Jesús había venido a completar parte de la obra de Dios y que después de Su partida el Espíritu estaría con él; aunque fuera crucificado y ascendiera al cielo, el Espíritu de Dios estaría con él. En aquel momento, Pedro poseía cierto conocimiento de Jesús. Sabía que había sido enviado por el Espíritu de Dios y que este estaba en Él, que Jesús era Dios mismo, que era el Cristo. Sin embargo, fue por su amor por Jesús y a causa de su debilidad humana que Pedro dijo esas palabras. Si uno puede observar y experimentar meticulosamente cada paso de la obra de Dios, será capaz de ir descubriendo poco a poco la hermosura de Dios. ¿Y cuál fue la visión de Pablo? Cuando Jesús se le apareció, Pablo preguntó: «¿Quién eres, Señor?». Jesús respondió: «Yo soy Jesús a quien tú persigues». Esta fue la visión de Pablo. La visión de Pedro fue la resurrección de Jesús y Sus apariciones durante 40 días, y Sus enseñanzas durante el tiempo que Él vivió, hasta que llegó al final de su viaje.

El hombre experimenta la obra de Dios, se conoce a sí mismo, se despoja de su carácter corrupto y busca el crecimiento en la vida, todo por conocer a Dios. Si solo buscas conocerte a ti mismo y tratar con tu propio carácter corrupto, sin tener conocimiento de la obra que Dios hace en el hombre, de lo grande que es Su salvación ni de cómo experimentas la obra de Dios y das testimonio de Sus hechos, entonces tu experiencia es absurda. Si crees que uno alcanza la madurez en la vida solamente porque es capaz de poner la verdad en práctica y soportar, significa que sigues sin comprender el verdadero sentido de la vida ni el propósito de Dios al perfeccionar al hombre. Un día, cuando estés en las iglesias religiosas, entre miembros de la Iglesia del Arrepentimiento o la Iglesia de la Vida, encontrarás a muchos devotos cuyas oraciones contienen «visiones» y que se sienten tocados y tienen palabras que los guían en su búsqueda de vida. Y, lo que es más, en muchos asuntos son capaces de soportar y renunciar a sí mismos, y no ser guiados por la carne. En ese momento no serás capaz de ver la diferencia: creerás que todo lo que hacen es correcto, que es la expresión natural de la vida, y que es una pena que crean en el nombre equivocado. ¿No son necias tales creencias? ¿Por qué se dice que muchas personas no tienen vida? Porque no conocen a Dios, y por ello se dice que no tienen a Dios en su corazón y que no tienen vida. Si tu creencia en Dios ha alcanzado un punto en el que eres capaz de conocer a conciencia los hechos de Dios, Su realidad y cada fase de Su obra, entonces posees la verdad. Si desconoces la obra y el carácter de Dios, tu experiencia sigue siendo carente. La forma en que Jesús llevó a cabo aquella etapa de Su obra, cómo se está realizando esta fase, cómo hizo Dios Su obra en la Era de la Gracia, qué obra se hizo, cuál se está haciendo en esta fase, si no posees un conocimiento profundo de estas cosas, jamás te sentirás persuadido ni seguro. Si tras un periodo de experiencia eres capaz de conocer la obra hecha por Dios y cada etapa de Su obra, y posees un conocimiento concienzudo de los objetivos de Dios al expresar Su palabra, y de por qué tantas palabras que Él pronunció no se han cumplido, entonces puedes perseguir con valentía el camino que tienes por delante, sin guardarte nada, libre de preocupación y refinamiento. Deberíais ver lo que Dios usa para realizar gran parte de Su obra. Usa las palabras que pronuncia, refina al hombre y trasforma sus conceptos por medio de muchas clases de palabras. Todo el sufrimiento que habéis soportado, todo el refinamiento que habéis experimentado, el trato que habéis aceptado en vuestro interior, el esclarecimiento que habéis vivido, todo ello se ha logrado mediante el uso de las palabras pronunciadas por Dios. ¿Por qué sigue el hombre a Dios? ¡Lo sigue por Sus palabras! Las palabras de Dios son profundamente misteriosas, y además, pueden tocar el corazón del hombre, revelar cosas que existen en lo profundo de su corazón, hacerle saber cosas que ocurrieron en el pasado y permitirle ver el futuro. Así, el hombre soporta el sufrimiento por las palabras de Dios, y estas lo perfeccionan; solo entonces sigue el hombre a Dios. Lo que el hombre debería hacer en esta etapa es aceptar las palabras de Dios, e independientemente de que sea perfeccionado o refinado, la clave está en las palabras de Dios. Esta es la obra de Dios, y también es la visión que el hombre debería conocer hoy.

¿Cómo perfecciona Dios al hombre? ¿Cuál es el carácter de Dios? ¿Y qué contiene Su carácter? Para aclarar todas estas cosas: se lo llama difundir el nombre de Dios, dar testimonio de Él y exaltar a Dios. El hombre, sobre la base de conocer a Dios logrará, en última instancia, que su carácter de vida sea transformado. Cuanto más trato y refinamiento supere el hombre, mayor será su vigor; y cuanto más numerosos sean los pasos de la obra de Dios, más perfeccionado será el hombre. Hoy, en la experiencia del hombre, cada paso de la obra de Dios contraataca los conceptos del hombre y todo excede al intelecto humano y supera sus expectativas. Dios provee todo lo que el ser humano necesita, y en todos los sentidos esto está en desacuerdo con los conceptos del hombre. Cuando eres débil, Dios pronuncia Sus palabras. Solo así puede proveerte vida. Contraatacando tus conceptos, te hace aceptar el trato de Dios, y solo así puedes despojarte de tu corrupción. Hoy, en un aspecto, Dios encarnado obra dentro de un estado de divinidad, pero en otro lo hace en un estado de humanidad normal. Cuando dejes de poder negar ninguna de las obras que Dios realiza, cuando puedas someterte, no importa qué diga o haga Dios en su estado de humanidad normal; cuando puedas someterte y entender independientemente de qué tipo de normalidad Él manifieste, y cuando hayas tenido experiencia real, solo entonces podrás saber con seguridad que Él es Dios, solo entonces dejarás de producir conceptos y solo entonces podrás seguirlo hasta el final. En la obra de Dios hay sabiduría, y Él sabe cómo el hombre puede mantenerse firme en el testimonio de Dios. Sabe dónde está la debilidad vital del hombre y las palabras que Él pronuncia pueden golpearte justo en tu debilidad vital, pero también usa Sus palabras majestuosas y sabias para que te mantengas firme en el testimonio de Él. Así son los milagrosos hechos de Dios. La obra que Él realiza es inimaginable para el intelecto del hombre. El juicio de Dios revela las clases de corrupción que posee el hombre, siendo carne, y las cosas que conforman su sustancia y lo dejan sin un lugar donde esconderse de su vergüenza.

Dios realiza la obra de juicio y castigo para que el hombre pueda conocerle, y por el bien de Su testimonio. Sin Su juicio sobre el carácter corrupto del ser humano, el hombre no podría conocer Su carácter justo que no permite ofensa, y no podría apartarse de su viejo conocimiento de Dios para adoptar el nuevo. Por el bien de Su testimonio y de Su gestión, Él hace pública Su totalidad, capacitando así al hombre para lograr el conocimiento de Dios, que su carácter sea transformado y que dé resonante testimonio de Él por medio de Su aparición pública. El cambio en el carácter del hombre se logra a través de distintos tipos de la obra de Dios; sin estos cambios en el carácter del hombre, este sería incapaz de dar testimonio de Dios y no podría ser conforme a Su corazón. El cambio en el carácter del hombre significa que se ha liberado de la atadura de Satanás y de la influencia de la oscuridad, y que se ha convertido de verdad en un modelo y una muestra de la obra de Dios, que ha llegado a ser un testigo suyo y alguien que es conforme a Su corazón. Hoy, el Dios encarnado ha venido a hacer Su obra en la tierra, y exige que el hombre logre conocerle, obedecerle, y dé testimonio de Él; que conozca Su obra práctica y normal, que obedezca todas Sus palabras y Su obra que no concuerdan con los conceptos del hombre, y dé testimonio de toda Su obra de salvación del hombre, y todos los hechos que Él hace para conquistar al hombre. Los que dan testimonio de Dios tienen que poseer un conocimiento de Él; solo este tipo de testimonio es preciso, práctico y el único que puede avergonzar a Satanás. Dios usa a aquellos que han llegado a conocerle pasando por Su juicio y Su castigo, por Su trato y Su poda, para que den testimonio de Él; Él usa a los que han sido corrompidos por Satanás para que den testimonio de Él; así también usa a aquellos cuyo carácter ha cambiado y que se han ganado, así, Sus bendiciones, para que den testimonio de Él. No necesita que el hombre lo alabe de palabra, ni necesita la alabanza y el testimonio de quienes son de la clase de Satanás, que no han sido salvados por Él. Solo aquellos que conocen a Dios son aptos para dar testimonio de Él y aquellos cuyo carácter ha sido transformado también lo son. Dios no permitirá que el hombre acarree vergüenza sobre Su nombre deliberadamente.

Nota al pie:

a. El texto original dice: «La obra de conocer a Dios».

De «La Palabra manifestada en carne» 

Recomendación: Testimonio de fe

La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo II

Génesis 17:21-22 Pero mi pacto lo estableceré con Isaac, el cual Sara te dará a luz por este tiempo el año que viene. Cuando terminó de hablar con él, ascendió Dios dejando a Abraham.

Durante nuestra última reunión hablamos sobre un tema muy importante. ¿Recordáis cuál era? Permitidme repetirlo. En nuestra última comunicación tratamos: la obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo. ¿Es un tema importante para vosotros? ¿Qué parte del mismo os resulta de mayor importancia? ¿La obra de Dios, Su carácter, o Dios mismo? ¿Cuál os interesa más? ¿Sobre qué parte queréis oír más? Sé que es difícil para vosotros responder a esa pregunta, porque el carácter de Dios puede verse en cada aspecto de Su obra, y Su carácter se revela siempre en esta y en todas partes; en realidad, representa a Dios mismo; en el plan general de gestión de Dios, Su obra, Su carácter y Dios mismo son inseparables entre sí.

El contenido de nuestra última comunicación sobre la obra de Dios consistió en relatos de la Biblia sobre sucesos que tuvieron lugar hace mucho. Eran, todos ellos, historias sobre el hombre y Dios, y sobre cosas que le ocurrieron al hombre, al tiempo en que implicaban la participación y la expresión de Dios, por lo que tienen un valor y un sentido particulares para conocerle. Justo después de crear a la humanidad, Dios empezó a tener contacto con el hombre y a hablar con él; Su carácter empezó a manifestarse al hombre. En otras palabras, desde este primer contacto de Dios con la humanidad, comenzó a revelarle al hombre, sin interrupción, Su esencia y lo que Él tiene y es. En resumen, independientemente de que las personas, primitivas o actuales puedan verlo o entenderlo, Dios habla al hombre y obra en medio de él revelando Su carácter y expresando Su esencia, esto es una realidad innegable para cada persona. Esto también significa que el carácter de Dios, Su esencia, y lo que Él tiene y es emanan y se revelan constantemente cuando Él obra y tiene contacto con el hombre. Él nunca le ha ocultado ni escondido nada a este, sino que hace público y libera Su propio carácter sin retener nada. De esta forma, Dios espera que el hombre pueda conocerlo y entender Su carácter y Su esencia. Él no desea que el hombre trate Su carácter y Su esencia como misterios eternos ni quiere que la humanidad considere a Dios como un rompecabezas que nunca puede resolverse. El hombre no puede conocer el camino que tiene por delante hasta que la humanidad conoce a Dios, y es capaz de aceptar la dirección de Dios; solo una humanidad así puede vivir verdaderamente bajo Su dominio, en la luz, y en medio de Sus bendiciones.

Las palabras y el carácter emitidos y revelados por Dios representan Su voluntad, y también Su esencia. Cuando Dios tiene contacto con el hombre, independientemente de lo que dice o hace, del carácter que revele, o de lo que el hombre vea de Su esencia y de lo que Él tiene y es, todo ello representa Su voluntad para el hombre. Independientemente de cuánto sea capaz de saber, comprender o entender el hombre, todo ello representa la voluntad de Dios: Su voluntad para el hombre. ¡Esto está fuera de duda! La voluntad de Dios para la humanidad es cómo necesita Él que sean las personas, lo que exige que hagan, cómo requiere que vivan y que sean capaces de lograr el cumplimiento de Su voluntad. ¿Son estas cosas inseparables de la esencia de Dios? En otras palabras, Dios emite Su carácter y todo lo que tiene y es, y al mismo tiempo le pone exigencias al hombre. No hay falsedad ni fingimiento, ni ocultación, ni adornos. Pero, ¿por qué es incapaz el hombre de saber y por qué ha sido siempre incapaz de percibir con claridad el carácter de Dios? ¿Por qué no ha tenido nunca conciencia de la voluntad de Dios? Lo que Él ha revelado y emitido es lo que Dios mismo tiene y es, y constituye cada trozo y faceta de Su verdadero carácter; entonces ¿por qué no lo puede ver el hombre? ¿Por qué es el hombre incapaz del conocimiento riguroso? Existe una razón importante para esto. ¿Y cuál es esa razón entonces? Desde la época de la creación, el hombre nunca ha tratado a Dios como Dios. Desde los tiempos más remotos, independientemente de lo que Dios hiciera en relación al hombre, el hombre que acababa de ser creado lo trataba como nada más que una compañía, como alguien en quien confiar y que no tenía conocimiento ni entendimiento de Dios. Es decir, desconocía que lo que este Ser emitía —ese Ser en quien él confiaba y a quien consideraba su compañero— era la esencia de Dios; tampoco sabía que este Ser era Aquel que domina todas las cosas. En pocas palabras, las personas de aquella época no reconocieron a Dios en lo absoluto. No sabían que Él había creado los cielos, la tierra y todas las cosas, ignoraban de dónde procedía Él así como lo que Él era. Por supuesto, Dios no exigía entonces que el hombre lo conociera, lo comprendiera, entendiera todo lo que Él hacía, o que tuviera conocimiento de Su voluntad, porque aquellos eran los primeros tiempos tras la creación de la humanidad. Cuando Dios comenzó los preparativos para la obra de la Era de la Ley, hizo algunas cosas para el hombre y también comenzó a tener algunas exigencias, le indicó cómo ofrendar y adorar a Dios. Sólo entonces adquirió el ser humano unas pocas ideas simples acerca de Él y conoció las diferencias entre el hombre y Dios, y ese Dios era Aquel que había creado a la humanidad. Cuando el hombre supo que Dios era Dios y el hombre era hombre, se produjo una cierta distancia entre él y Dios, pero Dios no le pidió al hombre que tuviese un gran conocimiento ni un entendimiento profundo de Él. Por tanto, Él tiene diferentes requisitos para el hombre basados en las etapas y las circunstancias de Su obra. ¿Qué veis en esto? ¿Qué aspecto del carácter de Dios percibís? ¿Es Dios real? ¿Son Sus requisitos adecuados? Durante los primeros tiempos después de que Dios creara a la humanidad, cuando aún le quedaba por realizar la obra de conquista y perfeccionamiento en el hombre, y todavía no les había hablado muchas palabras, Él le pedía poco al ser humano. Independientemente de lo que el hombre hiciera y de cómo se comportase —aunque algunos de sus hechos ofendieran a Dios—, Dios lo perdonaba y lo pasaba por alto. Como Él sabía lo que le había dado al hombre y lo que había dentro de este, tenía claro el estándar de requisitos que podía exigir de él. Aunque el estándar de Sus requisitos era muy bajo en aquel momento, esto no significa que Su carácter no fuera grande ni que Su sabiduría y Su omnipotencia fueran palabras vacías. Para el hombre solo hay una forma de conocer el carácter de Dios y a Dios mismo: seguir los pasos de Su obra de gestión y salvación de la humanidad, y aceptar las palabras que Él dirige a la humanidad. Cuando el hombre sabe lo que Dios tiene y es, y conoce Su carácter, ¿seguiría pidiendo el hombre a Dios que le mostrase Su persona real? No, el hombre no se lo pediría ni se atrevería a pedirlo, porque una vez ha comprendido el carácter de Dios, y lo que Él tiene y es, ya habrá visto al verdadero Dios mismo, y Su persona real. Este es el desenlace inevitable.

Conforme la obra y el plan de Dios progresaban incesantemente, y después de que Él estableciera el pacto del arco iris con el hombre, como una señal de que nunca más destruiría el mundo mediante un diluvio, Dios tuvo el deseo cada vez más acuciante de ganar a aquellos que pudiesen tener el mismo pensamiento que Él. De la misma manera sintió un anhelo cada vez más urgente de ganar a aquellos que fueran capaces de hacer Su voluntad en la tierra y, además, de ganar a un grupo de personas capaces de librarse de las fuerzas de las tinieblas, de no estar atados por Satanás, un grupo que pudiese dar testimonio de Él en la tierra. Ganar a un grupo así de personas era un deseo que Dios tenía desde hace mucho tiempo, algo que Él había estado esperando desde el momento de la creación. Por tanto, independientemente de que Dios usara el diluvio para destruir el mundo o de Su pacto con el hombre, Su voluntad, Su estado de ánimo, Su plan y Sus esperanzas siguieron siendo los mismos. Lo que Él quería hacer, lo que había anhelado desde mucho antes del momento de la creación, era ganar de entre toda la humanidad a aquellos que Él deseaba tener: un grupo de personas capaces de comprender y conocer Su carácter, y entender Su voluntad, que fuera capaz de adorarlo. Ese grupo de personas sería verdaderamente capaz de dar testimonio de Él, y podría decirse que serían Sus confidentes.

Sigamos rememorando hoy las huellas de Dios y siguiendo los pasos de Su obra, para que podamos descubrir Sus pensamientos y Sus ideas, y todos los detalles diversos que tienen que ver con Dios, todo lo cual ha estado “cerrado herméticamente” durante mucho tiempo. Por medio de estas cosas llegaremos a conocer el carácter de Dios, a entender Su esencia; le daremos paso a Él en nuestros corazones, y cada uno de nosotros se le acercará lentamente, reduciendo así nuestra distancia con Él.

Parte de lo que hablamos la última vez estaba relacionado con la razón por la cual Dios estableció un pacto con el hombre. Esta vez comunicaremos sobre los siguientes pasajes bíblicos. Comencemos leyendo las escrituras.

A. Abraham

1. Dios promete dar un hijo a Abraham

Génesis 17:15-17 Entonces Dios dijo a Abraham: A Sarai, tu mujer, no la llamarás Sarai, sino que Sara será su nombre. Y la bendeciré, y de cierto te daré un hijo por medio de ella. La bendeciré y será madre de naciones; reyes de pueblos vendrán de ella. Entonces Abraham se postró sobre su rostro y se rió, y dijo en su corazón: ¿A un hombre de cien años le nacerá un hijo? ¿Y Sara, que tiene noventa años, concebirá?

Génesis 17:21-22 Pero mi pacto lo estableceré con Isaac, el cual Sara te dará a luz por este tiempo el año que viene. Cuando terminó de hablar con él, ascendió Dios dejando a Abraham.

2. Abraham ofrece a Isaac

Génesis 22:2-3 Y Dios dijo: Toma ahora a tu hijo, tu único, a quien amas, a Isaac, y ve a la tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré. Abraham se levantó muy de mañana, aparejó su asno y tomó con él a dos de sus mozos y a su hijo Isaac; y partió leña para el holocausto, y se levantó y fue al lugar que Dios le había dicho.

Génesis 22:9-10 Llegaron al lugar que Dios le había dicho y Abraham edificó allí el altar, arregló la leña, ató a su hijo Isaac y lo puso en el altar sobre la leña. Entonces Abraham extendió su mano y tomó el cuchillo para sacrificar a su hijo.

Nadie puede obstaculizar la obra que Dios se decide a hacer

Acabáis de oír la historia de Abraham. Dios lo escogió después de que el diluvio destruyese el mundo, su nombre era Abraham, y cuando tenía cien años de edad y su esposa Sara noventa, la promesa de Dios vino a él. ¿Cuál fue esa promesa? Dios prometió aquello a lo que hacen referencia las Escrituras: “Y la bendeciré, y de cierto te daré un hijo por medio de ella”. ¿Cuál era el trasfondo de la promesa de Dios de darle un hijo? Las Escrituras proveen el siguiente relato: “Entonces Abraham se postró sobre su rostro y se rió, y dijo en su corazón: ¿A un hombre de cien años le nacerá un hijo? ¿Y Sara, que tiene noventa años, concebirá?”. En otras palabras, esta pareja de ancianos era demasiado mayor para tener hijos. ¿Y qué hizo Abraham después de que Dios le hiciese esta promesa? Cayó con su rostro sobre la tierra, y se río diciendo en su corazón: “¿A un hombre de cien años le nacerá un hijo?”. Abraham creía que era imposible, lo que significa que pensó que la promesa divina para él debía de ser una broma. Desde la perspectiva del hombre, es algo inalcanzable, e igual de inalcanzable e imposible para Dios. A Abraham quizás le pareciera ridículo: Dios creó al hombre, pero parece que no sabe que alguien tan viejo es incapaz de tener hijos; piensa que puede permitirme tener un hijo, dice que me dará un hijo; ¡sin duda es imposible! Así, Abraham se postró sobre su rostro y se rio, pensando para sí: Imposible; Dios se está burlando de mí, ¡esto no puede ser verdad! No tomó en serio las palabras de Dios. ¿Qué clase de hombre era Abraham, pues, a los ojos de Dios? (Justo). ¿Dónde se ha enunciado que él era un hombre justo? Pensáis que todos aquellos a los que Dios llama son justos y perfectos, y son todos personas que andan con Dios. ¡Os atenéis a la doctrina! Debéis ver con claridad que cuando Dios define a alguien, no lo hace arbitrariamente. Aquí, Dios no dijo que Abraham fuese justo. En Su corazón, Él tiene estándares para medir a cada persona. Aunque no dijo qué clase de persona era Abraham, en lo que se refiere a su conducta, ¿qué tipo de fe tenía Abraham en Dios? ¿Era un poco abstracta? O ¿tenía una gran fe? ¡No, no la tenía! Su risa y sus pensamientos mostraron quién era; por tanto, que penséis que Abraham era justo no es sino un producto de vuestra imaginación, la aplicación ciega de la doctrina, y una opinión irresponsable. ¿Vio Dios la risa de Abraham y sus pequeñas expresiones? ¿Las conocía? Sí. ¿Cambiaría Dios lo que tenía decidido hacer? ¡No! Cuando Él planeó y decidió que escogería a este hombre, el asunto s se cumplió. Ni los pensamientos del hombre ni su conducta influirían o interferirían en lo más mínimo en Dios; Él no cambiaría Su plan de forma arbitraria ni modificaría o alteraría Su plan impulsivamente por la conducta del hombre, que incluso podría ser ignorante. ¿Qué dice, pues, Génesis 17:21-22? “Pero mi pacto lo estableceré con Isaac, el cual Sara te dará a luz por este tiempo el año que viene. Cuando terminó de hablar con él, ascendió Dios dejando a Abraham”. Dios no prestó la más mínima atención a lo que Abraham pensó o dijo. ¿Cuál fue la razón de Su indiferencia? Fue que, en aquella época, Dios no pedía que el hombre tuviese una gran fe ni un gran conocimiento de Dios, ni que pudiese entender además lo que Dios hacía y decía. Por consiguiente, no requería que el hombre entendiese por completo lo que Él decidía hacer, las personas que determinaba escoger, o los principios de Sus acciones, porque la estatura del hombre era simplemente deficiente. En aquel tiempo, Dios consideraba que lo que Abraham hacía y su forma de comportarse era algo normal. No condenó ni reprendió, sino que se limitó a afirmar: “El cual Sara te dará a luz por este tiempo el año que viene”. Para Dios, después de proclamar estas palabras, este asunto se hizo realidad paso a paso; a Sus ojos, lo que debía cumplirse según Su plan ya se había logrado. Después de completar las disposiciones para ello, Dios partió. Lo que el hombre hace o piensa, lo que entiende, sus planes, nada de esto tiene relación con Dios. Todo tiene lugar según Su plan, de acuerdo con los tiempos y las etapas que ha establecido. Ese es el principio de la obra de Dios. Él no interfiere en lo que el hombre piensa o sabe, pero tampoco renuncia a Su plan ni abandona Su obra, porque el hombre no cree ni entiende. Los hechos se cumplen, por tanto, según el plan y los pensamientos divinos. Esto es precisamente lo que vemos en la Biblia: Dios hizo que Isaac naciese en el momento que Él había decidido. ¿Demuestran los hechos que el comportamiento y la conducta del hombre obstaculizaran la obra de Dios? ¡En absoluto! ¿Afectaron a Su obra la poca fe del hombre en Él, y sus nociones e imaginaciones sobre Él? ¡No, no lo hicieron! ¡Ni en lo más mínimo! El plan de gestión de Dios no se ve afectado por ningún hombre, asunto, o entorno. Todo lo que Él decide hacer se completará y cumplirá en Su tiempo, y según Su plan, y ningún hombre puede interferir en Su obra. En ocasiones, Dios no presta atención a ciertas insensateces e ignorancia del hombre, e incluso ignora algo de su resistencia y de sus nociones con respecto a Él; y aun así lleva a cabo la obra que debe hacer. Este es el carácter de Dios, un reflejo de Su omnipotencia.

La obra de gestión y salvación divina de la humanidad comienza cuando Abraham ofrece a Isaac como sacrificio

Las palabras que Dios habló a Abraham se cumplieron cuando Él le dio un hijo. Esto no significa que el plan divino se detuviese aquí; todo lo contrario, el magnífico plan de Dios para la gestión y la salvación de la humanidad no había hecho más que empezar, y Su bendición de darle un hijo a Abraham no era sino el preludio de Su plan general de gestión. En ese momento, ¿quién sabía que la batalla de Dios con Satanás había comenzado silenciosamente en el momento en que Abraham ofreció a Isaac?

A Dios no le importa que el hombre sea insensato; sólo pide que sea sincero

Seguidamente, veamos lo que Dios le hizo a Abraham. En Génesis 22:2, Dios le ordena: “Toma ahora a tu hijo, tu único, a quien amas, a Isaac, y ve a la tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré”. El sentido de Dios estaba claro: le estaba diciendo a Abraham que le entregara a su único hijo Isaac, a quien amaba, en holocausto. Mirándolo hoy día, ¿sigue estando el mandato de Dios en conflicto con las nociones del hombre? ¡Sí! Todo lo que Dios hizo en aquel momento es bastante contrario a las nociones del hombre; a este le resulta incomprensible. En sus nociones, las personas creen lo siguiente: cuando un hombre no creyó, y pensó que era imposible, Dios le dio un hijo, y después de haberlo tenido, le pidió que lo sacrificase. ¿No es esto totalmente increíble? ¿Qué pretendía hacer Dios en realidad? ¿Cuál era Su verdadera intención? Le dio un hijo a Abraham incondicionalmente, pero también le pidió que hiciera una ofrenda incondicional. ¿Era esto excesivo? Desde el punto de vista de un tercero no solo lo era, sino que parecía como querer “buscar un problema sin motivo”. Sin embargo, Abraham mismo no opinaba que Dios le estuviera pidiendo demasiado. Aunque tenía unas pocas opiniones pequeñas propias sobre ello, y aunque sospechaba un poco de Dios, seguía estando preparado para hacer la ofrenda. En este punto, ¿ves algo que demuestre que Abraham estuviera dispuesto a ofrecer a su hijo? ¿Qué se indica en estas frases? El texto original dice lo siguiente: “Abraham se levantó muy de mañana, aparejó su asno y tomó con él a dos de sus mozos y a su hijo Isaac; y partió leña para el holocausto, y se levantó y fue al lugar que Dios le había dicho” (Génesis 22:3). “Llegaron al lugar que Dios le había dicho y Abraham edificó allí el altar, arregló la leña, ató a su hijo Isaac y lo puso en el altar sobre la leña. Entonces Abraham extendió su mano y tomó el cuchillo para sacrificar a su hijo” (Génesis 22:9-10). Cuando Abraham extendió su mano y tomó el cuchillo para sacrificar a su hijo, ¿vio Dios sus acciones? Sí; las vio. Todo el proceso —desde el principio, cuandoDios le pidió a Abraham que sacrificara a Isaac, hasta el momento en que el hombre alzó el cuchillo para matar a su hijo— le mostró a Dios el corazón de Abraham, e independientemente de su insensatez, su ignorancia y su malinterpretación anteriores de Dios, en aquel momento su corazón era sincero, honesto; de verdad le iba a devolver a Isaac a Dios, ese hijo que Él le había dado. Dios vio obediencia en él, esa misma obediencia que Él deseaba.

Para el hombre, Dios hace muchas cosas incomprensibles e incluso increíbles. Cuando Dios desea orquestar a alguien, con frecuencia esta orquestación está en desacuerdo con las nociones del hombre y le resulta incomprensible. Sin embargo, esta disonancia e incomprensibilidad son precisamente la prueba y el examen de Dios para el ser humano. Entretanto, Abraham pudo demostrar su obediencia a Dios, que era la condición más fundamental de su capacidad de satisfacer Su requisito. Sólo entonces, cuando Abraham pudo obedecer esta exigencia, cuando ofreció a Isaac, Dios sintió verdaderamente confianza y aprobación hacia la humanidad, hacia Abraham, a quien había escogido. Sólo entonces estuvo Dios seguro de que esta persona que había elegido era un líder indispensable que podría acometer Su promesa y Su consiguiente plan de gestión. Aunque sólo era una prueba y un examen, Dios se sintió satisfecho, percibió el amor del hombre por Él, y se sintió confortado por este como nunca antes. En el momento en que Abraham levantó su cuchillo para matar a Isaac, ¿lo detuvo Dios? Dios no permitió que Abraham sacrificase a Isaac, sencillamente porque no tenía intención de tomar su vida. Así pues, detuvo a Abraham justo a tiempo. Para Dios, la obediencia de Abraham ya había pasado la prueba; lo que hizo fue suficiente, y Él ya había visto el resultado de lo que pretendía hacer. ¿Fue este resultado satisfactorio para Dios? Puede decirse que lo fue, que fue lo que Dios quería, y lo que anhelaba ver. ¿Es esto cierto? Aunque, en diferentes contextos, Dios usa diferentes formas de probar a cada persona; en Abraham comprobó lo que quería ver: que su corazón era sincero, y su obediencia incondicional. Este “incondicional” era precisamente lo que Dios deseaba. Con frecuencia, las personas afirman: “Ya he ofrecido esto, ya he renunciado a aquello; ¿por qué sigue Dios insatisfecho conmigo? ¿Por qué sigue sometiéndome a pruebas? ¿Por qué sigue examinándome?”. Esto demuestra una realidad: Dios no ha visto tu corazón ni lo ha ganado. Es decir, no ha visto la misma sinceridad que cuando Abraham fue capaz de levantar su cuchillo para matar a su hijo con sus propias manos y ofrecérselo a Dios. No ha visto tu obediencia incondicional ni ha sido confortado por ti. Es natural, pues, que Dios siga probándote. ¿No es cierto? Dejaremos este tema aquí. A continuación, leeremos “la promesa de Dios a Abraham”.

3. La promesa de Dios a Abraham

Génesis 22:16-18 Juro por Mí mismo —dijo Jehová— que porque has hecho esto, y no has retenido a tu hijo, tu único hijo, te colmaré de bendiciones y multiplicaré tu simiente como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tu simiente tendrá las puertas de sus enemigos; y en tu simiente serán bendecidas todas las naciones de la tierra, porque has obedecido Mi voz.*

Este es un relato íntegro de la bendición de Dios a Abraham. Aunque breve, su contenido es rico: incluye la razón y el trasfondo del regalo de Dios a Abraham, y lo que le dio. También está impregnado del gozo y del entusiasmo con los que Dios pronunció estas palabras, así como de la urgencia de Su anhelo por ganar a quienes pueden escuchar Sus palabras. En esto vemos que Dios aprecia y siente ternura hacia quienes obedecen Sus palabras y siguen Sus mandatos. También vemos el precio que paga para ganar a las personas, y el cuidado y la atención que pone en ello. Además, este pasaje contiene las palabras “Juro por Mí mismo”, y esto nos proporciona un sentido intenso de la amargura y el dolor soportados por Dios y solo por Él, entre los bastidores de esta obra de Su plan de gestión. Es un pasaje sugerente, con un significado especial para los que vinieron después, y un impacto de gran alcance para ellos.

El hombre obtiene las bendiciones de Dios por su sinceridad y obediencia

¿Fue grande esta bendición que Dios le dio a Abraham, sobre la que hemos leído? ¿Cómo de grande fue? Aquí hay una frase clave: “y en tu simiente serán bendecidas todas las naciones de la tierra”. Esta frase muestra que Abraham recibió bendiciones que nadie más recibió ni antes ni después de él. Cuando este hombre le devolvió su hijo a Dios, porque Él se lo había pedido —su único y amado hijo— (nota: aquí no podemos usar la palabra “ofreció”; deberíamos decir devolvió su hijo a Dios), Él no sólo no permitió que ofreciera a Isaac, sino que también lo bendijo. ¿Con qué promesa bendijo a Abraham? Lo bendijo con la promesa de multiplicar su descendencia. ¿Y en qué medida sería multiplicada? Las Escrituras dicen lo siguiente: “como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tu simiente tendrá las puertas de sus enemigos; y en tu simiente serán bendecidas todas las naciones de la tierra”.* ¿Cuál fue el contexto en el que Dios pronunció estas palabras? Es decir, ¿cómo recibió Abraham las bendiciones de Dios? Las recibió tal como Dios dice en las Escrituras: “porque has obedecido Mi voz”. Esto es, porque había seguido el mandato de Dios, porque había hecho todo lo que Él le había dicho, pedido y ordenado sin la más mínima queja, Dios le hizo esa promesa. En ella hay una frase crucial que menciona los pensamientos de Dios en ese momento. ¿La habéis notado? Puede ser que no hayáis prestado mucha atención a estas palabras de Dios: “Juro por Mí mismo”. Su significado es que cuando Dios las pronunció estaba jurando por sí mismo. ¿Por qué cosa juran las personas cuando hacen un juramento? Juran por el cielo, es decir, hacen un juramento a Dios y juran por Él. Es posible que las personas no entiendan del todo el fenómeno por el cual Dios juraba por sí mismo, pero podréis comprenderlo cuando os provea la explicación correcta. Al estar frente a un hombre que solo podía oír Sus palabras, pero sin entender Su corazón, Dios volvió a sentirse solo y desconcertado una vez más. En la desesperación y se podría decir, subconscientemente, Dios hizo algo muy natural: colocó Su mano sobre Su corazón y se refirió a sí mismo cuando otorgaba esta promesa a Abraham, y de aquí el hombre oyó a Dios decir: “Juro por Mí mismo”. A través de las acciones de Dios, puedes pensar en ti mismo. Cuando pones tu mano en tu corazón y te hablas a ti mismo, ¿tienes una idea clara de lo que estás diciendo? ¿Es sincera tu actitud? ¿Hablas con franqueza, con el corazón? Vemos, pues, aquí que cuando Dios le habló a Abraham lo estaba haciendo en serio y con sinceridad. Al mismo tiempo que hablaba y bendecía a Abraham, también se hablaba a sí mismo. Se estaba diciendo: Bendeciré a Abraham, y haré su descendencia tan numerosa como las estrellas del cielo, y tan abundante como la arena a la orilla del mar, porque obedeció Mis palabras y es a él a quien Yo he escogido. Cuando Dios pronunció “Juro por Mí mismo”, Él decidió que produciría en Abraham el pueblo escogido de Israel, tras lo cual dirigiría a este pueblo hacia adelante rápidamente con Su obra. Es decir, Dios haría que los descendientes de Abraham asumiesen la obra de Su gestión, y Su obra, y lo que Él había expresado empezarían con Abraham, y continuarían en sus descendientes, materializando así el deseo de Dios de salvar al hombre. ¿Qué decís? ¿No es esta una cosa bendita? Para el hombre, no hay mayor bendición; se puede decir que es la cosa más bendita. La bendición obtenida por Abraham no fue la multiplicación de su descendencia, sino la realización por parte de Dios de Su gestión, Su comisión y Su obra en los descendientes de Abraham. Esto significa que las bendiciones obtenidas por este hombre no fueron temporales, sino que continuaron según progresó el plan de gestión de Dios. Cuando Él habló, cuando juró por sí mismo, ya había tomado una decisión. ¿Fue cierto el proceso de esta decisión? ¿Fue práctico? Dios decidió que, desde ese entonces entregaría a Abraham y a sus descendientes Sus esfuerzos, el precio que pagó, lo que Él tiene y es, Su todo, e incluso Su vida. También decidió que, comenzando por este grupo de personas, manifestaría Sus hechos, y permitiría que el hombre viera Su sabiduría, Su autoridad, y Su poder.

Ganar a los que conocen a Dios y son capaces de dar testimonio de Él es el deseo inmutable de Dios

Al mismo tiempo que hablaba para sí mismo, Dios también le habló a Abraham; ¿pero aparte de oír las bendiciones que Él le dio, era Abraham capaz de entender los deseos verdaderos de Dios en todas Sus palabras, en aquel momento? ¡No! Así, en el momento en que Dios juró por sí mismo, Su corazón seguía solitario y afligido. Aún no había una sola persona capaz de entender o comprender lo que Él pretendía o planeaba. En ese momento, nadie ni siquiera Abraham, fue capaz de hablarle en confianza, y mucho menos de cooperar con Él en la realización de la obra que Él debía hacer. Aparentemente, Dios había ganado a Abraham, y a alguien que podía obedecer Sus palabras. Pero en realidad, el conocimiento que esta persona tenía de Dios era poco más que nada. Aunque Él había bendecido a Abraham, Su corazón todavía no estaba satisfecho. ¿Qué significa que Dios no estaba satisfecho? Quiere decir que Su gestión sólo había comenzado, que las personas a las que quería ganar, a las que anhelaba ver, a las que amaba, seguían lejos de Él; necesitaba tiempo, esperar, ser paciente. Y es que, en ese momento, aparte de Dios mismo no había nadie que supiera lo que Él necesitaba, lo que deseaba ganar, o qué anhelaba. Así, a la vez que Dios se sentía muy entusiasmado, Dios también tuvo pesar en Su corazón. Sin embargo, no detuvo Sus pasos, y siguió planeando el siguiente paso de lo que debía hacer.

¿Qué veis en la promesa de Dios a Abraham? Dios le concedió grandes bendiciones, sencillamente porque él obedecía Sus palabras. Aunque, en apariencia, esto parece normal y una cosa natural, vemos en ello el corazón de Dios: Él valora especialmente la obediencia del hombre hacia Él y aprecia su sinceridad y entendimiento hacia Él. ¿Cuánto aprecia Dios esta sinceridad? Quizás no entendáis cuánto la aprecia, y es posible que no haya nadie que sea consciente de ello. Dios le dio un hijo a Abraham, y cuando este hijo había crecido, le pidió que se lo ofreciese. Abraham siguió Su mandato al pie de la letra, obedeció Su palabra y su sinceridad conmovió a Dios, quien lo valoró. ¿Cuánto lo valoró Dios? ¿Y por qué lo hizo? En un momento en el que nadie comprendía Sus palabras ni entendía Su corazón, Abraham hizo algo que sacudió los cielos e hizo temblar la tierra, le produjo a Dios una sensación de satisfacción sin precedentes, y le proporcionó el gozo de ganar a alguien capaz de obedecer Sus palabras. Esta satisfacción y este gozo procedieron de una criatura hecha por la propia mano de Dios, y fue el primer “sacrificio” que el hombre había presentado a Dios, el más valorado por Él desde que creó al ser humano. Dios había pasado momentos duros esperando este sacrificio, y lo trató como el primer regalo importante del hombre, a quien Él había creado. Le mostró el primer fruto de Sus esfuerzos y el precio que había pagado, y le permitió ver la esperanza en la humanidad. Después, Dios anheló aún más un grupo de personas como esta que le hicieran compañía, que lo trataran con sinceridad y que cuidaran de Él con sinceridad. Incluso esperó que Abraham perdurara, porque deseaba que un corazón como el de Abraham lo acompañase y estuviese con Él mientras continuaba Su gestión. Independientemente de lo que Dios quisiera, tan sólo era un deseo, una idea, porque Abraham era sólo un hombre capaz de obedecerle, y no tenía el más mínimo entendimiento o conocimiento de Él. Abraham era alguien muy alejado de los estándares de los requisitos divinos para el hombre, que son: conocer a Dios, ser capaz de dar testimonio de Él, pensar igual que Él. Por tanto, Abraham no podía andar con Dios. Al presentar Abraham a Isaac como ofrenda, Dios vio su sinceridad y su obediencia, y comprobó que había resistido la prueba que Él le había puesto. Aunque aceptó su sinceridad y su obediencia, seguía siendo indigno de convertirse en el confidente de Dios, en alguien que lo conociera, lo entendiera, y estuviera informado de Su carácter; estaba lejos de pensar como Él y de hacer Su voluntad. Así, en Su corazón, Dios seguía estando solo e inquieto; y cuanto más lo estaba, más necesitaba continuar con Su gestión lo antes posible, y poder seleccionar y ganar a un grupo de personas para cumplir Su plan de gestión y lograr Su voluntad cuanto antes. Este era el deseo entusiasta de Dios, que ha permanecido inmutable desde el principio hasta hoy. Desde que creó al hombre en el principio, Dios ha anhelado un grupo de vencedores que camine con Él y sea capaz de entender, conocer y comprender Su carácter. Este deseo de Dios nunca ha cambiado. Independientemente de cuánto tenga que esperar aún, de lo duro que sea el camino que tiene por delante y de lo lejos que estén los objetivos que anhela, Dios nunca ha alterado ni abandonado Sus expectativas para el hombre. Ahora que he dicho esto, ¿sabéis algo del deseo de Dios? Quizás lo que habéis descubierto no sea muy profundo, ¡pero llegará progresivamente!

Durante la misma época en la que vivió Abraham, Dios también destruyó una ciudad, llamada Sodoma. Sin duda, muchos están familiarizados con la historia de esta localidad, pero nadie lo está con los pensamientos de Dios que formaron el trasfondo de Su destrucción de la ciudad.

Por tanto, hoy, a través de los diálogos siguientes con Abraham, conoceremos Sus pensamientos en aquel momento, a la vez que Su carácter. Ahora, leamos los siguientes pasajes de la escritura.

9 de noviembre de 2013

Continuará… La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo II

Unas citas bíblicas son tomadas de LA BIBLIA DE LAS AMERICAS® (LBLA) Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation usado con permiso. www.LBLA.com.

Palabras diarias de Dios | Fragmento 44 | «El Salvador ya ha regresado sobre una ‘nube blanca'»

“Jehová” es el nombre que adopté durante Mi obra en Israel, y significa el Dios de los israelitas (el pueblo escogido de Dios) que puede tener compasión del hombre, maldecirlo, y guiar su vida. Significa el Dios que posee gran poder y está lleno de sabiduría.

Palabras diarias de Dios | Fragmento 44 | “El Salvador ya ha regresado sobre una ‘nube blanca”

“Jehová” es el nombre que adopté durante Mi obra en Israel, y significa el Dios de los israelitas (el pueblo escogido de Dios) que puede tener compasión del hombre, maldecirlo, y guiar su vida. Significa el Dios que posee gran poder y está lleno de sabiduría. “Jesús” es Emanuel, y significa la ofrenda por el pecado que está lleno de amor, de compasión, y redime al hombre.

Él realizó la obra de la Era de la Gracia, y representa la Era de la Gracia, y sólo puede representar una parte del plan de gestión. Es decir, sólo Jehová es el Dios del pueblo escogido de Israel, el Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob, de Moisés, y de todo el pueblo de Israel. Y así en la era presente, todos los israelitas excepto la tribu de Judá adoran a Jehová. Hacen sacrificios a Él en el altar, y le sirven llevando túnicas de sacerdotes en el templo. Lo que esperan es la reaparición de Jehová. Sólo Jesús es el Redentor de la humanidad. Él es la ofrenda por el pecado que redimió a esta del mismo. Es decir, el nombre de Jesús vino de la Era de la Gracia, y existió por la obra de redención en la misma. El nombre de Jesús existió para permitir a las personas de dicha Era nacer de nuevo y ser salvos, y es un nombre particular para la redención de toda la humanidad. Y por tanto el nombre de Jesús representa la obra de la redención, y denota la Era de la Gracia. El nombre de Jehová es un nombre particular para el pueblo de Israel que vivía bajo la ley. En cada era y etapa de la obra, Mi nombre no carece de base, sino que tiene un significado representativo: cada nombre representa una era. “Jehová” representa la Era de la Ley, y es el título honorífico para el Dios adorado por el pueblo de Israel. “Jesús” representa la Era de la Gracia, y es el nombre del Dios de todos aquellos que fueron redimidos durante la Era de la Gracia. Si el hombre sigue anhelando la llegada de Jesús el Salvador durante los últimos días, y sigue esperando que llegue con la imagen que llevó en Judea, entonces todo el plan de gestión de seis mil años se detendría en la Era de la Redención, y sería incapaz de progresar más lejos. Los últimos días, además, nunca llegarían, y la era nunca acabaría. Esto se debe a que Jesús el Salvador es sólo para la redención y la salvación de la humanidad. Yo adopté el nombre de Jesús por causa de todos los pecadores en la Era de la Gracia, y no es el nombre por el cual llevaré a su fin a toda la humanidad. Aunque Jehová, Jesús, y el Mesías representan todos a Mi Espíritu, estos nombres sólo denotan las diferentes eras en Mi plan de gestión, y no representan mi totalidad. Los nombres por los que me llaman las personas en la tierra no pueden articular todo Mi carácter y todo lo que soy. Son simplemente nombres diferentes por los que soy llamado durante diferentes eras. Así pues, cuando la era final —la de los últimos días— llegue, Mi nombre cambiará de nuevo. No se me llamará Jehová, o Jesús, mucho menos el Mesías, sino el poderoso Todopoderoso Dios mismo, y bajo este nombre pondré fin a toda la era. Una vez se me conoció como Jehová. También se me llamó el Mesías, y las personas me llamaron una vez Jesús el Salvador porque me amaban y respetaban. Pero hoy no soy el Jehová o el Jesús que las personas conocieron en tiempos pasados, soy el Dios que ha vuelto en los últimos días, el que pondrá fin a la era. Soy el Dios mismo que se levanta en los extremos de la tierra, repleto con todo Mi carácter, y lleno de autoridad, honor y gloria. Las personas nunca han tenido contacto conmigo, nunca me han conocido, y siempre han ignorado Mi carácter. Desde la creación del mundo hasta hoy, ni una persona me ha visto. Este es el Dios que aparece al hombre durante los últimos días, pero que está oculto en medio de los hombres. Reside entre los hombres, verdadero y real, como el sol ardiente y el fuego llameante, lleno de poder y rebosante de autoridad. No hay una sola persona o cosa que no ha de ser juzgada por Mis palabras, y ni una sola persona o cosa que no ha de ser purificada ardiendo en el fuego. Finalmente, todas las naciones serán benditas por Mis palabras, y también hechas pedazos por ellas. De esta forma, todas las personas durante los últimos días verán que soy el Salvador que ha vuelto, que soy el Dios Todopoderoso que conquista toda la humanidad, que una vez fui la ofrenda por el pecado para el hombre, pero en los últimos días también me convierto en las llamas del sol que queman todas las cosas, así como el Sol de justicia que revela todas las cosas. Esa es Mi obra de los últimos días. Adopté este nombre y poseo este carácter de forma que todas las personas puedan ver que soy un Dios justo, el sol ardiente, y el fuego llameante. Es así para que todos puedan adorarme, el único Dios verdadero, y para que puedan ver Mi verdadero rostro: no soy sólo el Dios de los israelitas, y no soy sólo el Redentor, soy el Dios de todas las criaturas en todos los cielos, la tierra y los mares.

Extracto de “La Palabra manifestada en carne”

“El amor de Dios se extiende como el agua de una fuente, y se te da a ti y a mí y a él ya todos los que verdaderamente buscan la verdad y esperan la aparición de Dios” (La Palabra manifestada en carne). ¿Quiere saber cómo recibir la venida de Cristo? No importa qué dificultades o confusión tenga usted en su fe o vida, no dude en ponerse en contacto con nosotros.

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Palabras diarias de Dios | Fragmento 35 | «La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo II»

(Génesis 22:16-18) Juro por Mí mismo —dijo Jehová— que porque has hecho esto, y no has retenido a tu hijo, tu único hijo, te colmaré de bendiciones y multiplicaré tu simiente como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tu simiente tendrá las puertas de sus enemigos; y en tu simiente serán bendecidas todas las naciones de la tierra, porque has obedecido Mi voz.

Palabras diarias de Dios | Fragmento 35 | «La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo II»

La promesa de Dios a Abraham

(Génesis 22:16-18) Juro por Mí mismo —dijo Jehová— que porque has hecho esto, y no has retenido a tu hijo, tu único hijo, te colmaré de bendiciones y multiplicaré tu simiente como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tu simiente tendrá las puertas de sus enemigos; y en tu simiente serán bendecidas todas las naciones de la tierra, porque has obedecido Mi voz.

Ganar a los que conocen a Dios y son capaces de dar testimonio de Él es el deseo inmutable de Dios

Al mismo tiempo que hablaba para sí mismo, Dios también le habló a Abraham; ¿pero aparte de oír las bendiciones que Él le dio, era Abraham capaz de entender los deseos verdaderos de Dios en todas Sus palabras, en aquel momento? ¡No! Así, en el momento en que Dios juró por sí mismo, Su corazón seguía solitario y afligido. Aún no había una sola persona capaz de entender o comprender lo que Él pretendía o planeaba. En ese momento, nadie ni siquiera Abraham, fue capaz de hablarle en confianza, y mucho menos de cooperar con Él en la realización de la obra que Él debía hacer. Aparentemente, Dios había ganado a Abraham, y a alguien que podía obedecer Sus palabras. Pero en realidad, el conocimiento que esta persona tenía de Dios era poco más que nada. Aunque Él había bendecido a Abraham, Su corazón todavía no estaba satisfecho. ¿Qué significa que Dios no estaba satisfecho? Quiere decir que Su gestión sólo había comenzado, que las personas a las que quería ganar, a las que anhelaba ver, a las que amaba, seguían lejos de Él; necesitaba tiempo, esperar, ser paciente. Y es que, en ese momento, aparte de Dios mismo no había nadie que supiera lo que Él necesitaba, lo que deseaba ganar, o qué anhelaba. Y así, a la vez que se sentía muy entusiasmado, Dios también tuvo pesar en Su corazón. Sin embargo, no detuvo Sus pasos, y siguió planeando el siguiente paso de lo que debía hacer.

¿Qué veis en la promesa de Dios a Abraham? Dios le concedió grandes bendiciones, sencillamente porque él escuchaba Sus palabras. Aunque, en apariencia, esto parece normal, una cosa natural, vemos en ello el corazón de Dios: Él valora especialmente la obediencia del hombre hacia Él y aprecia su sinceridad y entendimiento hacia Él. ¿Cuánto aprecia Dios esta sinceridad? Quizás no entendáis cuánto la aprecia, y es posible que no haya nadie que sea consciente de ello. Dios le dio un hijo a Abraham, y cuando este hijo había crecido, le pidió que se lo ofreciese. Abraham siguió Su mandato al pie de la letra, obedeció Su palabra y su sinceridad conmovió a Dios, quien lo valoró. ¿Cuánto lo valoró Dios? ¿Y por qué lo hizo? En un momento en el que nadie comprendía Sus palabras ni entendía Su corazón, Abraham hizo algo que sacudió el cielo e hizo temblar la tierra, le produjo a Dios una sensación de satisfacción sin precedentes, y le proporcionó el gozo de ganar a alguien capaz de obedecer Sus palabras. Esta satisfacción y este gozo procedieron de una criatura hecha por la propia mano de Dios, y fue el primer “sacrificio” que el hombre había presentado a Dios, el más valorado por Él desde que creó al ser humano. Dios había pasado momentos duros esperando este sacrificio, y lo trató como el primer regalo importante del hombre, a quien Él había creado. Le mostró el primer fruto de Sus esfuerzos y el precio que había pagado, y le permitió ver la esperanza en la humanidad. Después, Dios anheló aún más un grupo de personas como esta que le hicieran compañía, que lo trataran con sinceridad, que cuidaran de Él con sinceridad. Incluso esperó que Abraham perdurara, porque deseaba que un corazón así lo acompañase y estuviese con Él mientras continuaba Su gestión. Independientemente de lo que Dios quisiera, tan sólo era un deseo, una idea, porque Abraham era sólo un hombre capaz de obedecerle, y no tenía el más mínimo entendimiento o conocimiento de Él. Era alguien muy alejado de los estándares de los requisitos divinos para el hombre: conocer a Dios, ser capaz de dar testimonio de Él, pensar igual que Él. Y por tanto, no podía andar con Él. Al presentar Abraham a Isaac como ofrenda, Dios vio su sinceridad y su obediencia, y comprobó que había resistido la prueba que Él le había puesto. Aunque aceptó su sinceridad y su obediencia, seguía siendo indigno de convertirse en el confidente de Dios, en alguien que lo conociera, lo entendiera, y estuviera informado de Su carácter; estaba lejos de pensar como Él y de llevar a cabo Su voluntad. Y así, en Su corazón, Dios seguía estando solo e inquieto; y cuanto más lo estaba, más necesitaba continuar con Su gestión lo antes posible, y poder seleccionar y ganar a un grupo de personas para cumplir Su plan de gestión y lograr Su voluntad cuanto antes. Este era el deseo entusiasta de Dios, que ha permanecido inmutable desde el principio hasta hoy. Desde que creó al hombre en el principio, Dios ha anhelado un grupo de vencedores que camine con Él y sea capaz de entender, comprender y conocer Su carácter. Este deseo de Dios nunca ha cambiado. Independientemente de cuánto tenga que esperar aún, de lo duro que sea el camino que tiene por delante, de lo lejos que estén los objetivos que anhela, Dios nunca ha alterado ni abandonado Sus expectativas para el hombre. Ahora que he dicho esto, ¿sabéis algo del deseo de Dios? Quizás lo que habéis descubierto no sea muy profundo, ¡pero llegará progresivamente!

Extracto de “La Palabra manifestada en carne

Palabras diarias de Dios | Fragmento 581 | «Las palabras de Dios al universo entero: Capítulo 19»

El reino se está expandiendo entre la humanidad, se está formando entre la humanidad, se está erigiendo entre la humanidad; no hay fuerza que pueda destruir Mi reino.

Palabras diarias de Dios | Fragmento 581 | «Las palabras de Dios al universo entero: Capítulo 19»

El reino se está expandiendo entre la humanidad, se está formando entre la humanidad, se está erigiendo entre la humanidad; no hay fuerza que pueda destruir Mi reino. De Mi pueblo que está en el reino de hoy, ¿quién de vosotros no es un ser humano entre los seres humanos? ¿Quién de vosotros no se ajusta a la condición humana? Cuando Mi nuevo punto de partida sea anunciado a la multitud, ¿cómo reaccionará la humanidad? Vosotros habéis visto con vuestros propios ojos el estado de la humanidad, ¿de verdad albergáis aún esperanzas de durar para siempre en este mundo? Ahora estoy caminando afuera, en medio de Mi pueblo; Yo vivo entre Mi pueblo. Hoy en día, quienes alberguen un amor genuino hacia Mí, gente así está bendecida; bienaventurados quienes se someten a Mí, con seguridad permanecerán en Mi reino; bienaventurados quienes me conocen, con seguridad ejercerán poder en Mi reino; bienaventurados quienes me buscan, con seguridad escaparán de las ataduras de Satanás y disfrutarán de la bendición en Mí; bienaventurados quienes son capaces de renunciar a sí mismos, con seguridad entrarán en Mi posesión y heredarán la abundancia de Mi reino. Conmemoraré a los que corren por Mi causa, abrazaré con alegría a los que se gasten por Mi causa, daré disfrute a los que me presenten ofrendas. Bendeciré a los que encuentren disfrute en Mis palabras; con seguridad serán los pilares que sostendrán la viga maestra de Mi reino, con seguridad gozarán de abundancia incomparable en Mi casa, y nadie se podrá comparar con ellos. ¿Alguna vez habéis aceptado las bendiciones que os han sido dadas? ¿Alguna vez habéis buscado las promesas que os han sido hechas? Con toda seguridad, bajo la guía de Mi luz, atravesaréis por los dominios de las fuerzas de la oscuridad. Con seguridad, en medio de la oscuridad, no perderéis la luz que os guía. Con seguridad seréis el maestro de toda la creación. Con seguridad seréis un vencedor ante Satanás. Con seguridad, a la caída del reino del gran dragón rojo, os erguiréis en medio de la infinidad de multitudes para ser testigo de Mi victoria. Con seguridad estaréis resueltos y firmes en la tierra de Sinim. A través de los sufrimientos que soportéis, heredaréis la bendición que proviene de Mí, y con seguridad irradiaréis todos los rincones del universo con Mi gloria.

Extracto de “La Palabra manifestada en carne

Palabras diarias de Dios | Fragmento 526 | «Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio»

El hombre vive en medio de la carne, lo que quiere decir que vive en un infierno humano, y sin el juicio y el castigo de Dios, el hombre es tan inmundo como Satanás. ¿Cómo puede el hombre ser santo? Pedro creía que el castigo y el juicio de Dios eran la mejor protección del hombre y la mayor gracia.

Palabras diarias de Dios | Fragmento 526 | «Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio»

El hombre vive en medio de la carne, lo que quiere decir que vive en un infierno humano, y sin el juicio y el castigo de Dios, el hombre es tan inmundo como Satanás. ¿Cómo puede el hombre ser santo? Pedro creía que el castigo y el juicio de Dios eran la mejor protección del hombre y la mayor gracia. Sólo a través del castigo y el juicio de Dios el hombre podía ser despertado, y odiar la carne y odiar a Satanás. La disciplina estricta de Dios libera al hombre de la influencia de Satanás; lo libera de su propio y pequeño mundo, y le permite vivir a la luz de la presencia de Dios. ¡No hay mejor salvación que el castigo y el juicio! Pedro oró, “¡Oh Dios! Siempre que me castigues y me juzgues, sabré que no me has abandonado. Aunque no me des gozo y paz, y me hagas vivir en sufrimiento, y me inflijas castigos sin número, mientras que no me dejes mi corazón estará tranquilo. Hoy, Tu castigo y juicio se han vuelto mi mejor protección y mi mayor bendición. La gracia que me das me protege. La gracia que me otorgas hoy es una manifestación de Tu justo carácter, y es castigo y juicio; más aún, es una prueba y, más que eso, es una vida de sufrimiento”. Pedro pudo hacer a un lado los placeres de la carne y buscar un amor más profundo y una protección mayor debido a que había ganado del castigo y del juicio de Dios gracia en demasía. En su vida, si el hombre quiere ser limpiado y lograr cambios en su carácter, si quiere vivir una vida que tenga sentido y cumplir su deber como criatura, entonces debe aceptar el castigo y el juicio de Dios, y no debe dejar que se aparten de él la disciplina de Dios ni los golpes de Dios, para que se pueda liberar de la manipulación y la influencia de Satanás, y pueda vivir en la luz de Dios. Sabe que el castigo y el juicio de Dios son la luz, y la luz de la salvación del hombre, y que no hay mejor bendición, gracia o protección para el hombre. El hombre vive bajo la influencia de Satanás, y existe en la carne; si no es limpiado y no recibe la protección de Dios, entonces el hombre se hará cada vez más depravado. Si quiere amar a Dios, entonces debe ser limpiado y salvado. Pedro oró, “Dios, cuando me tratas benignamente me deleito y siento consuelo; cuando me castigas, siento mayor consuelo y gozo. Aunque soy débil y soporto un sufrimiento incalculable, aunque hay lágrimas y tristeza, sabes que esta tristeza se debe a mi desobediencia y a mi debilidad. Lloro porque no puedo satisfacer Tus deseos, siento pena y dolor porque soy insuficiente para Tus exigencias, pero estoy dispuesto a alcanzar esta esfera; estoy dispuesto a hacer todo lo que pueda para satisfacerte. Tu castigo me ha traído protección y me ha dado la mejor salvación; Tu juicio eclipsa Tu tolerancia y paciencia. Sin Tu castigo y juicio, no gozaría de Tu misericordia y piedad amorosa. Hoy veo cada vez más que Tu amor ha trascendido los cielos y lo ha superado todo. Tu amor no sólo es misericordia y piedad amorosa; es más que eso, es castigo y juicio. Tu castigo y juicio me han dado tanto. Sin Tu castigo y juicio, ni una sola persona sería limpiada, y ni una sola persona podría experimentar el amor del Creador. Aunque he soportado cientos de pruebas y tribulaciones y me he acercado más a la muerte, tal sufrimiento me ha permitido conocerte realmente y obtener la salvación suprema. Si Tu castigo, juicio y disciplina se apartaran de mí, entonces viviría en la oscuridad, bajo el ámbito de Satanás. ¿Qué beneficios tiene la carne del hombre? Si Tu castigo y juicio me dejaran, sería como si Tu Espíritu me hubiera abandonado, como si ya no estuvieras conmigo. Si eso fuera así, ¿cómo podría seguir viviendo? Si me enfermas y me quitas mi libertad, puedo seguir viviendo, pero si Tu castigo y juicio me dejaran, no tendría manera de seguir viviendo. Si estuviera sin Tu castigo y juicio, habría perdido Tu amor, un amor que es demasiado profundo para que lo exprese con palabras. Sin Tu amor viviría bajo el dominio de Satanás y no podría ver Tu glorioso rostro. ¿Cómo decir que yo podría seguir viviendo? Tal oscuridad, tal vida, no la podría soportar. Tenerte conmigo es como verte, así que, ¿cómo podría dejarte? Te suplico, te imploro que no me quites mi mayor consuelo, incluso si sólo son unas pocas palabras de tranquilidad. He gozado Tu amor y hoy no puedo estar lejos de Ti; ¿cómo decir que no podría amarte? He derramado mis lágrimas de tristeza por Tu amor, pero siempre he sentido que una vida como esta tiene más sentido, que puede enriquecerme más, que puede cambiarme más, y que puede permitirme más alcanzar la verdad que todas las criaturas deben poseer”.

Extracto de “La Palabra manifestada en carne

Palabras diarias de Dios | Fragmento 367 | «Las palabras de Dios al universo entero: Capítulo 15»

El hombre es una criatura sin conocimiento de sí mismo. Sin embargo, aunque sea incapaz de conocerse a sí mismo, conoce a todo el mundo como la palma de su mano, como si todos los demás hubiesen pasado primero su inspección y recibido su aprobación antes de decir o hacer cualquier cosa, y, por ende, como si él hubiese tomado la medida entera de todas las demás personas, incluyendo su estado psicológico.

Palabras diarias de Dios | Fragmento 367 | «Las palabras de Dios al universo entero: Capítulo 15»

El hombre es una criatura sin conocimiento de sí mismo. Sin embargo, aunque sea incapaz de conocerse a sí mismo, conoce a todo el mundo como la palma de su mano, como si todos los demás hubiesen pasado primero su inspección y recibido su aprobación antes de decir o hacer cualquier cosa, y, por ende, como si él hubiese tomado la medida entera de todas las demás personas, incluyendo su estado psicológico. Todos los seres humanos son así. El hombre ha entrado hoy en la Era del Reino, pero su naturaleza se mantiene inmutable. Todavía hace como lo hago Yo frente a Mí, pero a Mis espaldas comienza a dedicarse a su propio y único “negocio”. Sin embargo, una vez que lo ha terminado y regresa ante Mí otra vez, él es como una persona diferente, aparentemente con una calma audaz, con una sosegada expresión en su rostro, su pulso firme. ¿No es esto precisamente lo que hace al hombre tan despreciable? ¿Cuántas personas llevan dos caras completamente diferentes, una ante Mí y otra distinta a Mis espaldas? ¿Cuántos son como corderos recién nacidos en Mi presencia, pero a Mis espaldas se convierten en tigres salvajes, y luego se convierten en pequeñas aves revoloteando alegres por las montañas? ¿Cuántos muestran propósito y resolución ante Mí? ¿Cuántos vienen sedientos y anhelantes ante Mí en busca de Mi palabra, pero a Mis espaldas se vuelven cada vez más hartos de ellas y renuncian a ellas, como si Mi palabra fuese una carga? Tantas veces, viendo a la raza humana corrompida por Mi enemigo, he renunciado a poner Mis esperanzas en la humanidad. Tantas veces, viendo al hombre venir delante de Mí bañado en lágrimas suplicando Mi perdón, pero a cuenta de su falta de respeto hacia sí mismo y su incorregible terquedad, Yo he cerrado Mis ojos con ira a su acción, incluso cuando su corazón es genuino y sus intenciones sinceras. Tantas veces veo que el hombre es capaz de tener fe para cooperar conmigo, y veo cómo, en Mi presencia, parece estar reclinado en Mis brazos, saboreando el calor de Mi abrazo. Tantas veces, al ver la inocencia, la vivacidad y la belleza de Mi pueblo elegido, siempre he sentido un inmenso placer en Mi corazón a causa de estas cosas. Los seres humanos no saben cómo disfrutar de su bendición predestinada en Mis manos, porque no saben lo que últimamente significa la bendición o el sufrimiento. Por esta razón, la humanidad está muy lejos de ser sincera en su búsqueda de Mí. Si no existiera tal cosa como el mañana, ¿quién de vosotros, en Mi presencia, sería tan blanco como la nieve, sin mancha como el jade puro? ¿No es acaso cierto que vuestro amor por Mí no es algo que se intercambie por una deliciosa comida, o por un traje elegante, o por un alto cargo con un atractivo honorario? ¿O será que puede ser cambiado por el amor que otros te profesan? ¿Será seguro que someterse a pruebas no lleve al hombre a abandonar su amor por Mí? ¿Será seguro que el sufrimiento y la tribulación no hagan que él se queje en contra de lo que Yo he dispuesto? Ningún hombre en verdad ha apreciado jamás la espada en Mi boca; sólo conoce su significado superficial sin comprender realmente su profundidad. Si los seres humanos en verdad fuesen capaces de ver el filo de Mi espada, correrían como ratas hacia sus agujeros. Debido a su insensibilidad, los seres humanos no entienden nada sobre el verdadero significado de Mis palabras, y por lo tanto no tienen la menor idea de cuán formidables son Mis palabras, o cuánto de su naturaleza es revelada, y cuánto de su corrupción ha recibido juicio, dentro de esas palabras. Por esta razón, en base a sus medias ideas de Mis palabras, la mayoría de la gente ha asumido una actitud ni fría ni caliente.

Extracto de “La Palabra manifestada en carne