Adoremos a Dios en espíritu y verdad

Dios dijo: “Dios es espíritu, y verdad; y por lo mismo los que le adoran en espíritu y verdad deben adorarle.” (Juan 4:24).

  Adoremos a Dios en espíritu y verdad

Dios dijo: “Dios es espíritu, y verdad; y por lo mismo los que le adoran en espíritu y verdad deben adorarle.” (Juan 4:24).
“El estándar más bajo que Dios exige de las personas es que le puedan abrir sus corazones. Si el hombre le da a Dios su corazón sincero y le dice lo que realmente hay dentro de su corazón, entonces Dios estará dispuesto a obrar en el hombre; Dios no quiere el corazón torcido del hombre sino su corazón puro y honesto. Si el hombre no le dice a Dios lo que de verdad hay en su corazón, entonces Dios no toca el corazón del hombre ni obra dentro de él. Por lo tanto, lo más crucial acerca de la oración es decirle a Dios las palabras de tu auténtico corazón, hablarle a Dios de tus defectos o de tu carácter rebelde y abrirte completamente a Él. Sólo entonces Dios estará interesado en tus oraciones; si no, Él ocultará Su rostro de ti”.

Recomendación: Acercarse a Dios

Cómo orar razonablemente

A veces, al encontrarme con estas adversidades, como las burlas y calumnias de la gente de este mundo, parientes y amigos, y la persecución del PCCh, yo oraba: “¡Señor! Tú conoces mi debilidad. Por favor, compadécete de mi debilidad y llévate este sufrimiento lo antes posible”.

 Devocional de hoy | Cómo orar razonablemente

Un día, casualmente vi una historia interesante en el Semanario del Alumno de mi hijo

Una niña pequeña se equivocó en una pregunta de un examen. Respondió que la capital de Estados Unidos era Nueva York en lugar de Washington. Entonces rezó, y pidió a Dios que moviera la capital desde Washington DC a Nueva York.

Después de leer esta historia, no pude evitar pensar que el absurdo comportamiento de la niña era ridículo. Por haber fallado la pregunta del examen, rezó a Dios para que moviera la capital de Estados Unidos a Nueva York, según su intención. ¿Cómo podría escuchar Dios una oración tan absurda? Al mismo tiempo, me di cuenta de que hay buenas intenciones de Dios en las cosas que nos ocurren cada día. Hoy me encontré con esta historia, y ¿qué lección quiso el Señor que aprendiera? A través de mi contemplación y mi búsqueda, se me ocurrió que, en realidad, muchísimas veces había orando de esa manera y había hecho peticiones a Dios de manera irracional, como aquella niña.

Recordé una vez que estaba enferma. Al principio, pensaba que el Señor estaba probando mi fe y que debería obedecerle y no quejarme. Pero después de un rato, me dolía tanto la barriga que apenas podía soportarlo. Entonces comencé a orar al Señor: “¡Oh, Señor! Tú eres el Dios todopoderoso. Tú puedes hacer que los ciegos vean y que los cojos caminen. Te suplico que me cures mi enfermedad para que la barriga no me duela más”.

A veces, al encontrarme con estas adversidades, como las burlas y calumnias de la gente de este mundo, parientes y amigos, y la persecución del PCCh, yo oraba: “¡Señor! Tú conoces mi debilidad. Por favor, compadécete de mi debilidad y llévate este sufrimiento lo antes posible”.

Además, cuando difundía el evangelio del Señor y me ganaba a mucha gente, inconscientemente me volvía orgulloso. Entonces, oraba: “¡Señor, he creído en Ti durante tantos años y me he ganado a tanta gente, y además he sacrificado muchísimo y he pagado un alto precio! Por favor, recuerda lo que he hecho y déjame entrar en el Reino de los Cielos en el futuro”.

Especialmente en estos días, mi hija mayor va a hacer su examen de entrada a la universidad, pero sus notas académicas no son demasiado buenas. Me preocupé mucho por su inminente examen, y dije al Señor: “Señor, mi hija va a hacer el examen de entrada a la universidad; por favor, ayúdala y dótala de sabiduría e inteligencia. Tú eres el Dios que atiende todas las súplicas. Espero que Tú la bendigas para que pueda entrar en la universidad”.

Sin embargo, cada vez que oraba así, no había alegría ni confirmación en mi corazón. Mi espíritu apenas se conmovía, en vez de eso estaba desanimado. Yo estaba enormemente asombrada: ¿Por qué no tenía ningún gozo espiritual tras haber orando? ¿Dios no escuchaba mi oración? Hasta que un día entré en la web del evangelio, como siempre, y vi unos cuantos pasajes: “[…] y algunos de vosotros ni siquiera sabéis cómo orar; de hecho, la oración es principalmente dar voz a lo que hay en vuestro corazón, tan sencillo como una conversación normal. Sin embargo, algunas personas adoptan la posición errónea cuando oran, e independientemente de que se conforme o no a la voluntad de Dios, le exigen recibir lo que piden. Como resultado, cuanto más oran más insulsos se vuelven. Cuando oras, independientemente de lo que pida, desee y exija tu corazón, o cuando deseas ocuparte de algunos asuntos que no entiendes del todo y le pides a Dios sabiduría, fuerza o esclarecimiento, debes ser razonable en tu forma de hablar. Si no lo eres, y te arrodillas y oras: ‘Dios, dame poder y déjame ver mi naturaleza; te pido que lo hagas. O, te pido que me des esto o aquello, Te pido que me dejes ser de esta forma o de aquella’, esta palabra ‘pedir’ conlleva un elemento de fuerza, y es como ejercer presión sobre Dios para que Él lo haga. Lo que es más, estás predeterminando tus propios asuntos. El Espíritu Santo ve tales oraciones así: como ya lo has predeterminado tú mismo y quieres hacerlo así, ¿cuál será el resultado de este tipo de oración? Deberías buscar y someterte en tus oraciones; por ejemplo, si te sobrevino un problema que no supiste manejar, dices: ‘¡Oh Dios! Este problema ha caído sobre mí, y no sé cómo manejarlo. Estoy dispuesto a satisfacerte en este asunto, estoy dispuesto a buscarte, deseo que Tu voluntad se lleve a cabo, actuar según Tus propósitos, y no según los míos. Sabes que los propósitos del hombre quebrantan Tu voluntad; se resisten a Ti y no se conforman a la verdad. Sólo deseo comportarme conforme a Tus propósitos. Te pido que me esclarezcas y guíes en este tema, para que no Te ofenda…’. Este es el tono de voz adecuado en la oración”.

“Si sólo eres persistente en pedir y pedir, cuando hayas terminado de pedir tan sólo quedará un montón de palabras vacías, porque ya has predeterminado tus propósitos. Cuando te arrodillas para orar, deberías decir algo así: “¡Oh Dios! Tú conoces mis debilidades y mis condiciones. Te pido que me esclarezcas en este asunto y me hagas entender Tu voluntad. Sólo deseo someterme a todas Tus disposiciones y mi corazón desea someterse a Ti…”. Si oras de esta forma, el Espíritu Santo te conmoverá; pero si la dirección de tu oración no es la correcta, se volverá insulsa y seca, y el Espíritu Santo no te conmoverá”.

Después de leer estas palabras me sentí bastante avergonzada. Comparando mis oraciones de cada día con las palabras de Dios, me di cuenta de que, ciertamente, no se correspondían con las intenciones de Dios, y yo hacía demasiadas exigencias a Dios. Eso mostraba que yo, sin ningún elemento de búsqueda de la voluntad de Dios, pedía a Dios y obligaba a Dios a hacer cosas según mis intenciones. Dios no escucharía tales oraciones, ni tampoco actuaría a través de mí. Por tanto, mis oraciones eran opacas y áridas, y no había paz ni alegría en mi corazón. Mientras tanto, me di cuenta de que no me ponía en mi lugar frente a Dios, y que cuando oraba al Señor, no me situaba como un ser vivo. Aún menos trataba a Dios como Dios. Así pues, era muy arrogante e irracional cuando oraba. En aquel momento, no pude evitar pensar que estaba registrado en la Biblia: La madre de los hijos de Zebedeo pidió al Señor Jesús que permitiera a sus dos hijos sentarse, uno a Su derecha y otro a Su izquierda en Su reino. Del mismo modo, yo pedía a Dios que me recordara así, y que en el futuro me dejara entrar en el reino de los cielos; cuando caía enferma, pedía a Dios que curara mi enfermedad; también pedía que Dios dejara a mi hija entrar en la universidad. Mis oraciones no tenían ningún sentido.

También pensé en la oración del Señor Jesús en Getsemaní: “Padre mío, si es posible, pase de mí este vaso; empero no como yo quiero, sino como tú” (Mateo 26:39). Pude ver que cuando el Señor Jesús iba a ser clavado en la cruz para cargar con los pecados de la humanidad, Él también se sintió dolorido y angustiado. Pero rezó muy razonablemente. Él estaba dispuesto a obedecer lo que Dios había acordado, y deseaba actuar de acuerdo con la voluntad de Dios Padre, no con la suya. Y pensé en la oración de Job recogida en la Biblia: “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo tornaré allá. Jehová dió, y Jehová quitó: sea el nombre de Jehová bendito” (Job 1:21). Vi que, enfrentado a tales dificultades, aunque se sentía algo triste, sin embargo Job no hizo peticiones a Dios y se sometió a la soberanía de Dios y a Sus planes. Es más, alabó y glorificó a Dios. En esto pude ver que Job conocía su insignificancia ante Dios, y que tenía una actitud obediente y piadosa, de modo que su oración ante Dios era muy razonable.

Habiendo entendido esto, comprendí también que sólo cuando nos situamos como un ser creado, y tenemos una actitud de búsqueda, obediente y piadosa, podemos orar de manera racional. Entonces rectifiqué mi actitud y recé sinceramente al Señor: “Oh Señor, en el pasado yo no sabía cómo orar. Te hice demasiadas peticiones y ciegamente te pedí que satisficieras mis intenciones. Y fui muy insensato. A partir de ahora, deseo confiarte todas las cosas, especialmente a mi hija. El que apruebe o no su examen de entrada a la universidad está en Tus manos. Sólo deseo ser un ser creado racional y someterme a Tus planes”. Después de orar me sentí muy seguro y en paz. No fue hasta entonces que advertí que sólo cuando oramos racionalmente podemos sentirnos alegres y en paz.

Dios es el Creador, y nosotros somos seres creados. Así que deberíamos tener un corazón reverente cuando vamos a orar en presencia de Dios, y orar razonablemente, situándonos en el lugar de un ser creado. Si nosotros, ante Dios, no tenemos corazones temerosos, sino que causamos problemas de la nada como la niña de la historia, no sólo Dios no escuchará nuestras oraciones, sino que se esconderá de nosotros y nos ignorará. Ahora, ¿sabe usted algo más sobre cómo orar razonablemente?

(Traducido del original en inglés al español por Sara Roncal)

 Recomendación: La oración cristiana

Devocional de hoy : ¿Qué tipo de personas son pobres de espíritu?

el Señor Jesús dijo: “Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:3).

Devocional de hoy : ¿Qué tipo de personas son pobres de espíritu?

Por Mei Juan

En una de mis devociones diarias, leí que el Señor Jesús dijo: “Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:3). Dejé la Biblia y comencé a contemplar esto: “Al Señor le gustan los pobres de espíritu y los bendice, y de ellos es el reino de los cielos. Pero ¿qué tipo de gente son los pobres de espíritu? ¿Son los pobres de espíritu los que parecen por fuera ser humildes, gentiles y amorosos con los demás?” Lo contemplé durante bastante tiempo, pero no encontré la luz, y pensé en ello por la tarde, cuando tuve reunión, donde podía discutir y explorar esta pregunta con mis hermanos y hermanas.

¿Son los pobres de espíritu los que parecen en el exterior ser humildes, gentiles y amorosos con los demás?

En la reunión, planteé mi pregunta, y después de escucharme, el hermano Fang respondió: “No podemos determinar qué tipo de personas son pobres en espíritu basándose en si aparentan hacia fuera ser humildes, gentiles y amorosas con los demás. En cambio, tenemos que ver cómo tratan a Dios y cuál es su actitud hacia la verdad. Esa es la manera correcta de evaluar esta pregunta. Algunas personas aparecen por fuera como humildes, gentiles y amorosas con los demás, pero por dentro son arrogantes y santurrones para sí mismos y no pueden obedecer la verdad. Cuando la obra de Dios no encaja con las nociones de esas personas, no sólo no tienen interés en buscar la verdad, sino que defienden sus propios puntos de vista, y rechazan, se oponen e incluso condenan y se resisten a la obra de Dios por su propia arrogancia. No importa cuán humildes sean esas personas, no son pobres de espíritu. Son como los fariseos de la época, que a menudo interpretaban las Escrituras para la gente común, a menudo estaban deliberadamente en las sinagogas o en las calles recitando largas oraciones, hacían obras caritativas y buenas obras en las calles y externamente parecían ser muy humilde, gentiles y amorosos con los demás. Pero, cuando el Señor Jesús vino a obrar, no buscaron la verdad en absoluto, y en cambio, confiando en sus propias nociones e imaginaciones, afirmaron que el Señor Jesús no era Cristo porque no fue llamado el Mesías. También limitaron la obra de Dios al Antiguo Testamento, y condenaron las palabras y la obra del Señor Jesús como superiores al Antiguo Testamento, negando así la obra y las palabras del Señor Jesús. No sólo eso, los fariseos no reconocieron al Señor Jesús como la aparición de Dios. Afirmaron que el Señor Jesús era sólo una persona ordinaria, diciendo: ‘¿No es este el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María […]?’ (Mateo 13:55), etc. Los fariseos vieron que las palabras del Señor Jesús tenían autoridad y poder, y vieron que el Señor Jesús había realizado señales y maravillas, pero no buscaron humildemente, y en cambio eran especialmente arrogantes, incapaces de obedecer la verdad, y obstinadamente se aferraron a sus propias nociones, dieron falso testimonio, inventaron rumores y condenaron y blasfemaron al Señor Jesús. Finalmente, en connivencia con el gobierno romano, hicieron crucificar en la cruz al misericordioso Señor Jesús, cometiendo así un pecado indescriptible, ¡y fueron castigados por Dios! Esto nos muestra que no importa cómo una persona pueda parecer por fuera, como humilde, gentil y amorosa hacia los demás, pero si no es obediente en realidad hacia Dios y la verdad, no es en absoluto alguien que es pobre en espíritu. En cambio, es alguien hipócrita. Su humildad es falsa, y su amor por los demás es un disfraz. Es totalmente engañoso, de dos caras y tiene la intención de engañar a los demás para ganar su admiración y alta opinión. Esas personas aparecen por fuera como humildes, pacientes y amorosas, pero sus corazones están llenos de engaños, siniestros y viciosos, ¡y su esencia es la de un hipócrita!”

Después de escuchar la comunión del hermano Fang, comprendí que no es correcto determinar qué tipo de personas son pobres en espíritu basándose sólo en su apariencia exterior siendo humildes y gentiles, y que lo más importante es cómo tratan a Dios y cuál es su actitud hacia la verdad. Los fariseos, que parecían ser humildes y gentiles, e hicieron algunas buenas obras, pero que, cuando el Señor Jesús vino a realizar Su obra, no sólo no buscó humildemente, sino que también se apegó a sus propias nociones e imaginaciones, se resistieron y condenaron salvajemente al Señor Jesús, y clavaron al Señor Jesús en la cruz. ¿Cómo podrían llamarse personas pobres de espíritu? ¡Eran claramente arrogantes, vanidosos y enemigos de Dios!

Cómo es una persona pobre de espíritu, y cómo sus expresiones

Entonces, el hermano Fang continuó: “Algunas personas tienen caracteres arrogantes, pero son capaces de obedecer la verdad, y cuando la obra de Dios no se ajusta a sus nociones, son capaces de hacerse a un lado, buscar humildemente, aceptar y obedecer la verdad tan pronto como la entienden. Esas personas son verdaderamente pobres en espíritu, y también son humildes. Como se registra en la Biblia sobre Natanael, cuando Felipe trató de darle testimonio del Señor Jesús, confiando en sus propias nociones e imaginaciones, dijo Natanael: ‘¿Puede algo bueno salir de Nazaret?’ Pero cuando el Señor Jesús, refiriéndose a él, dijo: ‘He aquí un verdadero israelita en quien no hay engaño’. Nataniel le preguntó a Jesús: ‘¿Cómo es que me conoces?’ Jesús respondió: ‘Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi’. Nataniel dijo: ‘Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel’ (Ver Juan 1:45-49). Podemos ver que, aunque Nataniel tenía nociones del Señor Jesús al principio, porque creía que el Mesías no debería haber nacido en Nazaret, no se aferraba a sí mismo, sino que humildemente buscó y escuchó atentamente las palabras del Señor Jesús. Cuando oyó al Señor Jesús decir que vio a Natanael orando bajo la higuera, sintió que el Señor era omnipotente y omnisciente, que el Señor Jesús podía examinar su corazón y su alma, y que el Señor Jesús era diferente de la gente común, por lo que Nataniel hizo a un lado su propia noción, reconoció que el Señor Jesús era el Mesías profetizado, aceptó al Señor Jesús y recibió la salvación del Señor”.

El hermano Zhan asintió con la cabeza y dijo: “Sí, personas como Nataniel, que trataron a Dios y Su obra con la actitud de buscar humildemente, y que fue capaz de aceptar y obedecer las palabras del Señor Jesús, ¡son personas que son pobres en espíritu! También se me recordó la historia del etíope eunuco aceptando el evangelio del Señor Jesús. En la Biblia dice: ‘El eunuco respondió a Felipe y dijo: Te ruego que me digas, ¿de quién dice esto el profeta? ¿De sí mismo, o de algún otro? Entonces Felipe abrió su boca, y comenzando desde esta Escritura, le anunció el evangelio de Jesús. Yendo por el camino, llegaron a un lugar donde había agua; y el eunuco dijo: Mira, agua. ¿Qué impide que yo sea bautizado? Y Felipe dijo: Si crees con todo tu corazón, puedes. Respondió él y dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios’ (Hechos 8:34-37). Aunque el etíope eunuco tenía poder y estatus, no se vio afectado en absoluto por estas cosas. Cuando regresaba a casa después de haber ido a Jerusalén para adorar, conoció a Felipe, y no pensó que su posición o conocimiento de las Escrituras lo hiciera superior, ni era arrogante ni engreído. En cambio, buscó modestamente con una actitud humilde, y después de escuchar a Felipe predicar la historia del Señor Jesús, creyó que el Señor Jesús era el Cristo, y aceptó felizmente a Jesús como su Salvador. ¡La gente como esta son las que son pobres de espíritu!”

Estuve muy de acuerdo con la comunión del hermano Fang y el hermano Zhan, y dije: “Entonces, esos pobres de espíritu no son personas obstinadas. Son capaces de abordar las cosas que se originan en Dios con una actitud de búsqueda humilde sin importar si encaja con sus nociones, y una vez que entienden la verdad son capaces de hacer a un lado sus propias nociones y aceptar y obedecer la obra de Dios. Esas personas son puras y honestas, y tienen corazones que anhelan la verdad. Dios ama a la gente así. ¡Gracias al Señor! Finalmente entiendo ahora que los pobres de espíritu no son aquellos que son por apariencia humildes y gentiles, pero lo más importante son aquellos con corazones que temen a Dios, que humildemente buscan en todas las cosas, que obedecen la verdad y no delimitan arbitrariamente la obra de Dios”.

La hermana Yang continuó diciendo: “Sí, los pobres de espíritu tienen corazones que temen a Dios, y no importa si la obra de Dios encaja con sus nociones humanas, son capaces de soltarse a sí mismos y buscar humildemente. Esto es realmente ser pobre de espíritu, y sólo personas como ésta están calificadas para entrar en el reino de los cielos. Aquellos que son humildes en apariencia, pero arrogantes e inaceptables de la verdad en esencia, una vez que la obra de Dios no se ajusta a sus nociones, comienzan a juzgar, resistir y condenar, no son capaces de buscar e investigar humildemente en absoluto, en última instancia son odiados y detestados por Dios. Esas personas no tienen parte ni participan en absoluto en el reino de los cielos”.

Después de escuchar la comunión de mis hermanos y hermanas, de repente recordé algo dicho por Jehová en la Biblia: “[…] pues que el hombre mira lo que está delante de sus ojos, mas Jehová mira el corazón” (1 Samuel 16:7),* así que continué, diciendo: “Cuando miramos a la gente, sólo vemos su apariencia exterior, pero Dios ve el corazón de las personas, su esencia. En el pasado, me faltaba discernimiento, y cuando vi que alguien parecía ser bueno, ser gentil y amable, pensé que eran humildes, pero pensando en ello ahora, ¡veo que la idea es absurda!”

El hermano Fang dijo: “¡Amén! Es gracias a la iluminación y la guía del Señor que hemos adquirido este entendimiento hoy. Ahora, si miramos la declaración del Señor Jesús: ‘Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos’ (Mateo 5:3), entendemos aún más claramente. Ya estamos en el final de los últimos días, que es el momento crucial para recibir el regreso del Señor. Ahora es aún más importante que seamos capaces de ser pobres en espíritu, buscar humildemente en todas las cosas y aceptar y obedecer la verdad, para que podamos agradar al Señor y recibir el regreso del Señor. Recuerden que el Señor Jesús dijo: ‘Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis soportar. Pero cuando Él, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y os hará saber lo que habrá de venir’ (Juan 16:12-13). Y en Apocalipsis 3:20, profetizó: ‘He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo’. En Apocalipsis 2:7, también profetizó: ‘El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias’. De estos versículos de las Escrituras podemos ver que cuando el Señor regrese en los últimos días, hablará más, y nos dirá todas las verdades y misterios. Cuando escuchamos que una iglesia en particular testifica que el Señor ha regresado y está hablando, o cuando una persona testifica que el Señor ha regresado, debemos dejar de lado nuestras propias nociones y tratar humildemente de ver si estas palabras llenan nuestras necesidades espirituales, resuelven nuestros problemas prácticos y señalan un camino de práctica. Cuando determinamos que esta es la voz de Dios y una expresión de la verdad, debemos aceptar la verdad y obedecer la obra de Dios. De esta manera, podemos estar seguros de recibir el regreso del Señor. De lo contrario, sin una actitud de búsqueda humilde, si rechazamos y nos negamos a buscar o investigar algo que no esté de acuerdo con nuestras nociones, corremos el riesgo de caminar el camino de los fariseos de resistir a Dios, ¡y perderemos nuestra oportunidad de recibir el regreso del Señor, que sería algo muy trágico!”

Dije con aprobación: “¡Amén! Mientras seamos personas pobres en espíritu, que puedan buscar humildemente la verdad, y puedan aceptar y obedecer en el momento en que determinemos que lo que escuchamos es la voz de Dios y la expresión de la verdad, ¡entonces seremos verdaderamente sabios! ¡Espero ser alguien que pueda buscar humildemente, escuchar la voz de Dios y dar la bienvenida a la aparición del Señor!”

“¡Gracias a Dios!”

“La comunión de hoy es maravillosa! ¡Realmente proviene de la iluminación y la guía del Espíritu Santo!”

Unas citas bíblicas son tomadas de LA BIBLIA DE LAS AMERICAS® (LBLA) Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation usado con permiso. www.LBLA.com.

¿Qué es un devocional? ¿Cómo hacer un devocional de manera correcta?

las palabras de Pedro: “La devoción espiritual significa que hay que leer la Biblia, orar, cantar y alabar a Dios todos los días.

¿Qué es un devocional? ¿Cómo hacer un devocional de manera correcta?

Por la mañana, un tímido rayo de luz del sol entró por la ventana alcanzando el cuerpo de Luisa, ¿parece estuvo pensado en algo? ¿Qué se estuvo preocupando?

De hecho, la protagonista está reflexionando sobre las palabras de Pedro: “La devoción espiritual significa que hay que leer la Biblia, orar, cantar y alabar a Dios todos los días. Orar por las familias, los siervos de Dios y los hermanos y hermanas débiles. Mientras haces tales devociones espirituales todos los días, la relación entre el Señor y tú se convertirá más normal, podrás ser aprobado por Dios”. Luisa se sentía muy confundida: “He estado insistiendo en hacer las devociones espirituales según lo que decía el pastor, pero ¿por qué no puedo lograr un buen efecto? ¿Acaso tales devociones no se conforman con la voluntad de Dios?” ¿Si tienes las mismas confusiones que él? Leamos el artículo “¿Qué es un devocional? ¿Cómo hacer correctamente un devocional?”,

Leer más: Cómo hacer un devocional para establecer una relación con Dios

¿Es normal tu relación con Dios? ¿Tienes una vida espiritual normal? Puede hacer clic en medios de contacto abajo para discutir y comunicarse con nosotros.

¿Cómo hacer devoción espiritual para acercarse más a Dios?

Las palabras de Dios dice: «Cuanto más vivas una vida espiritual, más ocupado estará tu corazón por las palabras de Dios, siempre preocupado por estos asuntos y siempre llevando esta carga.

Las palabras de Dios dice: «Cuanto más vivas una vida espiritual, más ocupado estará tu corazón por las palabras de Dios, siempre preocupado por estos asuntos y siempre llevando esta carga. Después de eso, puedes revelar tu verdad más interna a Dios a través de tu vida espiritual, decirle lo que quieres hacer, lo que has estado pensando, tu entendimiento de la palabra de Dios y tus propios puntos de vista acerca de ella.

¡No escondas nada; ni siquiera un poco! Practica el comunicarle las palabras de tu corazón a Dios, decirle la verdad, y no dudar en expresar lo que hay en tu corazón. Cuanto más hagas esto, más sentirás el encanto de Dios, y tu corazón se verá cada vez más atraído hacia Dios. Cuando esto acontezca, sentirás que Dios es más querido para ti que cualquier otra persona. Pase lo que pase, nunca te apartarás de Su lado. Si practicas esta clase de devocional espiritual a diario y no lo sacas de tu mente, sino que lo tratas como tu llamamiento en la vida, la palabra de Dios ocupará tu corazón. Esto es lo que significa ser tocado por el Espíritu Santo. Será como si Dios hubiera poseído siempre tu corazón, como si siempre hubiera habido amor en tu corazón. Nadie puede quitarte esto. Cuando esto ocurra, Dios vivirá realmente en ti, y tendrá un lugar en tu corazón».

De las palabras de Dios podemos ver que la verdadera vida de la devoción espiritual se manifiesta a través de calmar nuestro corazón ante Dios para leer y meditar Sus palabras de con sinceridad, diciéndole nuestro verdadero estado y contándole sin reservas nuestra deficiencia. Con que a menudo tengamos tal vida de la devoción espiritual, podremos entender más y más la voluntad de Dios y Sus requisitos hacia nosotros, y desde luego, conocemos más y más a Dios, tendremos la sensación inexpresable de que Dios es demasiado amoroso, y de modo que nuestros corazones se presentarán con frecuencia ante Él, ¡y nuestra relación con Dios sea cada vez más cercana! 

Aprender más: Cómo hacer un devocional

Reflexión de la vida | ¿Adoras a Dios en Espíritu y en verdad?

El Señor dijo: “Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que le adoren. Dios es espíritu, y los que le adoran deben adorarle en espíritu y en verdad” (Juan 4:23-24).

Reflexión de la vida |¿Adoras a Dios en Espíritu y en verdad?

Por Xianxin

El Señor dijo: “Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que le adoren. Dios es espíritu, y los que le adoran deben adorarle en espíritu y en verdad” (Juan 4:23-24). El Señor requiere que adoremos a Dios en espíritu y en verdad, porque sólo de esa manera podemos ganar Su aprobación. Pero, ¿qué implica exactamente adorar a Dios en espíritu y en verdad? Algunos hermanos y hermanas creen que orar diligentemente y leer la Biblia todos los días es adorar a Dios, y algunas personas creen que asistir a las reuniones a tiempo e ir a la Iglesia cada semana es adorar a Dios, todavía hay otros que creen que trabajar duro, sacrificarse y dedicándose al Señor es adorar a Dios, y así sucesivamente. Hay muchas maneras de practicar la adoración a Dios, pero ¿lo estamos adorando en espíritu y en verdad? ¿Aprecia Dios este tipo de práctica? Vamos a compartir esto juntos.

1. ¿Estamos practicando la verdad, o aferrándonos a reglas y rituales?

Desde el momento en que comenzamos a creer en el Señor, aunque podamos orar, leer la Biblia y cantar himnos todos los días, e ir a la iglesia, alabar al Señor y escuchar sermones cada semana, ¿adorar a Dios en espíritu y en verdad implica sólo estas prácticas externas? Podemos recordar que cuando la mujer samaritana le preguntó al Señor Jesús dónde debía adorar a Dios, y el Señor Jesús respondió: “[…] la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. […] cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que le adoren. Dios es espíritu, y los que le adoran deben adorarle en espíritu y en verdad” (Juan 4:21, 23-24). El Señor Jesús claramente le dijo a la gente la voluntad y los requisitos de Dios: No importa dónde uno adore a Dios, ni debe seguir ninguna regla o ceremonia, sino más bien uno debe adorar a Dios en espíritu y en verdad. Este es también nuestro principio de práctica para adorar a Dios. Pero la mayoría de las veces sólo centramos nuestro esfuerzo en nuestras prácticas externas; tenemos cuidado de orar un poco más y decir un poco más; leemos versículos en la Biblia una y otra vez, tratando de memorizarlos; asistimos a la iglesia todo el tiempo, haya viento o lluvia, esté caliente o frío; organizamos todo tipo de actividades u organizamos diversos espectáculos para alabar al Señor, y siempre participamos con una actitud positiva; y así sucesivamente. Desde el exterior, parece que estamos realizando mucho esfuerzo y estamos pagando un alto precio para alabar al Señor, y que sufrimos mucho, pero ¿cuántas veces hablamos lo que hay en nuestro corazón cuando oramos a Dios? ¿Cuántas veces durante el tiempo en que leemos la Biblia, cantamos himnos o asistimos a la Iglesia y escuchamos sermones, hacemos esfuerzos para estar cerca de Dios y meditar las palabras del Señor? ¿Cuántas veces, al adorar a Dios, buscamos la voluntad del Señor y comprendemos las palabras del Señor? Algunos hermanos y hermanas han practicado de esta manera durante muchos años, sin embargo, todavía no entienden la verdad, no tienen conocimiento del Señor, y cuando las cosas les suceden, todavía pecan con frecuencia y viven dentro de la esclavitud y las limitaciones del pecado. En esto nos enfrentamos a un problema serio, que es que la mayor parte del tiempo que pasamos orando, leyendo la Biblia, yendo a la Iglesia y escuchando sermones, simplemente estamos pasando yendo con la corriente. En realidad, no estamos adorando a Dios en espíritu y en verdad, ni estamos practicando la verdad para satisfacer a Dios. No importa lo bien que podamos mantener estas prácticas externas, Dios no lo aprueba.

Entonces, ¿cómo podemos adorar a Dios en espíritu y en verdad al orar o leer la Biblia? Leamos un pasaje de las palabras de Dios juntos. Las palabras de Dios dicen: “Una vida espiritual normal es vivir una vida ante Dios. Cuando uno ora, puede acallar su corazón ante Él y, a través de la oración, puede buscar el esclarecimiento del Espíritu Santo, entender las palabras de Dios, y entender la voluntad de Dios. Al comer y beber las palabras de Dios, se puede ser más claro y más lúcido respecto a lo que Dios quiere hacer ahora mismo, tener una nueva senda de práctica y no ser conservador de manera que toda la práctica de uno tenga el propósito de lograr el progreso en la vida. Por ejemplo, la oración de uno no tiene como propósito pronunciar algunas palabras bonitas o llorar a gritos delante de Dios para expresar la deuda propia, sino, más bien, practicar ejercitando el espíritu propio, acallar el propio corazón delante de Dios, practicar la búsqueda de la guía de las palabras de Dios en todas las cosas, hacer del corazón propio un corazón que sea atraído hacia la nueva luz cada día; no ser pasivo ni perezoso y entrar en la senda correcta de practicar las palabras de Dios” (‘Respecto a una vida espiritual normal’ en “La Palabra manifestada en carne”).

Las palabras de Dios nos muestran el camino de la práctica. Cuando oramos, debemos prestar mucha atención para hablar a Dios desde el corazón, para hablar honestamente y para confiar en Dios nuestras dificultades prácticas y nuestro estado real. Y, cuando leemos la Biblia, cantamos himnos, vamos a la iglesia o escuchamos sermones, nuestros corazones siempre deben centrarse en buscar la verdad, buscar la guía y la iluminación del Espíritu Santo, contemplando las palabras de Dios, para que podamos entender la voluntad de Dios a través de Sus palabras, conocer a Dios y tener un camino de práctica y entrada. Sólo esto es adorar a Dios en espíritu y en verdad. Si practicamos a menudo de esta manera, experimentaremos un crecimiento continuo en la vida.

2. ¿Nos dedicamos a Dios por el bien de amarlo y satisfacerlo?

Después de creer en el Señor, muchos hermanos y hermanas renuncian y gastan para el Señor y llevan a cabo sus tareas en medio de grandes adversidades. Algunos hacen donaciones frecuentes, algunos están ocupados con la difusión del Evangelio, otros dan sermones dondequiera que van, y algunos incluso abandonan sus matrimonios y sirven al Señor por el resto de sus vidas… Muchos hermanos y hermanas creen que esto es adorar a Dios en espíritu y en verdad. Pero, ¿alguna vez hemos considerado si pagamos este precio para amar y satisfacer al Señor? Si lo pensamos detenidamente, aunque trabajemos y prediquemos el Evangelio para el Señor, a veces todavía nos mostramos y testificamos a nosotros mismos a través de compartir la Biblia para ganar la estima y el apoyo de los demás, y para establecer nuestra propia posición e imagen. Aunque algunos hermanos y hermanas abandonan, gastan, se dedican y trabajan, poseen muchas impurezas, y hacen estas cosas por el bien de obtener recompensas y coronas, y para que puedan disfrutar de las bendiciones del reino celestial… Entonces podemos ver que pagamos un precio y no nos dedicamos con un corazón sincero por consideración a la carga de Dios y para satisfacer la voluntad de Dios, sino que trabajamos, predicamos el Evangelio, entregamos las cosas y nos dedicamos para satisfacer nuestros propios deseos egoístas, y luchamos por nuestro propio futuro y posiciones. Esto no es adorar a Dios en espíritu y en verdad. Pagar un precio y depender de esta manera es negociar con Dios, y no puede ganar la aprobación del Señor. El Señor Jesús dijo: “Muchos me dirán en aquel día: «Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?». Y entonces les declararé: «Jamás os conocí; apartaos de mí, los que practicáis la iniquidad»” (Mateo 7:22-23). El Señor condenó a las personas que predicaban y trabajaban para Él como personas que trabajaban en la iniquidad. Esto se debió a que no adoraban a Dios en espíritu y en verdad, ni se ofrecían sinceramente por Dios. En cambio, deseaban trabajar por el Señor a cambio de recompensas y bendiciones. Lucharon y trabajaron por el bien de sus propios destinos finales, y por la fama, la fortuna y el estatus. En última instancia, no sólo no ganaron la aprobación del Señor por el precio que pagaron, sino que, por el contrario, fueron condenados por el Señor. Tomemos como ejemplo a los fariseos de la época. Durante generaciones, leyeron la Escritura y asistieron al templo con todos los climas para adorar a Jehová Dios. Viajaron por tierra y mar para difundir el evangelio de Jehová, se entregaban al renunciar a sus familias y negocios, y sufrieron mucho. Pero nada de lo que hicieron se hizo por amor a Dios o satisfacer a Dios, sino que se hizo por el bien de sus propias posiciones y medios de vida. Cuando el Señor Jesús vino a realizar Su obra, sabían perfectamente que las obras y las palabras del Señor Jesús poseían autoridad y poder, y que todo provenía de Dios, pero que no buscaban ni investigaban en absoluto. En cambio, definieron al Señor de acuerdo con sus propias nociones e imaginaciones, creyendo que un hombre que no era llamado Mesías no podía ser Dios. En particular, cuando vieron el creciente número de personas comunes que seguían al Señor Jesús, tuvieron miedo de que ya nadie los siguiera, y de que sus posiciones y medios de vida fueran insostenibles. Y así, aprovechaban todas las oportunidades para atacarlo, juzgarlo, condenarlo y blasfemarlo, hasta que finalmente crucificaron al Señor Jesús. A partir de esto, podemos ver que los fariseos no adoraron a Dios en espíritu y en verdad. Parecían piadosos por fuera, pero su esencia era hipócrita y engañosa, y por lo tanto el Señor Jesús les reprendió, diciendo: “Pero, ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! […]” (Mateo 23:13).

El Señor Jesús dijo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” (Mateo 22:37). Dios requiere que persigamos el amor de Él, y que cuando gastamos para Dios y nos ocupamos trabajando por Dios, se debe hacer sobre el fundamento de amar a Dios y satisfacer a Dios. Debemos ser sinceramente considerados de la carga de Dios y satisfacer Su voluntad, libres de cualquier impureza o negociación personal, y no hacer estas cosas para obtener bendiciones o coronas, sólo esto es adorar al Señor en espíritu y en verdad. Tomemos a Pedro, por ejemplo. Después de que el Señor Jesús resucitó, le preguntó a Pedro tres veces: “[…] Simón, hijo de Juan, ¿me amas? […] Pastorea mis ovejas” (Juan 21:16). De Su pregunta, Pedro comprendió los requisitos del Señor y la tarea que el Señor le había confiado: perseguir convertirse en alguien que amaba y satisfacía a Dios, hacer todo lo que estuviera en su poder para alimentar a las ovejas de Dios y completar la comisión de Dios. Pedro grabó la tarea que el Señor le había confiado en su corazón, y en su obra posterior, buscó aún más amar y satisfacer a Dios con todo su corazón y alma. Difundió el evangelio del Señor en todas las direcciones, y testificó las palabras y la voluntad del Señor a más personas. En su obra, exaltó y testificó al Señor en todos los sentidos, y dirigió a sus hermanos y hermanas utilizando la verdad que entendía, los llevó a todos ante el Señor y les enseñó a respetar al Señor por encima de todo. Además, cuando Pedro encontró persecución y adversidad, pudo jurar lealtad al Señor hasta la muerte, de modo que, al final, sacrificó todo lo que tenía, incluso su vida, por el Señor. Fue crucificado colgado boca abajo, dando así testimonio de su amor extremo por Dios y su voluntad de obedecer hasta la muerte. Pedro adoraba a Dios en espíritu y en verdad, se dedicó con un corazón que amaba a Dios y, al final, se convirtió en alguien que deleitaba al Señor, y a quien el Señor alabó.

De la comunión anterior, podemos ver que, si queremos adorar a Dios en espíritu y en verdad, debemos usar nuestro corazón para acercarnos a Dios, procurar entender la voluntad y los requisitos de Dios de Sus palabras, practicar las palabras de Dios en nuestra vida diaria y no aferrarnos a rituales y reglas. Al mismo tiempo, debemos ser capaces de abandonar sinceramente y dedicarnos a Dios sin pedir nada a cambio ni establecer ninguna condición, sino que debemos amar y satisfacer al Señor con todo nuestro corazón y alma. De esta manera, podemos adorar a Dios en espíritu y en verdad. Sólo practicando de esta manera podemos entender la verdad y lograr el crecimiento en nuestras vidas, y sólo entonces ganaremos la aprobación de Dios a través de la dedicación.

Traducido del original en inglés al español por Xinia Arias Quirós

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¿Qué es un devocional? ¿Cómo hacer correctamente un devocional?

“Una vida espiritual normal no se limita a la oración, a los cánticos, a la vida de la iglesia, a comer y beber las palabras de Dios, y otras prácticas semejantes, sino que significa vivir una vida espiritual fresca y llena de vida. No se trata del método, sino del resultado……

¿Qué es un devocional? ¿Cómo hacer correctamente un devocional?

Creía que la devoción espiritual consistía en leer la Biblia, orar y cantar himnos con perseverancia

Recuerdo la primera vez que fui a la iglesia, escuché un sermón del pastor y luego conocí un poco la salvación del Señor Jesús y expresé mi deseo de creer en el Señor al instante. Cuando me marchaba, el pastor me recordó que “para vivir como los cristianos hay que practicar la devoción espiritual”. Le pregunté: “¿Qué es la devoción espiritual? ¿Cómo la practicamos?”. Entonces el pastor me dijo: “La devoción espiritual consiste en leer la Biblia, orar y cantar himnos de alabanza cada día. Al orar debemos hacerlo por nuestras familias, por los hermanos y hermanas débiles de nuestra iglesia y por los siervos de Dios. También debemos perseverar para leer la Biblia y cantar himnos cada día y tenemos que seguir haciéndolo ininterrumpidamente. Siempre y cuando practiques diligentemente la devoción espiritual a diario, tu espiritualidad continuará evolucionando, te acercarás cada vez más al Señor y entonces Dios se regocijará”.

Así, empecé a practicar como el pastor me había dicho. Cada mañana me levantaba de la cama a las 5 en punto para comenzar mi devoción espiritual. Primero leía dos capítulos de la Biblia, luego cantaba himnos y después oraba como me había indicado el pastor. Mantuve esta rutina en todas las estaciones y persistí en mis oraciones aunque a veces se me durmieran las piernas de estar tanto tiempo de rodillas. Pasaron varios años y creía que podría recibir un mayor esclarecimiento con la práctica de mi devoción espiritual, que entendería cada vez mejor las palabras del Señor y que tendría una creciente intimidad con Él. Pero en realidad, pese a ser capaz de recitar algunos versículos clásicos de la Biblia y de recordar algunas palabras que empleaba con frecuencia en oración, seguía sin entender en absoluto las palabras del Señor, Su voluntad o Sus exigencias. Llegó un punto en que incluso daba cabezadas o me adormilaba durante la devoción espiritual y no sentía la presencia del Señor en lo más mínimo.Pregunté a numerosos predicadores, así como a muchos hermanos y hermanas, cómo había que practicar la devoción espiritual para acercarse al Señor, pero la manera en que ellos la practicaban era más o menos como la mía. También ellos madrugaban para orar, leían la Biblia y cantaban himnos de alabanza al Señor sin lograr tampoco ningún resultado evidente. Algunos hasta se dormían mientras oraban. Esto me produjo una enorme consternación: si llevaba algunos años practicando mi devoción espiritual tal como el pastor me había dicho, ¿por qué no había obtenido ningún resultado positivo? ¿Acaso el Señor no consideraba loable esta forma de practicar la devoción espiritual? ¿Cuál era exactamente la voluntad del Señor?

¿En qué consiste la auténtica devoción espiritual?

Un día visité a la hermana Song en su casa para estudiar la Biblia. Cuando le pregunté cómo había que practicar la devoción espiritual para poder recibir el elogio del Señor, la hermana Song sacó un libro titulado El Rollo Abierto por el Cordero y leyó un pasaje del mismo: “Una vida espiritual normal no se limita a la oración, a los cánticos, a la vida de la iglesia, a comer y beber las palabras de Dios, y otras prácticas semejantes, sino que significa vivir una vida espiritual fresca y llena de vida. No se trata del método, sino del resultado. La mayoría de las personas piensan que, para tener una vida espiritual normal, uno tiene que orar, cantar, comer y beber las palabras de Dios, o intentar descifrarlas. Independientemente de que haya algún resultado, o un verdadero entendimiento, estas personas sólo se centran en pasar por los movimientos del exterior y no se enfocan en el resultado: son personas que viven dentro de los rituales de la religión, que no viven en el seno de la iglesia y, menos aún, son personas del reino. Las oraciones, los cantos y el comer y el beber las palabras de Dios por parte de este tipo de personas, todo ello cumple con las normas; están obligadas a hacerlo y lo hacen según las corrientes; no actúan de buen grado ni desde el corazón. Por mucho que estas personas oren o canten, no habrá resultado alguno, porque toda su práctica consiste en normas religiosas y rituales, y no practican la palabra de Dios. Al centrarse tan sólo en el método, y tomar las palabras de Dios como normas que observar, este tipo de persona no ponga en práctica la palabra de Dios, y que se limite a satisfacer la carne y a hacer cosas para presumir delante de los demás. Esta clase de ritual religioso y de normas proceden del hombre, no de Dios. Él no cumple normas ni se atiene a ley alguna; Él hace cosas nuevas cada día y realiza obra práctica. […] Si las personas viven con normas, con el corazón vertido en la práctica, entonces el Espíritu Santo no tiene forma de obrar, porque el corazón de las personas está ocupado por ellas y por los conceptos humanos; por tanto, Dios no tiene manera de obrar; las personas vivirán siempre bajo el control de la ley, y este tipo de persona no será nunca capaz de recibir el elogio de Dios” (“Respecto a una vida espiritual normal”).

El pasaje que leyó la hermana me conmovió el corazón. Anteriormente había estudiado Teología, había leído un gran número de libros espirituales, tanto antiguos como modernos, chinos y extranjeros, y había escuchado muchas grabaciones de sermones de predicadores famosos, pero jamás había visto ni oído una explicación tan meridianamente clara de en qué consistía la auténtica devoción espiritual y de los resultados que se consiguen al practicarla. Además, aquel pasaje exponía en qué situación había estado nuestra devoción espiritual desde un principio: ¡no cabía duda de que en ella había normas y errores!

Posteriormente, gracias a las enseñanzas de la hermana, llegué a comprender que la devoción espiritual no implica perseverar en la lectura de la Biblia, en cantar himnos y orar a diario, pues con la auténtica devoción espiritual da igual cómo sean las prácticas externas, lo bien que se observe el rito religioso o cuánto tiempo se practique al día. Lo importante, por el contrario, es el resultado: es decir, depende de si la devoción espiritual puede o no capacitarnos para recibir más esclarecimiento e iluminación del Espíritu Santo, de si puede o no capacitarnos para comprender mejor la voluntad de Dios y de si puede o no capacitarnos para que nos acerquemos más a Él. Por ejemplo, no cantamos himnos por puro formalismo, sino para entrenar el sosiego del corazón ante Dios. Al cantar himnos podemos recibir el esclarecimiento y la orientación del Espíritu Santo, con los cuales entendemos la voluntad de Dios. La oración no es sólo recitar las mismas palabras de siempre una y otra vez, día tras día, año tras año, ni creer que cuanto más tiempo oremos y más cosas digamos en oración más acorde es esta con la voluntad de Dios. La oración consiste más bien en abrir el corazón y confiarle a Dios todo lo que hay en él y todas nuestras dificultades prácticas. La oración supone presentarse ante Dios y buscar Su voluntad y el sendero de práctica. No leemos las palabras del Señor con la sola finalidad de entender su sentido literal y dotarnos de conocimientos y doctrinas espirituales para luego predicárselos a otros o para resolver los problemas de nuestros hermanos y hermanas. Por el contrario, leemos las palabras del Señor con el fin de meditarlas, comprender la voluntad y las exigencias del Señor hacia nosotros, practicar mejor Sus palabras y hacerlo de acuerdo con Su voluntad.

Nunca había buscado resultados en mi devoción espiritual, sino que la había practicado a diario como si solamente estuviera llevando a cabo una tarea. Cuando cantaba himnos, cantaba por cantar; cuando oraba, siempre repetía la misma secuencia, las mismas palabras muchas veces; cuando leía la Biblia, únicamente entendía algo del sentido literal de las palabras y me dotaba de un poco de teoría espiritual. Sencillamente, nunca reflexioné sobre por qué el Señor había dicho lo que había dicho, sobre cuáles eran Su voluntad y Sus exigencias subyacentes a las cosas que había dicho, sobre qué verdades entendía yo en Sus palabras, etc. Comparándome con el pasaje que había leído la hermana Song, al final comprobé que mi devoción espiritual no consistía sino en seguir unas normas y llevar a cabo un rito religioso; no era una auténtica devoción espiritual y, francamente, eso no podía granjearme el elogio de Dios. Medité con ahínco aquel pasaje y advertí que no sólo exponía la causa principal de por qué no logramos nada con nuestra devoción espiritual, sino que también nos mostraba el sendero de práctica. ¡Aquel pasaje fue verdaderamente de gran utilidad y provecho para mí! Quería leer más, por lo que le pedí prestado el libro a la hermana Song.

Cómo conseguir una auténtica devoción espiritual

Al llegar a casa leí varios pasajes seguidos. Uno de ellos decía: “Las personas creen en Dios, lo aman, y lo satisfacen cuando tocan el Espíritu de Dios con su corazón y, de ese modo, logran la satisfacción de Dios. Cuando contactan con corazón con las palabras de Dios, Su espíritu las conmueve. Si se quiere alcanzar una vida espiritual normal y establecer una relación normal con Dios, primero hay que entregarle el corazón a Dios y tranquilizar el corazón ante Él. Sólo después que se haya derramado el corazón ante Dios se puede, poco a poco, tener una vida espiritual normal. […] Si tu corazón se puede derramar en Dios, y mantenerse tranquilo delante de Él, tendrás la oportunidad, las cualificaciones, para que el Espíritu Santo te use, para recibir Su esclarecimiento e iluminación, y tendrás aún más la oportunidad de que el Espíritu Santo compense tus deficiencias. Cuando das tu corazón a Dios, puedes entrar de forma más profunda en el lado positivo, y estar en un plano más elevado de entendimiento; en el lado negativo, tendrás más entendimiento de tus propias faltas y deficiencias, estarás más dispuesto a buscar satisfacer la voluntad de Dios y, en un estado no pasivo, entrarás activamente, y esto significará que eres una persona correcta” (“Es muy importante establecer una relación normal con Dios”).

Mientras meditaba este pasaje comprendí que, si quería tener una vida espiritual normal, primero tenía que olvidarme de todas aquellas viejas normas y prácticas del pasado, apartar el corazón de todas las personas, circunstancias y cosas del mundo exterior y sosegarlo ante Dios, orarle, leer Sus palabras y meditarlas con honestidad de corazón. En cuanto a aquello que no entendiera, supe que tenía que orar y buscar más con Dios; no podía limitarme a echar un vistazo rápido a las palabras de Dios y dejarlas pasar. La única forma de recibir el esclarecimiento y la iluminación del Espíritu Santo y de entablar una relación normal con Dios pasaba por practicar de este modo. Cuando nos volcamos de corazón en las palabras de Dios, al final descubrimos si nos comportamos según nuestros deseos en aquello que nos encontramos en la vida o si practicamos de acuerdo con las palabras de Dios; descubrimos que hay cosas en las que no practicamos totalmente de acuerdo con la voluntad de Dios y que sigue habiendo en nosotros errores, defectos y demás. Cuando reflexionamos acerca de estas cosas, buscamos el sendero de práctica en las palabras de Dios y después lo incorporamos a nuestra vida, lo practicamos y entramos en él a fin de resolver nuestros problemas reales. Sólo una vida espiritual que pueda lograr esta clase de resultados es una auténtica devoción espiritual. Una vez que lo hube comprendido, comencé a practicar y a entrar en ella: cuando practicaba la devoción espiritual, oraba al Señor por todos los problemas y dificultades que me encontraba a diario y buscaba el sendero de práctica en las palabras del Señor. Cuando oraba, le contaba al Señor todo lo que había en mi corazón, le hablaba sinceramente, le confiaba todas mis dificultades prácticas y le pedía ayuda; mis oraciones ya no consistían en seguir unas normas, en llevar a cabo un rito religioso ni en decir las mismas palabras de siempre. Cuando leía las palabras de Dios, ya no importaba cuánto leía ni cuánto era capaz de memorizar. Me centraba, en cambio, en meditar y buscar la voluntad y las exigencias del Señor, reflexionaba sobre si practicaba o no de acuerdo con las palabras del Señor ante los problemas y, de no ser así, sobre por qué no lo hacía, sobre qué debería hacer la próxima vez que me topara con el mismo problema, y así sucesivamente. Después de practicar de este modo durante un tiempo, percibía que mi relación con el Señor era cada vez más normal, a menudo notaba el esclarecimiento y la orientación del Espíritu Santo al leer las palabras del Señor y, cuando oraba, me emocionaba y presentía claramente que el Señor escuchaba mis oraciones. ¡Gracias al Señor!

El libro, El Rollo Abierto por el Cordero, también hablaba sobre qué es la auténtica vida espiritual, sobre cómo entablar una relación normal con Dios, sobre qué es una auténtica vida de iglesia y más cosas. Cuanto más lo leía, más nítido lo veía todo y más lo disfrutaba. Por otra parte, este libro explicaba muchas cosas que nunca antes había entendido en la Biblia. Con la lectura de este libro se resolvieron muchos problemas que antes me habían confundido y de pronto vi la luz, como si las nubes se hubieran alejado y hubieran dejado al descubierto la luz del sol. Me daba la impresión de que este libro no podía haber sido escrito por una persona corriente, pues era muy edificante y beneficioso, y no pude evitar pensar en las palabras del Señor Jesús: “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis soportar. Pero cuando El, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y os hará saber lo que habrá de venir” (Juan 16:12–13). El Señor afirmó claramente que, cuando regrese, nos contará todas las verdades que aún no entendemos. Este libro tenía la capacidad de explicarlo todo con gran claridad; ¿acaso las palabras que contenía provenían de las declaraciones del Espíritu Santo? Estudié minuciosamente el libro y leí el título, El Rollo Abierto por el Cordero. Me dio un vuelco el corazón cuando de repente pensé: ¿no sería este libro el pequeño rollo tantas veces profetizado en el Apocalipsis? Pero solamente el Cordero puede abrir el pequeño rollo sellado… En medio de estos pensamientos, no pude quedarme ahí por más tiempo y, tras orar al Señor, agarré el libro y me fui rápidamente a casa de la hermana Song…

Te recomiendo leer: Cómo hacer un devocional

Las escrituras tomadas de LA BIBLIA DE LAS AMERICAS® (LBLA) Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation usado con permiso. www.LBLA.com

Devocional cristiano diario: ¿Qué es una virgen prudente?

El Señor Jesús dijo: “Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al novio. Y cinco de ellas eran insensatas, y cinco prudentes. Porque las insensatas, al tomar sus lámparas, no tomaron aceite consigo, pero las prudentes tomaron aceite en frascos junto con sus lámparas” (Mateo 25:1–4).

Hermana Mu Zhen:
¡La paz del Señor sea contigo! Me alegro mucho de que hayas escrito. En tu carta dices que se acerca el día de la venida del Señor y que voluntariamente estás leyendo la Escritura, orando y trabajando más para el Señor con el fin de estar entre las vírgenes prudentes que aguardan en vela Su venida. Sin embargo, estas cosas no han aguzado tu espíritu ni aumentado tu fe ni tu amor por el Señor. No tienes claro si se te puede considerar una virgen prudente por buscar de este modo y te gustaría saber qué clase de práctica deberías realizar para poder recibir al Señor. Hermana Mu Zhen, esta cuestión que planteas es clave para poder recibir o no al Señor. Todos queremos ser unas vírgenes prudentes que tengan la posibilidad de recibir Su regreso y asistir con Él al banquete del reino de los cielos; nadie quiere ser una virgen insensata, dejada de lado por el Señor, pero ¿qué tipo de práctica se requiere realmente para ser una virgen prudente? Me gustaría compartir mis propios conocimientos sobre esta cuestión. Espero que te ayuden.
El Señor Jesús dijo: “Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al novio. Y cinco de ellas eran insensatas, y cinco prudentes. Porque las insensatas, al tomar sus lámparas, no tomaron aceite consigo, pero las prudentes tomaron aceite en frascos junto con sus lámparas” (Mateo 25:1–4). En la Escritura vemos que las vírgenes prudentes son aquellas que aguardan en vela la venida del Señor mientras preparan por propia iniciativa el aceite para sus lámparas; acaban recibiendo el regreso del Señor y asistiendo al banquete del reino de los cielos. Muchos hermanos y hermanas leen este pasaje y lo entienden así: siempre y cuando leamos con frecuencia la Escritura, oremos en vigilia, sigamos el camino del Señor, nos apliquemos a Su obra y difundamos el evangelio, estaremos preparando el aceite. Quienes hacen todas estas cosas son las vírgenes prudentes y, cuando regrese el Señor, no cabe duda de que asistirán con Él al banquete. No obstante, ¿realmente son así las vírgenes prudentes a las que alude el Señor? Remontémonos a los fariseos: esperaban constantemente la venida del Mesías y, con el propósito de recibirlo, no sólo conocían bien la Escritura y defendían la ley y los mandamientos, sino que a menudo también interpretaban la Escritura ante los creyentes, oraban por ellos y llegaron a difundir el evangelio de Jehová Dios hasta los confines de la tierra. Así pues, en ese sentido, los actos de los fariseos deberían haberse considerado como la preparación del aceite de las vírgenes prudentes y, desde luego, ellos deberían haber recibido al Mesías y la salvación de Dios. ¿Pero fue así? Cuando el Señor Jesús se hizo carne para obrar y hablar, los fariseos carecían por completo de auténtica veneración por Dios y, pese a ver que Sus palabras y Su obra poseían poder y autoridad y provenían de Dios, no sólo no las buscaron ni investigaron con mentalidad abierta, sino que se aferraron obstinadamente a sus propias nociones y fantasías, pensando que todo aquel a quien no se denominara Mesías no era el Señor. Asimismo, confinaban la obra y las palabras de Dios a la Escritura de aquel tiempo, las condenaban porque iban más allá del Antiguo Testamento y, en consecuencia, las rechazaban. También se inventaron rumores, calumniaron al Señor Jesús y blasfemaron frenéticamente contra Él, para terminar crucificándolo. Así se granjearon la condena y el castigo de Dios. Los actos de oposición de los fariseos a Dios nos revelan que no basta con que leamos la Escritura, oremos en vigilia, sigamos el camino del Señor y trabajemos para Él para tener la consideración de vírgenes prudentes.
Entonces, ¿qué es realmente una virgen prudente? Echemos un vistazo a un versículo de la Biblia. El Señor Jesús dijo: “Pero a medianoche se oyó un clamor: ‘¡Aquí está el novio! Salid a recibirlo’” (Mateo25:6). Las palabras del Señor nos muestran que las vírgenes prudentes veneran a Dios de corazón y que, en lo que atañe a recibir la venida del Señor, se centran en escuchar Su voz. Si oyen que alguien da testimonio de que el Señor ha regresado y de que está obrando y declarando palabras, las vírgenes prudentes no se pronuncian a ciegas. Por el contrario, buscan e investigan este asunto activamente, lo meditan seriamente y, partiendo de ahí, son capaces de reconocer la voz del Señor, de recibir Su regreso, de ser arrebatadas ante el trono de Dios y de asistir al banquete del reino de los cielos. Es igual que en el relato bíblico de la samaritana. Cuando oyó que el Señor Jesús le decía “porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; en eso has dicho la verdad” (Juan 4:18), por Sus palabras reconoció que Él era Cristo, pues ella sabía que sólo Dios ve el interior de todas las cosas y puede poner voz a los secretos que esconden las personas: Él habló sin rodeos de todo cuanto ella había hecho y, aparte de Dios, nadie está en posesión de esa clase de autoridad y poder. Así reconoció al Señor Jesús como Cristo y que Él era el Mesías que había de venir. Tal como dijo la samaritana a la multitud y se relata en la Biblia: “Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo lo que yo he hecho. ¿No será éste el Cristo?” (Juan 4:29). Aquí vemos que la prudencia de la samaritana radicaba en su capacidad para discernir la voz de Dios. Al oír que aquella era la voz de Dios, fue capaz de aceptarla y, por consiguiente, recibió la salvación del Señor Jesús. La Biblia nos muestra que Pedro, Bartolomé y otros también supieron reconocer la voz de Dios en aquello que decía el Señor Jesús y que comprobaron que Él era el propio Dios. Por eso dejaron todo lo que tenían para seguir al Señor; esa clase de personas son las vírgenes prudentes. Sin embargo, todos aquellos tan arrogantes como los fariseos, incapaces de oír la voz de Dios, que la oyen pero no la buscan ni aceptan, o que incluso la odian y rechazan, son vírgenes insensatas destinadas a que Dios las deje de lado y las descarte.
A partir de estos hechos ya entendemos que la clave para ser vírgenes prudentes radica en oír la voz de Dios; eso es lo que las hace inteligentes. En los capítulos 2 y 3 del Apocalipsis se cita en numerosas ocasiones lo siguiente: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”. Y Apocalipsis 3:20 dice: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo”. Estas profecías evidencian que, a Su regreso en los últimos días, el Señor declarará más palabras, por lo que es sumamente importante prestarles atención y saber reconocer Su voz. Además, esto guarda relación con la importantísima cuestión de si podremos recibir al Señor y ser arrebatados ante Su trono. Y entonces, ¿cómo podemos reconocer la voz de Dios? A continuación vamos a hablar de varios principios para discernir la voz de Dios.

  1. Todo lo declarado por Dios es la verdad. Puede dar a la gente el sustento necesario y una senda de práctica.
    El Señor Jesús declaró: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6).
    Y el evangelio de Juan, 1:1-2, señala: “En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. El estaba en el principio con Dios”. Asimismo, en Juan 1:4: “En El estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”. Dios mismo es la verdad, el camino y la vida y todas las palabras expresadas por Él son la verdad. Pueden dar a la humanidad el sustento que necesita y un sendero de práctica. Echando la vista atrás a la Era de la Ley, los seres humanos no entendían qué era la vida ni sabían adorar a Dios. Por eso dictó Dios los mandamientos por medio de Moisés, para que la gente los cumpliera, y eso guiaba su vida, por lo que aprendió a adorar a Dios. Tal como manifiestan los diez mandamientos: “Yo soy Jehová, tu Dios, que te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud. No tendrás otros dioses delante de mí. […] No te inclinarás a ellos, ni les servirás: porque Yo, Jehová tu Dios, soy un Dios celoso, que visito la iniquidad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen; y hago misericordia a mil generaciones, a los que me aman y guardan mis mandamientos”* (Deuteronomio 5:6–7, 9–10). “No matarás. No cometerás adulterio. […] No darás falso testimonio contra tu prójimo. No codiciarás la mujer de tu prójimo, y no desearás la casa de tu prójimo, ni su campo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo” (Deuteronomio 5:17–18, 20–21). Las leyes y los mandamientos enseñaban a la gente que había sido creada por Dios y que debía adorarlo; también aprendía que infringir las leyes y los mandamientos era pecado. Además, Dios le decía a la gente cómo ofrecer sacrificios si había pecado y, de no ofrecerlos, qué clase de castigo recibiría. La gente de aquel tiempo recibió el sustento de la verdad y, por tanto, tuvo un sendero concreto de práctica. La vida y conducta de las personas estaban cada vez más reguladas y aquellas comenzaron a vivir con una naturaleza humana adecuada. En la Era de la Gracia, cuando el Señor Jesús vino a obrar, dijo muchas cosas dirigidas a las necesidades de las personas de entonces, enseñándoles a confesarse y arrepentirse, a perdonar y ser tolerantes con los demás, a amar al prójimo como a sí mismas y a ser la luz y la sal. Cuando la gente entendió la verdad, tuvo nuevos senderos de práctica ante los problemas, lo cual le aportó sustento de vida; ya no estaba limitada por la ley. A modo de ejemplo, Pedro preguntó al Señor Jesús: “Señor, ¿cuántas veces pecará mi hermano contra mí que yo haya de perdonarlo? ¿Hasta siete veces?” (Mateo 18:21). Jesús le contestó: “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete” (Mateo 18:22). Aquí se aprecia que todas las palabras expresadas por el Señor Jesús eran la verdad, el camino y la vida; proporcionaban el sustento que la gente necesitaba y le daba un sendero de práctica. Esta es una característica de las palabras de Dios.
  2. Todas las palabras de Dios poseen poder y autoridad y son expresión del carácter de Dios.
    Todos sabemos que, en el principio, Dios creó los cielos, la tierra y todas las cosas mediante palabras. En cuanto decía algo, se hacía, tal como afirma Salmos 33:9: “Porque El habló, y fue hecho; El mandó, y todo se confirmó”. En la era del Antiguo Testamento, Dios prometió que la descendencia de Abraham sería como las estrellas del cielo y la arena en la orilla del mar, y todo sucedió tal como Él lo había prometido. Incluso en la actualidad hay descendencia de Abraham en todos los rincones del mundo y se ha cumplido, una por una, cada cosa que ha dicho Dios. En la Era de la Gracia, vientos y mares podían calmarse con una sola palabra del Señor Jesús, y con las palabras “¡Lázaro, ven fuera!” (Juan 11:43), Lázaro, que llevaba muerto cuatro días, salió de su tumba. Todo esto es consecuencia de la autoridad y el poder de las palabras de Dios. El Señor Jesús también dijo: “pero el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota para vida eterna” (Juan 4:14). “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá, y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás.” (Juan 11:25–26). “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que no obedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él” (Juan 3:36). “En verdad os digo que todos los pecados serán perdonados a los hijos de los hombres, y las blasfemias con que blasfemen, pero cualquiera que blasfeme contra el Espíritu Santo no tiene jamás perdón, sino que es culpable de pecado eterno” (Marcos 3:28–29). Las palabras del Señor Jesús poseen poder, autoridad y la capacidad de convencer plenamente el corazón y el espíritu de las personas, y nosotros podemos oír la voz de Dios dentro de ellas. Las palabras de Dios no sólo dirigen y gobiernan todas las cosas, sino que, además, pueden otorgarnos la vida y la verdad. También nos pueden prometer bendiciones y maldecir a todos aquellos que se rebelan contra Dios y se oponen a Él. Las palabras de Dios nos muestran que Él trata con misericordia y amor a todos cuantos creen en Él y lo aman, mientras que los rebeldes y los contrarios comprueban Su majestad e ira. Podemos percibir el carácter justo e inviolable de Dios; todas las palabras de Dios son expresión de Su carácter y de lo que Él tiene y es. Más aún, conllevan la autoridad sin par del Creador. Por eso, al tratar de determinar si algo es la voz de Dios, debemos comprobar si esas palabras poseen poder y autoridad y si son expresión del carácter de Dios, de lo que Él tiene y es.
  3. Las palabras expresadas por Dios pueden desvelar los misterios de la obra de gestión de Dios.
    El Señor Jesús manifestó: “[…] la misma manera será en el fin del mundo. El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que son piedra de tropiezo y a los que hacen iniquidad; y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el crujir de dientes. Entonces los justos resplandeceran como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos, que oiga” (Mateo 13:40–43). “No todo el que me dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7:21). El Señor Jesús nos contó que, en el fin del mundo, Dios enviará ángeles para separar a los buenos de los malos y que todas las personas serán apartadas por tipos: el trigo de la cizaña, los buenos siervos de los malos y las vírgenes prudentes de las insensatas. Únicamente aquellos que sigan las directrices del Padre Celestial entrarán en el reino de los cielos. Por otro lado, el Señor Jesús profetizó que sin duda regresaría, que en los últimos días el Hijo del Hombre llevaría a cabo la obra del juicio y formaría un grupo de vencedores antes del desastre, que el tabernáculo de Dios se encuentra en medio de la humanidad y que surgiría el reino de Cristo. Todas estas cosas eran misterios que ningún ser humano conocía ni habría sabido explicar, así que ¿por qué pudo afirmar estas cosas el Señor Jesús? Porque el Señor Jesús es el propio Dios, el Señor de los cielos, y el propio Dios es el único que sabe qué clase de gente puede entrar en el reino de los cielos, cómo obra Dios en los últimos días y cuáles serán el destino y desenlace de la humanidad. Solamente las declaraciones de Dios pueden revelar los misterios de la obra de gestión de Dios. En cierta ocasión, el Señor Jesús expresó: “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis soportar. Pero cuando El, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y os hará saber lo que habrá de venir” (Juan 16:12–13). Es evidente que, cuando regrese, el Señor Jesús declarará todas las verdades que necesitamos como seres humanos y revelará públicamente los misterios de todo el plan de gestión de Dios para salvar a la humanidad. Las vírgenes prudentes tienen corazón y espíritu y, cuando oigan las palabras de Dios, no cabe duda de que reconocerán Su voz en ellas.
  4. Las palabras de Dios desvelan la corrupción y los pensamientos ocultos de la humanidad.
    Dios creó al hombre y conoce los corazones humanos en lo más profundo. Está al tanto de nuestros más ocultos pensamientos; sólo las palabras de Dios pueden revelar la verdad de nuestra corrupción a manos de Satanás y dejar al descubierto toda la corrupción que anida en el fondo de nuestro corazón. Ningún ser humano podría hacerlo. Tal como afirmó el Señor Jesús: “Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque de adentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, avaricias, maldades, engaños, sensualidad, envidia, calumnia, orgullo e insensatez. Todas estas maldades de adentro salen, y contaminan al hombre” (Marcos 7:20–23). Una vez corrompidos por Satanás, pasamos a depender de la arrogancia, la perversidad, la falsedad, el egoísmo, la bajeza, la maldad, la codicia y otras actitudes satánicas que tenemos en nuestras palabras, acciones y relaciones con los demás. Cuando las palabras o acciones de otra persona parecen menoscabar nuestra imagen, nuestro estatus o nuestros intereses, nos lanzamos a la intriga, nos volvemos envidiosos y beligerantes o incluso puede que odiemos a esa persona. Si renunciamos a las cosas, nos entregamos al Señor y trabajamos arduamente para Él durante mucho tiempo, empezamos a tener la sensación de que nos hemos forjado cierto poder. Comenzamos a exigir recompensas y bendiciones a Dios y nos parece que es algo justamente merecido. Cuando sucede algo que se sale de nuestras nociones (como problemas económicos en casa, desgracias en la vida, desastres o calamidades), seguimos malinterpretando y culpando a Dios. A veces hasta lo negamos o nos oponemos a Él. Si Dios no dejara al descubierto esta corrupción y rebeldía, seríamos totalmente incapaces de conocernos a nosotros mismos y aún viviríamos inmersos en nuestras nociones y fantasías, creyendo que nuestros actos son conformes a la voluntad de Dios. ¿No nos estaríamos engañando a nosotros mismos y a los demás y extraviándonos? El Señor Jesús reveló toda nuestra corrupción y esa es la única vía por la que hemos adquirido una comprensión auténtica de nuestro carácter satánico y hemos visto cómo nos ha corrompido realmente Satanás. Sólo así hemos sido más capaces de desechar nuestro carácter corrupto.
    Por si fuera poco, las palabras de Dios son luz. La luz de las palabras de Dios revela todo lo oscuro y malvado, así como las trampas de Satanás. Es el mismo caso de los fariseos, que a ojos de los creyentes judíos parecían siervos devotos de Dios, pero el Señor Jesús vio el interior de su naturaleza y esencia, que amaban lo injusto y detestaban la verdad. Los dejó en evidencia con palabras como: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera lucen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia” (Mateo 23:27). “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque recorréis el mar y la tierra para hacer un prosélito, y cuando llega a serlo, lo hacéis hijo del infierno dos veces más que vosotros” (Mateo 23:15). Las reveladoras palabras del Señor Jesús son las únicas mediante las cuales hemos podido saber que, como personas, únicamente vemos la apariencia externa de los demás, pero Dios ve el fondo de nuestros corazones. Ve el interior de nuestra naturaleza y esencia: quién tiene fe verdadera, quién simplemente busca saciarse y quién detesta la verdad. Dios capta todo esto. Con lo que revelan las palabras de Dios podemos adquirir auténtico discernimiento de la naturaleza y esencia de los fariseos, hipócritas y enemigos de Dios.
    Las palabras de Dios son las declaraciones del Creador a toda la humanidad. Son expresión de la verdad, el camino y la vida y pueden proporcionarnos todo lo que necesitamos. Tienen la capacidad de resolver todos nuestros problemas y dificultades al señalarnos un sendero de práctica. Las palabras de Dios poseen poder y autoridad y descubren todos los misterios. Dejan al descubierto la corrupción del hombre, juzgan su injusticia y nos libran del mal. Todas estas son características sin par de las palabras de Dios. Una vez que hayamos comprendido los principios para discernir la voz de Dios, la percibiremos en el alma cuando oigamos Sus declaraciones. Comprobaremos que las palabras de Dios son algo que ningún ser humano podría decir y que contienen misterios en los que la gente no podría ahondar por sí misma. Cuando tengamos esa percepción debemos acercarnos cuidadosamente a la palabra de Dios y buscar e investigar en serio; y siempre y cuando averigüemos que es la voz de Dios, expresión de la verdad, hemos de aceptarla y someternos a ella. Este es el único camino para ser una virgen prudente y poder recibir el regreso del Señor.
    Hermana Mu Zhen, espero que estas enseñanzas te hayan sido útiles y que todos podamos ser vírgenes prudentes que busquen y escuchen muy atentamente la voz del Señor retornado, de modo que podamos recibirlo lo antes posible ¡y asistir al banquete con Él!
    ¡Gracias al Señor por Su esclarecimiento y guía!
    Si’en
    24 de mayo de 2018

Nota al pie:
La cita bíblica marcada (*) ha sido traducida de AKJV.

Aprender más: Cómo hacer un devocional

Unas citas bíblicas son tomadas de LA BIBLIA DE LAS AMERICAS® (LBLA) Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation usado con permiso. www.lbla.com.