La oración es un puente que las personas tienen comunión con Dios

La oración es un puente que las personas tienen comunión con Dios

Dios dice: “Después de que creara a los hombres y les diera espíritus, Dios les ordenó que si no lo invocaban, no serían capaces de conectar con Su Espíritu y, por tanto, la ‘estación satélite’ del cielo no se recibiría en la tierra. Cuando Dios ya no está en el espíritu de las personas hay un sitio libre para otras cosas, y así es como Satanás aprovecha la oportunidad de entrar. Cuando las personas contactan a Dios con el corazón, Satanás entra inmediatamente en pánico y se apresura a escapar. A través del clamor de la humanidad, Dios les da a las personas lo que necesitan, pero Él no ‘reside’ en ellas al principio. Él les brinda ayuda de continuo a causa de su clamor, y las personas obtienen resistencia de esa fuerza interna de forma que Satanás no se atreve a venir aquí a ‘jugar’ como se le antoje. De este modo, si las personas conectan continuamente con el Espíritu de Dios, Satanás no se atreve a venir a interrumpir. Sin la interrupción de Satanás, la vida de todas las personas es normal y Dios tiene la oportunidad de obrar en ellas sin obstrucciones. De esta manera, lo que Dios quiere hacer puede lograrse a través de los seres humanos”.
De “La Palabra manifestada en carne”

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Aceptando el Cristo de los últimos días podremos obtener la vida eterna

Dios Todopoderoso dice: «El Cristo de los últimos días trae la vida y el camino de la verdad, duradero y eterno. Esta verdad es el camino por el que el hombre obtendrá la vida, y el único camino por el cual el hombre conocerá a Dios y por el que Dios lo aprobará».

Dios Todopoderoso dice: «El Cristo de los últimos días trae la vida y el camino de la verdad, duradero y eterno. Esta verdad es el camino por el que el hombre obtendrá la vida, y el único camino por el cual el hombre conocerá a Dios y por el que Dios lo aprobará. Si no buscas el camino de la vida que el Cristo de los últimos días provee, entonces nunca obtendrás la aprobación de Jesús y nunca estarás cualificado para entrar por la puerta del reino de los cielos, porque tú eres tanto un títere como un prisionero de la historia. Aquellos que son controlados por los reglamentos, las letras y están encadenados por la historia, nunca podrán obtener la vida ni el camino perpetuo de la vida. Esto es porque todo lo que tienen es agua turbia que ha estado estancada por miles de años, en vez del agua de la vida que fluye desde el trono. Aquellos que no reciben el agua de la vida siempre seguirán siendo cadáveres, juguetes de Satanás e hijos del infierno. ¿Cómo pueden, entonces, contemplar a Dios? Si sólo tratas de aferrarte al pasado, si sólo tratas de mantener las cosas como están quedándote quieto, y no tratas de cambiar el estado actual y descartar la historia, entonces, ¿no estarás siempre en contra de Dios? Los pasos de la obra de Dios son vastos y poderosos, como olas agitadas y fuertes truenos, pero te sientas y pasivamente esperas la destrucción, apegándote a tu locura y sin hacer nada. De esta manera, ¿cómo puedes ser considerado alguien que sigue los pasos del Cordero? ¿Cómo puedes justificar al Dios al que te aferras como un Dios que siempre es nuevo y nunca viejo? ¿Y cómo pueden las palabras de tus libros amarillentos llevarte a una nueva era? ¿Cómo pueden llevarte a buscar los pasos de la obra de Dios? ¿Y cómo pueden llevarte al cielo? Lo que sostienes en tus manos es la letra que solo puede darte consuelo temporal, no las verdades que pueden darte la vida. Las escrituras que lees solo pueden enriquecer tu lengua y no son palabras de sabiduría que te ayudan a conocer la vida humana, y menos aún los senderos que te pueden llevar a la perfección. Esta discrepancia, ¿no te lleva a reflexionar? ¿No te hace entender los misterios que contiene? ¿Eres capaz de entregarte tú mismo al cielo para encontrarte con Dios? Sin la venida de Dios, ¿te puedes llevar tú mismo al cielo para gozar de la felicidad familiar con Dios? ¿Todavía sigues soñando? Sugiero entonces que dejes de soñar y observes quién está obrando ahora, quién está llevando a cabo ahora la obra de salvar al hombre durante los últimos días. Si no lo haces, nunca obtendrás la verdad y nunca obtendrás la vida».

Recomendación:  Sólo el Cristo de los últimos días le puede dar al hombre el camino de la vida eterna

Para conocer más: Que es la vida eterna

Apéndice: Contemplando la aparición de Dios en Su juicio y Su castigo

Durante miles de años, los vivos han muerto, llevándose con ellos sus anhelos y sus sueños, pero en cuanto a si se han ido al reino de los cielos, eso nadie lo sabe. Los muertos vuelven, habiendo olvidado todas las historias que una vez ocurrieron y siguen las enseñanzas y las sendas de los antepasados.

Como los otros cientos de millones que siguen al Señor Jesucristo, nosotros acatamos las leyes y los mandamientos de la Biblia, gozamos la abundante gracia del Señor Jesucristo y nos reunimos, oramos, alabamos y servimos en el nombre del Señor Jesucristo, y todo esto lo hacemos bajo el cuidado y la protección del Señor. Muchas veces somos débiles y otras tantas también somos fuertes. Creemos que todas nuestras acciones están en conformidad con las enseñanzas del Señor. Se sobreentiende, entonces, que también creemos que nos encontramos en la senda de hacer la voluntad del Padre que está en el cielo. Anhelamos el regreso del Señor Jesús, Su glorioso descenso, el fin de nuestra vida en la tierra, la aparición del reino, y todo lo que se predijo en el Libro del Apocalipsis: el Señor llega, Él trae el desastre, recompensa a los buenos y castiga a los malvados, y se lleva en los aires a los que lo siguen y acogen Su regreso para que se encuentren con Él. Cuando pensamos en esto, no podemos evitar que nos embargue la emoción y nos llenemos de gratitud por haber nacido en los últimos días y tener la buena fortuna de ser testigos de la venida del Señor. Aunque hayamos sufrido persecución, hemos recibido a cambio “un peso de gloria que supera a todo y es eterno”. ¡Qué bendición! Todo este anhelo y la gracia que otorga el Señor constantemente nos hace más serios en la oración y nos vuelve más diligentes para reunirnos. Tal vez el año que entra, tal vez mañana y tal vez incluso en un lapso más corto del que puede concebir el hombre, el Señor descenderá de repente y aparecerá entre un grupo de personas que han estado esperándolo con ansiosa inquietud. Nos apresuramos para adelantarnos a los demás, nadie está dispuesto a quedarse atrás, todo con el fin de poder ser del primer grupo en contemplar la aparición del Señor, de estar entre aquellos que sean arrebatados. Lo hemos dado todo, sin importar el costo, para la venida de este día. Algunos han abandonado sus trabajos; otros han abandonado sus familias; algunos han renunciado al matrimonio; y otros hasta han donado todos sus ahorros. ¡Qué actos de devoción tan desinteresados! ¡Semejante sinceridad y lealtad incluso superan la de los santos de eras pasadas! Así como el Señor concede gracia sobre quien Él desea, y muestra misericordia a quien Él le place, nuestros actos de devoción y nuestro esfuerzo, creemos, Sus ojos ya los han contemplado hace mucho. Así, también, nuestras sentidas oraciones han alcanzado Sus oídos, y confiamos en que el Señor nos recompensará por nuestra dedicación. Además, Dios ha sido misericordioso para con nosotros antes de crear el mundo, y nadie nos quitará Sus bendiciones y Sus promesas. Todos estamos planeando para el futuro y damos por sentado que nuestra dedicación y esfuerzo son moneda de cambio o capital que intercambiar para ser arrebatado para encontrarnos con el Señor en el aire. Es más, sin el menor titubeo, nos ubicamos en el trono del futuro, para presidir sobre todas las naciones y pueblos o reinar como reyes. Todo esto lo damos por hecho, como algo que se espera.

Despreciamos a todos los que están en contra del Señor Jesús; el final de todos ellos será ser aniquilados. ¿Quién les dijo que no creyeran que el Señor Jesús es el Salvador? Por supuesto, hay veces en que imitamos al Señor Jesús al ser compasivos con las personas del mundo, porque no entienden y es correcto que seamos tolerantes e indulgentes con ellos. Todo lo que hacemos está de acuerdo con las palabras de la Biblia, porque todo lo que no es conforme a la Biblia es heterodoxia y herejía. Este tipo de creencia está profundamente arraigada en la mente de cada uno de nosotros. Nuestro Señor está en la Biblia, y si no nos apartamos de ella no nos apartaremos del Señor; si acatamos este principio, obtendremos la salvación. Nos animamos entre nosotros, nos apoyamos mutuamente, y cada vez que nos reunimos esperamos que todo lo que digamos y hagamos esté de acuerdo con la voluntad del Señor y sea aceptado por el Señor. A pesar de la terrible hostilidad de nuestro ambiente, nuestros corazones están llenos de deleite. Cuando pensamos en las bendiciones que están tan cómodamente a nuestro alcance, ¿hay algo que no podamos dejar de lado? ¿Algo de lo que seamos reacios a separarnos? Todo esto no hace falta ni decirlo, yace ante los ojos vigilantes de Dios. Nosotros, este puñado de necesitados que hemos sido levantados del muladar, somos como todos los seguidores ordinarios del Señor Jesús, soñamos con el arrebatamiento, con ser bendecidos y gobernar a todas las naciones. Nuestra corrupción se ha puesto al descubierto ante los ojos de Dios, y nuestros deseos y nuestra avaricia han sido condenados a ojos de Dios. Sin embargo, todo esto sucede con tal normalidad y lógica, que ninguno de nosotros nos preguntamos si nuestros deseos son correctos y, menos aún, dudamos de la exactitud de todo a lo que nos aferramos. ¿Quién puede conocer la voluntad de Dios? Qué clase de senda recorre el hombre exactamente, no sabemos buscar o explorar, e investigar nos interesa menos aún. Porque solo nos interesa si podremos ser arrebatados, si podemos ser bendecidos, si hay un lugar para nosotros en el reino de los cielos y si vamos a tener una parte del agua del río de la vida y del fruto del árbol de la vida. ¿No creemos acaso en el Señor y nos convertimos en Sus seguidores en aras de ganar estas cosas? Nuestros pecados han sido perdonados, nos hemos arrepentido, hemos bebido de la amarga copa de vino y hemos puesto la cruz en nuestra espalda. ¿Quién puede decir que el Señor no aceptará el precio que hemos pagado? ¿Quién puede decir que no hemos preparado suficiente aceite? No deseamos ser esas vírgenes insensatas o uno de los que son abandonados. Más aún, oramos constantemente, le pedimos al Señor que nos guarde de que los falsos cristos nos engañen, porque está escrito en la Biblia que, “Entonces, si algún hombre os dice: Ved, acá está Cristo, o ahí; no lo creáis. Porque aparecerán falsos cristos y profetas, y estos os mostrarán grandes signos y maravillas; de tal manera que, si fuera posible, engañarán incluso a los elegidos” (Mateo 24:23-24). Todos nos hemos aprendido estos versículos de la Biblia, nos los sabemos de memoria, y los vemos como un tesoro precioso, como vida, y como una carta de credenciales que decide si podemos ser salvados o arrebatados…

Durante miles de años, los vivos han muerto, llevándose con ellos sus anhelos y sus sueños, pero en cuanto a si se han ido al reino de los cielos, eso nadie lo sabe. Los muertos vuelven, habiendo olvidado todas las historias que una vez ocurrieron y siguen las enseñanzas y las sendas de los antepasados. Y de esta manera, a medida que pasan los años y transcurren los días, nadie sabe si nuestro Señor Jesús, nuestro Dios, realmente acepta todo lo que hacemos. Lo único que podemos hacer es esperar ansiosos un desenlace y especular acerca de todo lo que sucederá. Sin embargo, Dios ha guardado Su silencio todo el tiempo, nunca se nos ha aparecido ni nos ha hablado. Y de esta manera, siguiendo la Biblia y según las señales, juzgamos deliberadamente la voluntad de Dios y Su carácter. Nos hemos acostumbrado al silencio de Dios; nos hemos acostumbrado a medir los aciertos y las equivocaciones de nuestra conducta usando nuestra propia manera de pensar; nos hemos acostumbrado a confiar en nuestro conocimiento, nociones y ética moral en lugar de las demandas que nos hace Dios; nos hemos acostumbrado a gozar de la gracia de Dios; nos hemos acostumbrado a que nos ayude siempre que lo necesitemos; nos hemos acostumbrado a extenderle la mano a Dios para todas las cosas y a darle órdenes; también nos hemos acostumbrado a conformarnos a las regulaciones, sin poner atención a cómo nos guía el Espíritu Santo; e incluso nos hemos acostumbrado a los días en que somos nuestro propio señor. Creemos en un Dios como este, a quien nunca hemos conocido cara a cara. Preguntas sobre cómo es Su carácter, que tiene y es, sobre cómo es Su imagen, si lo conoceremos o no cuando Él venga, etc., ninguna de ellas es importante. Lo importante es que Él está en nuestros corazones y que todos lo esperamos, y es suficiente con que podamos imaginar que Él es esto o aquello. Valoramos nuestra fe y atesoramos nuestra espiritualidad. Vemos todo como estiércol y pisamos todas las cosas bajo nuestros pies. Como somos creyentes del glorioso Señor, no importa qué tan largo y penoso sea el viaje, no importa qué dificultades y peligros nos acontezcan, nada puede detener nuestros pasos mientras seguimos al Señor. “Un río puro de agua de vida, clara como el cristal, brotó del trono de Dios y del Cordero. A cada lado del río estaba el árbol de la vida que tenía 12 clases de frutos y que daba frutos cada mes, y las hojas del árbol eran para la sanación de las naciones. Y no habrá más maldiciones, pero el trono de Dios y del Cordero estará ahí y Sus siervos lo servirán; y ellos verán Su rostro; y Su nombre estará grabado en sus frentes. Y no habrá noche ahí; y no necesitarán velas, ni tampoco la luz del sol; porque el Señor Dios les da luz y ellos reinarán por siempre y para siempre” (Apocalipsis 22:1-5). Cada vez que cantamos estas palabras, nuestros corazones rebosan de un gozo y satisfacción sin límites, y las lágrimas corren por nuestros ojos. Demos gracias al Señor por escogernos, demos gracias al Señor por Su gracia. Él nos ha dado cien veces en esta vida y la vida eterna en el mundo venidero. Si Él nos pidiera morir hoy, lo haríamos sin la menor queja. ¡Oh, Señor! ¡Por favor, ven pronto! Considerando la desesperación con que te anhelamos y que hemos renunciado a todo por Ti, no tardes ni un minuto ni un segundo más.

Dios guarda silencio y nunca se nos ha aparecido, sin embargo, Su obra nunca se ha detenido. Él inspecciona toda la tierra y manda sobre todas las cosas y contempla todas las palabras y acciones del hombre. Su gestión es conducida con pasos mesurados, y de acuerdo con Su plan, silenciosamente y sin un efecto dramático, pero Sus pasos avanzan cada vez más cerca de la humanidad, y Su tribunal se despliega en el universo a la velocidad de la luz, tras lo cual su trono desciende inmediatamente en mitad de nosotros. ¡Qué escena tan majestuosa es esta; qué cuadro tan imponente y solemne! Como una paloma, como un león rugiente, el Espíritu viene entre nosotros. Es sabiduría, es justicia y majestad, y Él llega entre nosotros subrepticiamente, ejerciendo autoridad y lleno de amor y misericordia. Nadie es consciente de Su llegada ni la acoge y, es más, nadie sabe todo lo que Él está a punto de hacer. La vida del hombre sigue sin cambios; su corazón no es diferente y los días transcurren como siempre. Dios vive entre nosotros, un hombre como cualquier otro, como uno de los seguidores más insignificantes y un creyente corriente. Él tiene Sus propias búsquedas, Sus propias metas y, es más, tiene una divinidad que ningún hombre ordinario posee. Nadie se ha dado cuenta de la existencia de Su divinidad, ni nadie ha percibido la diferencia entre Su esencia y la del hombre. Vivimos junto con Él, sin restricciones y sin temor, porque a nuestros ojos no es más que un creyente insignificante. Él observa todos nuestros movimientos, y todos nuestros pensamientos e ideas están expuestos ante Él. A nadie le interesa Su existencia; nadie se imagina nada sobre Su función y, es más, nadie tiene la menor sospecha sobre Su identidad. Lo único que hacemos es continuar con nuestras búsquedas como si Él no tuviera nada que ver con nosotros…

Por casualidad, el Espíritu Santo expresa un pasaje de palabras “por medio” de Él, y aunque parezca muy inesperado, sin embargo, lo reconocemos como una declaración de Dios y sin problemas lo aceptamos como de Dios. Esto es porque, independientemente de quién exprese estas palabras, siempre que vengan del Espíritu Santo las debemos aceptar y no las podemos negar. La siguiente declaración podría venir a través de mí, o a través de ti o de alguien más. Quienquiera que sea, todo es la gracia de Dios. Sin embargo, no importa quién sea, no podemos adorar a esta persona porque en cualquier caso, esta persona no puede ser Dios y por ningún motivo podemos escoger a una persona ordinaria como esa para que sea nuestro Dios. Nuestro Dios es demasiado grande y honorable; ¿cómo alguien tan insignificante podría representarlo? Es más, todos estamos esperando a que venga Dios y nos lleve de regreso al reino de los cielos, entonces, ¿cómo podría alguien tan insignificante ser apto para una tarea tan importante y ardua? Si el Señor viene otra vez, debe ser en una nube blanca, para que lo vean todas las multitudes. ¡Qué glorioso será eso! ¿Cómo es posible que Él pueda esconderse subrepticiamente entre un grupo de personas corrientes?

Y sin embargo es esta persona ordinaria, escondida entre la gente, la que está haciendo la nueva obra de salvarnos. Él no nos ofrece explicaciones, ni nos dice por qué ha venido, sino que simplemente hace con pasos mesurados la obra que tiene la intención de hacer, y de acuerdo con Su plan. Sus palabras y declaraciones cada vez se hacen más frecuentes. De consolar, exhortar, recordar y advertir a reprochar y disciplinar; en un tono gentil y amable, a palabras que son temibles y majestuosas. Todo le confiere compasión al hombre y le infunde estremecimiento. Todo lo que dice tiene un fuerte efecto en los secretos que están profundamente escondidos dentro de nosotros; Sus palabras lastiman nuestros corazones, nuestros espíritus, y nos dejan llenos de una vergüenza insoportable, apenas sabiendo dónde escondernos. Comenzamos a preguntarnos si el Dios que está en el corazón de esta persona realmente nos ama, y qué es exactamente lo que pretende. ¿Será que tal vez solo podremos ser arrebatados después de soportar tales sufrimientos? En nuestra mente estamos calculando… acerca del destino que está por venir y acerca de nuestra suerte futura. Aun así, tal como antes, ninguno de nosotros cree que Dios se ha hecho carne y ya ha obrado entre nosotros. Aunque nos ha acompañado mucho tiempo, aunque ya ha hablado muchas palabras cara a cara con nosotros, todavía no estamos dispuestos a aceptar a un hombre tan común como el Dios de nuestro futuro, y mucho menos estamos dispuestos a confiarle el control de nuestro futuro y destino a esta persona insignificante. De Él disfrutamos una provisión sin fin de agua viva, y a través de Él vivimos cara a cara con Dios. Pero solo somos agradecidos por la gracia del Señor Jesús que está en el cielo y nunca hemos puesto atención a los sentimientos de esta persona ordinaria que posee la divinidad. Sin embargo, como antes, Él hace Su obra escondido humildemente en la carne, expresando la voz de Su corazón interior, como si fuera insensible al rechazo de la humanidad, como si perdonara eternamente el infantilismo del hombre y su ignorancia, y fuera siempre tolerante con la irreverente actitud del hombre hacia Él.

Sin que nosotros lo sepamos, este hombre insignificante nos ha introducido un paso tras otro en la obra de Dios. Sufrimos un sinnúmero de pruebas, soportamos innumerables castigos y somos probados por la muerte. Aprendemos del carácter justo y majestuoso de Dios; disfrutamos, también, Su amor y compasión, y llegamos a valorar el gran poder y sabiduría de Dios; somos testigos de la hermosura de Dios y contemplamos el deseo ansioso de Dios de salvar al hombre. En las palabras de esta persona ordinaria, llegamos a conocer el carácter y la esencia de Dios, a entender la voluntad de Dios, a conocer la esencia-naturaleza del hombre, y a ver el camino de salvación y perfección. Sus palabras nos hacen “morir” y nos hacen “volver a nacer”; Sus palabras nos dan consuelo, pero también nos atormentan con la culpa y un sentimiento de deuda; Sus palabras nos dan alegría y paz, pero también nos causan infinito dolor. A veces somos como ovejas al matadero en Sus manos; a veces somos como la niña de Sus ojos y gozamos Su tierno amor; a veces somos como Sus enemigos, y ante Su mirada nos convertimos en ceniza por Su ira. Somos la raza humana a la que Él salvó; somos gusanos a Sus ojos, y somos los corderos perdidos que noche y día se empeña en encontrar. Él es misericordioso con nosotros, nos desprecia, nos levanta, nos consuela y nos exhorta, nos guía, nos esclarece, nos castiga y nos disciplina, y hasta nos maldice. Nunca deja de preocuparse por nosotros, noche y día, nos protege y cuida y nunca se aparta de nuestro lado, sino que derrama toda la sangre de Su corazón y paga cualquier precio por nosotros. Entre las declaraciones de este pequeño y común cuerpo de carne, hemos gozado la totalidad de Dios y contemplado el destino que Dios nos ha concedido. No obstante, la vanidad todavía crea problemas en nuestro corazón, y todavía seguimos sin estar dispuestos a aceptar activamente a una persona así como nuestro Dios. Aunque nos ha dado tanto maná, tanto para disfrutar, nada de esto puede ocupar el lugar del Señor en nuestro corazón. Honramos la identidad y el estatus especiales de esta persona solo con gran renuencia. Mientras Él no abra Su boca para pedirnos que reconozcamos que Él es Dios, nunca nos encargaríamos de reconocerlo como el Dios que pronto llegará y que sin embargo ha estado obrando entre nosotros hace tiempo.

Dios continúa con Sus declaraciones, y Él emplea varios métodos y perspectivas para advertirnos sobre qué debemos hacer mientras, al mismo tiempo, da voz a Su corazón. Sus palabras llevan la energía de la vida, nos muestran el camino que debemos recorrer y nos permiten entender cuál es la verdad. Nos empiezan a atraer Sus palabras, comenzamos a enfocarnos en el tono y la manera en la que habla, y subconscientemente comenzamos a interesarnos en los sentimientos internos de esta persona que no tiene nada de especial. Vierte la sangre de su corazón al obrar para nosotras, pierde el sueño y el apetito por nosotros, llora por nosotros, suspira por nosotros, se queja en la enfermedad por nosotros, sufre humillación por el bien de nuestro destino y salvación, y nuestra insensibilidad y rebeldía le arrancan lágrimas y sangre del corazón. Esta forma de ser y de tener no pertenece a ninguna persona corriente y ninguno de los seres humanos corruptos las puede poseer o conseguir. Muestra una tolerancia y paciencia que no tiene ninguna persona ordinaria, y Su amor no lo posee ningún ser creado. Nadie excepto Él puede saber todos nuestros pensamientos, o tener un conocimiento tan claro y completo de nuestra naturaleza y esencia, o juzgar la rebeldía y corrupción de la humanidad, o hablarnos y obrar entre nosotros así en nombre del Dios del cielo. Nadie aparte de Él está dotado de la autoridad, la sabiduría y la dignidad de Dios; el carácter de Dios, y lo que Él tiene y es, emana en su totalidad de Él. Nadie salvo Él nos puede mostrar el camino y traernos la luz. Nadie salvo Él puede revelar los misterios que Dios no ha revelado desde la creación hasta el día de hoy. Nadie salvo Él nos puede salvar de la esclavitud de Satanás y de nuestro carácter corrupto. Él representa a Dios, expresa el corazón interior de Dios, las exhortaciones de Dios y Sus palabras de juicio hacia toda la humanidad. Él ha comenzado una nueva época, una nueva era, y ha iniciado un nuevo cielo y una nueva tierra, una nueva obra, y nos ha traído esperanza, poniendo fin a la vida que llevábamos en la indefinición, y permitiendo a nuestro ser por entero, con total claridad, contemplar el camino de salvación. Él ha conquistado todo nuestro ser y ha ganado nuestro corazón. Desde ese momento en adelante, nuestra mente se hace consciente y nuestro espíritu parece haber sido revivido: esta persona ordinaria e insignificante, que vive entre nosotros y a la que hemos rechazado desde hace ya mucho tiempo, ¿no es este el Señor Jesús, que siempre está en nuestros pensamientos, despiertos o soñando, y a quien anhelamos noche y día? ¡Es Él! ¡Realmente es Él! ¡Él es nuestro Dios! ¡Él es la verdad, el camino y la vida! Él nos ha permitido vivir otra vez y ver la luz, y ha evitado que nuestro corazón se desvíe. Hemos regresado a la casa de Dios, hemos regresado ante Su trono, estamos cara a cara con Él, hemos sido testigos de Su rostro, y hemos visto el camino que está por delante. Ahora, Él ha conquistado nuestros corazones por completo; ya no dudamos quién es Él, ni nos oponemos a Su obra y Su palabra y nos postramos completamente ante Él. No queremos otra cosa que seguir las huellas de Dios por el resto de nuestras vidas, y ser hechos perfectos por Él, y recompensarle por Su gracia, y recompensar Su amor por nosotros, y obedecer Sus arreglos y disposiciones, y cooperar con Su obra, y hacer todo lo que podamos para completar lo que Él nos confíe.

Ser conquistado por Dios es como una lucha de artes marciales.

Cada una de las palabras de Dios golpea uno de nuestros puntos mortales y nos deja doloridos y llenos de temor. Él expresa nuestras nociones, nuestras imaginaciones, y nuestro carácter corrupto. Desde lo que decimos y hacemos, hasta cada uno de nuestros pensamientos e ideas, nuestra esencia-naturaleza se revelan en Sus palabras, lo que nos coloca en un estado de miedo y temblando sin tener donde esconder nuestra vergüenza. Uno a uno, nos dice sobre todas nuestras acciones, nuestras metas e intenciones, hasta el carácter corrupto que nunca hemos descubierto, haciéndonos sentir expuestos en toda nuestra miserable imperfección e incluso completamente convencidos. Nos juzga por oponernos a Él, nos castiga porque blasfemamos y lo condenamos, y nos hace sentir que a Sus ojos no tenemos ni un rasgo redentor, y que somos el Satanás viviente. Nuestras esperanzas se truncan; ya no nos atrevemos a hacerle ninguna demanda irrazonable ni a crearnos esperanzas sobre Él, y hasta nuestros sueños se desvanecen de la noche a la mañana. Este es un hecho que ninguno de nosotros se puede imaginar y que ninguno de nosotros puede aceptar. Por espacio de un momento, perdemos nuestro equilibrio interno y no sabemos cómo continuar en el camino que está por delante, ni cómo continuar en nuestras creencias. Parece como si nuestra fe volviera a empezar desde cero, y como si nunca hubiéramos conocido al Señor Jesús ni nos hubiéramos familiarizado con Él. Todo lo que está delante de nuestros ojos nos llena de perplejidad y nos hace vacilar indecisos. Estamos consternados, estamos desilusionados, y en lo profundo de nuestro corazón hay una ira y una vergüenza irreprimibles. Tratamos de desahogarnos, de encontrar una salida y, es más, tratamos de seguir esperando a nuestro Salvador Jesús, para poder derramar nuestro corazón en Él. Aunque hay veces en las que desde fuera parece que estamos en una situación ecuánime, ni altivos ni humildes, en nuestro corazón nos aflige un sentimiento de pérdida que nunca hemos sentido antes. Aunque a veces podamos parecer inusualmente calmados por fuera, nuestras almas rugen como torturadas por un mar tormentoso. Su juicio y Su castigo nos han despojado de todas nuestras esperanzas y sueños, poniendo fin a nuestros deseos extravagantes, y dejándonos reacios a creer que Él es nuestro Salvador y es capaz de salvarnos. Su juicio y Su castigo han abierto un abismo entre nosotros y Él, tan profundo que nadie siquiera está dispuesto a cruzarlo. Con Su juicio y Su castigo es la primera vez que hemos sufrido un gran revés y una gran humillación en nuestras vidas. Su juicio y Su castigo han provocado que apreciemos realmente el honor de Dios y la intolerancia de la ofensa del hombre, comparado con lo cual somos demasiado bajos e impuros. Su juicio y Su castigo nos han hecho darnos cuenta por primera vez lo arrogantes y pretenciosos que somos, y cómo el hombre nunca será igual a Dios ni estará a la par de Dios. Su juicio y Su castigo nos han hecho anhelar dejar de vivir en semejante carácter corrupto, deshacernos de esta esencia-naturaleza tan pronto como sea posible, y dejar de ser viles y detestables para Él. Su juicio y Su castigo nos han hecho sentir felices de obedecer Sus palabras, dejar de rebelarnos contra Sus arreglos y disposiciones. Su juicio y Su castigo nos han dado una vez más el deseo de sobrevivir, y nos hicieron sentir felices de aceptarlo como nuestro Salvador… Nos hemos salido de la obra de conquista, del infierno, del valle de sombra de muerte… ¡Dios Todopoderoso nos ha ganado, a este grupo de personas! ¡Ha triunfado sobre Satanás y ha derrotado a multitudes de Sus enemigos!

Somos solo un grupo demasiado ordinario de personas poseídas por un carácter satánico corrupto; somos los predestinados por Dios antes de las eras y los necesitados a quienes Dios ha sacado del muladar. Una vez rechazamos y condenamos a Dios, pero ahora Él nos ha conquistado. Hemos recibido de Dios la vida, el camino de la vida eterna. Dondequiera que estemos en la tierra, sean cuales sean las persecuciones y tribulaciones que soportemos, no podemos alejarnos de la salvación de Dios Todopoderoso. ¡Porque Él es nuestro Creador y nuestra única redención!

El amor de Dios se extiende como el agua de una fuente, y se te da a ti y a mí y a otros, y a todos los que verdaderamente buscan la verdad y esperan la aparición de Dios.

Así como la luna sigue al sol en una interminable alternancia, la obra de Dios nunca cesa, y se lleva a cabo en ti, en mí, en otros y en todos los que siguen las huellas de Dios y aceptan Su juicio y castigo.

Expresado el 23 de marzo de 2010

Prólogo de Dios a “El origen y el desarrollo de la Iglesia de Dios Todopoderoso”.

Cómo conocer el carácter de Dios y el resultado de Su obra (Parte 2)

A lo largo de la obra de Dios, desde el principio hasta ahora, Dios ha dispuesto pruebas para cada persona, o, mejor dicho, para cada persona que le sigue, y estas son de distinto calibre.

Andar en el camino de Dios: temer a Dios y apartarse del mal

Existe un dicho del que deberíais tomar notas. Creo que es de suma importante, porque me viene a la mente numerosas veces cada día. ¿Por qué? Porque cada vez que tengo a alguien enfrente, que oigo la historia de alguien, que oigo su experiencia o su testimonio de fe en Dios, siempre uso este dicho para sopesar si ese individuo es o no el tipo de persona que Dios quiere, que le gusta. ¿Cuál es este dicho? Ahora todos estáis esperando con interés. Cuando lo revele, quizás os sintáis decepcionados, porque durante muchos años algunos lo han pronunciado demasiado de boca para afuera. En cuanto a Mí, nunca lo he hecho. Es un dicho que reside en Mi corazón. ¿Cuál es? “Anda en el camino de Dios: teme a Dios y apártate del mal”. ¿No es una frase extremadamente simple? Aunque lo sea, quien posea un entendimiento genuino y profundo del mismo sentirá que tiene mucho peso; que es muy valioso para la práctica; que es el lenguaje de la vida con la realidad de la verdad; que es un objetivo para toda la vida, hacia el que luchar, cuando se busca satisfacer a Dios; y que es un camino a seguir durante toda la vida por todo aquel que sea considerado con los propósitos de Dios. Entonces ¿qué os parece? ¿Es este dicho la verdad? ¿Tiene esa clase de relevancia? Quizás haya personas que piensen en este dicho, intentando descifrarlo, y hasta haya quien sospeche del mismo: ¿es este dicho muy importante? ¿Es muy importante? ¿Es tan necesario y digno de hacer hincapié en él? Quizás a algunos no les guste demasiado, porque crean que tomar el camino de Dios y condensarlo en este único dicho es una simplificación demasiado excesiva. Tomar todo lo que Dios dijo y reducirlo a un dicho ¿no es esto hacerle parecer demasiado insignificante? ¿Es esto así? Podría ser que la mayoría de vosotros no entendáis del todo el profundo significado detrás de estas palabras. Aunque habéis tomado nota del mismo, no tenéis intención de darle cabida en vuestro corazón; sólo lo escribís, lo repasáis y meditáis en ello en vuestro tiempo libre. Otras personas ni siquiera se molestarán en memorizarlo, y no digamos ya intentar darle buen uso. ¿Pero por qué expongo este dicho? Independientemente de vuestra perspectiva, o de lo que penséis tengo que hablar del mismo, porque es extremadamente relevante para la forma en que Dios establece los desenlaces del hombre. No importa cómo entendáis ahora este dicho ni cómo lo tratéis, Yo seguiré diciéndoos: Si alguien puede practicar este dicho de la manera adecuada y llegar al estándar de temer a Dios y apartarse del mal, tiene garantizado el ser un superviviente, a tener un buen final. Si no puedes alcanzar el estándar establecido por este dicho, podría decirse que tu desenlace es una incógnita. Os hablo, pues, sobre este dicho para vuestra propia preparación mental, y para que sepáis según qué tipo de estándar os mide Dios. Como acabo de explicar, este dicho es extremadamente relevante para la salvación del hombre por parte de Dios, y para la forma en que Él establece el final del hombre. ¿Dónde radica esta relevancia? Os gustaría saberlo de verdad, así que hablaremos de ello hoy.

Dios usa distintas pruebas para comprobar si las personas temen a Dios y se apartan del mal

En cada era, Dios otorga algunas palabras al hombre cuando obra en el mundo, y le comunica algunas verdades. Estas le sirven de camino al que debe adherirse, por el que debe andar, la senda que le permite al hombre temer a Dios y apartarse del mal, el que las personas deberían poner en práctica y respetar en sus vidas y a lo largo de sus viajes vitales. Por estas razones Dios le concede estas palabras al hombre; y este debería respetarlas, porque vienen de Él y porque observarlas es recibir vida. Si alguien no las cumple, no las pone en práctica, y no las vive en su vida, no está practicando la verdad. Y si esto es así ni le teme a Dios, ni se aparta del mal, ni puede satisfacer a Dios. Si alguien no puede satisfacerle tampoco puede recibir la aprobación de Dios; este tipo de persona no tiene desenlace. Por tanto, ¿cómo establece Dios el final de una persona en el transcurso de Su obra? ¿Qué método utiliza Dios para establecer el final del hombre? Quizás no lo tengáis demasiado claro ahora, pero cuando os detalle el proceso quedará bastante claro. Esto se debe a que muchas personas ya lo han experimentado por sí mismas.

A lo largo de la obra de Dios, desde el principio hasta ahora, Dios ha dispuesto pruebas para cada persona, o, mejor dicho, para cada persona que le sigue, y estas son de distinto calibre. Están aquellos que han experimentado la prueba del rechazo de su familia; los que han pasado por la prueba de un entorno adverso; los que han sufrido la prueba de ser arrestados y torturados; los que han tenido que afrontar una elección; y los que han hecho frente a las pruebas del dinero y el estatus. En general, cada uno de vosotros se ha enfrentado a todo tipo de pruebas. ¿Por qué obra Dios así? ¿Por qué trata a todos así? ¿Qué tipo de resultado quiere ver? Esta es la idea importante de lo que quiero deciros: Dios quiere ver si la persona es de las que le temen y se apartan del mal. Esto significa que cuando Dios te está enviando una prueba, haciendo que te enfrentes a alguna circunstancia, quiere comprobar si eres o no el tipo de persona que le teme, que se aparta del mal. Si alguien se enfrenta al deber de custodiar una ofrenda, y entra en contacto con la ofrenda de Dios, ¿piensas que es algo que Él ha organizado? ¡Sin lugar a duda! Todo lo que afrontas está organizado por Dios. Cuando le hagas frente a este asunto, Dios te observará en secreto, viendo cómo eliges, cómo practicas, en qué estás pensando. El resultado final es lo que más le preocupa, ya que es lo que le permitirá medir si has logrado o no Su estándar en esta prueba. Sin embargo, cuando las personas afrontan algún asunto no suelen pensar por qué sucede ni tampoco en el estándar que Dios exige. No piensan en lo que Él quiere ver de ellos, qué quiere obtener de ellos. Cuando este tipo de persona tiene que enfrentarse a un asunto concreto, sólo piensa: “Esto es algo a lo que me enfrento; ¡debo tener cuidado, no descuidarme! Sea lo que sea, esta es una ofrenda de Dios y no la puedo tocar”. Esta persona cree que puede cumplir con su responsabilidad teniendo un pensamiento tan simplista. ¿Estaría Dios satisfecho con el resultado de esta prueba? ¿No lo estaría? Podéis debatirlo. (Si alguien teme a Dios en su corazón, al enfrentarse a la obligación que le permite entrar en contacto con Su ofrenda, consideraría lo fácil que resultaría ofender Su carácter, por lo que se aseguraría de proceder con cautela). Tu respuesta va por el camino correcto, pero aún le falta. Andar en el camino de Dios no tiene que ver con observar reglas de forma superficial. Más bien significa que al enfrentarte a un asunto, ante todo lo veas como una circunstancia organizada por Dios, una responsabilidad que Él te ha concedido, o algo que Él te ha confiado; durante el proceso deberías considerarlo incluso como una prueba de Dios. Por ello, debes tener un estándar, pensar que procede de Dios. Debes reflexionar en cómo lidiar con ello de forma que puedas cumplir con tu responsabilidad, y ser fiel a Dios; en cómo hacerlo y no enfurecerle ni ofender Su carácter. Acabamos de hablar de la custodia de ofrendas. Esto no sólo implica ofrendas, sino también tu deber y tu responsabilidad. Estás obligado a cumplir esta responsabilidad. Sin embargo, cuando te enfrentas a este asunto, ¿existe alguna tentación? ¡La hay! ¿De dónde viene? De Satanás, y también proviene del carácter malvado y corrupto del hombre. Al haber tentación, esta implica ser testimonio; ser testimonio también es tu responsabilidad y deber. Algunas personas dicen: “Esto es un asunto tan pequeño; ¿realmente es necesario hacer una montaña del mismo?”. ¡Sí lo es! Porque para andar en el camino de Dios, no podemos descuidar nada que tenga que ver con nosotros, o que ocurra a nuestro alrededor; ni siquiera las cosas pequeñas. Independientemente de que nos parezca que debamos prestarle atención o no, mientras le estemos haciendo frente a un asunto, no deberíamos pasarlo por alto. Deberíamos considerarlo todo como una prueba de Dios para nosotros. ¿Cómo es este tipo de actitud? Actuando así confirmas un hecho: tu corazón le teme a Dios, y está dispuesto a apartarse del mal. Si tienes este deseo de satisfacer a Dios, lo que pones en práctica no está lejos del estándar de temer a Dios y apartarse del mal.

A menudo están los que creen que los asuntos a los que las personas no prestan mucha atención, los que no se suelen mencionar, son simples nimiedades menores, y que no tienen nada que ver con poner en práctica la verdad. Cuando estas personas se enfrentan a uno de esos asuntos, no piensan mucho en ellos y los dejan pasar. Pero en realidad, son lecciones que deberías estudiar, lecciones sobre cómo temer a Dios, sobre cómo apartarse del mal. Además, lo que debería preocuparte más es saber lo que Él está haciendo cuando este asunto surge delante de ti. Él está justo a tu lado, observando cada una de tus palabras y de tus hechos, considerando tus acciones, tus cambios de opinión; esta es la obra de Dios. Algunos dicen: “¿Entonces por qué no lo siento?”. No lo has sentido, porque el camino de temer a Dios y apartarse del mal no ha sido para ti el más importante al que adherirte. Por tanto, no puedes sentir la obra sutil de Dios en el hombre, que se manifiesta de acuerdo a los diferentes pensamientos y acciones de las personas. ¡Eres un cabeza de chorlito! ¿Qué es un asunto grande o uno pequeño? Los asuntos que implican andar en el camino de Dios no se dividen en grandes o pequeños. ¿Podéis aceptarlo? (Podemos aceptarlo). En términos de las cuestiones cotidianas, las personas consideran que algunos son muy grandes y significativos, y opinan que otros son minucias. Las personas suelen estimar que estos grandes asuntos son los de suma importancia y, por tanto, que Dios los ha enviado. Sin embargo, a lo largo del desarrollo de estos, debido a la estatura inmadura del hombre, a su pobre calibre, es frecuente que no esté al día de los propósitos de Dios, que no pueda obtener revelación alguna ni adquirir un conocimiento real que sea valioso. En lo que respecta a los asuntos pequeños, el hombre simplemente los pasa por alto, los deja transcurrir poco a poco. Así, han perdido muchas oportunidades de ser examinados delante de Dios, de que Él los ponga a prueba. Si siempre pasas por alto a las personas, las cosas, los asuntos y las circunstancias que Dios arregla para ti, ¿qué significará esto? Quiere decir que cada día, cada momento, estás renunciando a tu perfeccionamiento por parte de Dios y a Su liderazgo. Siempre que Él organiza una circunstancia para ti, está mirando en secreto, contemplando tu corazón, tus pensamientos y consideraciones, viendo cómo piensas, cómo actuarás. Si eres una persona descuidada —alguien que nunca se ha tomado en serio el camino de Dios, Su palabra, o la verdad— no serás consciente, no prestarás atención a aquello que Dios quiere completar y que exige de ti al organizar tus circunstancias. Tampoco sabrás cómo las personas, las cosas y los asuntos con los que te encuentras, se relacionan con la verdad o con las intenciones de Dios. Después de enfrentarte a circunstancias y pruebas repetidas como esta, y que Dios no vea logro alguno con tu nombre, ¿cómo procederá? Después de enfrentarte repetidamente a pruebas, no lo magnificas en tu corazón ni tratas las circunstancias que Él organiza para ti como lo que son: pruebas o exámenes de Dios. En su lugar, rechazas una tras otra las oportunidades que Él te concede, y las dejas escapar una y otra vez. ¿No es esto una gran desobediencia por parte del hombre? (Lo es). ¿Se apenará Dios por esto? (Sí). ¡Dios no se apenará! Oírme hablar así os ha impactado una vez más. Después de todo, ¿no se dijo anteriormente que Dios siempre se aflige? ¿Dios no estará afligido? Entonces, ¿cuándo lo estará? En cualquier caso, Dios no se afligirá por esta situación. Entonces, ¿cuál es la actitud de Dios hacia el tipo de conducta explicada previamente? Cuando las personas rechazan las pruebas, los exámenes que Dios les envía, cuando rehúyen de ellos, Dios sólo tiene una actitud hacia ellas. ¿Cuál es? Dios desdeña a esta clase de persona desde lo más profundo de Su corazón. Existen dos tipos de significado para la palabra “desdeñar”. ¿Cómo los explico? En el más profundo, la palabra tiene connotaciones de aborrecimiento, de odio. ¿Y en el segundo nivel de significado? Esta es la parte que implica abandonar algo. Todos sabéis lo que significa “abandonar”, ¿correcto? En resumen, desdeñar significa la reacción y actitud definitivas de Dios hacia estas personas que se están comportando de esa forma. Es un odio extremo hacia ellas, repugnancia, y por tanto la decisión de abandonarlas. Esta es la decisión final de Dios hacia una persona que nunca ha andado en Su camino, que nunca le ha temido y que no se ha apartado del mal. ¿Podéis ver ahora, todos vosotros, la importancia de este dicho que he pronunciado?

¿Entendéis ahora el método que Dios utiliza para establecer el desenlace del hombre? (Arreglar diferentes circunstancias cada día). Arreglar diferentes circunstancias, esto es lo que las personas pueden sentir y tocar. ¿Qué motivo tiene Dios para ello? La razón es que Él quiere probar a todas y cada una de las personas en maneras diferentes, en tiempos diferentes y en lugares diferentes. ¿Qué aspectos del hombre se someten a examen en la prueba? Si eres o no el tipo de persona que teme a Dios y se aparta del mal en cada asunto que afrontas, oyes, ves, y experimentas personalmente. Todo el mundo se enfrentará a esta clase de prueba, porque Dios es justo con todos. Algunos afirman: “He creído en Dios durante muchos años; ¿cómo es que no me he enfrentado a ninguna prueba?”. Sientes que no lo has hecho, porque siempre que Dios ha dispuesto circunstancias para ti, no las has tomado en serio, y nunca has querido andar en Su camino. Por tanto, sencillamente no tienes sentido alguno de las pruebas de Dios. Algunos declaran: “He afrontado unas cuantas pruebas, pero no conozco la forma apropiada de practicar. Aunque he practicado, sigo sin saber si me mantuve firme durante las pruebas”. Las personas que están en este tipo de situación no son, desde luego, una minoría. ¿Cuál es, pues, el estándar por el que Dios mide a las personas? Como indiqué hace unos momentos: ¿temes a Dios y te apartas del mal en todo lo que haces, piensas y expresas? Así se determina si eres o no una persona que teme a Dios y se aparta del mal. ¿Es este un concepto simple? Resulta bastante fácil decirlo, ¿pero se pone en práctica con facilidad? (No es tan fácil). ¿Por qué no es tan fácil? (Porque las personas no conocen a Dios, no saben cómo perfecciona Él al hombre y, por tanto, cuando se enfrentan a los asuntos no saben cómo buscar la verdad para resolver su problema; las personas deben pasar por diversas pruebas, refinamientos, castigos y juicios, antes de lograr la realidad de temer a Dios). Lo expresas así, pero en lo que a ti respecta, temer a Dios y apartarse del mal parece fácilmente realizable ahora. ¿Por qué digo esto? Porque habéis escuchado muchos sermones y recibido no poco riego de la realidad de la verdad. Esto os ha permitido entender cómo temer a Dios y apartaros del mal en términos de teoría y pensamiento. En cuanto a practicarlo, todo esto ha sido útil y os ha hecho sentir que se puede lograr fácilmente. Entonces, ¿por qué nadie puede conseguirlo en realidad? Porque la esencia de la naturaleza del hombre no teme a Dios, y ama el mal. Esta es la verdadera razón.

No temer a Dios y no apartarse del mal es oponerse a Dios

Comencemos por ocuparnos de la procedencia del dicho “temer a Dios y apartarse del mal”. (El libro de Job). Ahora que habéis mencionado a Job, hablemos de él. ¿Estaba Dios obrando en su época, para la conquista y la salvación del hombre? No lo estaba, ¿o sí? Y en lo que a Job respecta, ¿cuánto conocimiento de Dios tenía en ese momento? (No mucho). ¿Y cómo se compara ese conocimiento de Dios con el que vosotros tenéis ahora? ¿Cómo puede ser que no os atreváis a responder a esto? ¿Era el conocimiento de Job mayor o menor que el vuestro? (Menor). Esta es una pregunta muy fácil de responder. ¡Menor! ¡Con toda seguridad! Ahora estáis cara a cara con Dios, y con Su palabra. Vuestro conocimiento de Dios es mucho mayor que el de Job. ¿Por qué menciono esto ahora? ¿Por qué hablo así? Me gustaría explicaros un hecho, pero antes quiero haceros una pregunta: Job sabía muy poco de Dios, pero podía temerle y apartarse del mal. ¿Por qué son incapaces de hacerlo las personas de nuestros días? (Profunda corrupción). Profunda corrupción, esa es la superficie de la cuestión, pero Yo nunca lo veré así. Con frecuencia tomáis doctrinas y letras de las que soléis hablar, como “corrupción profunda”, “rebelarse contra Dios”, “deslealtad hacia Dios”, “desobediencia”, “no amar la verdad”, y usáis estas frases para explicar la esencia de cada cuestión. Esta es una forma errónea de practicar. Utilizar la misma respuesta para explicar cuestiones de naturalezas distintas suscita, inevitablemente, sospechas de blasfemia contra la verdad y contra Dios. No me gusta oír este tipo de respuesta. ¡Pensad en ello! Ninguno de vosotros ha pensado en este asunto, pero cada día puedo verlo y sentirlo. Por tanto, vosotros hacéis y Yo observo. Cuando actuáis no podéis percibir la esencia de este asunto. Pero cuando lo veo, sí puedo advertir y sentir su esencia. ¿Cuál es, pues, esta esencia? ¿Por qué no pueden las personas de estos días temer a Dios y apartarse del mal? Vuestras respuestas están bastante lejos de explicar la esencia de esta cuestión, y no pueden resolverla. Esto se debe a que existe una fuente de la que no sabéis nada. ¿Cuál es? Sé que queréis oír sobre ella, así que os hablaré acerca de la fuente de esta cuestión.

Al principio de la obra de Dios, ¿cómo consideraba Él al hombre? Dios lo rescató; lo consideró un miembro de Su familia, el objetivo de Su obra, aquello que quería conquistar, salvar y perfeccionar. Esta era la actitud de Dios hacia el hombre al principio de Su obra. ¿Pero cuál era la actitud del hombre hacia Dios en aquel momento? Dios era extraño para el hombre, que lo consideraba como un desconocido. Podría decirse que la actitud del hombre hacia Dios era incorrecta y que no tenía claro cómo debía tratarle. Lo trataba, por tanto, como le parecía, y actuaba como creía oportuno. ¿Tenía el hombre un punto de vista sobre Dios? Al principio, ninguno. El denominado punto de vista del hombre consistía, sencillamente, de algunos conceptos e imaginaciones respecto a Dios. Aquello que se ajustaba a los conceptos de las personas fue aceptado; lo que no se ajustaba, se obedecía de manera superficial; sin embargo, en sus corazones las personas chocaban fuertemente con ello y se oponían. Así era la relación entre el hombre y Dios al principio: Dios consideraba al ser humano como un miembro de Su familia, pero este le trataba como a un desconocido. Pero después de un período en el que Dios obró, el hombre llegó a entender lo que Él intentaba conseguir. Las personas llegaron a saber que Dios era el Dios verdadero, y lo que el hombre podía obtener de Él. ¿Cómo consideraba el hombre a Dios en aquel momento? Como un salvavidas del que esperaba obtener gracia, bendiciones, promesas. ¿Y cómo veía Dios al hombre en esa coyuntura? Como el objetivo de Su conquista. Dios quería usar palabras para juzgar al hombre, para ponerlo a prueba, para probarlo. Pero en lo que a la humanidad respectaba en aquel punto de la historia, Dios era un objeto al que podían utilizar para conseguir sus metas. Las personas veían que la verdad que Él promulgaba las podía conquistar y salvar, y que tenían la oportunidad de obtener aquello que querían de Dios, el destino deseado. Por esto, en sus corazones se formó una pequeña pizca de sinceridad, y estuvieron dispuestas a seguir a ese Dios. Transcurrió algún tiempo, y las personas adquirieron algún conocimiento superficial y doctrinal de Dios. Podría decirse que se estaban “familiarizando” cada vez más con Él. Por la palabra hablada por Él, Su predicación, la verdad promulgada y Su obra, las personas estaban cada vez más “familiarizadas”. Entonces pensaron erróneamente que Dios había dejado de ser un desconocido, y que ellos caminaban ya por la senda de la compatibilidad con Él. Hasta ahora, las personas han escuchado muchos sermones sobre la verdad, y han experimentado mucho de la obra de Dios. Sin embargo, bajo las interferencias y obstrucciones de muchos factores y circunstancias diferentes, la mayoría de las personas no consigue poner en práctica la verdad ni satisfacer a Dios. Las personas son cada vez más vagas y menos confiadas. Sienten, cada vez más, que su desenlace es desconocido. No se atreven a tener ideas extraordinarias, y no buscan progresar; simplemente siguen avanzando paso a paso, con reticencia. Respecto al estado actual del hombre, ¿cuál es la actitud de Dios hacia este? Su único deseo es entregarle estas verdades, infundirle Su camino y disponer después diversas circunstancias con el fin de ponerle a prueba de diferentes maneras. Su objetivo consiste en tomar estas palabras, estas verdades, y Su obra, y dar lugar a un desenlace en el que el hombre pueda temer a Dios y apartarse del mal. La mayoría de las personas que he visto sólo toman Su palabra y la consideran como doctrinas, letras, reglas a observar. Cuando abordan cosas y hablan, o se enfrentan a pruebas, no consideran que el camino de Dios sea el camino a observar. Esto es especialmente cierto cuando las personas se enfrentan a pruebas importantes; no he visto a nadie que practicara en la dirección de temer a Dios y apartarse del mal. Debido a esto, la actitud de Dios hacia el hombre está llena de un desprecio y una aversión extremos. Después de que Él haya enviado una y otra vez pruebas a las personas, hasta centenares de veces, estas siguen sin tener una actitud clara que demuestre su determinación: ¡quiero temerle a Dios y apartarme del mal! Al no tener ese valor ni hacer este tipo de demostración, la actitud presente de Dios hacia ellas ya no es la misma que en el pasado, cuando Él extendía misericordia, tolerancia, aguante y paciencia. En su lugar, está extremadamente decepcionado con el hombre. ¿Quién provocó esta desilusión? ¿De quién depende el tipo de actitud que Dios tiene hacia el hombre? De cada persona que sigue a Dios. Durante el transcurso de Sus muchos años de obra, Él le ha exigido mucho al hombre, y ha dispuesto muchas circunstancias para él. Pero comoquiera que haya actuado, y cualquiera que sea su actitud hacia Dios, el hombre no puede practicar en claro acuerdo con el objetivo de temer a Dios y apartarse del mal. Lo resumiré, pues, en un dicho, y lo utilizaré para explicar todo aquello de lo que hablamos sobre por qué las personas no pueden andar en el camino de Dios, temerle y apartarse del mal. ¿Cuál es este dicho? Es el siguiente: Dios considera al hombre el objeto de Su salvación, el objeto de Su obra; el hombre considera a Dios su enemigo, su antítesis. ¿Te queda ahora claro este asunto? Cuál es la actitud del hombre; cuál es la de Dios; cuál es la relación entre el hombre y Dios; todo está muy claro. Independientemente de las muchas predicaciones que hayáis escuchado, las cosas que hayáis recapitulado para vosotros —como ser fieles a Dios, obedecerle, buscar el camino de la compatibilidad con Él, querer dedicarle toda una vida, vivir para Él—, para Mí estas cosas no son andar conscientemente en el camino de Dios, que consiste en temerle y apartarse del mal. En su lugar, existen canales a través de los cuales podéis alcanzar ciertas metas. Para ello, observáis con reticencia algunas reglas. Y son precisamente estas las que alejan aún más a las personas del camino del temor a Dios y de apartarse del mal, y vuelven a colocarlo una vez más a Él en la oposición contra el hombre.

La cuestión de la que estamos hablando hoy es un poco densa; sin embargo, de un modo u otro sigo esperando que cuando paséis por las experiencias y los tiempos venideros podáis hacer lo que os acabo de decir. No descuidéis a Dios ni lo consideréis aire, sintiendo que existe en ocasiones, cuando os resulta útil, pero sintiendo que no lo hace cuando no tiene utilidad alguna para vosotros. Cuando, inconscientemente, posees este tipo de entendimiento, ya has enfurecido a Dios. Quizás algunas personas digan: “No considero que Dios sea aire; siempre le oro, le satisfago, y todo lo que hago se encuentra en el ámbito, el estándar y los principios exigidos por Él. Desde luego que no estoy actuando según mis propias ideas”. Sí, la manera en la que estás afrontando las cosas es correcta. ¿Pero cómo piensas cuando afrontas un asunto cara a cara? ¿Cómo practicas cuando te enfrentas a un asunto? Algunas personas sienten que Dios existe cuando oran y apelan a Él. Pero cuando se enfrentan a una situación, se les ocurren sus propias ideas y quieren acatarlas. Esto es considerar a Dios como aire. Este tipo de situación lo vuelve inexistente. Las personas piensan que Él debería existir cuando lo necesitan, y dejar de hacerlo cuando no lo precisan. Piensan que basta con practicar sus propias ideas. Creen ser capaces de hacer las cosas como les agradan. Simplemente piensan que no necesitan buscar el camino de Dios. Las personas que están actualmente en este tipo de condición, este tipo de estado, ¿no se hallan al filo del peligro? Algunos dicen: “Independientemente de si estoy o no al borde del peligro, he creído durante muchos años, y estoy persuadido de que Dios no me abandonará, porque Él no lo soportaría”. Otros afirman: “Incluso desde el vientre de mi madre, yo creía en el Señor, todo el tiempo hasta ahora; cuarenta o cincuenta años en total. En términos de tiempo, soy el más cualificado para ser salvado por Dios, para sobrevivir. A lo largo de este período de cuatro o cinco décadas, abandoné a mi familia y mi trabajo. Entregué todo lo que tenía, como el dinero, el estatus, el disfrute y el tiempo con la familia; no he comido muchos alimentos deliciosos; no he disfrutado de muchas cosas divertidas; no he visitado muchos lugares interesantes; he experimentado sufrimientos que las personas ordinarias no podrían soportar. Si Dios no puede salvarme por todo esto, estoy recibiendo un trato injusto y no puedo creer en un tipo de Dios así”. ¿Existen muchas personas que opinen así? (Sí, son muchas). Entonces, hoy os ayudaré a entender una realidad: todos y cada uno de los que tienen este tipo de opinión cavan su propia fosa sin darse cuenta. Esto se debe a que están usando sus propias imaginaciones para taparse los ojos. Y son precisamente estas y sus propias conclusiones las que reemplazan el estándar de lo que Dios exige del hombre, evitando que acepten Sus verdaderas intenciones, haciéndoles de forma que no puedan sentir Su verdadera existencia, y haciendo que pierdan su oportunidad de ser perfeccionados por Él y no tener parte en Su promesa.

De «La Palabra manifestada en carne»

¿Qué es la obediencia a Dios? ¿Cuáles son las manifestaciones concretas de la obediencia a Dios?

La sumisión a la obra de Dios debe ser tangible real y debe vivirse. La sumisión superficial por sí sola no puede recibir el elogio de Dios, y solamente obedecer los aspectos superficiales de Su palabra, sin buscar el cambio en el propio carácter, no es conforme al corazón de Dios.

Las palabras relevantes de Dios:

La sumisión a la obra de Dios debe ser tangible real y debe vivirse. La sumisión superficial por sí sola no puede recibir el elogio de Dios, y solamente obedecer los aspectos superficiales de Su palabra, sin buscar el cambio en el propio carácter, no es conforme al corazón de Dios. La obediencia a Dios y la sumisión a Su obra son la misma cosa. Los que solo se someten a Dios, pero no a Su obra, no pueden considerarse personas obedientes, mucho menos, aquellos que no se someten de verdad, sino que son aduladores por fuera. Aquellos que se someten verdaderamente a Dios pueden sacar provecho de la obra y alcanzar una comprensión del carácter y la obra de Dios. Solo esas personas se someten verdaderamente a Dios. Tales personas pueden obtener un nuevo conocimiento y experimentar nuevos cambios a partir de la nueva obra. Solo estas personas son elogiadas por Dios; solo estas personas son perfeccionadas, y son solo ellas cuyo carácter ha cambiado. Los que son elogiados por Dios son los que se someten de buen grado a Él, así como a Su palabra y Su obra. Solo esas personas están en lo correcto; solo este tipo de personas desean sinceramente a Dios y lo buscan sinceramente.

Extracto de ‘Los que obedecen a Dios con un corazón sincero, con seguridad serán ganados por Él’ en “La Palabra manifestada en carne”

Durante el tiempo de Dios en la carne, la sumisión que Él exige de las personas no implica abstenerse de emitir juicios ni resistirse, como ellas imaginan, sino que Él exige que las personas usen Sus palabras como principio según el que vivir y el fundamento de su supervivencia, que pongan absolutamente en práctica la esencia de Sus palabras, y que satisfagan por completo Su voluntad. Un aspecto de exigir que las personas se sometan al Dios encarnado se refiere a poner en práctica Sus palabras, mientras que el otro se refiere a ser capaz de someterse a Su normalidad y Su practicidad. Ambos deben ser absolutos. Los que pueden lograr ambos aspectos son todos aquellos que albergan en su corazón un amor genuino por Dios. Todas ellas son personas que Dios ha ganado y que lo aman como a su propia vida.

Extracto de ‘Aquellos que de verdad aman a Dios son los que pueden someterse completamente a Su practicidad’ en “La Palabra manifestada en carne”

Entonces, ¿cuál debería ser la actitud de la gente hacia estas tres cosas: Dios, Su carne encarnada y la verdad? (Escuchar y obedecer). Así es. No hay nada más simple: ser capaz de escuchar y obedecer. Después de escuchar, debes aceptar en tu corazón. Si eres incapaz de aceptar algo, debes seguir buscando hasta que puedas aceptarlo, entonces, en cuanto lo aceptes, debes obedecer. ¿Qué significa obedecer? Significa llevar a cabo. No desestimes las cosas después de haberlas escuchado; externamente, prometes hacerlas y las anotas, te comprometes a ellas por escrito, las oyes con los oídos, pero están ausentes de tu corazón, y cuando llega el momento de actuar, haces lo que quieres, confinando lo que escribiste al fondo de tu mente y tratándolo como algo sin importancia. Esto no es obedecer. La verdadera obediencia significa escuchar y comprender con el corazón, significa la auténtica aceptación, aceptar como una tarea, como una orden, como una orden obligatoria y una responsabilidad. No se trata solo de aceptar algo en el corazón, sino de convertirlo en una acción concreta. La senda que recorres, el objetivo y la dirección hacia los que corres, son los requerimientos que has oído de Dios; y lo que se hace por tu mano, lo que desea tu corazón, lo que piensa tu mente y el precio que pagas, son en aras de lo que Dios te pide. Esto es “llevar a cabo”. ¿Cuál es el significado implícito de la obediencia? Ejecutar, llevar a cabo, convertir algo en realidad. Anotas en un papel lo que Dios dice y pide, dejando constancia por escrito, pero no está en tu corazón, y cuando llega el momento de actuar, haces lo que te da la gana. Exteriormente, parece que lo has hecho, pero lo has hecho según tus propios principios. ¿Es eso obediencia? ¿Es eso escuchar? (No). ¿Qué es? Se llama desprecio a la verdad, es la violación flagrante de los principios, es el desprecio a los arreglos de la casa de Dios; eso no es obediencia, es rebelión.

Extracto de ‘Para los líderes y obreros, escoger una senda es de la mayor importancia (24)’ en “Registros de las pláticas de Cristo”

La obra que Dios lleva a cabo difiere de un período a otro. Si eres muy obediente a la obra de Dios en una fase, pero en la siguiente tu obediencia hacia Su obra es deficiente o eres incapaz de ser obediente, entonces Dios te abandonará. Si sigues a Dios cuando Él da un paso, debes hacerlo también cuando dé el siguiente. Solo entonces serás alguien obediente al Espíritu Santo. Ya que crees en Dios, debes permanecer constante en tu obediencia. No puedes simplemente obedecer cuando te agrada y desobedecer cuando no. Dios no elogia esta clase de obediencia. Si no puedes seguirle el paso a la nueva obra que comunico y sigues aferrándote a los viejos dichos, entonces ¿cómo puede haber progreso en tu vida? La obra de Dios consiste en proveerte a través de Sus palabras. Cuando obedeces y aceptas Sus palabras, el Espíritu Santo sin duda obra en ti. Él obra exactamente como Yo digo. Haz lo que he dicho, y el Espíritu Santo obrará prontamente en ti. Emito una nueva luz para que la contempléis y os conduzco a la luz del presente, y cuando camines en esta luz, el Espíritu Santo obrará de inmediato en ti. Algunos pueden mostrarse reacios y decir: “Sencillamente, no haré lo que dices”. En ese caso, te digo que has llegado al final del camino; estás seco y ya no hay vida en ti. Así pues, al experimentar la transformación de tu carácter, nada es más crucial que seguirle el paso a la luz del presente. El Espíritu Santo no solo obra en ciertas personas a las que Dios usa, sino que, además, lo hace en la iglesia. Podría estar obrando en cualquier persona. Él puede obrar en ti en el presente y tú experimentarás esta obra. Durante el siguiente periodo, puede obrar en otra persona, en cuyo caso, debes apresurarte a seguirlo; cuanto más de cerca sigas la luz del presente, más podrá crecer tu vida. No importa qué clase de persona sea alguien, si el Espíritu Santo obra en ella, debes seguirla. Asimila sus experiencias a través de las tuyas, y recibirás cosas incluso más elevadas. Al hacerlo, progresarás con mayor rapidez. Esta es la senda de la perfección para el hombre y la manera mediante la cual la vida crece.

Extracto de ‘Los que obedecen a Dios con un corazón sincero, con seguridad serán ganados por Él’ en “La Palabra manifestada en carne”

Si la gente puede desapegarse de las nociones religiosas, entonces no usará su mente para medir las palabras y la obra de Dios del presente, sino que obedecerá directamente. A pesar de que hoy en día la obra de Dios es manifiestamente diferente a la del pasado, todavía puedes desprenderte de los puntos de vista del pasado y obedecer directamente la obra de Dios en la actualidad. Si eres capaz de entender que debes dar honor a la obra de Dios del presente sin importar cómo fue Su obra en el pasado, entonces eres alguien que se ha desprendido de sus nociones, alguien que obedece a Dios, que puede obedecer la obra y las palabras de Dios y que sigue Sus pasos. En este sentido, serás una persona que realmente obedece a Dios. No analizas ni examinas Su obra; es como si Dios hubiera olvidado Su obra anterior, y como si tú también la hubieras olvidado. El presente es el presente y el pasado es el pasado, y ya que hoy Dios ha puesto a un lado lo que Él hizo en el pasado, tú no deberías permanecer ahí. Solo una persona así obedece a Dios completamente y se ha desapegado por completo de sus nociones religiosas.

Extracto de ‘Solo pueden servir a Dios los que conocen Su obra de hoy’ en “La Palabra manifestada en carne”

Cuando Noé hizo lo que Dios le ordenó no conocía Sus intenciones. No sabía lo que Él quería llevar a cabo. Dios sólo le había dado un mandato y le había ordenado hacer algo, y sin mucha explicación, Noé siguió adelante y lo hizo. No intentó descifrar secretamente los propósitos de Dios ni se resistió a Él, ni mostró falta de sinceridad. Sólo fue y actuó en consecuencia, con un corazón puro y simple. Hizo todo lo que Dios le hizo hacer; obedecerle y escuchar Su palabra sostuvieron su fe en lo que hacía. Así fue como lidió de forma directa y simple con lo que Dios le encargó. Su esencia, la esencia de sus acciones, fue la obediencia, no cuestionar, no resistirse y, además, no pensar en sus propios intereses personales ni en sus ganancias y pérdidas. Además, cuando Dios dijo que destruiría el mundo con un diluvio, Noé no preguntó cuándo lo haría ni qué sería de las cosas, y desde luego no le preguntó a Dios cómo iba a destruir el mundo. Simplemente hizo lo que Dios ordenó. Como fuera que Dios quisiera hacerlo y por el medio que deseara, él siguió al pie de la letra lo que Dios le pidió y además, de inmediato emprendió acción. Actuó de acuerdo con las instrucciones de Dios con la actitud de querer satisfacer a Dios. ¿Lo hacía para ayudarse a sí mismo a evitar el desastre? No. ¿Le preguntó a Dios cuánto faltaba para que el mundo fuese destruido? No. ¿Le preguntó a Dios o acaso sabía cuánto tardaría en construir el arca? Tampoco lo sabía. Simplemente obedeció, escuchó, y actuó en consecuencia.

Extracto de ‘La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo I’ en “La Palabra manifestada en carne”

En la Era de la Ley, Dios dijo que le daría un hijo a Abraham. ¿Qué respondió Abraham? Nada; creía que Dios haría lo que había dicho. Esta fue la actitud de Abraham. ¿Hizo algún juicio? ¿Se burló? ¿Hizo algo furtivamente? (No). Esto se denomina obediencia, mantenerse en su sitio, mantenerse en el deber. Y su esposa, Sara, ¿no fue distinta a Abraham? ¿Cuál fue su actitud hacia Dios? Lo cuestionó, se burló, no lo creyó, lo juzgó e hizo maniobras mezquinas, como entregarle a Abraham su doncella como concubina, lo que acabó dando lugar a muchos disparates. Esto fue fruto de la voluntad del hombre. Sara no se mantuvo en su sitio y en su interior surgieron su cuestionamiento de Dios y su incredulidad hacia Él. ¿Qué provocó su incredulidad? Hubo una variedad de causas y contextos, como que Abraham era bastante viejo entonces o que ella también era muy anciana e incapaz de tener hijos. Todo esto le hizo creer que lo que Dios había dicho era imposible, una broma para niños. No aceptó ni creyó como verdad lo que dijo Dios, sino que se lo tomó a modo de mentira o broma. ¿Es esta la actitud correcta? Tomarse las palabras de Dios como mentiras de un embustero, ¿es la actitud con la que se debe tratar al Señor de la creación? (No). Por eso, porque se tomó las palabras de Dios en broma, como mentiras de un embustero, y no como la verdad, y porque no creyó lo que Dios dijo ni lo que iba a hacer, se produjeron una serie de consecuencias, todas ellas fruto de la voluntad del hombre y de la incredulidad de Sara. En resumidas cuentas, estaba diciendo: “¿Puede hacer esto Dios? Si no puede, debo intervenir para ayudar a que se cumplan estas palabras de Dios”. En su interior había malentendidos, juicios, especulaciones e interrogantes, que, combinados, condicionaron un acto de rebelión contra Dios por parte de una persona de carácter corrupto. Abraham no hizo estas cosas, por lo que se le otorgó esta bendición. Dios vio el corazón reverente de Abraham hacia Él, su lealtad y su actitud, y le dio un hijo para que fuera padre de muchas naciones. Esto fue lo que le prometió a Abraham y Su trato especial hacia Sara. Por lo tanto, la obediencia es muy importante. ¿Hay cuestionamiento en la obediencia? Si lo hay, ¿se considera obediencia sincera? Si en ella hay análisis y juicio, ¿se considera obediencia sincera? (No). Menos aún si uno trata de encontrar defectos. Entonces, ¿qué se manifiesta y se revela, y cuál es la conducta, en la obediencia que demuestra plenamente que esta es sincera? (La fe). Por un lado, la auténtica fe. Se ha de entender correctamente lo que Dios dice y hace, y comprobar que todo lo que Él hace es correcto y la verdad; no hay necesidad de cuestionarlo, de preguntar a otros al respecto, de sopesarlo y juzgarlo ni de analizarlo dentro de uno mismo. Este es un aspecto de la obediencia: creer que todo lo que hace Dios es correcto. Cuando una persona hace algo, podemos observar quién lo hizo, sus antecedentes y su temperamento. Estas cosas requieren análisis. Si, por otro lado, algo proviene de Dios y lo hace Él, debemos taparnos la boca inmediatamente, sin cuestionamientos ni consultas, sino aceptándolo íntegramente. ¿Y qué se debe hacer a continuación? Aquí hay algunas verdades que no entiende del todo la gente, la cual está distanciada de Dios. Aunque cree y es capaz de someterse y de reconocer que Dios hizo esto, su reconocimiento de este hecho es todavía de una naturaleza un tanto doctrinal y tiene el corazón intranquilo. En esas ocasiones, la persona debe buscar y preguntar: “¿Qué verdad hay en esto? ¿Dónde está el error en mi forma de pensar? ¿Cómo me distancié de Dios? ¿Qué opiniones mías contradicen lo que afirma Dios?”. Ser capaz de buscar dichas respuestas es una actitud y una práctica de obediencia. Hay quienes dicen que son obedientes, y cuando después les sucede algo, alegan: “¿Quién sabe lo que hace Dios? Los seres creados no podemos meternos en ello. ¡Que Dios haga lo que quiera!”. ¿Esto es obediencia? ¿Qué actitud es esta? Es aversión a asumir la responsabilidad, falta de interés por lo que hace Dios, fría indiferencia. Abraham fue capaz de obedecer porque observó varios principios y tenía una fe decidida, sin ninguna duda, en que Dios haría y cumpliría lo que decía. Por lo tanto, no tuvo ningún interrogante, no hizo valoraciones ni llevó a cabo maniobras mezquinas. Esta es la manera en que se comportó.

Extracto de ‘La actitud que ha de tener el hombre hacia Dios’ en “Registros de las pláticas de Cristo”

Para el hombre, Dios hace muchas cosas incomprensibles e incluso increíbles. Cuando Dios desea orquestar a alguien, con frecuencia esta orquestación está en desacuerdo con las nociones del hombre y le resulta incomprensible. Sin embargo, esta disonancia e incomprensibilidad son precisamente la prueba y el examen de Dios para el ser humano. Entretanto, Abraham pudo demostrar su obediencia a Dios, que era la condición más fundamental de su capacidad de satisfacer Su requisito. Sólo entonces, cuando Abraham pudo obedecer esta exigencia, cuando ofreció a Isaac, Dios sintió verdaderamente confianza y aprobación hacia la humanidad, hacia Abraham, a quien había escogido. Sólo entonces estuvo Dios seguro de que esta persona que había elegido era un líder indispensable que podría acometer Su promesa y Su consiguiente plan de gestión. Aunque sólo era una prueba y un examen, Dios se sintió satisfecho, percibió el amor del hombre por Él, y se sintió confortado por este como nunca antes. En el momento en que Abraham levantó su cuchillo para matar a Isaac, ¿lo detuvo Dios? Dios no permitió que Abraham sacrificase a Isaac, sencillamente porque no tenía intención de tomar su vida. Así pues, detuvo a Abraham justo a tiempo. Para Dios, la obediencia de Abraham ya había pasado la prueba; lo que hizo fue suficiente, y Él ya había visto el resultado de lo que pretendía hacer. ¿Fue este resultado satisfactorio para Dios? Puede decirse que lo fue, que fue lo que Dios quería, y lo que anhelaba ver. ¿Es esto cierto? Aunque, en diferentes contextos, Dios usa diferentes formas de probar a cada persona; en Abraham comprobó lo que quería ver: que su corazón era sincero, y su obediencia incondicional. Este “incondicional” era precisamente lo que Dios deseaba.

Extracto de ‘La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo II’ en “La Palabra manifestada en carne”

En su creencia en Dios, Pedro buscó satisfacerle en todas las cosas y obedecer todo lo que viniera de Él. Sin la más mínima queja, fue capaz de aceptar el castigo y el juicio, así como el refinamiento, la tribulación y la necesidad en su vida, nada de lo cual pudo alterar su amor a Dios. ¿No era este el máximo amor a Dios? ¿No era esto el cumplimiento del deber de una criatura de Dios? Ya sea en el castigo, el juicio o la tribulación, siempre eres capaz de lograr la obediencia hasta la muerte y esto es lo que debe conseguir una criatura de Dios; esta es la pureza del amor a Dios. Si el hombre puede conseguir tanto, es una criatura calificada de Dios y no hay nada que satisfaga más el deseo del Creador. Imagina que eres capaz de obrar para Dios, pero no lo obedeces y eres incapaz de amarlo verdaderamente. De esta forma, no solo no habrás cumplido el deber de una criatura de Dios, sino que Él también te condenará, porque eres alguien que no posee la verdad, incapaz de obedecerlo y desobediente a Dios. Solo te preocupas de obrar para Dios y no de poner en práctica la verdad ni de conocerte a ti mismo. No entiendes ni conoces al Creador y no lo obedeces ni lo amas. Eres una persona que es desobediente a Dios de manera innata, y el Creador no ama a tales personas.

Extracto de ‘El éxito o el fracaso dependen de la senda que el hombre camine’ en “La Palabra manifestada en carne”

Dar un testimonio contundente de Dios tiene relación principalmente con que tengas o no un entendimiento del Dios práctico y con que seas o no capaz de someterte ante esa persona que no solo es corriente, sino normal, e incluso someterte hasta la muerte. Si mediante esta sumisión das de verdad un testimonio de Dios, eso significa que Dios te ha obtenido. Si puedes someterte hasta la muerte y estar libre de quejas ante Él, no emitir juicios, no difamar, no tener nociones ni propósitos ocultos, de esta forma Dios obtendrá gloria. La sumisión ante una persona corriente a la que el hombre mira con desprecio y ser capaz de someterte hasta la muerte sin noción alguna, esto es un testimonio verdadero. La realidad a la que Dios exige que entren las personas es ser capaces de obedecer Sus palabras, de ponerlas en práctica, de inclinarse ante el Dios práctico y conocer la propia corrupción; ser capaces de abrir el corazón ante Él y, al final, ser ganados por Él a través de estas palabras suyas. Dios obtiene gloria cuando estas declaraciones te conquistan y te hacen totalmente obediente a Él; a través de esto, Él avergüenza a Satanás y completa Su obra. Cuando tú no tienes nociones sobre la practicidad del Dios encarnado, es decir, cuando te has mantenido firme en esta prueba, entonces has dado un buen testimonio. Si llega un día en el que tienes un entendimiento pleno del Dios práctico y puedes someterte hasta la muerte como hizo Pedro, entonces Dios te ganará y te perfeccionará. Cualquier cosa que Dios hace que no concuerda con tus nociones es una prueba para ti. Si la obra de Dios concordara con tus nociones, no te exigiría que sufrieras ni que fueras refinado. Su obra exige que abandones tales nociones porque es muy práctica y no concuerda con tus nociones. Por esta razón es una prueba para ti. Todas las personas se hallan en medio de pruebas por la practicidad de Dios; Su obra es práctica, no sobrenatural. Al entender plenamente Sus palabras y Sus declaraciones prácticas sin noción alguna y al ser capaz de amarlo sinceramente a medida que Su obra se hace más práctica, Él te ganará. El grupo de personas a las que Dios ganará son aquellas que conocen a Dios, es decir, las que conocen Su practicidad. Es más, son aquellas capaces de someterse a la obra práctica de Dios.

Extracto de ‘Aquellos que de verdad aman a Dios son los que pueden someterse completamente a Su practicidad’ en “La Palabra manifestada en carne”

Palabras diarias de Dios | Fragmento 351 | «Muchos son llamados, pero pocos son escogidos»

He buscado a muchos en la tierra para que sean Mis seguidores. Entre ellos están aquellos quienes sirven como sacerdotes, aquellos quienes guían, aquellos quienes educan a los hijos, aquellos quienes forman el pueblo y aquellos quienes hacen el servicio.

Palabras diarias de Dios | Fragmento 351 |  «Muchos son llamados, pero pocos son escogidos»

He buscado a muchos en la tierra para que sean Mis seguidores. Entre ellos están aquellos quienes sirven como sacerdotes, aquellos quienes guían, aquellos quienes educan a los hijos, aquellos quienes forman el pueblo y aquellos quienes hacen el servicio. Los dividí en estas diferentes categorías basado en la lealtad que me muestran. Cuando todos los hombres hayan sido clasificados de acuerdo a su tipo, es decir, cuando la naturaleza de cada tipo de hombre se haya revelado, entonces enumeraré a cada hombre entre los de su tipo legítimo y pondré a cada tipo en su lugar adecuado para que Yo pueda lograr Mi objetivo de salvación de la humanidad. A su vez, llamo a los grupos de aquellos a los que deseo salvar para que regresen a Mi casa, entonces permito a todas estas personas que acepten Mi obra en los últimos días. Al mismo tiempo, clasifico al hombre según su tipo, luego recompenso o castigo a cada uno en base a sus obras. Tales son los pasos que comprenden Mi obra.

Yo vivo ahora en la tierra y vivo entre los hombres. Todos los hombres están experimentando Mi obra y viendo Mi palabra, y con esto confiero todas las verdades a cada uno de Mis seguidores para que puedan recibir vida de Mí y así tener el camino a seguir. Porque Yo soy Dios, Dador de vida. Durante Mis muchos años de obrar el hombre ha recibido mucho y ha renunciado a mucho, sin embargo, todavía afirmo que el hombre no cree verdaderamente en Mí. Porque el hombre solamente reconoce en la superficie que Yo soy Dios y no está de acuerdo con la verdad que hablo, mucho menos practica la verdad que Yo exijo de él. Es decir, el hombre reconoce sólo la existencia de Dios, pero no la de la verdad; el hombre sólo reconoce la existencia de Dios, pero no la de la vida; el hombre sólo reconoce el nombre de Dios, pero no Su esencia. Debido a su celo, el hombre me es detestable. Porque el hombre sólo usa palabras agradables al oído para engañarme y ninguno me adora con un corazón sincero. Tus palabras llevan la tentación de la serpiente. Y tus palabras son arrogantes al extremo, simplemente como si el arcángel las hubiera expresado. Además, tus acciones están gastadas; tus deseos desmedidos y tus intenciones codiciosas son ofensivas de escuchar. Todos vosotros os habéis convertido en polilla en Mi casa y en objetos de Mi aversión y rechazo. Porque ninguno de vosotros sois amantes de la verdad, sólo sois hombres que estáis a favor de las bendiciones, que queréis ascender al cielo, a quienes os agrada ver la magnificencia de Cristo ejerciendo Su poder en la tierra. ¿Alguna vez has pensado cómo un hombre tan profundamente corrompido como tú, quien para nada sabe lo que Dios es, puede ser digno de seguir a Dios? ¿Cómo puedes ascender al cielo? ¿Cómo puedes ser digno de ver la belleza sin precedentes de la magnificencia? Vuestras bocas están llenas con palabras de engaño e inmundicia, de traición y altanería. Nunca me habéis hablado palabras de sinceridad ni santidad, ni tampoco las palabras de que experimentas Mi palabra y me obedeces. ¿Qué fe es esta? Vuestros corazones están llenos de deseos y riqueza; vuestras mentes están llenas con las cosas materiales. Cada día calculáis cómo obtener de Mí, evaluando cuánta riqueza y cuántas cosas materiales habéis obtenido de Mí. Cada día esperáis que más bendiciones caigan sobre vosotros para que podáis gozar más cosas y más placenteras. Lo que hay en tus pensamientos en cada momento no soy Yo o la verdad que proviene de Mí, sino tu esposo (esposa), hijos, hijas o lo que comes o vistes, y cómo puedes gozar aún un placer mejor, un placer mayor. Incluso si llenas tu estómago hasta el tope, ¿no sigues siendo poco más que un cadáver? Aunque adornes tu forma gloriosamente, ¿no sigues siendo un cadáver andante que no tiene vida? Te afanas por el bien de tu estómago hasta que tienes canas, sin embargo, nadie está dispuesto a sacrificar un solo cabello por Mi obra. Viajas, trabajas duro y te rompes la cabeza para tu carne y para tus hijos, sin embargo, nadie se preocupa o piensa de lo que está en Mi corazón y Mi mente. ¿Qué deseas obtener de Mí?

Nunca estoy apresurado en Mi obra. No importa cómo me siga el hombre, hago Mi obra de acuerdo con cada paso, como en Mi plan. Por lo tanto, aunque te rebeles tanto contra Mí, no detengo Mi obra y sigo hablando la palabra que deseo. Llamo a Mi casa a todos los que he predestinado para que escuchen Mi palabra, entonces pongo ante Mi trono a todos quienes obedecen y anhelan Mi palabra. Aquellos quienes traicionan Mi palabra, aquellos quienes no me obedecen ni se someten a Mí, y aquellos quienes abiertamente me desafían, serán echados a un lado a esperar su castigo final. Todos los hombres viven en perversión y bajo la mano del maligno, así que no muchos de los que me siguen realmente anhelan la verdad. Es decir, la mayoría no me adora con un corazón verdadero o con la verdad, sino que tratan de ganar Mi confianza a través de la perversión, la rebelión y las medidas engañosas. Es por esta razón que digo, “Muchos son llamados, pero pocos escogidos”. Todos los que son llamados están profundamente pervertidos y viven en la misma época, pero aquellos quienes son escogidos son sólo esa parte que cree y reconoce la verdad, y que práctica la verdad. Estos hombres son sólo una parte muy pequeña de la totalidad, y de entre estos hombres recibiré más gloria. Si os medís con estas palabras, ¿sabes si estás entre los escogidos? ¿Cuál será tu fin?

De “La Palabra manifestada en carne”

Fragmento 5 | «Conocer las tres etapas de la obra de Dios es la senda para conocer a Dios»

La obra de gestionar a la humanidad se divide en tres etapas, lo que significa que la obra de salvar a la humanidad se divide en tres etapas. Estas tres etapas no incluyen la obra de crear el mundo, sino que son la Era de la Ley, la Era de la Gracia, y la Era del Reino.

Fragmento 5 | “Conocer las tres etapas de la obra de Dios es la senda para conocer a Dios

La obra de gestionar a la humanidad se divide en tres etapas, lo que significa que la obra de salvar a la humanidad se divide en tres etapas. Estas tres etapas no incluyen la obra de crear el mundo, sino que son la Era de la Ley, la Era de la Gracia, y la Era del Reino. La obra de crear el mundo fue la de producir a toda la humanidad. No fue la de salvarla ni tiene relación con ella; y es que, cuando el mundo fue creado, la humanidad no había sido corrompida por Satanás y, por tanto, no había necesidad de llevar a cabo la obra de salvación de la humanidad. Esta sólo comenzó una vez que la humanidad se había corrompido y, por tanto, la obra de gestión de la humanidad tampoco empezó hasta entonces. En otras palabras, la gestión del hombre por parte de Dios empezó como un resultado de la obra de salvar a la humanidad, y no surgió de la obra de crear el mundo. No podría haber obra de gestión de la humanidad sin el carácter corrupto de esta, y por tanto dicha obra incluye tres partes, en lugar de cuatro etapas, o cuatro eras. Sólo esta es la forma correcta de referirse a la gestión de la humanidad por parte de Dios. Cuando la era definitiva llegue a su fin, la obra de gestión de la humanidad habrá llegado a un final completo. La conclusión de la misma significa que la obra de salvar a toda la humanidad ha terminado totalmente, y que esta ha alcanzado el final de su viaje. Sin la obra de salvar a toda la humanidad, la obra de gestión de esta no existiría ni habría tres etapas de obra. Fue precisamente por la depravación de la humanidad, y la urgente necesidad de salvación que esta tenía, que Jehová concluyó la creación del mundo y comenzó la obra de la Era de la Ley. Sólo entonces comenzó la obra de gestión de la humanidad, que significa que sólo entonces se inició la obra de salvación de esta. “Gestionar a la humanidad” no significa guiar la vida de la recién creada humanidad sobre la tierra (es decir, una humanidad que aún no se había corrompido). En su lugar, es la salvación de una humanidad corrompida por Satanás, es decir, el cambio de esta humanidad corrupta. Este es el significado de gestionar a la humanidad. La obra de salvar a esta no incluye la de crear al mundo, y por tanto la de gestionar a la humanidad no incluye la de crear el mundo, sino sólo tres etapas de obra independientes de la creación del mismo. Para entender la obra de gestión de la humanidad, es necesario ser consciente de la historia de las tres etapas de la obra, de esto es de lo que todos deben ser conscientes a fin de ser salvados. Como criaturas de Dios, deberíais reconocer que Él creó al hombre, y deberíais reconocer la fuente de la corrupción de la humanidad, además del proceso de la salvación del hombre. Si sólo sabéis cómo actuar de acuerdo a la doctrina para obtener el favor de Dios, pero no tenéis ni idea de cómo salva Él a la humanidad, o de la fuente de la corrupción de esta, esto es lo que os falta como criaturas de Dios. No deberías satisfacerte solamente con entender esas verdades que pueden ponerse en práctica, mientras sigues ignorando el alcance más amplio de la obra de gestión de Dios; si este es el caso, eres demasiado dogmático. Las tres etapas de la obra son la historia interior del plan de gestión del hombre por parte de Dios, la llegada del evangelio de todo el universo, el misterio más grande en medio de toda la humanidad, y también el fundamento de la difusión del evangelio. Si sólo te centras en entender verdades simples relacionadas con tu vida, y no sabes nada de esto, el más grande de todos los misterios y visiones, ¿no parece, pues, tu vida un producto defectuoso, bueno para nada excepto para mirarlo?

Si el hombre sólo se concentra en la práctica, y considera secundarios la obra de Dios y el conocimiento de Él, ¿no es eso lo mismo que ser tacaño en lo pequeño y derrochador en lo grande? Debes saber lo que debes saber, y poner en práctica lo que debes poner en práctica. Sólo entonces serás alguien que sabe cómo buscar la verdad. Cuando llegue el día en que difundas el evangelio, si sólo eres capaz de decir que Dios es un Dios grande y justo, un Dios supremo, con el que ningún gran hombre puede compararse, pues nadie es más alto que Él…, si sólo puedes pronunciar estas palabras irrelevantes y superficiales, y eres totalmente incapaz de hablar palabras de importancia crucial, y que tengan contenido, si no tienes nada que decir acerca de conocer a Dios, o Su obra, y, además, no puedes explicar la verdad ni proveer lo que le falta al hombre, alguien como tú es incapaz de cumplir bien su obligación. Dar testimonio de Dios y difundir el evangelio no es un asunto sencillo. Primero debes estar equipado con la verdad y las visiones que deben entenderse. Cuando tienes claras las visiones y la verdad de los diferentes aspectos de la obra de Dios, llegas a conocerla en tu corazón, e independientemente de lo que Dios haga —un juicio justo o el refinamiento al hombre— posees la mayor visión como tu fundamento, y la verdad correcta para poner en práctica, serás capaz de seguir a Dios hasta el final mismo. Debes saber que sin importar qué obra haga Él, el objetivo y el corazón de Su obra no cambia, y Su voluntad para con el hombre tampoco lo hace. No importa lo severas que sean Sus palabras ni lo adverso del entorno, los principios de Su obra no cambiarán, y Su propósito de salvar al hombre tampoco. Al no tratarse de la revelación del final del hombre ni de su destino, y que no es la obra de la fase final o de poner fin a todo el plan de gestión de Dios, y dado que es durante el tiempo que Él obra en el hombre, el corazón de Su obra no cambiará: siempre será la salvación de la humanidad. Este debería ser el fundamento de vuestra creencia en Dios. El objetivo de las tres etapas de la obra es la salvación de toda la humanidad, que significa la salvación completa del hombre del dominio de Satanás. Aunque cada una de las tres etapas de la obra tiene un objetivo y un sentido diferentes, son parte de la obra de salvación de la humanidad, y distintas obras de salvación llevadas a cabo de acuerdo a los requisitos de la humanidad. Una vez que seas consciente del objetivo de estas tres etapas de la obra, sabrás cómo recibir el sentido de cada una de ellas, y reconocerás cómo actuar con el fin de satisfacer el deseo de Dios. Si puedes alcanzar este punto, entonces esta, la mayor de todas las visiones, pasará a ser tu fundamento. No deberías buscar formas fáciles de práctica, o verdades profundas, sino combinar visiones con práctica, de forma que haya verdades que puedan ponerse en práctica, y conocimiento basado en visiones. Sólo entonces serás alguien que busca totalmente la verdad.

Extracto de “La Palabra manifestada en carne”

Aprender más: ¿Qué significa la salvación?

Debes mantener tu lealtad a Dios

¿Cómo está obrando el Espíritu Santo dentro de la iglesia actualmente? ¿Tienes un conocimiento firme de esta cuestión? ¿Cuáles son las mayores dificultades de tus hermanos y hermanas? ¿De qué carecen más? Actualmente, algunas personas son negativas cuando se someten a las pruebas y algunas incluso se quejan.

¿Cómo está obrando el Espíritu Santo dentro de la iglesia actualmente? ¿Tienes un conocimiento firme de esta cuestión? ¿Cuáles son las mayores dificultades de tus hermanos y hermanas? ¿De qué carecen más? Actualmente, algunas personas son negativas cuando se someten a las pruebas y algunas incluso se quejan. Otras personas ya no están avanzando, porque Dios ha terminado de hablar. Las personas no han entrado en la senda correcta de la creencia en Dios. No pueden vivir de forma independiente ni mantener su propia vida espiritual. Algunas personas siguen la corriente y buscan con energía, y están dispuestas a practicar cuando Dios habla, pero cuando Dios no habla, ya no avanzan más. Las personas siguen sin haber entendido la voluntad de Dios en sus corazones y no sienten un amor espontáneo por Él; siguieron a Dios en el pasado porque las obligaron. Ahora, algunas personas están cansadas de la obra de Dios. ¿Acaso no están en peligro? Muchas personas se encuentran en el estado de arreglárselas como pueden. Aunque comen y beben las palabras de Dios y oran a Él, lo hacen todo a medias y ya no tienen el deseo que una vez tuvieron. La mayoría de las personas no están interesadas en la obra de refinamiento y perfección de Dios y, ciertamente, es como si nunca tuvieran un impulso interno. Cuando las transgresiones las superan no se sienten en deuda con Dios, no tienen la conciencia para sentir remordimientos. No buscan la verdad ni dejan la Iglesia, sino que solo buscan placeres pasajeros. ¡Estas personas son insensatas, verdaderamente estúpidas! ¡Cuando llegue el momento, serán todos echados fuera, y no se salvará ni uno! ¿Piensas que si alguien se ha salvado una vez se salvará siempre? ¡Esta creencia es puro engaño! Todos los que no buscan entrar en la vida serán castigados. La mayoría de las personas no tienen absolutamente ningún interés en entrar en la vida, en las visiones ni en poner en práctica la verdad. No buscan entrar y, sin duda, no persiguen entrar en mayor profundidad. ¿No se están destruyendo a sí mismas? Justo ahora, hay un grupo de personas cuyas condiciones están mejorando constantemente. Cuanto más obra el Espíritu Santo, más confianza obtienen; cuanto más experimentan, más sienten el profundo misterio de la obra de Dios. Cuanto mayor es la profundidad a la que entran, más entienden. Sienten que el amor de Dios es tan grande y se sienten seguros y esclarecidos en su interior. Tienen un entendimiento de la obra de Dios. Estas son las personas en quienes el Espíritu Santo está obrando. Algunas personas dicen: “Aunque no hay nuevas palabras de Dios, debo seguir buscando entrar más profundamente en la verdad, en mi experiencia real debo ser serio en todo y entrar en la realidad de las palabras de Dios”. Esta clase de persona posee la obra del Espíritu Santo. Aunque Dios no muestre Su rostro, se oculte de cada persona, y aunque no pronuncie una palabra, y haya ocasiones en las que las personas experimenten algún refinamiento interno, Dios no ha abandonado por completo a las personas. Si una persona no puede conservar la verdad que debería llevar a cabo, no tendrá la obra del Espíritu Santo. Durante el período de refinamiento, en el que Dios no se muestra a Sí mismo, si no tienes confianza y te encoges de miedo, si no te centras en experimentar Sus palabras, entonces estarás huyendo de la obra de Dios. Después, serás uno de los que son expulsados. Quienes no buscan entrar en la palabra de Dios no pueden mantenerse en absoluto como testigos Suyos. Las personas que son capaces de dar testimonio por Dios y satisfacer Su voluntad dependen por completo de su empuje por buscar las palabras de Dios. La obra que Él lleva a cabo en las personas es, principalmente, permitirles que obtengan la verdad; hacer que busques la vida es para perfeccionarte, y todo esto es para hacerte adecuado al uso de Dios. Lo único que buscas ahora es oír misterios, escuchar las palabras de Dios, alegrarte la vista y echar un vistazo a tu alrededor para ver si hay alguna novedad o tendencia, y así satisfacer tu curiosidad. Si este es el propósito en tu corazón, entonces no hay forma de que cumplas las exigencias de Dios. Quienes no buscan la verdad no pueden seguir hasta el final. Ahora mismo, no es que Dios no esté haciendo nada, sino que las personas no están cooperando con Él, porque están cansadas de Su obra. Solo quieren oír las palabras que Él pronuncia para conceder bendiciones y no están dispuestas a escuchar las palabras de Su juicio y castigo. ¿A qué se debe esto? La razón es que el deseo de las personas de obtener bendiciones no se ha cumplido y, por tanto, se han vuelto negativas y débiles. No es que Dios no permita deliberadamente que las personas lo sigan, ni que Él esté repartiendo golpes a la humanidad de manera intencionada. Las personas son negativas y débiles solo porque sus propósitos son inapropiados. Dios es el Dios que da vida al hombre, y Él no puede traer al hombre a la muerte. Las personas provocan su propia negatividad, debilidad y reincidencia.

La obra actual de Dios otorga algún refinamiento a las personas, y solo quienes pueden mantenerse firmes mientras reciben este refinamiento obtendrán la aprobación de Dios. Independientemente de cómo se oculte Él, ya sea al no hablar o no obrar, puedes seguir buscando con vigor. Aunque Dios dijera que te rechazaría, tú continuarás siguiéndolo. Esto es mantenerse firme en el testimonio de Dios. Si Él se oculta de ti y dejas de seguirlo, ¿es esto mantenerte firme en el testimonio de Dios? Si las personas no entran de verdad, entonces no tienen una estatura real, y cuando se enfrenten realmente a una gran prueba, tropezarán. Cuando Dios no está hablando, o lo que está haciendo no está en sintonía con tus propias nociones, te vienes abajo. Si Dios estuviera actuando en la actualidad de acuerdo con tus propias nociones, si Él estuviera satisfaciendo tu voluntad y tú fueras capaz de levantarte y de buscar con energía, ¿sobre qué fundamento estarías viviendo entonces? ¡Yo digo que muchas personas solo viven de manera que depende completamente de la curiosidad humana! En el fondo de su corazón no tienen la intención de buscar en absoluto. Todos los que no buscan entrar en la verdad, sino que confían en su propia curiosidad en la vida, ¡son personas despreciables y están en peligro! Las diversas clases de obra de Dios se llevan a cabo todas para perfeccionar a la humanidad. Sin embargo, las personas son siempre curiosas, les gusta preguntar sobre los rumores, se preocupan por los temas de actualidad en el extranjero —por ejemplo, tienen curiosidad sobre lo que ocurre en Israel, o si hubo un terremoto en Egipto—, siempre en busca de algo nuevo, de cosas novedosas para satisfacer sus deseos egoístas. No buscan la vida ni ser perfeccionados. Solo buscan que el día de Dios llegue antes para que su hermoso sueño pueda hacerse realidad, y que sus extravagantes deseos se cumplan. Esta clase de persona no es práctica; son personas con una perspectiva inapropiada. Solo la búsqueda de la verdad es el fundamento de la creencia de la humanidad en Dios, y si las personas no buscan la entrada en la vida, si no buscan satisfacer a Dios, se verán sometidas al castigo. Los que deben ser castigados son los que no han tenido la obra del Espíritu Santo durante el tiempo de obra de Dios.

¿Cómo deberían cooperar las personas con Dios durante esta etapa de Su obra? Dios está probando a las personas actualmente. Él no está pronunciando una palabra, sino que se está ocultando y no está contactando directamente con las personas. Desde fuera, parece que Él no está haciendo ninguna obra, pero la verdad es que Él sigue obrando en el hombre. Todos los que buscan entrar en la vida tienen una visión para su búsqueda de la vida y no tienen dudas, aunque no entiendan plenamente la obra de Dios. Mientras te sometes a las pruebas, aunque no sepas qué quiere hacer Dios ni la obra que desea cumplir, deberías saber que los propósitos de Dios para la humanidad son siempre buenos. Si lo buscas con un corazón sincero, Él nunca te dejará y, al final, te perfeccionará seguramente y traerá a las personas a un destino apropiado. Al margen de cómo esté Dios poniendo a prueba a las personas en la actualidad, llegará el día en el que les proporcionará el desenlace apropiado, y les dará la retribución adecuada en base a lo que hayan hecho. Dios no guiará a las personas hasta un determinado punto para después dejarlas sencillamente a un lado e ignorarlas. Esto se debe a que Él es un Dios fiel. En esta etapa, el Espíritu Santo está realizando la obra de refinamiento. Está refinando a cada persona. En las etapas de la obra que constituyeron las pruebas de la muerte y la del castigo, el refinamiento se realizaba por medio de palabras. Para que las personas experimenten la obra de Dios, deben entender primero Su obra actual y cómo debería colaborar la humanidad. De hecho, esto es algo que todos deberían entender. Independientemente de lo que Dios haga, se trate de refinamiento o, aunque no hable, ni un solo paso de Su obra está en línea con los conceptos de la humanidad. Cada paso de Su obra hace añicos y derrumba las nociones de las personas. Esta es Su obra. Pero debes creer que, como la obra de Dios ha alcanzado una determinada etapa, pase lo que pase Él no hará que toda la humanidad perezca. Él da promesas y bendiciones a la humanidad, y todos aquellos que lo buscan podrán obtener Sus bendiciones, mientras que Dios desechará a quienes no lo hagan. Esto depende de tu búsqueda. Pase lo que pase, debes creer que, cuando la obra de Dios haya concluido, cada persona tendrá un destino adecuado. Dios ha concedido hermosas aspiraciones a la humanidad, pero si las personas no las buscan, son inalcanzables. Deberías ser capaz de ver esto ahora: el refinamiento y el castigo de la gente por parte de Dios son Su obra; sin embargo, en el caso de las personas, ellas deben buscar en todo momento un cambio en el carácter. En tu experiencia práctica, debes saber primero cómo comer y beber las palabras de Dios; a partir de Sus palabras, debes averiguar en qué deberías entrar, cuáles son tus propias deficiencias, buscar la entrada en tu experiencia práctica y tomar la porción de las palabras de Dios que debería ponerse en práctica e intentar hacerlo. Comer y beber las palabras de Dios es un aspecto. Asimismo, la vida de la iglesia debe mantenerse, debes tener una vida espiritual normal, y ser capaz de entregar todos tus estados actuales a Dios. Independientemente de cómo cambie Su obra, tu vida espiritual debería mantenerse normal. Una vida espiritual puede mantener tu entrada normal. Al margen de lo que Dios haga, debes continuar tu vida espiritual sin interrupción y cumplir con tu deber. Esto es lo que las personas deberían hacer. Todo ello es la obra del Espíritu Santo, pero, mientras que para los que tienen una condición normal esto es la perfección, para los que tienen una condición anormal, es una prueba. En la etapa actual de la obra de refinamiento del Espíritu Santo, algunas personas dicen que la obra de Dios es muy extraordinaria y que las personas necesitan absolutamente el refinamiento, porque de otro modo su estatura será demasiado pequeña, y no tendrán forma de alcanzar la voluntad de Dios. Sin embargo, para los que no están en un buen estado, esto se convierte en una excusa para no buscar a Dios, para no asistir a las reuniones ni comer y beber la palabra de Dios. En la obra de Dios, no importa lo que Él haga o qué cambios efectúe, las personas deben mantener una vida espiritual normal básica. Quizás no hayas sido poco estricto en esta etapa actual de tu vida espiritual, pero sigues sin haber ganado mucho y no has recogido mucha cosecha. Bajo esta clase de circunstancias, aún debes seguir las reglas; debes ceñirte a estas normas para no sufrir pérdidas en tu vida, y satisfacer la voluntad de Dios. Si tu vida espiritual es anormal, no puedes entender la obra actual de Dios y siempre sientes que es del todo incompatible con tus propias nociones y, aunque estás dispuesto a seguirlo, te falta el empuje interno. Así que, independientemente de lo que Dios esté haciendo en la actualidad, las personas deben cooperar. Si las personas no colaboran, el Espíritu Santo no puede realizar Su obra, y si las personas no tienen un corazón de cooperación, no pueden apenas ganar la obra del Espíritu Santo. Si quieres tener en ti la obra del Espíritu Santo, y obtener la aprobación de Dios, entonces debes mantener tu devoción original ante Él. Ahora, no es necesario que tengas un entendimiento más profundo, una teoría más elevada, o cosas similares: lo único que se exige es que defiendas la palabra de Dios sobre el fundamento original. Si las personas no colaboran con Dios ni buscan una entrada más profunda, Dios les quitará todas las cosas que una vez tuvieron. En su interior, las personas siempre tienen ansias de comodidad y preferirían disfrutar de lo que tienen a mano. Quieren conseguir las promesas de Dios sin pagar precio alguno. Estos son los pensamientos extravagantes que alberga la humanidad. Ganar la vida sin pagar un precio; pero ¿ha sido algo tan fácil alguna vez? Cuando alguien cree en Dios y busca entrar a la vida y un cambio en su carácter debe pagar un precio y alcanzar un estado en el que siempre siga a Dios sin importar lo que Él haga. Esto es algo que las personas deben hacer. Incluso si se sigue todo esto como una regla, uno debe atenerse a ello y, sin importar lo grandes que sean las pruebas, no se puede abandonar la relación normal con Dios. Se debe poder orar, mantener la vida de la iglesia y nunca dejar a los hermanos y hermanas. Cuando Dios te prueba, debes seguir buscando la verdad. Esto es el requisito mínimo para una vida espiritual. Que las personas deseen siempre buscar y luchar por cooperar con todas sus fuerzas ¿es algo que se puede hacer? Si las personas hacen que este sea su fundamento, podrán lograr discernimiento y entrar a la realidad. Es fácil aceptar la palabra de Dios cuando estás en una condición normal; en estas circunstancias, no resulta difícil practicar la verdad y sientes que la obra de Dios es extraordinaria. Pero si tus condiciones son pobres, no importa qué tan extraordinaria sea la obra de Dios y no importa qué tan bonito hable alguien, harás caso omiso. Cuando la persona está en una condición anormal, Dios no puede obrar en ella y no puede lograr los cambios en su carácter.

Si las personas no tienen confianza alguna, no es fácil para ellas continuar por esta senda. Todos pueden ver ahora que la obra de Dios no está conforme en lo más mínimo con las nociones de las personas. Dios ha hecho tanta obra y ha pronunciado tantas palabras que no concuerdan en absoluto con las nociones humanas. Así, la gente debe tener la confianza y la fuerza de voluntad para ser capaces de apoyar lo que ya han visto y lo que han obtenido en sus experiencias. Independientemente de lo que Dios haga en las personas, estas deben defender lo que ellas mismas poseen, ser sinceras ante Él, y serle fieles a Él hasta el final. Esta es la obligación de la humanidad. Las personas deben respetar aquello que deberían hacer. La creencia en Dios exige obediencia a Él y que se experimente Su obra. Él ha realizado mucha obra; se podría decir que, para las personas, todo es perfeccionamiento, refinamiento y, más aún, castigo. No ha habido un solo paso de la obra de Dios que haya estado en sintonía con las nociones humanas; lo que las personas han disfrutado son las duras palabras de Dios. Cuando Él venga, las personas deberían disfrutar de Su majestad y de Su ira. Sin embargo, por muy duras que sean Sus palabras, Él viene a salvar y a perfeccionar a la humanidad. Como criaturas, las personas deberían cumplir con los deberes que les corresponden, y mantenerse firmes en el testimonio de Dios en medio del refinamiento. En cada prueba deberían defender el testimonio correspondiente, y hacerlo de manera contundente por Dios. Una persona que hace esto es una vencedora. Independientemente de cómo te refine Dios, te mantienes lleno de confianza y nunca pierdes la confianza en Él. Haz lo que el hombre debería hacer. Esto es lo que Dios exige del hombre, y su corazón debería ser capaz de regresar por completo a Él y acudir a Él en cada momento. Esto es ser un vencedor. Aquellos a los que Dios alude como “vencedores” son los que siguen siendo capaces de mantenerse firmes en el testimonio y de conservar su confianza y su devoción a Dios cuando están bajo la influencia de Satanás y mientras estén bajo su asedio, es decir, cuando se encuentren entre las fuerzas de las tinieblas. Si sigues siendo capaz de mantener un corazón puro ante Dios y tu amor genuino por Él pase lo que pase, entonces te estás manteniendo firme en el testimonio delante de Él, y esto es a lo que Él se refiere con ser un “vencedor”. Si tu búsqueda es excelente cuando Dios te bendice, pero retrocedes cuando Él no lo hace, ¿es esto pureza? Si estás seguro de que este camino es verdadero, debes seguirlo hasta el final; debes mantener tu devoción a Dios. Si has visto que Dios mismo ha venido a la tierra a perfeccionarte, debes entregarle del todo tu corazón. Si todavía puedes seguir a Dios, haga lo que haga, aunque Él determine un desenlace desfavorable para ti al final, esto es mantener tu pureza ante Dios. Ofrecer un cuerpo espiritual santo y una virgen pura a Dios significa mantener un corazón sincero ante Él. Para la humanidad, la sinceridad es pureza, y la capacidad de ser sincero hacia Dios es mantener la pureza. Esto es lo que deberías poner en práctica. Cuando debes orar, oras; cuando debes reunirte en comunión, lo haces; cuando debes cantar himnos, cantas; y cuando debes renunciar a la carne, renuncias a la carne. Cuando llevas a cabo tu deber no lo haces para salir del paso; cuando te enfrentas a pruebas, te mantienes firme. Esto es devoción a Dios. Si no respaldas lo que las personas deberían hacer, todo tu sufrimiento y tus decisiones anteriores no han sido más que esfuerzos fútiles.

En cada etapa de la obra de Dios, las personas deben colaborar de una manera. Dios refina a las personas para que tengan confianza mientras se someten a los refinamientos. Dios perfecciona a las personas para que tengan confianza para ser perfeccionadas por Dios y estén dispuestas a aceptar Sus refinamientos y que Él las trate y las pode. El Espíritu de Dios obra en las personas para aportarles esclarecimiento e iluminación, y para que ellas cooperen con Él y practiquen. Dios no habla durante los refinamientos. Él no emite Su voz, pero, aun así, existe la obra que las personas deberían llevar a cabo. Deberías respaldar lo que siempre respaldas, seguir siendo capaz de orar a Dios, estar cerca de Él, y mantenerte firme en el testimonio ante Él; de esta forma cumplirás con tu propio deber. Todos vosotros deberíais ver claramente, en la obra de Dios, que Sus pruebas de la confianza y del amor de las personas exigen que estas oren más a Dios, y que saboreen Sus palabras ante Él con mayor frecuencia. Si Dios te esclarece y hace que entiendas Su voluntad, pero no pones nada de esto en práctica, no ganarás nada. Cuando se ponen en práctica las palabras de Dios, se sigue siendo capaz de orar a Él; y cuando se saborean Sus palabras, se debe ir y buscar ante Él y estar lleno de confianza en Él, sin ningún rastro de desaliento ni frialdad. Quienes no ponen en práctica las palabras de Dios están llenos de energía durante las reuniones, pero caen en las tinieblas cuando vuelven a casa. Algunas personas ni siquiera quieren reunirse. Así pues, debes ver con claridad qué deber deben cumplir las personas. Tal vez no sepas cuál es realmente la voluntad de Dios, pero puedes cumplir con tu deber, orar, practicar la verdad cuando deberías hacerlo, y hacer lo que las personas deberían hacer. Puedes mantener tu visión original. De esta forma, serás más capaz de aceptar el siguiente paso de la obra de Dios. Cuando Dios obra de manera oculta, es un problema si no buscas. Cuando Él habla y predica durante las reuniones, escuchas con entusiasmo; pero cuando Él no habla, te falta energía y te retiras. ¿Qué clase de persona actúa de esta manera? Alguien que sencillamente sigue al rebaño. ¡No tiene postura, testimonio ni visión! La mayoría de las personas son así. Si sigues adelante de esa forma, un día, cuando te enfrentes a una gran prueba, caerás en el castigo. Tener una postura es muy importante en el proceso de perfeccionamiento de Dios a las personas. Si no dudas de un solo paso siquiera de la obra de Dios, si cumples con el deber del hombre, si respetas sinceramente lo que Él te hace poner en práctica, es decir, recuerdas las exhortaciones de Dios, y no las olvidas, independientemente de lo que Él haga en el presente, si no tienes dudas respecto a Su obra, mantienes tu propia postura, defiendes tu testimonio y sales victorioso de cada paso del camino, entonces, al final, serás perfeccionado por Dios, quien te convertirá en vencedor. Si eres capaz de mantenerte firme a través de cada paso de las pruebas de Dios, y puedes mantenerte firme hasta el final, entonces eres es un vencedor, alguien que ha sido perfeccionado por Dios. Si no puedes mantenerte firme en tus pruebas actuales, en el futuro te será incluso más difícil. Si solo pasas por una cantidad de sufrimiento insignificante y no buscas la verdad, no ganarás nada al final. Te quedarás con las manos vacías. Algunas personas abandonan su búsqueda cuando ven que Dios no habla, y su corazón se distrae. ¿Acaso no es insensata esa persona? Estas clases de personas no poseen la realidad. Cuando Dios habla, ellas siempre corren de un lado a otro, ocupadas y entusiastas en apariencia; pero ahora que Él no está hablando, ya no siguen buscando. Esta clase de persona no tiene futuro. Durante los refinamientos, debes entrar desde una perspectiva positiva y aprender las lecciones que deberías aprender; cuando ores a Dios y leas Su palabra, deberías comparar tu propio estado con ella, descubrir tus deficiencias, y ver que todavía tienes muchas lecciones que aprender. Cuanto mayor sea la sinceridad con la que te sometas a los refinamientos, más verás que no eres adecuado. Cuando experimentas refinamientos te enfrentas a muchos problemas; no puedes verlos con claridad, te quejas, revelas tu propia carne; solo de esta manera puedes descubrir que tienes demasiadas actitudes corruptas en ti.

Las personas carecen de calibre y no alcanzan los estándares de Dios; en el futuro pueden necesitar incluso más confianza para caminar por esta senda. En los últimos días, la obra de Dios exige una confianza enorme, aun mayor que la de Job. Sin confianza, las personas no serán capaces de seguir ganando experiencia ni de ser perfeccionadas por Dios. Cuando llegue el día de las grandes pruebas, algunas personas abandonarán las iglesias, algunas aquí y otras allá. Habrá personas que lo habrán estado haciendo bastante bien en su búsqueda anteriormente y la razón por la que dejan de creer no quedará clara. Ocurrirán muchas cosas que no comprenderás y Dios no revelará señales ni prodigios, ni hará nada sobrenatural. Esto es para comprobar si puedes mantenerte firme; Dios usa hechos para refinar a las personas. Aún no has sufrido mucho. En el futuro, cuando lleguen grandes pruebas, en algunos lugares todas las personas de la iglesia se marcharán, y esos con los que has tenido una buena relación se irán y abandonarán su fe. ¿Serás capaz de mantenerte firme entonces? Hasta ahora, las pruebas que has afrontado han sido menores, y probablemente apenas has sido capaz de resistirlas. Este paso incluye refinamientos y perfeccionamiento a través de las palabras solamente. En el paso siguiente, los hechos vendrán sobre ti para refinarte, y entonces estarás en medio del peligro. Cuando la situación se vuelva realmente grave, Dios te aconsejará darte prisa y marcharte, y las personas religiosas tratarán de convencerte para que vayas con ellas. Esto es para ver si puedes seguir en la senda y todas estas cosas son pruebas. Las pruebas actuales son menores, pero llegará el día en el que habrá algunos hogares en los que los padres ya no crean y algunos en los que los hijos no crean. ¿Serás capaz de seguir adelante? Cuanto más lejos vayas, mayores serán tus pruebas. Dios lleva a cabo Su obra de refinamiento en las personas, de acuerdo con sus necesidades y su estatura. Durante la etapa en que Dios perfecciona a la humanidad, es imposible que la cantidad de personas siga incrementándose. Solo disminuirá; las personas solo pueden ser perfeccionadas a través de estos refinamientos. Ser tratado, disciplinado, probado, castigado, maldecido, ¿puedes resistir todo esto? Cuando ves una iglesia con una situación particularmente buena, donde las hermanas y los hermanos buscan todos con gran energía, tú mismo te sientes animado. Cuando llegue el día en el que todos se hayan marchado, algunos de ellos ya no crean, algunos se hayan ido para hacer negocios o casarse, y algunos se hayan unido a la religión; ¿serás capaz de mantenerte firme entonces? ¿Serás capaz de que nada te afecte en tu interior? ¡El perfeccionamiento de la humanidad por parte de Dios no es cosa tan simple! Él utiliza muchas cosas para refinar a las personas, que las consideran métodos, pero en el propósito original de Dios no lo son en absoluto: son realidades. Al final, cuando Él haya refinado a las personas hasta un determinado grado y estas ya no tengan quejas, se completará este paso de Su obra. La gran obra del Espíritu Santo es para perfeccionarte; cuando no obra y se esconde, lo hace aún más con el propósito de perfeccionarte y, en particular, así se puede ver si las personas sienten amor por Dios y si confían de verdad en Él. Cuando Dios habla con claridad, no hay necesidad de que busques; solo cuando Él está oculto necesitas buscar y abrirte camino. Deberías ser capaz de cumplir con el deber de un ser creado e, independientemente de cuáles sean tu desenlace y tu destino futuros, deberías ser capaz de buscar el conocimiento y el amor a Dios durante tus años de vida; al margen de cómo te trate Dios, deberías ser capaz de no quejarte. Hay una condición para que el Espíritu Santo obre en las personas. Deben anhelar y buscar y no ser poco entusiastas ni dudar respecto a las acciones de Dios, y ser capaces de defender su deber en todo momento; solo de esta manera pueden ganar la obra del Espíritu Santo. En cada etapa de la obra de Dios, lo que se le exige a la humanidad es una enorme confianza y que vaya ante Dios para buscar; solo por medio de la experiencia son capaces las personas de descubrir cuán digno de amor es Dios y cómo obra el Espíritu Santo en las personas. Si no experimentas, si no tanteas tu camino con ello, si no buscas, no ganarás nada. Debes tantear tu camino a través de tus experiencias, y solo a través de ellas puedes ver las acciones de Dios y reconocer lo maravilloso e insondable que Él es.

De «La Palabra manifestada en carne»

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