Cómo adorar a Dios : Principios de la oración y adoración a Dios

La oración es de suma importancia para vosotros. Cuando oras y recibes la obra del Espíritu Santo, Dios conmueve tu corazón y surge la fuerza para amar a Dios.

Cómo adorar a Dios : Principios de la oración y adoración a Dios

(1) Cuando se reciben el esclarecimiento y la iluminación del Espíritu Santo en oración, se debe dar gracias y alabar a Dios. Al disfrutar de la obra del Espíritu Santo, es preciso postrarse a adorar a Dios.

(2) Hay que leer con frecuencia las palabras de Dios. Cuando se comprende la verdad y se contemplan el amor y las bendiciones de Dios, se le debe dar gracias y alabarlo. Esta es la auténtica adoración a Dios.

(3) Cuando se afrontan las pruebas y tribulaciones sin quejarse, sino manteniéndose firme en el testimonio, esto es fruto de la protección de Dios y hay que darle gracias y alabarlo.

(4) Cuando al someterse al juicio y castigo de Dios se llega a conocer la propia esencia corrupta y a contemplar la justicia y santidad de Dios, hay que adorarlo.

Las palabras relevantes de Dios:

¡El significado de la oración es muy profundo! Si oras con frecuencia y si sabes cómo hacerlo –y oras a menudo de forma sumisa y razonable– entonces tu estado interno será especialmente apropiado. Si frecuentemente expresas esos eslóganes al orar sin tener una carga y sin reflexionar sobre si lo que dices en oración es razonable, cuáles de tus palabras son inadmisibles y qué forma de hablar no es verdadera adoración, y si nunca te tomas en serio estos asuntos, entonces tus oraciones no tendrán éxito y siempre tendrás un estado interno anormal; nunca ahondarás en las lecciones de qué es la razón normal, la sumisión verdadera, la verdadera adoración y dónde estar en la oración. Todas estas cosas son cuestiones sutiles.

Extracto de ‘El significado y la práctica de la oración’ en “Registros de las pláticas de Cristo”

La oración es de suma importancia para vosotros. Cuando oras y recibes la obra del Espíritu Santo, Dios conmueve tu corazón y surge la fuerza para amar a Dios. Si no oras con el corazón, si no abres tu corazón para tener comunión con Dios, entonces Dios no va a tener forma de obrar en ti. Si, habiendo orado y dicho las palabras de tu corazón el Espíritu de Dios no ha empezado Su obra y no has recibido inspiración, entonces esto demuestra que tu corazón carece de sinceridad, que tus palabras no son ciertas y que siguen siendo impuras. Si, habiendo orado, tienes un sentido de satisfacción, entonces tus oraciones han sido aceptables para Dios y el Espíritu de Dios está obrando en ti. Como alguien que sirve delante de Dios, no puedes estar sin orar. Si verdaderamente ves la comunión con Dios como algo significativo y valioso, ¿podrías entonces abandonar la oración? Nadie puede estar sin comunión con Dios. Sin la oración, vives en la carne, en la esclavitud de Satanás; sin la oración verdadera, vives bajo la influencia de la oscuridad. Espero que vosotros, hermanos y hermanas, podáis orar verdaderamente todos y cada uno de los días. Esto no trata de cumplir las normas, sino de conseguir cierto resultado. ¿Estáis dispuestos a renunciar a un poco de sueño y disfrute para levantaros pronto para las oraciones matutinas y disfrutar las palabras de Dios? Si oras con un corazón puro comes y bebes las palabras de Dios de esta manera, le serás más aceptable a Él. Si todas las mañanas haces esto, si todos los días practicas dándole tu corazón a Dios, comunicándote y comprometiéndote con Él, entonces tu conocimiento de Él seguramente aumentará y estarás mejor capacitado para captar la voluntad de Dios. Dices: “¡Oh, Dios! Estoy dispuesto a cumplir mi deber. Consagro solamente a Ti todo mi ser con el fin de que Tú seas glorificado en nosotros, y de que puedas disfrutar del testimonio de este grupo de personas. Te suplico que obres en nosotros para que yo pueda ser capaz de amarte y satisfacerte verdaderamente y buscarte como mi meta”. Cuando tengas esta carga, con toda seguridad Dios te perfeccionará. No deberías orar solo por tu bien sino también para hacer la voluntad de Dios y amarlo a Él. Esta es la clase de oración más verdadera. ¿Eres alguien que ora por hacer la voluntad de Dios?

Extracto de ‘Acerca de la práctica de la oración’ en “La Palabra manifestada en carne”

Extracto de ‘El significado y la práctica de la oración’ en “Registros de las pláticas de Cristo”

A veces, cuando estás disfrutando las palabras de Dios, tu espíritu es tocado y sientes que no puedes dejar de amar a Dios, que hay una gran fuerza dentro de ti y que no hay nada que no puedas desechar. Si te sientes así, entonces el Espíritu de Dios te ha tocado y tu corazón se ha vuelto por completo a Dios y vas a orar a Dios y le vas a decir: “¡Oh Dios! Tú realmente nos has predestinado y escogido. Tu gloria me llena de orgullo y para mí es glorioso ser uno de Tu pueblo. Voy a erogar todo y dar todo para hacer Tu voluntad y te voy a dedicar todos mis años y toda una vida de esfuerzos”. Cuando oras de esta manera, en tu corazón habrá un amor que no tiene fin y una obediencia verdadera hacia Dios. ¿Alguna vez has tenido una experiencia como esta? Si el Espíritu de Dios toca a las personas con frecuencia, entonces están especialmente dispuestas a consagrarse a Dios en sus oraciones: “¡Oh Dios! Quiero contemplar Tu día de gloria y quiero vivir para Ti, nada es más valioso o importante que vivir para Ti y no tengo el más mínimo deseo de vivir para Satanás y la carne. Me levantaste cuando me capacitaste para vivir para Ti hoy”. Cuando hayas orado de esta manera, vas a sentir que no puedes dejar de darle tu corazón a Dios, que debes ganar a Dios y que odiarías morirte sin haber ganado a Dios mientras estás vivo. Después de haber orado tal oración, habrá dentro de ti una fuerza inagotable que no sabrás de dónde proviene; en tu corazón habrá un poder sin límite y tendrás el sentimiento de que Dios es tan maravilloso y que es digno de que lo ames. Así será cuando Dios te haya tocado. Todos los que han tenido esa experiencia es porque Dios los ha tocado. Para aquellos a quienes Dios toca con frecuencia, en sus vidas ocurren los cambios, pueden tomar su resolución, están dispuestos a ganar por completo a Dios, el amor por Dios en sus corazones es más fuerte, sus corazones se han vuelto por completo a Dios, no tienen en cuenta a la familia, el mundo, las complicaciones o su futuro y están dispuestos a dedicarle a Dios una vida de esfuerzos. A todos aquellos a quienes el Espíritu de Dios ha tocado son los que están en busca de la verdad y que tienen la esperanza de que Dios los perfeccione.

Extracto de ‘Conoce la nueva obra de Dios y sigue Sus huellas’ en “La Palabra manifestada en carne”

Por supuesto, en la era actual, el Espíritu Santo sigue conmoviendo a las personas para permitirles sentir gozo y vive con el hombre. Esta es la fuente de esos[a] sentimientos especiales y agradables que suelen producirse en tu vida. De vez en cuando, llega un día en el que sientes que Dios es verdaderamente encantador, y no puedes evitar orar a Él: “¡Oh, Dios! Tu amor es realmente hermoso y, Tu imagen, verdaderamente extraordinaria. Deseo amarte más profundamente. Deseo dedicar todo lo que soy para esforzarme durante toda mi vida. A Ti te dedicaré todo siempre que sea por Ti, siempre que, al hacerlo, pueda amarte…”. Este es un sentimiento de placer que te ha dado el Espíritu Santo. No es esclarecimiento ni iluminación; es la experiencia de ser conmovido. Experiencias similares a esta sucederán de vez en cuando: algunas veces, cuando vayas de camino al trabajo, orarás y te acercarás a Dios, y te sentirás conmovido, al punto en el que las lágrimas humedecerán tu rostro y perderás todo autocontrol y te sentirás ansioso por hallar un lugar adecuado donde puedas expresar todo el fervor que hay dentro de tu corazón… Habrá veces en las que estés en un lugar público y sentirás que disfrutas mucho el amor de Dios, que tu suerte es todo menos común y corriente, y, aún más, que estás viviendo tu vida con más significado que cualquiera. Sabrás profundamente que Dios te ha exaltado y que este es el gran amor de Dios por ti. En los lugares más recónditos de tu corazón sentirás que en Dios existe una clase de amor inexpresable e insondable hacia el hombre, como si lo conocieras, pero no tuvieras forma de describirlo, y que siempre te ofrece un momento para reflexionar, pero te deja incapaz de expresarlo por completo. En los momentos como este, incluso llegarás a olvidar dónde estás y exclamarás: “¡Oh, Dios! ¡Eres tan insondable y tan amado!”. Esto deja a la gente desconcertada, pero todas esas cosas ocurren con bastante frecuencia. Habéis experimentado esto muchas veces. Esta es la vida que el Espíritu Santo te ha dado hoy y la que ahora deberías estar viviendo.

Extracto de ‘Práctica (1)’ en “La Palabra manifestada en carne”

Ahora deberías poder ver con claridad el camino preciso que Pedro tomó. Si pueden ver la senda de Pedro con claridad, entonces estarás seguro de la obra que se está haciendo actualmente, de modo que no te quejarás o serás pasivo ni anhelarás algo. Debes experimentar el ánimo de Pedro en ese momento: la tristeza lo golpeó; ya no pedía por un futuro ni ninguna bendición. No buscaba el lucro, la felicidad, la fama o la fortuna del mundo, solo buscaba vivir una vida con un mayor significado, el cual era para retribuir el amor de Dios y dedicar lo más absolutamente precioso que tenía a Dios. Entonces estaría satisfecho en su corazón. Muchas veces oró a Jesús con las palabras: “Señor Jesucristo, una vez te amé, pero no te amé sinceramente nunca. Aunque dije que tenía fe en Ti, nunca te amé con un corazón sincero. Solo alzaba la vista a Ti, te adoraba y te extrañaba, pero nunca te amé o tuve verdadera fe en Ti”. Él oró constantemente para tomar su decisión firme, las palabras de Jesús siempre lo alentaban y sacaba motivación de ellas. Más tarde, después de un periodo de experiencia, Jesús lo probó, provocándolo a que lo anhelara más. Él dijo: “¡Señor Jesucristo! Cuánto te extraño, y cuánto anhelo verte. Tengo muchas carencias y no puedo compensar Tu amor. Te suplico que me lleves pronto. ¿Cuándo me necesitarás? ¿Cuándo me llevarás? ¿Cuándo veré otra vez Tu rostro? Ya no deseo vivir más en este cuerpo, seguir volviéndome perverso, y tampoco quiero rebelarme más. Estoy listo para dedicarte todo lo que tengo tan pronto como pueda y ya no te quiero entristecer más”. Así es cómo él oraba, pero en ese momento no sabía lo que Jesús perfeccionaría en él. Durante la agonía de su prueba, Jesús se le apareció otra vez y le dijo: “Pedro, deseo hacerte perfecto, de tal manera que te conviertas en una pieza del fruto, uno que es la cristalización de Mi perfección en ti y de la cual gozaré. ¿Puedes realmente dar testimonio por Mí? ¿Has hecho lo que te pedí que hicieras? ¿Has vivido las palabras que he hablado? Una vez me amaste, pero aunque me amaste, ¿me has vivido? ¿Qué has hecho por Mí? Reconoces que no eres digno de Mi amor pero, ¿qué has hecho por Mí?”. Pedro vio que no había hecho nada por Jesús y recordó su promesa anterior de dar su vida por Dios. Y de esta manera, ya no se quejó y sus oraciones prosperaron mucho mejor a partir de entonces. Oró diciendo: “¡Señor Jesucristo! Una vez te dejé y Tú también una vez me dejaste. Hemos pasado tiempo separados y tiempo juntos en compañía. Sin embargo, me amas más que a todo lo demás. En repetidas ocasiones me he rebelado en contra tuya y en repetidas ocasiones te he afligido. ¿Cómo puedo olvidar tales cosas? Siempre tengo en mente y nunca olvido la obra que has hecho en mí y lo que me has confiado. He hecho todo lo posible por la obra que has hecho en mí. Sabes lo que puedo hacer y también sabes qué papel puedo desempeñar. Deseo someterme a tus orquestaciones, y voy a dedicarte todo lo que tengo. Sólo Tú sabes lo que puedo hacer por Ti. Aunque Satanás me engañó tanto y me rebelé contra Ti, creo que Tú no te acuerdas de mí por esas transgresiones y que Tú no me tratas basándote en ellas. Deseo dedicarte toda mi vida. No pido nada y tampoco tengo otras esperanzas o planes; sólo deseo actuar de acuerdo a Tu designio y hacer Tu voluntad. Beberé de Tu amarga copa y estoy a Tus órdenes”.

Extracto de ‘Cómo Pedro llegó a conocer a Jesús’ en “La Palabra manifestada en carne”

Lo sometí a incontables pruebas —pruebas que, naturalmente, lo dejaron medio muerto— pero en medio de estos cientos de pruebas, jamás perdió la fe en Mí ni se sintió desilusionado de Mí. Incluso cuando dije que lo había abandonado, no se desanimó y siguió amándome de una manera práctica y de acuerdo con los principios de práctica del pasado. Le dije que Yo no lo elogiaría, aunque me amara; que, al final, lo arrojaría a las manos de Satanás. Pero en medio de tales pruebas, pruebas que no vinieron sobre su carne, sino que consistían en palabras, él continuó orando a Mí y dijo: “¡Oh, Dios! Entre los cielos y la tierra y todas las cosas, ¿hay algún ser humano, alguna criatura o alguna cosa que no esté en Tus manos, las manos del Todopoderoso? Cuando eres misericordioso conmigo, mi corazón se regocija enormemente en Tu misericordia. Cuando me juzgas, aunque yo pueda ser indigno, tengo una mayor percepción de lo insondable de Tus obras, porque estás lleno de autoridad y sabiduría. Aunque mi carne sufra penurias, mi espíritu se consuela. ¿Cómo podría no alabar Tu sabiduría y Tus obras? Incluso si muriese después de conocerte, ¿cómo podría no hacerlo gustoso y feliz? ¡Dios Todopoderoso! ¿En verdad no quieres permitir que yo te vea? ¿En verdad no soy apto para recibir Tu juicio? ¿Podría ser que haya algo en mí que no desees ver?”. Aunque Pedro no fue capaz de comprender con exactitud Mi voluntad durante tales pruebas, era evidente que se sentía orgulloso y honrado de ser usado por Mí (aunque él recibió Mi juicio para que la humanidad pudiese ver Mi majestad y Mi ira) y que no se sintió angustiado por estas pruebas. Debido a su lealtad hacia Mí y a Mis bendiciones hacia él, fue un ejemplo y un modelo para el hombre durante miles de años. ¿No es esto, precisamente, lo que deberíais emular?

Extracto de ‘Capítulo 6’ de Las palabras de Dios al universo entero en “La Palabra manifestada en carne”

Cuando Dios lo estaba castigando, Pedro oró, “¡Oh, Dios! Mi carne es desobediente y Tú me castigas y me juzgas. Me gozo en Tu castigo y en Tu juicio, e incluso si no me quieres, en Tu juicio contemplo Tu justo y santo carácter. Cuando me juzgas para que los demás puedan contemplar Tu carácter justo en Tu juicio, me siento contento. Si puede expresar Tu carácter y permitir que Tu carácter justo sea visto por todas las creaturas, y si puede hacer que mi amor por Ti sea más puro, que yo pueda lograr la semejanza de alguien que es justo, entonces Tu juicio es bueno, porque así es Tu voluntad misericordiosa. Sé que todavía hay mucha rebeldía en mí y que todavía no soy digno de venir delante de Ti. Quiero que me juzgues aún más, ya sea a través de un ambiente hostil o de grandes tribulaciones; no importa qué haces, para mí es precioso. Tu amor es tan profundo y estoy dispuesto a ponerme a merced Tuya sin la más mínima queja”. Este es el conocimiento que Pedro tiene después de haber experimentado la obra de Dios, y también es un testimonio de su amor por Dios. […] Cerca del final de su vida, después de haber sido perfeccionado, Pedro dijo: “¡Oh Dios! Si viviera unos cuantos años, me gustaría alcanzar un amor más puro y más profundo por Ti”. Cuando estaba a punto de ser clavado en la cruz, en su corazón oró: “¡Oh Dios! Tu tiempo ha llegado ahora; el tiempo que Tú preparaste para mí ha llegado. Debo ser crucificado por Ti, debo dar testimonio de Ti, y espero que mi amor pueda satisfacer Tus exigencias y que se pueda hacer más puro. Para mí hoy, poder morir por Ti y ser clavado en la cruz por Ti, es consolador y tranquilo, porque nada me es más grato que poder ser crucificado por Ti y satisfacer Tus deseos, y poder darme a Ti, poder ofrecerte mi vida. ¡Oh Dios! ¡Eres tan amoroso! Si me permitieras vivir, estaría aún más dispuesto a amarte. Mientras esté vivo, te amaré. Quisiera amarte con mayor profundidad. Me juzgas y me castigas y me pruebas porque no soy justo, porque he pecado. Y Tu justo carácter se me hace más evidente. Esto es una bendición para mí porque puedo amarte con mayor profundidad, y estoy dispuesto a amarte de esta manera incluso si Tú no me amaras. Estoy dispuesto a contemplar Tu justo carácter porque esto me capacita más para vivir una vida que tenga sentido. Siento que mi vida es ahora más significativa porque soy crucificado por Tu causa, y es valioso morir por Ti. Pero todavía no me siento satisfecho porque sé muy poco de Ti, sé que no puedo cumplir por completo Tus deseos y te he retribuido demasiado poco. En mi vida no he sido capaz de regresarte mi todo; estoy lejos de eso. Al mirar hacia atrás en este momento, me siento tan en deuda contigo, y sólo tengo este momento para compensar todos mis errores y todo el amor que no te he retribuido”.

Extracto de ‘Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio’ en “La Palabra manifestada en carne”

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«¿Cómo entender la Biblia para poder obtener la obra del Espíritu Santo? Aquí hay 3 formas.»

El Señor Jesús dijo: «Escrito está: ‘No solo de pan vivira el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios'» (Mateo 4:4).

¿Cómo entender la Biblia para poder obtener la obra del Espíritu Santo? Aquí hay 3 formas. 

Xiao Xiao (Francia) 

La lectura de la Biblia es una obligación diaria para los cristianos, además de indispensable en la senda hacia la verdad y la madurez en la vida espiritual. El Señor Jesús dijo: «Escrito está: ‘No solo de pan vivira el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios’» (Mateo 4:4). Es evidente que leer las palabras de Dios con frecuencia y valorarlas con el corazón es obligación de todo cristiano, pero ¿cómo debemos leer la Biblia para recibir la guía del Espíritu Santo y lograr resultados positivos? Esta es una cuestión de suma importancia para nosotros. Es probable que todos hayamos leído la Escritura de la siguiente manera. A veces somos capaces de recibir el esclarecimiento y la guía de Dios y de entender Su voluntad y Sus exigencias; nuestro espíritu se conmueve y tenemos fe y determinación para practicar las palabras de Dios en la vida diaria. Cada vez nos gusta más asistir a reuniones, orar y leer la Escritura y durante ese tiempo, además, maduramos en la vida espiritual. Sin embargo, algunas veces no disfrutamos la lectura de la Biblia y no percibimos el esclarecimiento ni la iluminación del Espíritu Santo. Sólo entendemos el significado literal de los pasajes bíblicos y nos falta sentido de la voluntad y las exigencias de Dios; no sabemos defender las palabras de Dios en la vida diaria y no maduramos espiritualmente. En ocasiones puede que hasta nos entre sueño leyendo la Biblia y cada vez tengamos menos ganas de hacerlo, de asistir a reuniones y de orar. Esto puede ser muy confuso. Si leemos la Biblia como siempre, ¿por qué se dan dos resultados totalmente distintos? ¿Cómo podemos leer la Biblia para obtener resultados positivos? A fin de recibir luz a partir de la lectura de la Biblia, comprendiendo estos tres principios podemos acercarnos más a Dios y recibir Su esclarecimiento y guía con facilidad. 

1. Al leer la Biblia, es imprescindible sosegar el corazón ante Dios para recibir el esclarecimiento y la guía del Espíritu Santo.

Aunque perseveremos en la lectura diaria de la Biblia a una hora fija, si no sosegamos el corazón ante Dios durante ese tiempo, simplemente leeremos la Biblia mientras pensamos en cómo ocuparnos de los asuntos familiares o laborales. Esa manera de leer la Escritura se limita a seguir una norma y llevar a cabo un ritual. En tal caso, es probable que lo hagamos mecánicamente y alcancemos una comprensión superficial; de ningún modo podremos recibir esclarecimiento del Espíritu Santo, no adquiriremos nueva luz y, naturalmente, ya no tendremos gozo espiritual. Especialmente en una época tan acelerada, las ocupaciones laborales y las complicadas relaciones interpersonales nos dejan exhaustos de cuerpo y mente, así que, cuando leamos la Escritura, debemos tener todavía más en cuenta el sosiego ante Dios y meditar con esmero Sus palabras. Esta es la única vía para recibir esclarecimiento y guía del Espíritu Santo.

Dice la palabra de Dios: «Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que le adoren» (Juan 4:23). «Acallar el corazón de uno delante de Dios es uno de los pasos más cruciales para entrar en las palabras de Dios […]. Sólo cuando pueden estar en paz delante de Dios, el Espíritu Santo puede tocar a las personas y el Espíritu Santo las puede esclarecer e iluminar, sólo entonces pueden realmente tener comunión con Dios y pueden entender la voluntad de Dios y la guía del Espíritu Santo […]» («Acerca de acallar el corazón de uno delante de Dios»). En las palabras de Dios comprobamos que Él nos exige que lo adoremos con honestidad de espíritu. Si deseamos ser movidos por el Espíritu Santo y conseguir resultados positivos de la lectura de la Biblia, debemos sosegarnos ante Dios, meditar con esmero Sus palabras y escuchar Su guía, pues el tiempo que pasamos leyendo la Escritura es también el tiempo que tenemos para acercarnos a Dios, adorarlo y entender verdades de la Escritura. Sólo si veneramos a Dios de corazón, nos volcamos de todo corazón en Sus palabras y buscamos y meditamos sinceramente podemos recibir esclarecimiento y orientación del Espíritu Santo, ser movidos por Él y comprender el sentido de las palabras de Dios. Por tal motivo, antes de leer la Biblia debemos encontrar un lugar tranquilo y evitar a las personas, circunstancias o cosas que puedan distraernos. Debemos hacer una oración antes de empezar, sosegar deliberadamente el corazón ante Dios y pedirle que nos guíe para que entendamos la verdad de Sus palabras. Cuando nos volcamos de todo corazón en las palabras de Dios podemos recibir Su esclarecimiento y guía, y no sólo podemos comprender Su voluntad y Sus exigencias, sino también aprender nuevas perspectivas y conocimientos sobre Sus palabras. Cuanto más practiquemos esto, más oportunidades tendremos de ser movidos por el Espíritu Santo al leer la Escritura y seremos capaces de descubrir qué podemos hacer para cumplir la voluntad de Dios. Entonces maduraremos en la vida espiritual con mayor rapidez.

2. No leas por leer: elige pasajes acordes a tus problemas y dificultades reales.

En primer lugar, hemos de saber que leer la Biblia no implica seguir una norma ni llevar a cabo una tarea. Se trata, más bien, de resolver nuestros problemas y dificultades de carácter práctico para tener un sendero de práctica en nuestra vida diaria. Sin embargo, estamos sujetos a error en la lectura de la Biblia; a veces nos limitamos a seguir las normas y pasar de un capítulo a otro, de un versículo a otro, o leemos cualquier página a la que llegamos sin rumbo. Leer la Escritura así, sin ningún objetivo, no da resultados positivos. Es como si un enfermo intenta tratar su enfermedad: no puede esperar una mejoría tomándose cualquier medicamento, sino que primero tiene que entender qué ha provocado realmente la enfermedad y de qué tipo es para poder recuperar la salud con el medicamento adecuado a su patología concreta. Lo mismo sucede al leer la Escritura. La palabra de Dios dice: «Cuando comas y bebas las palabras de Dios, las debes medir contra tu propio estado real. Es decir, después de que descubras las deficiencias en ti mismo durante tus experiencias reales, debes ser capaz de encontrar una senda para practicar y dar la espalda a tus motivaciones y concepciones que están mal. Si siempre te esfuerzas en esto, y tu corazón siempre está enfocado en estas cosas, tendrás una senda para seguir, no te sentirás vacío y así podrás mantener un estado normal. Sólo entonces serás alguien que está agobiado por tu propia vida y sólo entonces serás alguien que tiene fe» («Práctica (7)»). Con las palabras de Dios comprendemos que debemos tener en cuenta las dificultades y los problemas que nos encontramos en nuestra vida normal y que leer las palabras de Dios selectivamente es la única vía para lograr resultados positivos. Por tanto, antes de hacer la lectura diaria de las palabras de Dios, primero hemos de pensar un poco en nuestra situación espiritual actual, en la clase de personas, circunstancias y cosas a que nos hemos enfrentado últimamente, en el aspecto de la verdad con el que guardan relación y en el tipo de práctica que debemos tener para cumplir la voluntad de Dios. Entonces podremos buscar conscientemente, para su lectura, unas palabras de Dios adecuadas a nuestras dificultades reales. Esto es así porque las palabras de Dios dejarán al descubierto nuestras motivaciones incorrectas y nuestra corrupción, lo que puede señalarnos el sendero correcto de práctica. Siempre que actuemos según las exigencias de Dios y desechemos nuestras motivaciones y perspectivas incorrectas, nuestros problemas se resolverán y nuestra situación espiritual y nuestra relación con Dios podrán ir mejorando. Incorporando nuestros problemas personales a la lectura de la Biblia podemos lograr resolver nuestros problemas prácticos.

Por ejemplo, digamos que surge un conflicto entre nosotros y nuestra familia, o nuestros hermanos y hermanas, y no somos tolerantes ni pacientes con ellos, sino que damos muestras de mal genio. Para empezar, debemos aprender a sosegarnos ante Dios, plantearnos con qué aspecto de la verdad guarda relación este problema, qué nos exige Dios, etc. Una vez que hayamos captado estas cosas, sabremos buscar en la Escritura las exigencias de Dios para que tengamos amor, tolerancia y paciencia hacia los demás. Asimismo, podremos buscar pasajes en los que Dios nos pide introspección y que no nos centremos solamente en la otra persona. También podríamos leer cómo el Señor Jesús amaba y perdonaba a la gente. Con esta clase de lectura selectiva de la Escritura podemos apreciar lo arrogantes, ofendidos, mezquinos y conflictivos que somos con los demás. Igualmente podemos reconocer que es voluntad de Dios que aprendamos a perdonar al prójimo, que nos amemos, seamos magnánimos y tolerantes unos con otros; quiere que vivamos como cristianos. Luego, si pensamos un poco en la magnanimidad y tolerancia del Señor Jesús hacia la gente, por las que lavó personalmente los pies de Sus discípulos, nos emocionaremos más todavía. Cuando conozcamos estas verdades sentiremos ganas de amar al prójimo según las exigencias de Dios y, con naturalidad, cultivaremos la tolerancia y la comprensión hacia quienes nos rodean. Veamos otro ejemplo. Cuando nos volvemos débiles y negativos mientras predicamos el evangelio y nos topamos con los impedimentos, la represión, la calumnia y el juicio de las malvadas fuerzas de Satanás, podemos leer en la Escritura pasajes acerca de cómo tener en consideración la voluntad de Dios, así como sobre el perfeccionamiento de nuestra fe a manos de Dios. También podemos mirar fragmentos acerca de la prudencia ante las fuerzas de Satanás, opuestas a Dios, mientras predicamos el evangelio. Con la lectura de estas Escrituras podemos entender mejor la voluntad de Dios, ver que somos tan frágiles que nos volvemos negativos y débiles ante los fracasos o los reveses, y que tenemos muy poca fe. Puede que esto, asimismo, nos ayude a comprender que la propagación del evangelio del reino es nuestro deber y misión obligatorios y que hemos de soportar la persecución y las dificultades para dar testimonio de la obra de Dios. De igual modo, en la Escritura podemos llegar a conocer las exigencias de Dios hacia nosotros; debemos ser prudentes al difundir el evangelio en esta era del mal y aprender a ser astutos como las serpientes e inocentes como las palomas. Cuando sepamos estas cosas tendremos fe para apoyarnos en Dios y podremos utilizar la prudencia para vencer a Satanás y seguir difundiendo el evangelio de Dios. Por ello, si leemos la Biblia selectivamente, dirigiéndonos a nuestras dificultades reales, podremos recibir con mayor facilidad el esclarecimiento y la guía del Espíritu Santo, alcanzar a entender la voluntad de Dios y tener un sendero de práctica correcto. Acto seguido, nuestra relación con Dios puede volverse más íntima; así es como se logra el mejor resultado de la lectura de la Escritura.

3. Céntrate en meditar las palabras de Dios y en entender el significado profundo de la verdad.

Muchos piensan que solamente alegran a Dios las personas que están muy familiarizadas con la Biblia y tienen muchos conocimientos bíblicos. Así, al leer la Escritura, hacemos mucho hincapié en leer y memorizar más pasajes para sabérnosla más al dedillo y de cabo a rabo. Sin embargo, no nos centramos en meditar las palabras de Dios para lograr entender de qué tratan realmente. Si lo pensamos detenidamente, tal vez nos parezca que esta práctica simplemente nos familiariza más con el texto bíblico y que llegamos a comprender algunos principios espirituales. No obstante, no entendemos las verdades inherentes a las palabras de Dios, no conocemos Su voluntad ni Sus exigencias y, en especial, nos falta verdadero conocimiento del propio Dios. Es más, en nuestra vida normal no sabemos experimentar ni practicar las palabras de Dios. De ese modo, puede que también nos volvamos cada vez más arrogantes por dominar tantos conocimientos y teorías de la Biblia. Alardeamos ante los hermanos y hermanas y nos lucimos interpretando teorías y conocimientos bíblicos; nos exhibimos para que nos admiren y adoren, y nos plantamos ante nuestros hermanos y hermanas al tiempo que tenemos una relación cada vez más distante con Dios. En lo espiritual, caemos en la oscuridad, involucionamos y no sentimos la presencia de Dios.

La palabra de Dios dice: «Al leer Sus palabras, Pedro no estaba centrado en entender las doctrinas y, menos aún, en conseguir conocimiento teológico, sino en comprender la verdad y la voluntad de Dios, y lograr un entendimiento de Su carácter y Su encanto. Intentó, asimismo, comprender los diversos estados corruptos del hombre a partir de las palabras de Dios, la corrupta naturaleza del hombre y sus verdaderas deficiencias, y alcanzar todos los aspectos de las exigencias que Dios le hace al hombre, para que lo satisfaga. ¡Tuvo tantas prácticas correctas en las palabras de Dios! Es lo que más se ajusta a la voluntad de Dios, y es la mejor colaboración de la humanidad en su experiencia de la obra de Dios» («Cómo tomar la senda de Pedro»). Esto deja claro que, cuando Pedro leía las palabras de Dios, no se conformaba únicamente con comprender algunos conocimientos teológicos o cartas y doctrinas, sino que se esforzaba especialmente en lo que Dios exige, así como en la búsqueda y la contemplación reiteradas, y entonces captó el propósito y la voluntad inherentes a las palabras de Dios. Posteriormente, actuó conforme a las exigencias de Dios de tal modo que supo poner en práctica, con gran naturalidad, las palabras de Dios en todas las cosas y vivir la realidad de Sus palabras. La práctica de Pedro nos aporta una senda propia, práctica y viable. Las palabras de Dios son la verdad, expresión de Su carácter y de lo que Él tiene y es; todas contienen la voluntad y las exigencias de Dios. Si no las buscamos, meditamos ni percibimos detenidamente, no entenderemos nada más que doctrinas literales; desde luego, no la voluntad de Dios. Tampoco entenderemos de qué tratan realmente las palabras de Dios, por lo que, naturalmente, no podremos entrar en la realidad de las mismas. Así pues, cada vez que leamos un pasaje de ellas, debemos meditar con esmero lo siguiente: ¿Cuál era el propósito de Dios al decir esto? ¿Cuál es Su voluntad y cuáles Sus exigencias a la humanidad? ¿Qué quería que lográramos por medio de esto? ¿En qué fallo yo? ¿Cómo debo practicar y entrar en esto en mi vida real? ¿Qué puedo hacer para cumplir las exigencias de Dios? Al emprender este tipo de búsqueda y meditación, para cuando nos demos cuenta, Dios nos dará esclarecimiento y guía y nos permitirá comprender el significado profundo de Sus palabras. Tendremos algo de verdadero conocimiento del carácter y la voluntad de Dios, hallaremos un sendero de práctica y entrada y, así, entraremos paso a paso en la realidad de las palabras de Dios.

Observemos las siguientes palabras del Señor: «En verdad os digo que si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos» (Mateo 18:3). «Antes bien, sea vuestro hablar: ‘Sí, sí’ o ‘No, no’; y lo que es más de esto, procede del mal» (Mateo 5:37). En las palabras de Dios vemos que Él posee una esencia de credibilidad: ama a los honestos y le disgustan los mentirosos y tramposos. Sólo los honestos pueden entrar en el reino de los cielos, mientras que los siniestros y taimados no pueden cruzar sus puertas. La oración y meditación de las palabras de Dios son la única vía para que podamos entender que Dios quiere que seamos honestos, inocentes y abiertos como niños, sin mentir de palabra y sin engaño ni falsedad de corazón. Llegados a ese punto en nuestros planteamientos, podemos pasar a la búsqueda: ¿Tenemos elementos de deshonestidad? Reflexionando sobre nuestros pensamientos y actos comprobamos que aún manifestamos mucha falsedad. En ocasiones, cuando estamos ante Dios en oración, decimos toda clase de maravillas y nos proponemos muchas cosas, pero casi nunca estamos a esa altura en la vida real. A veces hacemos algo mal y queremos reconocer el error ante otra persona, pero nos da miedo que nos desprecie, así que, para preservar nuestra imagen y reputación, decimos una media verdad y ocultamos la realidad. De vez en cuando, al comentar nuestras experiencias, estamos más que dispuestos a airear cómo ponemos en práctica las palabras de Dios, pero muy rara vez hablamos de cómo desafiamos y nos oponemos a Dios y de cuando no ponemos en práctica la verdad. A menudo aparentamos ser lo que no somos para que los demás conserven una buena imagen de nosotros. Alguna vez vemos a hermanos y hermanas que hacen cosas que no están en consonancia con la voluntad de Dios y queremos hablar con ellos, pero nos preocupa herirlos en su orgullo o nos da miedo que no acepten nuestra opinión y nos juzguen, por lo que mantenemos un ojo abierto y otro cerrado como si no supiéramos nada. Suma y sigue. Con la reflexión vemos cuánta falsedad manifestamos: en absoluto somos honestos y agradables a Dios, así que ¿cómo podría entrar alguien como nosotros en el reino de los cielos? Tras comprender estas cosas, debemos proceder a sopesar la senda hacia la honestidad en las palabras de Dios. En primer lugar, no podemos mentir de palabra, sino que debemos hablar con arreglo a la verdad. Hay que diferenciar las cosas: este es el fundamento de nuestra práctica. Pero, más que nada, es necesaria la honestidad de corazón. Este no puede albergar perversidad ni falsedad; todo cuanto decimos o hacemos está sujeto al escrutinio de Dios. No podemos mentir ni engañar para proteger nuestro estatus, reputación o imagen, sino que, ante un problema, deberíamos ser capaces de despojarnos de nuestras motivaciones incorrectas y hablar sin rodeos, con honestidad y con el corazón. Este es el primer paso hacia la honestidad. Si siempre meditamos seriamente las palabras de Dios de esta forma, procurando entender la esencia de la verdad más allá del sentido literal, comprenderemos cada vez mejor los pormenores de la verdad y, entonces, será más correcto lo que practiquemos en nuestra vida. Nos acercaremos más a la voluntad y las exigencias de Dios y nuestra práctica será más acorde a Su voluntad. Estaremos cada vez más cerca de Dios y nos sentiremos firmes, tranquilos y satisfechos en el alma.

Otro punto que cabe plantear es que, sea cual sea el aspecto que estemos leyendo de las palabras de Dios, no podemos conocerlo del todo y a fondo tras una o unas pocas lecturas. Esto siempre es un proceso. Las palabras de Dios son tan profundas que ocultan muchas verdades, por lo que no podemos tener demasiada prisa ni ansia por terminar. Debemos esforzarnos con ellas, sopesarlas y orar al respecto de manera constante y trabajar diligentemente para entender las verdades que contienen. También debemos llevarlas a la práctica en la vida diaria, reflexionándolas y entrando en ellas al mismo tiempo para que adquiramos a través de nuestras experiencias una comprensión más profunda de las verdades que contienen. Tras practicar esto durante un tiempo, podremos entender y profundizar poco a poco en la verdad, lo que nos aportará conocimiento de la misma.

Estos son los tres principios de la lectura de la Escritura. Poniéndolos en práctica podemos subsanar nuestros problemas de falta de esclarecimiento en la lectura o de ausencia de gozo espiritual, madurar en la vida espiritual y cultivar una relación de creciente cercanía con Dios. Queridos hermanos y hermanas, ¿a qué esperáis? ¡Haced la prueba!

Recomendación: Estudios bíblicos

Las escrituras tomadas de LA BIBLIA DE LAS AMERICAS® (LBLA) Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation usado con permiso. www.LBLA.com.