¿Cuál es el nombre de Dios en los últimos días?

“Deberías saber que, originalmente, Dios no tenía nombre. Sólo adoptó uno, dos, o muchos, porque tenía una obra que hacer y tenía que gestionar a la humanidad. Cualquiera que sea el nombre por el que se le llame, ¿no lo escoge Él libremente?” (“La visión de la obra de Dios (3)”).

Reflexion del evangelio de hoy  |  En el Apocalipsis 3:12 se registra que Dios va a tener un nuevo nombre en los últimos días, ¿lo sabes?

En los dos últimos milenios, los cristianos han orado, predicado, sanado enfermedades y expulsado demonios, todo ello en el nombre del Señor Jesús, con la firme creencia de que Él es nuestro único Salvador, de que sólo podemos salvarnos por medio del nombre de Jesús y de que el nombre del Señor Jesús permanecerá por siempre invariable. Tal como está escrito: “Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en el cual podamos ser salvos” (Hechos 4:12), y “Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos” (Hebreos 13:8). Yo también pensé eso siempre. No obstante, hace unos días, mientras realizaba mis devocionales vi esto en el Libro del Apocalipsis: “Al vencedor le haré una columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, que desciende del cielo de mi Dios, y mi nombre nuevo. ‘El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias’” (Apocalipsis 3:12–13). De repente me llamaron la atención los dos términos “nombre nuevo” y les di una y mil vueltas en la cabeza. “¿Acaso es cierto que el Señor Jesús adoptará un nombre nuevo cuando regrese en los últimos días? No es posible, ¿verdad que no? Sin embargo, la Escritura afirma claramente que Dios tendrá un nombre nuevo y que el que tenga oído lo conocerá, oirá lo que el Espíritu diga a las iglesias. ¿Qué significa esto realmente?”. Tan perplejo como atónito, releí aquel pasaje y pensé detenidamente en él. ¡Eso es exactamente! Comprendí que eso es exactamente lo que figura en la Escritura; salió de la boca de Dios. Pensé para mis adentros: “De acuerdo con esto, cuando el Señor Jesús regrese en los últimos días, efectivamente, ¡adoptará un nombre nuevo! Ahora bien, en la Epístola a los Hebreos está escrito que el nombre del Señor Jesús es inmutable, así que ¿cómo fue posible que esta profecía del Libro del Apocalipsis afirmara que va a cambiar? ¿De qué va esto?”. Simplemente no era capaz de descifrarlo. Consulté a los pastores y ancianos y estudié numerosos libros relacionados con el evangelio, pero seguía sin hallar respuesta. En medio de la confusión me enteré de que un antiguo amigo mío, Wang Zhong, acababa de volver de un viaje misional. Estaba muy expectante, pues el hermano Wang siempre ha tenido una comprensión muy pura y es una persona reflexiva y profunda. Habíamos debatido la Biblia en muchas ocasiones y yo siempre adquiría lucidez acerca de la Escritura que investigáramos y compartiéramos juntos. Supuse que tal vez él conocería este tema, así que lo visité en cuanto pude.
En nuestro encuentro, el hermano Wang compartió gozosamente conmigo lo que había aprendido en su último viaje de predicación. Tras compartir durante un rato, hablé sin rodeos de la confusión de mi corazón. Al oírme, el hermano Wang me dijo sonriendo: “¡Gracias al Señor! Hermano Han, que a partir del Apocalipsis hayas entendido que el Señor tendrá un nombre nuevo cuando regrese es fruto, en verdad, ¡del esclarecimiento y la guía del Espíritu Santo! La cuestión de por qué ha de adoptar un nombre nuevo guarda relación directa con si podremos recibir Su regreso o no. Yo tampoco lo entendía, pero en este último viaje tuve la fortuna de encontrarme con un predicador mayor y, con lo que compartió conmigo, comprendí un poco la verdad en torno al nombre de Dios. Este es el momento perfecto para que también nosotros hablemos de ello”. Me alegró mucho oírle decir esto y asentí una y otra vez. El hermano Wang me preguntó: “Hermano Han, ¿cómo se llamaba Dios en el Antiguo Testamento?”. Contesté sin dudar: “¡Jehová!”. Después me preguntó: “¿Y cómo se llamaba Dios en el Nuevo Testamento?”. Respondí: “¡Jesús!”. A continuación, el hermano Wang me preguntó: “Entonces, ¿crees que ha cambiado el nombre de Dios?”. Por un momento no supe qué replicar. Arrugué la frente y pensé: “El nombre de Dios ha cambiado en realidad. La verdad es que nunca me lo he planteado”. Luego me comentó: “Toda la comunidad religiosa ha insistido en creer que el nombre de Dios es Jesús, que sólo aquellos que creen en ese nombre pueden salvarse y que el nombre de Dios no puede cambiar jamás. Pero, de hecho, únicamente lo creemos porque no entendemos el aspecto de la verdad relativo al nombre de Dios. Hermano Han, acabas de citar Apocalipsis 3:12: ‘Al vencedor le haré una columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, que desciende del cielo de mi Dios, y mi nombre nuevo’. También en Isaías 62:2: ‘Y los gentiles verán Tu justicia y todos los reyes Tu gloria: y se te llamará por un nombre nuevo, que la boca de Jehová nombrará’*. Con estas profecías podemos estar seguros de que, cuando el Señor Jesús regrese, sin duda adoptará un nombre nuevo; ya no lo llamarán Jesús. La realidad es que el nombre de Dios en cada era no es una elección al azar; todos ellos tienen una honda relevancia. Aquel viejo predicador me dio un libro con una explicación muy clara de la verdad de los nombres de Dios. Vamos a echarle un vistazo”. Curioso, asentí para mostrarme de acuerdo y exclamé: “¡Bien!”.
El hermano Wang sacó el libro y me buscó unos pasajes para que los leyera. Leí en voz alta lo siguiente: “Algunos dicen que el nombre de Dios no cambia, ¿por qué pasó, entonces, a ser Jesús el nombre de Jehová? Se profetizó la venida del Mesías, ¿por qué vino, entonces, un hombre con el nombre de Jesús? ¿Por qué cambió el nombre de Dios? ¿No se llevó a cabo esa obra hace mucho tiempo? ¿Acaso no puede realizar Dios una nueva obra este día? La obra de ayer puede alterarse y la obra de Jesús puede seguir a la de Jehová. ¿No puede, entonces, la obra de Jesús ser sucedida por otra obra? Si el nombre de Jehová puede cambiar al de Jesús, entonces ¿no puede cambiarse también el nombre de Jesús? Esto no es extraño y las personas piensan así[a] sólo debido a su simpleza. Dios siempre será Dios. Independientemente de los cambios en Su obra y en Su nombre, Su carácter y sabiduría se mantienen siempre inmutables. Si crees que se puede llamar a Dios sólo por el nombre de Jesús, entonces sabes muy poco” (“¿Cómo puede el hombre que ha definido a Dios en sus conceptos recibir Sus revelaciones?”). “Deberías saber que, originalmente, Dios no tenía nombre. Sólo adoptó uno, dos, o muchos, porque tenía una obra que hacer y tenía que gestionar a la humanidad. Cualquiera que sea el nombre por el que se le llame, ¿no lo escoge Él libremente?” (“La visión de la obra de Dios (3)”). “En cada era, Dios hace nueva obra y se le llama por un nuevo nombre; ¿cómo podría hacer Él la misma obra en diferentes eras? ¿Cómo podría aferrarse a lo antiguo? El nombre de Jesús se adoptó para la obra de redención, ¿se le seguiría llamando por el mismo nombre cuando vuelva en los últimos días? ¿Seguiría haciendo Él la obra de redención? ¿Por qué son Jehová y Jesús uno, pero se les llama por nombres diferentes en eras diferentes? ¿Acaso no es porque las eras de Su obra son distintas? ¿Podría un solo nombre representar a Dios en Su totalidad? Siendo esto así, se debe llamar a Dios por un nombre diferente en una era diferente y Él debe usar el nombre para cambiar la era y representarla. Porque ningún nombre puede representar totalmente a Dios mismo y cada nombre sólo puede representar el aspecto temporal del carácter de Dios en una era dada; todo lo que necesita hacer es representar Su obra. Por tanto, Dios puede escoger cualquier nombre que encaje con Su carácter para representar a toda la era. Independientemente de que sea la era de Jehová, o la de Jesús, cada era está representada por un nombre” (“La visión de la obra de Dios (3)”). Estaba asombrado tras leer todo esto. Resulta que el nombre de Dios puede cambiar, pero aún no tenía muy claros los misterios al respecto, así que me apresuré a pedirle al hermano Wang que me los explicara.
El hermano Wang compartió conmigo: “Esto explica con gran claridad el sentido que tiene que Dios adopte un nombre y otros nuevos. Al principio Dios no tenía nombre. Nada más que porque quería realizar la obra de salvación de la humanidad se dio un nombre que pudiera simbolizar Su obra de esa era concreta, pero el nombre de Dios va cambiando con la obra que esté llevando a cabo. Cuando comienza una nueva etapa de Su obra emplea un nombre nuevo para cambiar de era y simbolizarla. Además, el nombre que adopta Dios en cada era sólo simboliza la obra que va a realizar y el carácter que va a expresar en esa era. Por ejemplo, en la Era de la Ley, Dios se llamaba Jehová, símbolo del carácter de majestuosidad, ira, maldición y misericordia de Dios. Jehová Dios dictó por medio de Moisés las leyes y los mandamientos con los que guio la vida de la humanidad recién nacida en la tierra, exigiendo la estricta adherencia del pueblo a dichos mandamientos y leyes. Todos aquellos que respetaban la ley de Jehová tenían Su bendición y gracia con ellos, mientras que quienes infringían Su ley tenían que hacer ofrendas por sus pecados. Si no, los lapidarían hasta matarlos o los abatiría el fuego del cielo. Quienes vivieron en la Era de la Ley percibieron el carácter inviolable de Jehová Dios y cultivaron un corazón temeroso de Él. Su conducta pasó a ser más normal y vivieron en la tierra de forma adecuada y ordenada. Sin embargo, en una fase posterior de la Era de la Ley, la gente se volvió cada vez más corrupta y sus pecados iban en aumento. Ya no eran suficientes las ofrendas en compensación por sus pecados y todo el mundo corría el riesgo de ser ajusticiado por infringir la ley. Por eso, a fin de satisfacer las necesidades de la humanidad, el propio Dios se encarnó bajo el nombre de Jesús y llevó a cabo la obra de redención. El Señor Jesús inició la Era de la Gracia y concluyó la Era de la Ley. Manifestó un carácter de amor y clemencia, dio a la gente un camino de arrepentimiento y le enseñó tolerancia, paciencia y amor por sus enemigos. También sanó enfermedades y expulsó demonios, otorgando así gracia y bendiciones en abundancia a los seres humanos. Al final, el Señor Jesús, libre de pecado, fue clavado en la cruz, crucificado en ofrenda por los pecados de la humanidad. Desde entonces, todos aquellos que creen en el Señor Jesús solamente han de orar en Su nombre para disfrutar de la gracia de Su salvación y de Sus abundantes bendiciones. Tras experimentar la obra de redención del Señor Jesús, la gente comprueba que el carácter de Dios no es únicamente de majestuosidad y condena, sino también de misericordia y amor. No sólo dicta leyes y mandamientos para guiar a la gente en la vida, sino que también es capaz de hacerse carne para obrar y hablar en medio de la humanidad. De este modo, la gente va conociendo más a Dios y acercándose cada vez más a Él. Es evidente que, en cada era, Dios realiza una obra diferente y expresa un carácter distinto, y que emplea diversos nombres para cambiar de era y delimitar cada una de ellas. Dios siempre cambia y es siempre nuevo. Su obra nunca deja de avanzar. De igual manera, el nombre de Dios ha de cambiar en los últimos días. Lo exige Su obra y es necesario para Su plan de gestión. Por eso no podemos delimitar a Dios según nuestras nociones y fantasías: ¡sería totalmente irracional!”.
Las enseñanzas del hermano Wang me ayudaron a adquirir algo de entendimiento. Supe que el nombre de Dios cambia con Su obra y que no es inmutable. Sin embargo, aún estaba perplejo, así que le pregunté: “Hermano Wang, con tus enseñanzas y estos pasajes que hemos leído, ya sé que Dios adopta un nombre nuevo para cada etapa de Su obra. Cada nombre simboliza una nueva era y una parte del carácter de Dios. Su nombre cambió de Jehová a Jesús porque iba a realizar la obra de redención de la humanidad. No obstante, la Biblia afirma: ‘Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos’ (Hebreos 13:8). Estas palabras parecen indicar que el nombre de Dios jamás cambiará; entonces, ¿cómo se explica esto? Por favor, comparte más enseñanzas conmigo”.
Sonriendo, el hermano Wang señaló: “A decir verdad, ese ‘por los siglos’ es una alusión de Dios a Su obra de la era de aquel momento. Esto es, el nombre de Dios no podría cambiar hasta la conclusión de aquella era. Tal como declaró Jehová Dios en la Era de la Ley: ‘Antes de mí no hubo Dios formado, ni lo habrá después de mí. Yo, incluso Yo, soy Jehová; y fuera de mí no hay Salvador’ (Isaías 43:10–11)*, y ‘Este es mi nombre para siempre, y con él se hará memoria de mí de generación en generación’ (Éxodo 3:15). En estos pasajes de la Escritura vemos que Dios nos dijo que solamente Jehová era Dios, que Jehová era el único nombre de Dios para la eternidad. Así pues, tal como lo entendemos nosotros, el nombre Jehová no debería cambiar, pero cuando llegó la Era de la Gracia y Dios vino a obrar, ya no se llamaba Jehová, sino Jesús. A partir de entonces ya no oramos a Jehová Dios, sino al nombre del Señor Jesús. Esto evidencia que el nombre Jehová es el nombre fijado para Dios en la Era de la Ley y que, de igual modo, Jesús es el nombre fijado para Dios en la Era de la Gracia. Mientras no llegue a su fin la obra de Dios de la Era de la Gracia, Su nombre seguirá siendo Jesús. No cambiará. Ahora bien, en cuanto llegue a término la obra de Dios de la Era de la Gracia, también lo hará el nombre de Jesús. El nombre Jehová podrá pasar a ser Jesús y cuando regrese el Señor Jesús sucederá como al final de la Era de la Ley: adoptará un nombre nuevo. Vemos que lo manifestado sobre Sus nombres en esas dos eras —‘para siempre’ y ‘de mí de generación en generación’— se refería a aquellas eras concretas, no a que el nombre de Dios fuera eternamente inmutable. En otras palabras, quería decir que mientras no cambiara la era, el nombre de Dios no cambiaría, pero que en cuanto cambiara la era aquel también cambiaría. Además, el propio Dios es eternamente inmutable, lo que significa que, sean cuales sean los cambios que se produzcan en cada era, la esencia de Dios, Su carácter inherente y lo que tiene y es no cambian nunca. No quiere decir que Su nombre no pueda cambiar nunca”.
Al oír todo aquello me vino una repentina ráfaga de conocimiento. Exclamé con alegría: “¡Gracias al Señor! Ya por fin entiendo que, en la Biblia, ‘para siempre’ y ‘de mí de generación en generación’ significan que el nombre de Dios permaneció igual en aquellas eras, no que Su nombre no pudiera cambiar jamás. El nombre de Dios cambia cuando cambia Su obra; siempre cambia a la par que las eras. Es decir, cuando Dios despliegue Su nueva obra en los últimos días, sin duda tendrá un nombre nuevo”.
El hermano Wang habló: “¡Da gracias al Señor! Es maravilloso que puedas tener esta clase de comprensión. En cuanto a si cambiará o no el nombre de Dios, realmente no podemos delimitar a Dios dentro de nuestras nociones y fantasías. Según la Biblia: ‘¿Quién ha medido las aguas en el cuenco de su mano y los cielos con el palmo […]? ¿Quién ha dirigido al Espíritu de Jehová o, siendo Su consejero, le ha enseñado?’* (Isaías 40:12-13). Dios es el Señor de la creación y Su pensamiento supera al de la humanidad entera. Todo cuanto Dios hace rebosa sabiduría y cuando adopta un nombre hay sabiduría en ello. Cuando cambia de nombre, en él se encuentra, en concreto, Su maravillosa voluntad; algo que nosotros, como seres humanos, no podemos comprender en absoluto. Sólo si buscamos humildemente podemos entender el misterio que hay en ello. Ahora comprendemos que ningún nombre de Dios puede representar plenamente la totalidad de la obra y del carácter de Dios. Además, en cualquier era, la obra de Dios es únicamente una parte de Su obra y lo que Él nos revela, únicamente una parte de Su carácter. No nos ha revelado íntegramente Su obra y Su carácter, por lo que nuestro entendimiento de Dios sigue siendo limitado. Si simplemente nos aferráramos a un nombre de Dios, ¡sería muy fácil delimitar y oponernos a Dios! Igual que los fariseos, que vivían inmersos en sus nociones y fantasías, ateniéndose literalmente a la Escritura con obstinación y creyendo que cuando viniera Dios seguro que lo llamarían Mesías. Entonces, cuando vino con el nombre de Jesús para realizar la obra de redención, se negaron a aceptarlo. Aun cuando veían que las palabras y la obra del Señor Jesús poseían autoridad y poder, seguían sin buscarlas ni investigarlas, oponiéndose frenéticamente a la nueva obra de Dios. Se aliaron con el Gobierno romano para crucificar al Señor Jesús en lo que fue un pecado monstruoso que les granjeó el castigo de Dios. Por eso, en cuanto a los cambios de nombre de Dios, lo único que hay que hacer es mantener un corazón que lo venere, olvidarnos de nuestras nociones y fantasías, buscar más la verdad y sopesar las cosas de acuerdo con las palabras de Dios. ¡No podemos cometer el mismo error desastroso que los fariseos!”.
Al oír esto dije con una prolongada sensación de azoramiento: “Así es. Los fariseos eran muy arrogantes, sólo se aferraban en vano al nombre Mesías a raíz de sus nociones y fantasías, mientras se negaban a admitir que el Señor Jesús era Dios. Tampoco tenían un corazón humilde de búsqueda, sino que se oponían y condenaban disparatadamente al Señor. Por consiguiente, atrajeron para sí la catástrofe, ¡una auténtica advertencia para nosotros! ¡Demos gracias a Dios por guiarnos! Con tus enseñanzas de hoy ya doy por seguro que Dios tendrá un nombre nuevo en los últimos días. En caso contrario, es muy probable que también creyera que solamente podría llamarse Jesús. ¿Eso no sería, precisamente, delimitar a Dios según mis nociones y fantasías? Si no conocemos la verdad, como seres humanos tenemos muchas probabilidades de tomar la misma senda que los fariseos, ¡lo cual tiene unas consecuencias impensables!”. En ese momento me vino a la cabeza que, dado que Dios adoptará un nombre nuevo cuando regrese en los últimos días, ¿cuál será ese nombre? También le hice esta pregunta al hermano Wang.
Observó: “Debemos abordar nuestra fe basándonos en las palabras de Dios. Sobre todo, tenemos que seguir Sus palabras en todo cuanto tenga que ver con la obra o el nombre de Dios. De hecho, hay fundamentos bíblicos para el nombre que adopta Dios en cada etapa de Su obra. Hay profecías bíblicas acerca del nombre de Dios en los últimos días: ‘Yo soy el Alfa y la Omega —dice el Señor Dios— el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso’ (Apocalipsis 1:8). ‘Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas y como el sonido de fuertes truenos, que decía: ¡Aleluya! Porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina’ (Apocalipsis 19:6). ‘Y los cuatro seres vivientes, cada uno de ellos con seis alas, estaban llenos de ojos alrededor y por dentro, y día y noche no cesaban de decir: Santo, Santo, Santo, es el Señor Dios, el Todopoderoso, el que era, el que es y el que ha de venir’ (Apocalipsis 4:8). ‘Te damos gracias, oh Señor Dios Todopoderoso, el que eres y el que eras, porque has tomado tu gran poder y has comenzado a reinar’ (Apocalipsis 11:17). En todos estos versículos bíblicos se cita al ‘Todopoderoso’. En estas profecías vemos que, cuando regrese el Señor, el nombre de Dios pasará a ser ‘Todopoderoso’”. Dicho esto, el hermano Wang me pasó el libro. A continuación afirmó: “Si lees esto, comprenderás por qué el Señor quiere adoptar este nombre para Su regreso en los últimos días”.
Tomé el libro y leí: “La obra de Dios a lo largo de toda Su gestión es perfectamente clara: la Era de la Gracia es la Era de la Gracia, y los últimos días son los últimos días. Existen claras diferencias entre cada era, porque en cada una de ellas Dios hace una obra que representa a esa era. Para que se lleve a cabo la obra de los últimos días, debe haber fuego, juicio, castigo, ira y destrucción que pondrán fin a la era. Los últimos días se refieren a la era final. Durante esta, ¿no pondrá Dios fin a la era? Para finalizar la era, Dios debe traer consigo castigo y juicio. Sólo así puede Él poner fin a la era. […] Por tanto, durante la Era de la Ley, el nombre de Dios fue Jehová, y en la Era de la Gracia el nombre de Jesús representaba a Dios. Durante los últimos días, Su nombre es Dios Todopoderoso, el Todopoderoso, y usa Su poder para guiar al hombre, conquistarlo, ganarlo y, finalmente, concluir la era” (“La visión de la obra de Dios (3)”). El hermano Wang siguió hablando: “Dios es el Dios sabio y omnipotente y todo cuanto hace tiene pleno sentido. Lo llamarán Todopoderoso en los últimos días porque va a poner fin a la era; va a llevar a cabo la obra de clasificar a las personas por tipos, premiar el bien y castigar el mal. Por tanto, cuando regrese el Señor en los últimos días, deberá aparecerse a la humanidad con un carácter justo, majestuoso, airado e inviolable para mostrar al mundo el carácter inherente a Dios y lo que Él tiene y es. Con este carácter juzga y castiga la corrupción e iniquidad de toda la humanidad, de modo que nos salva plenamente del pecado para que podamos recobrar nuestra santidad humana original. Dios quiere que entendamos que no sólo es capaz de crear todas las cosas, sino también de gobernarlas; que Él no sólo puede ser el sacrificio por los pecados de la humanidad, sino también expresar palabras que perfeccionan, transforman y purifican al hombre; que es el Alfa y la Omega, y Sus maravillas y actos son insondables para cualquier hombre. Dios es el formidable Todopoderoso”.
La confusión de mi corazón se había aclarado totalmente para entonces. Muy conmovido, exclamé: “¡Gran verdad! Dios es el Señor de toda la creación. Es omnipotente y está lleno de autoridad. En los últimos días se nos aparecerá para revelar todo Su carácter y, según las profecías, lo llamarán Todopoderoso a Su regreso. ¡Demos gracias al Señor! Por fin entiendo los misterios subyacentes a los nombres de Dios gracias a lo que hemos hablado hoy. Tengo que compartir esta verdad lo antes posible con los demás hermanos y hermanas para que todos dejen atrás sus nociones y fantasías, escuchen la buena nueva del Todopoderoso ¡y reciban el regreso del Señor!”.
El hermano Wang replicó: “¡Doy gracias al Señor! Todo esto que sabemos ahora es fruto de la guía de Dios. Como predicadores, sin duda alguna debemos guiar a nuestros hermanos y hermanas para que conozcan la verdad y sigan las huellas del Cordero, de modo que puedan asistir a Su banquete. Esta es la comisión que el Señor nos ha encomendado”. Asentí enérgicamente con la cabeza y dije: “Pues vayamos juntos a compartir estas enseñanzas con nuestros hermanos y hermanas”.
Sonriendo, me contestó: “Estupendo, vamos”.
Juntos partimos hacia la iglesia…
Nota al pie:
a. El texto original dice “que es”.

Para conocer más:  La venida del señor jesucristo

Unas citas bíblicas son tomadas de LA BIBLIA DE LAS AMERICAS® (LBLA) Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation usado con permiso. www.LBLA.com.

¿Qué clase de iglesia es la Iglesia de Filadelfia? ¿Cómo podemos encontrar la verdadera Iglesia de Filadelfia?

Las palabras de Dios dicen: “En cada etapa de la obra de Dios existen también las correspondientes exigencias para el hombre. Todos los que están dentro de la corriente del Espíritu Santo poseen la presencia y disciplina del Espíritu Santo, y los que no están dentro de la corriente del Espíritu Santo están bajo el mando de Satanás y no tienen ninguna obra del Espíritu Santo.

                                                     Por Baoda, Australia

El mundo se encuentra en un estado de confusión, y a la humanidad le están sobreviniendo todo tipo de desastres. Muchas personas se preguntan: “¿Acaso el Señor ya ha regresado? Y, si es así, ¿por que no hemos sido arrebatados antes de los grandes desastres?” Algunos ven que sus pastores y ancianos siempre predican sobre las mismas cosas, que la fe de los creyentes se está enfriando, que los creyentes siguen las tendencias mundiales y son incapaces de vivir las palabras del Señor. Luego, se preguntan si la Iglesia cristiana es como la Iglesia de Laodicea que fue abandonada por el Señor. En la carta dirigida a la Iglesia de Filadelfia en el Apocalipsis, dice: “Yo conozco tus obras. Mira, he puesto delante de ti una puerta abierta que nadie puede cerrar, porque tienes un poco de poder, has guardado mi palabra y no has negado mi nombre” (Apocalipsis 3:8). Podemos ver que sólo aquellos que pertenecen a la Iglesia de Filadelfia pueden guardar las palabras del Señor bajo cualquier circunstancia y poseen la obra del Espíritu Santo. Son los únicos que son verdaderamente arrebatados antes de los grandes desastres, y sólo este tipo de iglesia, que posee la obra del Espíritu Santo, es la verdadera Iglesia. Algunas personas comparan esto con el estado actual de la Iglesia cristiana y desean abandonar la en busca de la Iglesia verdadera. Sin embargo, hay otros que creen que la Iglesia está prosperando y llevan a cabo competencias relacionadas con el conocimiento de las personas sobre la Biblia y hay una atmósfera vibrante en todo tipo de celebraciones en las festividades. Piensan: “¿No es esta la obra del Espíritu Santo? Esta clase de iglesia es la iglesia verdadera y, con toda seguridad, será arrebatada”. Pero ¿qué punto de vista es el correcto? ¿Cual es la iglesia verdadera? Y ¿cómo debemos distinguir entre la iglesia verdadera y las iglesias falsas? Hablemos sobre estas preguntas.

Primer principio para distinguir a la iglesia verdadera de las iglesias falsas: ¿posee la obra del Espíritu Santo y sus miembros buscan la verdad?

La Biblia dice: “La cual es su cuerpo, la plenitud de aquel que lo llena todo en todo” (Efesios 1:23). Jehová Dios le dijo a Salomón: “Pues ahora he escogido y consagrado esta casa para que mi nombre esté allí para siempre, y mis ojos y mi corazón estarán allí todos los días” (2 Crónicas 7:16). Las palabras de Dios dicen: “En cada etapa de la obra de Dios existen también las correspondientes exigencias para el hombre. Todos los que están dentro de la corriente del Espíritu Santo poseen la presencia y disciplina del Espíritu Santo, y los que no están dentro de la corriente del Espíritu Santo están bajo el mando de Satanás y no tienen ninguna obra del Espíritu Santo. Las personas que están en la corriente del Espíritu Santo son las que aceptan la nueva obra de Dios, las que cooperan en la nueva obra de Dios. Si las que están dentro de esta corriente no pueden cooperar y no pueden poner en práctica la verdad que Dios exige durante este tiempo, entonces serán disciplinadas y, en el peor de los casos, el Espíritu Santo las abandonará. Las que aceptan la nueva obra del Espíritu Santo vivirán dentro de la corriente del Espíritu Santo, recibirán el cuidado y la protección del Espíritu Santo. Las que están dispuestas a poner en práctica la verdad, el Espíritu Santo las esclarece, y las que no están dispuestas a poner en práctica la verdad, el Espíritu Santo las disciplina y hasta pueden ser castigadas. Independientemente de qué clase de persona sean, siempre que estén dentro de la corriente del Espíritu Santo, Dios asumirá la responsabilidad de todas las que aceptan Su nueva obra por el bien de Su nombre” (‘La obra de Dios y la práctica del hombre’ en “La Palabra manifestada en carne”).

A partir de las palabras de Dios podemos ver que la iglesia es Su templo, que Dios lo mantiene y que tiene Su reconocimiento. La iglesia verdadera posee la obra del Espíritu Santo; está compuesta por personas que aceptan la obra actual de Dios, viven en la corriente del Espíritu Santo y buscan la verdad. En una iglesia como esta, los fieles se reúnen para hablar sobre las declaraciones actuales de Dios, obtienen el esclarecimiento y la luz del Espíritu Santo, comprenden la voluntad y las exigencias de Dios; progresan cada vez más en su vida y son capaces de compartir testimonios sobre la práctica de las palabras de Dios en su vida diaria. Cuando el Señor Jesús vino a llevar a cabo Su obra, quienes creían sinceramente en Dios y siguieron al Señor Jesús se reunieron para formar la iglesia. Ellos aceptaron el camino del arrepentimiento que predicó el Señor y ya no estuvieron sometidos a las restricciones de las leyes, como lo habían estado anteriormente. Se conducían de acuerdo con las palabras del Señor, mostraban tolerancia, paciencia y perdón hacia los demás, etcétera. Bajo la guía de la obra actual del Espíritu Santo, su humanidad y lo que manifestaban en su vida se volvió cada vez más apropiado. También vieron cómo el Señor soportó un enorme sufrimiento y humillación y fue crucificado en aras del hombre; cómo redimió a la humanidad y comprendieron que el carácter de Dios es misericordioso y amoroso. Su fe en Dios creció y creció. Esto nos dice que este tipo de iglesia posee la obra del Espíritu Santo, que es la iglesia verdadera. Por el contrario, cualquier iglesia que carezca de la obra del Espíritu Santo es una iglesia falsa. Al final de la Era de la Ley, por ejemplo, el Señor Jesús vino a llevar a cabo Su obra y, luego, la obra del Espíritu Santo cambió. El templo quedó vacío. Los sumos sacerdotes judíos, los escribas y fariseos no aceptaron la obra y las palabras del Señor Jesús de aquel momento. Aunque parecía que guardaban las leyes y los mandamientos, carecían de la obra del Espíritu Santo, hasta que, finalmente, no fueron capaces siquiera de seguir sus propias reglas. Los actos ilegales como robos, asesinatos y promiscuidad sexual estaban descontrolados. El templo ya no era un lugar de adoración, sino que se convirtió en una guarida de ladrones donde se intercambiaba dinero y se compraban y vendían ganado y palomas. Ahora bien, echemos un vistazo al estado que guarda la iglesia cristiana en la actualidad: los pastores sólo pueden exponer una parte de conocimiento bíblico y doctrina en sus sermones y carecen del esclarecimiento y la luz del Espíritu Santo; los creyentes no tienen verdadero riego y sustento, se vuelven negativos y pasivos, y su fe se enfría; en las reuniones, las personas simplemente hacen las cosas mecánicamente, sin disfrutar las palabras de Dios; trátese de un pastor o un anciano, o, simplemente, de un creyente ordinario, la mayor parte del tiempo nadie es siquiera capaz de seguir las enseñanzas del Señor. En la iglesia, los pastores y los ancianos participan cada vez más en disputas por celos; pelean por el podio, son codiciosos y carecen por completo de un corazón temeroso de Dios. Muchos de los fieles regresan al mundo y se dedican a hacer dinero, codician los placeres de la carne y cada vez menos personas asisten a los servicios. Las personas sólo asisten a la iglesia cuando hay algún evento o comida o si enfrentan algún peligro grande. No buscan genuinamente la verdad, pero la mayoría de las veces, simplemente quieren participar en la diversión u obtener la gracia y asegurar la paz en su vida. No importa cuán vibrante parezca ser esa iglesia desde fuera, no es más que un depósito de agua estancada, idéntico al templo al final de la Era de la Ley. Claramente, el Espíritu Santo no obra en ese tipo de iglesia, y Dios no la sostiene.

Por tanto, para distinguir entre la iglesia verdadera y las iglesias falsas, primordialmente debemos observar si posee la obra del Espíritu Santo, si el Espíritu Santo la sostiene, si las personas leen las actuales declaraciones de Dios y sí, al leer Sus palabras, comprenden más de la verdad y su fe en Dios crece. Si una iglesia no sigue el ritmo de la obra actual de Dios y no tiene la guía del Espíritu Santo, entonces, sin importar cuántos miembros tenga o cuán grande parezca su ímpetu cuando lleva a cabo todo tipo de eventos, sigue siendo una iglesia falsa y será abandonada por Dios muy pronto. Tal y como Dios inspiró a Juan para que escribiera en su carta a la iglesia de Laodicea: “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Así, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca” (Apocalipsis 3:15-16).

El segundo principio para distinguir a la iglesia verdadera de las iglesias falsas: ¿Quién domina: la verdad o los falsos pastores?

Hay otro principio crucial para distinguir entre la iglesia verdadera y las iglesias falsas, que consiste en observar si la verdad es la que domina o si lo hacen los falsos pastores. Una iglesia es un lugar para que las personas que buscan la verdad vivan una vida de iglesia y adoren a Dios, y cualquier iglesia que esté conformada por personas que creen sinceramente en Dios y en quienes obra el Espíritu Santo es la iglesia verdadera. En este tipo de iglesia, la verdad es la que domina; todos leen y practican las palabras de Dios y se someten a la verdad. La dirigen quienes buscan la verdad y los buscadores de la verdad reciben apoyo. Cualquiera que vaya contra las palabras de Dios y la verdad, que haga el mal y provoque el caos en la Iglesia es rechazado y expulsado. Como quienes buscan la verdad tienen la obra y la guía del Espíritu Santo, la voluntad de Dios se lleva a cabo en una iglesia conformada por ese tipo de personas y tiene la presencia de Dios. Cuando el Señor Jesús vino a obrar y a hablar en la Era de la Gracia, eligió a 12 apóstoles y dio personalmente testimonio de Pedro y lo nombró pastor de las iglesias. Los apóstoles guiaron a los fieles de aquella época de acuerdo con las palabras del Señor y compartieron el evangelio de salvación del Señor Jesús. De esta forma se llevó a cabo la voluntad de Dios y el santo nombre del Señor Jesús se difundió por todas partes.

Ahora, en los últimos días, quienes creen en el Señor Jesús están divididos entre diversas denominaciones, cada una con sus propios líderes. Sin embargo, en la Biblia Dios no dio testimonio personalmente de estos pastores y líderes y, mucho menos, afirmó haberlos nombrado líderes. La mayoría de los pastores y ancianos en estas denominaciones se han graduado de seminarios y, una vez que están certificados, se convierten en líderes y pastores; no surgen a través de ser perfeccionados y edificados por el Espíritu Santo mientras experimentan la obra de Dios. En su obra y en sus sermones nunca dan testimonio o exaltan las palabras del Señor y tampoco enseñan sobre Su voluntad. Generalmente trabajan basándose en sus propios dones y calibre, y de lo único que hablan es de conocimientos bíblicos y teoría espiritual. Exaltan la Biblia y dan testimonio de ella y substituyen al Señor Jesús con las palabras de la Biblia. Esa obra desafía al Señor. ¿Cómo podría, entonces, sostener el Espíritu Santo sus iglesias? Son incapaces de compartir el verdadero conocimiento de Dios y guiar a las personas a la realidad de la verdad. Todo lo que saben hacer es guiar a las personas en las reglas y doctrinas, engañándolas y llevándolas a la ruina. Por otra parte, en su obra en la Iglesia siempre se exaltan a si mismas y forjan su propio prestigio para que otros las observen; no actúan ni tratan a las personas según las palabras de Dios, sino que son serviles con quien done la mayor cantidad de dinero y designan a sus favoritos en posiciones importantes. Algunos hermanos y hermanas no comprenden la verdad. Están confundidos y no tienen discernimiento, así que idolatran ciegamente a estos pastores y ancianos y los buscan para hacerles preguntas sobre todo tipo de asuntos, como si sólo ellos pudieran guiar a las personas al reino de Dios. Aunque parece que estos creyentes creen en Dios y lo siguen, en esencia, realmente creen en los pastores y ancianos. En particular, cuando una iglesia queda vacía y los hermanos y hermanas que están más involucrados en su búsqueda van a buscar una iglesia que posea la obra del Espíritu Santo y las declaraciones del Señor que ha regresado, los pastores y ancianos hacen todo lo posible por interponerse en su camino y condenarlos. Prefieren que los creyentes mueran de hambre y sed espiritual que permitirles escapar de su dominio. Queda claro que la verdad no domina en ese tipo de iglesias, sino que están controladas por esos falsos pastores, anticristos y siervos malvados que no poseen la obra del Espíritu Santo. Este tipo de iglesias ofendieron el carácter de Dios hace mucho tiempo y han sido abandonadas por el Espíritu Santo y, tarde o temprano, serán eliminadas por completo. Como dice la Biblia: “Y clamó con potente voz, diciendo: ¡Cayó, cayó la gran Babilonia! Se ha convertido en habitación de demonios, en guarida de todo espíritu inmundo y en guarida de toda ave inmunda y aborrecible. 3 Porque todas las naciones han bebido del vino de la pasión de su inmoralidad, y los reyes de la tierra han cometido actos inmorales con ella, y los mercaderes de la tierra se han enriquecido con la riqueza de su sensualidad” (Apocalipsis 18:2-3).

Cómo encontrar la iglesia verdadera

En este punto de nuestra enseñanza, quizás muchos de ustedes se dan cuenta ahora de que las iglesias del mundo religioso ya no poseen la obra del Espíritu Santo. Así pues, ¿cómo podemos encontrar una iglesia que posea la obra del Espíritu Santo y la presencia de Dios? Podemos recurrir a la historia para encontrar la respuesta a esta pregunta. Cuando el Señor Jesús apareció para obrar y hablar hace muchos años, el templo estaba vacío. Una parte de esto ocurrió porque los sumos sacerdotes, los escribas y los fariseos no estaban guiando a los creyentes por la senda correcta, lo cual, a su vez, provocó que el Espíritu Santo los abandonara; la otra parte fue que el Señor Jesús estaba llevando a cabo nueva obra, así que el Espíritu Santo retiró Su obra del templo y comenzó a obrar en aquellas personas que seguían el ritmo de los pasos de Dios. Cuando quienes seguían al Señor Jesús escucharon Sus declaraciones de aquel momento, recibieron el sustento de las aguas vivas, mientras que aquellos que permanecieron en el templo cayeron en tinieblas. Lo mismo está ocurriendo ahora en los últimos días. La religión ha quedado desierta y carece de la obra del Espíritu Santo; así pues, debemos buscar las declaraciones del Espíritu Santo y seguir el ritmo de los pasos del Cordero, tal y como dice en la Biblia: “Y además os retuve la lluvia cuando aún faltaban tres meses para la siega; hice llover sobre una ciudad y sobre otra ciudad no hice llover; sobre una parte llovía, y la parte donde no llovía, se secó. Así que de dos o tres ciudades iban tambaleándose a otra ciudad para beber agua, y no se saciaban; pero no os habéis vuelto a mí” (Amós 4:7-8). Por tanto, podemos ver que, cuando Dios viene para revelar una nueva obra, las iglesias de la era antigua están destinadas a quedar vacías. La voluntad de Dios está en esto; es decir, es a través de la desolación de las iglesias que nos vemos forzados a ir en busca de Sus huellas. Los desastres están creciendo en magnitud y las profecías de la venida del Señor se han cumplido ahora en su gran mayoría. Es altamente probable que el Señor ya haya regresado, que Él haya aparecido y esté obrando en una iglesia. Si podemos encontrar las huellas de Dios, encontraremos la verdadera iglesia de manera natural.

Así pues, ¿cómo podemos encontrar las huellas de Dios? Hay un pasaje de las palabras de Dios que explica esto claramente: “Ya que estamos buscando las huellas de Dios, debemos buscar la voluntad de Dios, las palabras de Dios, las declaraciones de Dios, porque donde están las nuevas palabras de Dios, ahí está la voz de Dios, y donde están las huellas de Dios, ahí están los hechos de Dios. Donde está la expresión de Dios, ahí está la aparición de Dios, y donde está la aparición de Dios, ahí existe la verdad, el camino y la vida” (‘La aparición de Dios ha traído una nueva época’ en “La Palabra manifestada en carne”). Esto significa que, si queremos encontrar la iglesia verdadera que ha de ser arrebatada antes de los desastres, debemos buscar las huellas de Dios, Sus declaraciones, y enfocarnos en escuchar Su voz. Tal y como dice la Biblia: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Apocalipsis 2:7). “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo” (Apocalipsis 3:20).

A partir de las palabras de Dios podemos ver que, cuando el Señor regrese, Él pronunciará nuevas palabras a las iglesias. A lo largo de todo el mundo, hoy sólo la Iglesia de Dios Todopoderoso da testimonio de que el Señor ha regresado, que Él está llevando a cabo la obra de juicio, comenzando con la casa de Dios, y que ha pronunciado millones de palabras y ha revelado todos los misterios del plan de gestión de Dios. Tales misterios incluyen las verdaderas circunstancias de las tres etapas de Su obra, el misterio de las encarnaciones, el significado de los nombres de Dios, la verdadera historia de la Biblia, cómo Satanás corrompe a la humanidad, cómo Dios salva a las personas, el destino final de cada tipo de persona, cómo pueden las personas alcanzar la salvación plena, y más. Estos misterios se revelan para que nuestros ojos puedan abrirse y podamos deleitarnos con lo que vemos. Dios todopoderoso ha venido en los últimos días para llevar a cabo Su obra de juicio y, así, la Iglesia de Dios Todopoderoso ha surgido, tal y como la Iglesia de la Era de la Gracia surgió después de que el Señor Jesús vino para obrar en esa era. La Iglesia de Dios Todopoderoso está conformada por personas que aceptan la obra de juicio de Dios de los últimos días, que creen sinceramente en Dios y buscan la verdad. Aceptan el riego y el pastoreo de las palabras de Dios Todopoderoso, leen las palabras actuales de Dios y oran y veneran a Dios Todopoderoso, el Señor Jesús que ha regresado. Este grupo de personas ha sufrido la persecución y represión del PCCh; algunos han sido arrestados y encarcelados, sometidos a su brutalidad y tortura; sin embargo, siguen con determinación a Dios Todopoderoso y han dado testimonio de los vencedores. Después de pasar por el juicio y el castigo de las palabras de Dios, este grupo ha llegado a conocer su propia naturaleza satánica. Han sentido verdadero remordimiento y odio hacia sí mismos. Su carácter corrupto se ha transformado y han dado muchos testimonios sobre cómo su carácter corrupto ha sido purificado por medio del juicio y el castigo. Resulta evidente que la obra de juicio de Dios de los últimos días ya ha creado un grupo de vencedores; son estos vencedores los que son arrebatados antes de los desastres y son aptos para heredar las promesas y bendiciones de Dios. El libro pronunciado por Dios Todopoderoso, La Palabra manifestada en carne está ahora totalmente disponible en línea y también los testimonios vivenciales de los escogidos de Dios, además de que puede encontrarse en línea de forma abundante una amplia variedad de películas y videos producidos por la Iglesia de Dios Todopoderoso. Tras leer las palabras de Dios Todopoderoso y los muchos testimonios vivenciales de los escogidos de Dios, muchas personas que anhelan la verdad tienen la seguridad de que Dios Todopoderoso es el Señor Jesús que ha vuelto. Obtienen un nuevo entendimiento de la obra de Dios y de cómo practicar la verdad. Así pues, podemos ver que la Iglesia de Dios Todopoderoso ciertamente posee la obra del Espíritu Santo; la Iglesia de Dios Todopoderoso es la Iglesia de Filadelfia: ¡es la Iglesia que es arrebatada antes de los desastres! Hoy en día, la totalidad del mundo religioso ha caído en desolación; sólo la Iglesia de Dios Todopoderoso se vuelve más fuerte día con día. Una tras otra, se están estableciendo nuevas ramas de la Iglesia de Dios Todopoderoso en muchos países alrededor del mundo. Siguen creciendo y fortaleciéndose, ¡mostrándonos que todo lo que viene de Dios debe florecer!
Cada vez hay más y mayores desastres y resulta crucial que encontremos la Iglesia de Filadelfia que será arrebatada antes de los grandes desastres. Esto tiene relación directa con el asunto trascendental de si seremos o no capaces de entrar en el reino de los cielos. Si no podemos seguir el ritmo de los pasos de Dios y encontrar la iglesia verdadera, al final seremos arrasados por los desastres con mucho llanto y rechinar de dientes. En estos momentos críticos, debemos escuchar las palabras de Dios Todopoderoso para determinar si son la voz de Dios. Si las reconocemos como la voz de Dios, debemos apresurarnos a aceptarlas, pues sólo al hacerlo podemos seguir el ritmo de los pasos del Cordero.

¿Te ha mostrado esta enseñanza la senda para distinguir la iglesia verdadera de las iglesias falsas y para encontrar la Iglesia de Filadelfia que será arrebatada antes de los desastres, tal y como se profetiza en la Biblia? Si te ha resultado útil este artículo, por favor compártelo con tus amigos para que más personas puedan encontrar la iglesia verdadera en medio de los desastres y para que, un día, muy pronto, ellos puedan ser arrebatados delante de Dios para recibir Su cuidado y protección.

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